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<<La vida infantil hállase en tal dependencia de los adultos que, según la voluntad de éstos, un motivo ocasional podrá producir o evitar la formación de una neurosis.>>

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Página 116.

Salud por los golpes que me diste / más me pegas más te quiero

Viendo mi sección de noticias en Facebook me encontré con este “chiste”:

La risa, el chiste, tiene muchas funciones en la vida de las personas. Muchas son funciones netamente saludables y positivas, otras no lo son tanto. Una de ellas es la de defendernos de aquello que nos duele o nos angustia, convirtiendo lo doloroso o angustiante en algo gracioso. De esa forma, la experiencia es más llevadera.

Un ejemplo de ello es cuando vas al cine a ver una película de terror. Después de cada buen susto podrás escuchar a algunas personas del público que se ríen o empiezan a bromear. De esa forma trivializan la película y la historia terrible que se está contando y la convierten en un juego, en una seguidilla de chistes.

¡Asu mare!

Aquí en el Perú un actor conocido, llamado Carlos Alcántara, montó un show de comedia, creo que le llaman también “stand up comedy” titulado “¡Asu mare!” (de ahí salió la película del mismo nombre). Yo no asistí a ninguna de esas presentaciones, pero algo leí sobre ello y también luego vi algún vídeo en Youtube. Buena parte de ese espectáculo era para hacer gracia de cómo la madre del protagonista lo golpeaba y maltrataba cuando era niño, para disciplinarlo. Todo contado de forma graciosa y nostálgica.

Nótese a la mamá detrás con la escoba.

A mí, personalmente (no tiene que ser así para todos, ni mucho menos), no me da risa. Debe ser porque trabajo en salud mental y estoy expuesto (como testigo) día a día al maltrato físico y al maltrato psicológico. Los niños y adolescentes que experimentan esto no me lo cuentan riéndose. Muchas veces más bien es al revés. Felizmente también hay muchos papás responsables que buscan encontrar una forma más saludable de criar a sus hijos, lo que es una forma también de buscar superarse a sí mismos, de avanzar, de crecer y de ser mejores personas día a día.

Dos posibles vías para los hijos maltratados

Una persona que ha sido golpeada por sus papás o maltratada psicológicamente tiene, al menos, dos formas de llevar su adultez:

1) Reaccionando ante el dolor de haber sido maltratado por sus propios padres haciendo precisamente lo contrario: “no quiero que mis hijos pasen por lo que yo pasé”. Muchas de estas personas, cuando son papás, se convierten en la antítesis de sus propios padres, papás que sobreprotegen, faltos de autoridad y que lamentablemente pueden criar niños tiranos.

Curiosamente muchas personas echan la culpa de la proliferación de niños tiranos a la falta de golpes, cuando visto así en global es todo lo contrario. Los golpes pueden crear niños tiranos al crear padres temerosos de ejercer autoridad.

2) La segunda forma sería: reaccionando ante el dolor de haber sido maltratado por sus propios padres encontrando la forma de validar el maltrato, de darle un sentido. De ahí sale el “me lo merecía”, “la educación antigua es la mejor” y de ahí también salen este tipo de chistes. Es una forma de anular el dolor y el resentimiento aliándose con los abusadores porque peor es sentir odio por ellos, pues resulta que son los papás. Estas personas, cuando son papás, tienen muchas posibilidades de repetir el maltrato y el abuso con sus propios hijos, pues ya lo tienen validado como estrategia de crianza.

A muchos les gustará este meme, o estarán de acuerdo con él, o se reirán. A mí no me gusta, no me provoca ninguna sonrisa y, si hay alguna idea seria detrás, no estoy de acuerdo con ella. ¿Por qué? Porque, para empezar, agarrar a cachetadas a los hijos es un delito y no se puede estar a favor del incumplimiento de la ley y pretender vivir bien en comunidad.

Por otro lado, si golpeamos o insultamos a nuestros hijos estamos cometiendo actos delictivos contra ellos y por ende les estamos enseñando también a zurrarse en las normas y en la ley (contradictorio, ¿no?).

