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Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (1): el ‘¿qué tal te fue?’

Cuando un hijo (niño o adolescente) va a psicoterapia, los papás muchas veces incurren (casi siempre sin querer) en algunas acciones que perturban el proceso de salud de su hijo o directamente lo arruinan.

Veamos una de estas acciones:

Preguntar “¿qué tal te fue?” o, peor aun, “¿de qué hablaron?” después de cada sesión

Una sesión de psicoterapia es algo muy íntimo para toda persona. En una sesión se tocan temas difíciles, dolorosos o muy personales. A veces la persona sale contenta, aliviada, otras veces sale triste o con cólera. Las sesiones de psicoterapia no son algo fácil, así como no son fáciles las visitas al médico. Así son los tratamientos de salud, muchas veces difíciles, complejos y, sobre todo, personales.

Los chicos pueden sentir que sus padres irrumpen en su espacio personal al estar constantemente preguntándoles cómo les fue en sus sesiones. Si una sesión ha sido difícil, la pregunta del papá muy posiblemente perturbe innecesariamente al hijo o posiblemente provoque que el hijo estalle en ese momento y diga “¡mal! ¡ya no quiero venir!”.

Pensémoslo de este modo: tu hijo sale de una curación dental, la primera de 5 curaciones programadas. La curación le causó dolor o malestar. Él sale, tú le preguntas cómo le fue y él te responde: “¡mal! ¡ya no quiero venir!”. ¿Acaso tú le dirías “ok, hijito, al diablo con las otras 4 curaciones, no importa que se te caigan los dientes o que se te pudran, si ya no quieres venir, ya no vienes más”?

Es el mismo efecto, sólo que en los tratamientos médicos, el interés de los papás va hacia el cuerpo de los hijos y a su estado de bienestar. En el caso de la psicoterapia, se trata del mundo interno del niño o adolescente, de sus cosas, de sus pensamientos, de sus afectos. Esto merece respeto. Si tu hijo voluntariamente empieza a conversar de su terapia, bueno, se le escucha, pero tampoco es conveniente animarlo a seguir en el tema. La psicoterapia es un tratamiento que surte efecto poco a poco y en silencio. Más bien la cháchara perturba el proceso.

Si ves a tu hijo afectado, enojado, triste o preocupado, pues le puedes preguntar si hay algún problema, como se haría, supongo, en cualquier situación similar, pero no es necesario preguntar cómo le fue en la sesión o, peor aun, preguntar qué exactamente se tocó en ella. Cuando un hijo está en terapia es bien importante ser discreto.

Efectos negativos que pueden traer estas preguntas

Preguntar constantemente “¿qué tal te fue?”, “¿qué hablaron?”, “¿cómo te fue hoy?” puede ocasionar por lo menos tres efectos negativos:

1) El hijo siente que cada sesión finaliza con una irrupción incómoda de parte de su papá o mamá. Asocia esta incomodidad con las sesiones. En consecuencia empieza a percibir las sesiones mismas como algo desagradable, ya que estas traen como consecuencia las preguntas molestas de siempre.

2) El hijo accede a ventilar sus asuntos con sus padres y habla de sus sesiones abiertamente. Aquí el tratamiento se empieza a contaminar con las intervenciones de los padres. Si el hijo quiere hablar de algo, que salga de él, sino es mejor que procese sus asuntos en soledad. La intervención forzada de los papás puede contaminar el avance de la terapia.

3) Las preguntas de los padres provocan constantemente que el hijo repita y repita que no quiere ir a terapia, provocando constantemente situaciones de malestar después de cada sesión. Nuevamente el hijo asocia “sesión” con “discusión”, “malestar”, “impotencia”, porque los papás le dicen siempre que seguirá yendo. Esto lo podría llevar a sentir que son las sesiones las que le traen malestar, cuando no necesariamente es así. También esto puede ocasionar que finalmente los padres accedan a no llevar más a su hijo a terapia. De repente, si se hubieran quedado callados, el hijo no habría protestado tanto al final de cada sesión.

Se pueden dar otros efectos un poco más rebuscados, como por ejemplo que el hijo repita y repita que sólo juega y que no ve el sentido de ir sólo a jugar. Aquí la pregunta de los papás impide que el hijo salga de la idea de que la terapia no tiene sentido. Al final de cada sesión estos papás están provocando que el hijo repita y refuerce la idea negativa, como si fuera un ritual, impidiendo que él poco a poco encuentre sentido a su psicoterapia. Nuevamente, si se hubieran quedado callados, es casi seguro que su hijo encontraba el sentido a su terapia.

Conclusión

Así que ya se sabe: si tienes hijos en terapia, evita preguntar estas cosas. Si ves mal a tu hijo, pregúntale si sucede algo, lo normal. Si no, mejor habla de otra cosa o hablen de qué hacer antes de regresar a casa, tal vez ir a algún lado, o de cualquier tema que venga al caso.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (1): el ‘¿qué tal te fue?’” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.