SOBRE LA VERDAD PERIODÍSTICA

Cuando un periodista informa sobre un desastre natural, con gran pérdida de vidas, las autoridades y las fuentes de primera mano darán cifras que serán difundidas como verdades del suceso. Sin embargo, y la experiencia lo confirma, al día siguiente la cifras habrán cambiado y, por lo tanto, la verdad informativa será otra. Y así, sucesivamente, cada día, habrá novedades y nuevas cifras verdaderas.
Aquí un ejemplo:
TERREMOTO EN HAITI.
17 de enero
Los muertos por el terremoto en Haití serían 9 mil.
19 de enero
La cifra de muertos en el terremoto de Haití podría ser de 50 mil.
25 de enero
El número total de víctimas del terremoto es de 150 mil.

En el ejemplo se aprecia que día a día fue cambiando la verdad periodística, ya que los alcances del desastre eran otros en cada oportunidad. En realidad, profesionalmente hablando, lo que fue cambiando fueron las noticias del desastre. En otras palabras, en este contexto, noticia puede ser considerada como sinónima de verdad periodística, en la tarea de informar.
De todo esto se puede afirmar que el periodista no busca la verdad absoluta y definitiva. El periodista busca la noticia, que no es lo mismo, ni mucho menos.
El significado de la verdad periodística corresponde plenamente a lo sostenido por Aristóteles. Según el filósofo griego una proposición es verdadera cuando lo que ella dice es como ella lo dice. Así la proposición “la sangre es roja” es verdadera porque, efectivamente, la sangre es roja. En cambio, “Jauja es la capital de Junín”, es falsa, porque Jauja no es la capital de Junín, es decir no es como dicha proposición dice que es.
Cuando se trata de saber qué es la verdad, se encuentran grandes dificultades. El concepto de “verdad” es el tema más importante de la filosofía. Desde la época de los griegos hasta nuestros días los más grandes filósofos han abordado el tema, sin llegar a un acuerdo universal.

La Verdad Objetiva

Para los efectos de esta investigación acudimos a la llamada verdad objetiva que sostiene que el término verdad se usa primariamente en dos sentidos: para referirse a una proposición y para referirse a una realidad. En el primer caso se dice de una proposición que es verdadera diferenciándose de la falsa. En el segundo caso se dice de una realidad que es verdadera diferenciándose de la aparente, ilusoria, irreal, inexistente, etc.
Aristóteles expresó por primera vez límpidamente lo que luego se llamará “concepción lógica”, y que sería más adecuado llamar “concepción semántica” de la verdad. Por tanto, no hay verdad sin enunciado. En rigor, no hay enunciado como tal, pues un enunciado lo es siempre de algo. Para que un enunciado sea verdadero es menester que haya algo de lo cual se afirme que es verdad: sin la cosa no hay verdad, pero tampoco la hay sólo con la cosa. Esta relación del enunciado con la cosa enunciada ha sido llamada luego correspondencia o adecuación; la verdad es verdad del enunciado en cuanto corresponde con algo que se adecÚua al enunciado.
Y esto es lo que ocurre en el periodismo, en que el enunciado es la noticia y la realidad el hecho o la declaración a la que se refiere la noticia. Esto es lo que consideramos como la verdad periodística. Desde luego no es la verdad filosófica ya que el periodista no es un filósofo y los sucesos informativos no son absolutos e inmutables.
Como se afirmó al comienzo, en periodismo la realidad de los hechos puede ser distinta de un día para otro, lo que obliga a un nuevo enunciado o noticia. En otras palabras, la verdad periodística no es absoluta e inmutable, como podría ser esta verdad: “el oro es amarillo”, en el que el enunciado corresponde a una realidad incambiable, inmodificable, así pasen los siglos.
Cuando un periodista informa sobre lo sostenido por un personaje en el sentido de que no está comprometido en ningún acto de corrupción, el reportero difunde una verdad periodística: “el personaje asegura que no está comprometido en ninguna inmoralidad”. Si semanas después se descubre un video que revela que ese personaje estuvo involucrado en la corrupción, la verdad periodística será muy distinta: “el personaje estuvo comprometido en la corrupción. Fue un corrupto.”
Esto es muy fácil de entender en la práctica profesional del periodismo. Lo que es verdad en un momento dado no lo puede ser, necesariamente, en otra circunstancia.
El periodista informa sobre hechos o declaraciones. Su obligación es que su información sea objetiva, imparcial, honesta, responsable, pero, sobre todo, veraz. Es decir, informar con el mayor celo posible en la exactitud de sus datos. En otras palabras, informar sobre lo que se considera que es la verdad y sólo la verdad.

No sólo del Periodista
Pero, como se ha indicado, la verdad en periodismo- es decir, la correspondencia entre el enunciado por la noticia y la realidad- no depende solo del profesional: depende de los hechos y las declaraciones o testimonios que pueden, muchas veces, ser inexactos o disfrazar la exacta realidad. El periodista no puede penetrar en la mente de un declarante para concluir que miente, o que los hechos a los que no puede tener acceso directo o presencial, no son como lo que autoridades o supuestos testigos dicen que fueron.
Al respecto es bueno referirse a lo sucedido entre un congresista y el Canal 13 de Santiago de Chile. Ante la demanda civil interpuesta por el senador Novoa contra dicho canal, por dar una información que afectaba su honra y que resultó falsa, la televisora contestó a la demanda afirmando que “no compete a los medios asegurar que lo que se transmite sea verdadero”. Lo que ha reabierto el antiguo y nunca acabado debate acerca del grado de veracidad que corresponde exigir a los medios de comunicación respecto de las informaciones que entregan. En este caso particular, entran en colisión dos derechos fundamentales: la libertad de informar y el derecho a la honra de las personas.
Todo esto nos lleva a concluir que la verdad periodística es circunstancial, temporal, variable. Y al respecto el periodismo responsable no debe estar atado a la información inicial sobre un hecho. Debe dar otra versión, otra verdad, en cuanto tengan elementos que varíen su primer informe.
En el anecdotario periodístico se puede recordar la actitud de un diario británico que se preciaba de no dar nunca noticias falsas. Un día informó que fulano de tal había muerto lo que no era cierto porque el personaje vivía. No se rectificó ni se refirió más al personaje, hasta que un día publicó lo siguiente: “tal como lo informamos hace un tiempo, fulano de tal ha fallecido”
Dar siempre la verdad o esforzar para lograrlo y rectificarse cuando se descubre que la verdad dada no es tal otorga a los periodistas y medios de comunicación una de las más ambicionadas metas: la credibilidad. Tener credibilidad es poseer un capital inapreciable: la confianza del público.

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