Negando la evidencia

Decía que el maltrato físico es un delito, y esto es así en todos los países civilizados de este planeta. Y es así no porque a cuatro psicólogos se les haya ocurrido, sino porque durante décadas, los estudios científicos correspondientes han demostrado que golpear e insultar hace daño a los niños y adolescentes. No es por gusto que las sociedades han penalizado esta costumbre, no es capricho ni coincidencia, es porque hay evidencias.

Por ejemplo, ahora hay evidencia de que la Tierra no es plana, como se creía siglos atrás. Afirmar que la tierra es plana ahora, en el 2015, sería un sinsentido total. Es fácil porque es un hecho externo a nosotros.

Pues bien, también hay evidencia de sobra que apunta a lo dañino del maltrato físico y psicológico. Pero a diferencia de la forma de la Tierra, este tema es algo que tiene que ver con nuestras vidas, con nuestros recuerdos, con nuestros padres, con nuestros hijos y con nuestras experiencias más dolorosas.

Es por eso que todavía hay personas que defienden este delito y lo cometen, de vez en cuando o día tras día, convirtiendo en víctimas a sus propios hijos. Luego esos niños, ahora adultos, tal vez se rían de cómo los victimizaron años atrás, perpetuando así la violencia, la ley de la selva y el dominio de la fuerza bruta.

 

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“Salud por los golpes que me diste / más me pegas más te quiero” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

¿Por qué el cerebro humano necesita el arte?

El arte muchas veces es ninguneado, especialmente cuando se ve su relación con la formación de los niños y adolescentes. También muchos adultos lo reducen a mero entretenimiento, a ir al cine a ver alguna película fastuosa o a ir a algún concierto de música popular.

Sin embargo, el arte es importantísimo para el desarrollo de los menores y para la salud de los mayores, que no por gusto la actividad artística ha estado acompañándonos desde que el ser humano apareció en este mundo.

¿Por qué el cerebro humano necesita el arte?

Esto lo escribo a raíz de un artículo interesante que encontré en Escuela con Cerebro, un blog dedicado a temas de neurociencias y educación. El artículo precisamente se llama así: “¿Por qué el cerebro humano necesita el arte?“. Este artículo tiene bastante información condensada de investigaciones científicas que abordan la importancia del arte en la educación de los niños y adolescentes.

Un ejemplo: la música

En una entrada anterior habíamos comentado la importancia de la música en la salud de las personas. En otra entrada habíamos hablado de cómo el sistema nervioso, al no utilizar sus capacidades empieza a perderlas por desuso.

Pues bien, en el artículo que he citado, se comparte un vídeo en el que claramente se ve cómo se relacionan ambas cosas. Prácticamente toman al músico Sting y lo ponen a componer música mientras le hacen una resonancia magnética. Resultó que la actividad musical ponía en acción todo su cerebro. Aquí dejo el vídeo:

Y si quieren ver sólo la parte de Sting, pueden seguir este enlace:

https://youtu.be/yzQGr7MGYlI?t=2m36s

Finalizando

A modo de conclusión, en la educación de los chicos no todo es deportes y matemáticas, el arte es un gran aliado, y además es necesario. Se puede tomar en cuenta esto incluso al elegir colegio para los niños de inicial. Hay colegios que usan mucho arte y otros que lamentablemente no. Se puede tomar esto como un criterio más en la elección.

 

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta

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Nuevamente una pregunta lógica, ¿para qué llevar al hijo con un profesional al cual no se respeta?

Algunos padres, en tono muy serio, llegan a decir delante de sus hijos que el terapeuta es un tal por cual (un estafador, un carero, un usurero, un interesado, un pesado, un metiche, un mal profesional, un mediocre, un charlatán, un idiota y cuantas cosas más puedan ocurrírsenos).

Otros padres, haciéndose los payasos, o los criollos, o los vivos, hablan del terapeuta a sus espaldas en plan de chongo, y delante de sus hijos, cosas que tienen que ver más con lo gorda que es la psicóloga, su forma de hablar, la calva del psicólogo, lo pavo que es, lo gansa que es, su ropa, su huachafería y cuantas frivolidades puedan pasársenos por la cabeza.

Sea en plan “raje serio”, sea en plan “chongo”, estos padres no están haciendo otra cosa que destruir el proceso psicoterapeutico de su hijo. No le hacen daño al terapeuta, le hacen daño a su hijo, pues con estas acciones cobardes y faltas de toda educación y caballerosidad, no sólo le dan un pésimo ejemplo a los chicos, sino que minan el respeto que el niño o adolescente pueda estar desarrollando hacia el profesional, destruyen la alianza que el niño o adolescente pueda estar formando con su terapeuta o la dañan o la atacan, siendo que esta alianza es fundamental para el éxito del tratamiento.

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Por otro lado, los papás no tendrían que estar esperando que la escuela enseñe a sus hijos a ser hombres y mujeres decentes. Ellos son los principales responsables de esa formación, y un hombre o una mujer decente no anda hablando mal o burlándose de las personas a sus espaldas.

En realidad es mejor NO HABLAR del terapeuta

Vamos a hacer una extensión al tema principal de esta entrada: en realidad lo ideal es que los papás hablen lo menos posible del terapeuta frente a sus hijos. El espacio terapeutico es mejor que esté neutro, ya que es un espacio en el que el hijo trabaja sus sentimientos, su intimidad. Hablar bien o mal, de alguna forma introduce desde el exterior (desde los papás) juicios de valor, sensaciones, palabras que son extraños a las sesiones, lo que puede contaminar u obstaculizar el proceso.

Es mejor en realidad hablar lo mínimo posible del terapeuta, tal vez sólo para cosas necesarias, como que de tal fecha a tal fecha el terapeuta no trabajará por fiestas de fin de año, asuntos formales o informativos. Pero de ahí a hablar asuntos innecesarios o juicios de valor, mejor no, y menos aun cuando son negativos o destructivos, como acabamos de mostrar.

No darles cuerda a los hijos

Algunos hijos son de salir de las sesiones y contar todo a los papás, muchas veces sólo por compartir. A veces lo hacen inmediatamente, otras veces lo hacen en otros momentos de la semana. Aquí lo ideal es escucharlos, no hacerlos sentir censurados, pero tampoco darle cuerda para que sigan y sigan, y cuidando de hablar o comentar lo menos posible, por más que el hijo diga algo que al papá o mamá no le guste, como “mi terapeuta me ha dicho que tú tienes la culpa de mi comportamiento” (cosa que para empezar sería errónea, ya que ningún terapeuta que se respete diría realmente algo así en circunstancias normales).

Sería bueno tomar lo que dice el niño o adolescente como SUS asuntos, SUS fantasías, SUS sentimientos, y no ahondar en el tema del terapeuta (que no está presente), sino más bien en lo que piensa y siente el hijo. Por ejemplo, “¿tú crees que yo tengo la culpa de tu comportamiento?”.

Por supuesto estamos refiriéndonos a situaciones normales, estamos excluyendo situaciones anómalas que involucran denuncias de maltrato o abuso de parte de los profesionales hacia los menores. Estas situaciones sí es necesario que sean atendidas de otra manera por parte de los papás.

Conclusión

No hablar mal del terapeuta de tu hijo, no hay que darle el ejemplo de ser cobarde, rajón, patán, y hay que cuidar el espacio de salud del hijo y no destruirlo. Si hay problemas con el profesional o desacuerdos, estos se resuelven entre adultos, los chicos no tienen nada qué hacer allí.

Es importante hablar lo menos posible del terapeuta con los chicos, para cuidar la neutralidad del espacio, para que lo que los chicos sientan o piensen sea sólo de ellos, sin mayor intervención de otras personas ajenas a la pareja paciente – terapeuta. De esa forma, la psicoterapia avanza mejor y más eficientemente.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Estrés crónico y muerte neuronal

El estrés crónico en el niño pequeño le provoca pérdida de neuronas, especialmente en un área del encéfalo llamada hipocampo. Ésta área tiene varias funciones; por ejemplo, juega un papel importante en los procesos de memoria.

Cortisol, hormona del estrés

¿Por qué sucede esto? Se ha visto que el estrés provoca que el organismo libere una hormona llamada cortisol. La segregación excesiva de esta hormona es la que provoca la pérdida de neuronas debido a los cambios fisiológicos que genera en el organismo.

Niños sobre exigidos

Así que es importante pensar qué pasa con los niños a los que desde muy pequeños se les somete a situaciones excesivamente demandantes, por ejemplo, académicas o de rendimiento, o a situaciones no recomendadas o no deseadas, como trabajo infantil, cuidado de hermanos pequeños, hacinamiento, falta de recursos básicos, falta de sueño, o a situaciones de maltrato físico o psicológico o a experiencias de abuso sexual.

Por ejemplo, si usted es padre o madre y cree que por someter a sus hijos a una sobre exigencia les van a enseñar a ser mejores, se le sugiere tomar en cuenta la posibilidad de que su comportamiento pueda estar provocando precisamente el efecto contrario, afectando y dañando físicamente su sistema nervioso, del que depende todo su rendimiento presente y futuro en toda actividad que vaya a realizar.

El punto medio entre la sobre exigencia y la irresponsabilidad

Pero cuidado, estamos hablando de una “sobre exigencia”. No estamos hablando de exigir lo necesario. Aquí es importante que los papás sepan diferenciar en qué momento las exigencias para con sus hijos pasan a ser excesivas o cuando más bien son muy bajas. Si hay dudas o desacuerdos al respecto, es necesario consultar con profesionales, absolverlas y aplicar las recomendaciones.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Estrés crónico y muerte neuronal” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Premios y castigos

Ilustración: Lucía Fernández

Hay un texto llamado “Principios de aprendizaje y conducta” en el que se afirma: “tanto la sabiduría popular como la evidencia experimental nos dice que el reforzamiento inmediato es preferible al demorado”.

Lo que escribe el autor se basa en muchos años de investigación científica y significa que mientras más rápido reforcemos o castiguemos una conducta, más efectivo será el reforzador o el castigo. Por el contrario, mientras más nos demoremos en reforzar o castigar, menos eficaz será dicho reforzador o dicho castigo.

Esto puede conllevar cierto interés para los papás, los maestros y toda figura de autoridad que deba mantener disciplina en niños y adolescentes. En general, esto compete a toda actividad en la que alguien desee que otro realice determinados comportamientos y no otros; por ejemplo, una empresa que desea incentivar a su personal. Pero aquí nos ocuparemos sólo de lo concerniente a la relación padres hijos.

El regalo de Navidad como premio

Una forma muy recurrente de intentar que los niños o adolescentes se porten bien o saquen mejores calificaciones es la del premio demorado para determinada fecha, que puede ser el cumpleaños, Navidad o vacaciones de verano.

Los papás suelen decirles a sus hijos: “si sacas buena nota, te regalo eso que me has pedido para Navidad”. Los hijos suelen aceptar, a veces entusiasmados. Sin embargo, este tipo de premio no resulta tan efectivo y muchas veces sencillamente no funciona. Esto se debe a lo que hemos dicho anteriormente: el premio está excesivamente demorado; pasa demasiado tiempo. El niño o adolescente no ve un efecto positivo inmediato a su esfuerzo, sino que tiene que esperar varias semanas o meses antes de ver el efecto deseado. Por tanto, no aprende que estudiar trae consecuencias lo suficientemente buenas.

Podríamos agregar, además, que no es recomendable utilizar premios materiales como juguetes, bicicletas, golosinas, consolas de juegos de vídeo, dinero, etcétera, como formas de incentivar a los hijos que guarden disciplina o que obtengan buenas calificaciones. Pero si a esto se le agrega que el premio es demorado, nuestra acción será doblemente inefectiva.

