Una de las noticias policiales de estos últimos días acá en Lima, y con movimiento también en las redes sociales, ha sido la del secuestro de una niña de 5 años por parte de su padre. El sujeto parece que mandó arrebatar a su hija del lado de su madre en plena calle y por la fuerza, lo que constituye un secuestro.
No es la primera vez que veo este tipo de casos, de hecho en mi consulta he visto casos donde se ha dado esta situación. Por eso sé que las personas quedan seriamente afectadas cuando han sufrido este tipo de violencia. Incluso se podría afirmar que muchas veces los menores quedan traumatizados, lo que afectará su vida hasta el día en que dejen este mundo.
Excluyendo situaciones en las que la vida o la integridad de los menores está amenazada o dañada por la crianza de un padre perturbado o enfermo (situaciones que son más complicadas), los padres jamás deben recurrir al secuestro o al arrebato por la fuerza de sus hijos. El daño que les hacen es inmenso, y, por último, más es el daño que les causan a sus hijos que el que les causan a sus ex parejas, si hablamos de ex parejas vengativas.
Viendo más de cerca
Tomemos como ejemplo el caso de la niñita secuestrada por su padre. Veamos: tiene 5 años, estando en la calle con su madre, viene un auto, se bajan dos sujetos, uno empuja a la madre y la tira al suelo y el otro se lleva a la niña, luego huyen en el vehículo (hagamos el ejercicio de ponernos en los zapatos de la niña, lo que ella ve y siente en estos momentos). Doce horas después (¡12 horas!), es rescatada en San Bartolo (en las afueras de la ciudad), en las inmediaciones de un hostal. Luego es trasladada en helicóptero por la policía de vuelta a la ciudad para reunirse con su madre.
Es decir, ¡es imposible que esta niña no quede seriamente afectada por esto! El daño que le ha ocasionado su padre al contratar a estos delincuentes para llevársela de esa manera y luego someterla al rescate y al traslado en helicóptero, sola, sin su mamá, es inmenso. Es muy probable, además, que lo que ha vivido esta niña en esas 12 horas haya sobrepasado su capacidad de procesamiento, constituyendo lo que se conoce como “trauma”. Siendo así, este daño lo cargará por el resto de su vida, posiblemente manejado y atenuado por tratamiento psicológico, pero jamás superado del todo. Los eventos traumáticos, cuando se forman, cambian la vida de las personas y no hay vuelta atrás, de alguna manera son heridas incurables (por lo menos hasta el momento no hay una “cura” para ellos).
Conclusión
Los padres no deben recurrir a este tipo de medidas, pues sus hijos resultarán dañados y heridos, posiblemente de por vida. Si hay conflictos de tenencia, se debe recurrir a la conciliación o, en su defecto, resolver el caso por las vías judiciales pertinentes. La corrupción también es muy tóxica, los niños con padres en permanente conflicto y realizando acciones delincuenciales, corrompiendo funcionarios, también reciben mucho daño, aunque ese ya es otro tema.
Los hijos deben ser protegidos y para eso existe un marco legal, que no está hecho caprichosamente, sino que tiene los procedimientos normados justamente para que los niños reciban el menor daño posible ante este tipo de problemas entre los padres.
Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe