La educación, es común entenderla, como un proceso de enseñanza en la dirección de la generación adulta hacia la nueva generación. O en sentido contrario, entendida como un proceso de aprendizaje de la nueva generación hacia la generación adulta. Este pensamiento, ha construido una realidad, el enfrentamiento generacional. Los adultos no entienden a los niños, adolescentes y jóvenes y éstos, tampoco entienden a los adultos. De tanto convivir con un modelo educativo, se termina actuando como él. Los adultos, pretenden que los niños sigan el mismo modelo educativo al que fueron sometidos.
Frases como “te castigo si no estudias”, “no tienes propina si no aprendes la tabla”, “no ves televisión si primero no haces las tareas”, “un reglazo en la mano al que no sabe”, “al rincón quita calzón”, y así sucesivamente, en aumento de intensidad el mensaje violento, hasta llegar a la frase extrema “la letra con sangre entra”. Mensajes de este tipo, que se repiten a lo largo de 12 años en la escuela, se aprenden con una intensidad muy profunda, los que saben y dan “castigos” a los que no saben, por un lado, y los que no saben y reciben maltratos por el otro lado. Seguramente, esta relación educativa, genera trastornos sicológicos profundos. El odio de quienes reciben los maltratos “por no saber” y el desprecio de quienes han infligido los maltratos “por saber”. En conclusión, la tarea está cumplida, el aprendizaje logrado: los méritos son estímulo para el odio del otro y los deméritos lo son para la corrupción que rompe todo orden. Tal vez, esta sea la raíz, de las prácticas autodestructivas, primero con la chismografía y después en forma violenta, muy común en las familias y en las instituciones peruanas. Ya no es posible el diálogo, entre quien desprecia al otro. Se crea un campo sicológico, fuente de la fuerza niveladora que aplasta a los que destacan. Somos una sociedad, cuya fuerza impulsora del desarrollo está atrofiada. La emulación, resultado de un grupo humano sicológicamente sano, que jala en el sentido del desarrollo, reconociendo y valorando el mérito; ha sido reemplazada por la destrucción contra quienes destacan.
Y no sólo eso, sino que los mensajes indicados antes, no sólo se da entre integrantes de una clase en el aula, sino también, se extrapolaron a grupos humanos completos: “colegio tal es mejor que colegio aquel”, “vivir en la costa es mejor que vivir en la sierra o la selva”, “los indígenas es gente atrasada”, “no te juntes con gente de barriada”, etc. Los mismos odios, ahora se enseñan y se aprenden entre grupos, entre culturas. La combinación explosiva ocurre, si los gobernantes, cuyos aprendizajes de odio que subyacen en el fondo de cada uno, se juntan con los aprendizajes de desprecio a grupos humanos enteros.
Las instituciones, los partidos políticos y las organizaciones, según se sientan las que “saben” o las que “no saben”, aunque en realidad, el sentimiento es recíproco y relativo, se interrelacionan en forma autodestructiva, una quiere destruirla a la otra, concluyendo en violencia, derramamiento de sangre y muertes. Los partidos de izquierda y de derecha, las comunidades indígenas y las urbes, la iglesia evangélica y la iglesia católica, y otros grupos, han colisionado, porque en el fondo, es imposible el diálogo entre una institución que se siente más que la otra. Lamentablemente, la situación indicada, es la raíz de lo ocurrido en los enfrentamientos recientes en la Amazonía y, seguirá siendo el motivo para futuros enfrentamientos. La “ley de la selva” es el resultado de una estructura de formación que cada día reciben en las escuelas y en el currículo oculto de los mas media. Hemos asistido al espectáculo, con tribuna de nativos, viendo como 92 congresistas, hacían la pantomima para derogar los decretos leyes y a partir de allí, las promesas de inaugurar una etapa de diálogo. ¿Tendrá sentido el diálogo, en este momento, entre culturas, si previamente no se desaprende que una es inferior a la otra? Al menos, pienso, en este caso, en un sentido figurado si que verdaderamente “la letra con sangre entra”, y quizá se tome dato, que no hay bueno ni malo, que recién nos damos cuenta que la democracia no es sólo acto electoral, sino que la piedra angular es el diálogo permanente en la toma de decisiones.
El magisterio, los periodistas, los divulgadores y los políticos ¿están preparados para educar a las nuevas generaciones en el diálogo? En algún punto, debe romperse el ciclo repetitivo de la educación vertical, de los que se sienten “superiores” y los que se sienten “inferiores”, para dar paso a una educación horizontal, cuyo eje es el aprendizaje del diálogo, donde cada uno es como es, útil pero diferente. Una cultura que se construye con los ladrillos del diálogo, también será capaz de establecer vínculos dialogantes con otras culturas. Esto requiere un largo proceso de aprendizaje, mientras tanto, no esperemos mucho, de los intentos de diálogo en el caso del conflicto de la “civilidad” con los nativos.
El diálogo, obviamente es un método y, este solo aprendizaje de por si, no traerá consigo el desarrollo. Solamente, es una de las condiciones para que un pueblo, tenga la paz y tranquilidad que le permitan adquirir significados (saberes de ciencias y valores) a una velocidad mayor. A mayor cantidad de saberes, los mismos que surgen de métodos de investigación científica, es posible que el grupo humano, vaya potenciando la fuerza impulsora del desarrollo, cuyo resultado será, una población saludable y una vida confortable.
Nuevamente, llegamos a la educación y su modelo. Nos damos cuenta que el otro elemento a considerar en un nuevo modelo educativo, es el aprendizaje del diálogo. No es posible enseñar y aprender el diálogo, con el tipo de escuela actual, que obliga a los niños y adolescentes a obedecer, a cumplir horarios rígidos, a sentirse presos en una escuela con puertas y cercos de rejas. Abandonar este tipo de escuela, por aquella del horario flexible, abierta, donde los niños y adolescentes se motivan porque la escuela está articulada a procesos productivos, es romper con el paradigma que sostiene el “alma del profesor” del modelo educativo vertical. No será fácil asimilar el nuevo paradigma de la educación horizontal y productiva, si no se quita el antifaz del pensamiento como realidad. Recordamos, que de tanto pensar que la tierra no se mueve, este pensamiento, pensaron era la realidad, por eso, al hombre le fue muy difícil aceptar que la tierra se mueve.
Por otro lado, nos damos cuenta que la libertad se pregona, pero no se siente y vive a plenitud. La práctica de la libertad, es condición para la práctica del diálogo. Podemos transitar libremente, decidir cosas, pero la inmensa mayoría no se siente libre al momento de opinar, porque en el fondo de su ser, está el temor o miedo al que dirán, es el eco de lo que sintió en su formación de niño y de adolescente, que le recuerda los millones de “no, …, no” que recibió. El nuevo modelo educativo, debe formar a hombre libre, capaz de expresarse sin temores, así como capaz de respetar la opinión distinta, sin sentir temor, envidia o celos.
Leer más