El castigo del fin de semana, de las vacaciones o el castigo de larga duración

De la misma forma que los premios, incentivos o reforzadores, los castigos también funcionan de la misma forma. Muchas veces un niño o adolescente llega con una mala nota, con una llamada de atención disciplinaria o se ha portado mal en casa, y los papás recurren a castigos inefectivos (pero muchas veces muy dolorosos) como:

“Ahora ya no irás al paseo del fin de semana”.
“Ahora te quedarás en casa en las vacaciones” o “ahora ya no harás fútbol en vacaciones”.
“No ves televisión por dos semanas” o, peor aún, “no sales en dos semanas” (o un mes o hasta dos meses).

Nuevamente, estos castigos que conllevan tanto tiempo en darse o que duran tanto, pueden infligir sufrimiento en el niño o adolescente, pero al final, el menor no habrá aprendido nada, debido a que no habrá registrado realmente que su acción haya originado un efecto negativo, dado que el efecto está demasiado diferido o demorado. Más bien lo que probablemente sentirá con mayor fuerza es que sus papás lo maltratan o que son malos.

Rapidez

Los reforzadores y castigos deben darse lo más pronto posible luego de la acción positiva o negativa del niño o adolescente. Mientras más tiempo pase, el niño o adolescente aprenderá menos. Además deben ser consecuencias de duración limitada. Mientras más dure el castigo o el premio, más pronto se le olvidará al menor que está siendo castigado o premiado por tal cosa que hizo.

Por ejemplo, si le va a quitar la televisión a su hijo, quítesela el mismo día que se portó mal. De repente, máximo, hasta el día siguiente, pero ya no más.

Por su lado, si busca reforzar una buena conducta o una buena nota, dele sus felicitaciones en ese mismo momento o saque provecho de lo que ha obtenido inmediatamente. Por ejemplo, si acabó de hacer un trabajo o una tarea, pueden ahora sí salir a tal sitio que deseaban o pasar determinado tiempo de placer ya sin la preocupación del deber pendiente.

Finalmente, habría que pensar también en que no todos los castigos y los premios son adecuados, por más rápido que se presenten. Ya mencioné que no se recomienda premiar con objetos materiales, especialmente lo relativo a los estudios. Tampoco se recomienda castigar, por ejemplo, privando de comida, encerrando a los menores en su habitación, golpeando o insultando. En el futuro intentaremos ahondar en este tema.

Referencia

Domjam, M. (2007). Principios de aprendizaje y conducta. Madrid: Thomson. Página 146.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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Neuroplasticidad positiva y neuroplasticidad negativa

Ilustración: Lucía Fernández

En la entrada anterior hablamos acerca de la neuroplasticidad o plasticidad neuronal. Esta propiedad natural de nuestro sistema nervioso puede jugar en nuestro favor o en nuestra contra, dependiendo de nuestras acciones.

Pongamos un ejemplo: un joven muy inteligente, con enormes posibilidades de desarrollo profesional egresa de la secundaria. Esto es lo que naturalmente se le dio, con estas capacidades vino al mundo, y hasta salir de la secundaria fueron desarrolladas y aprovechadas de manera adecuada.

Para decirlo de forma extremadamente simplificada, a este joven se le dan dos caminos extremos:

1) Desarrolla sus capacidades: por ejemplo, ingresa a una universidad y aprovecha esta etapa de su vida, con lo cual su sistema nervioso se fortalecerá y adquirirá habilidades nuevas y más complejas para desenvolverse en ámbitos especializados y de alto rendimiento.

2) Desaprovecha sus capacidades y las pierde con el tiempo: por ejemplo, adquiriendo una adicción que le impida especializarse, haciéndose expulsar de la universidad o repitiendo los ciclos y los cursos constantemente, drogándose y/o emborrachándose sistemáticamente con los amigos sin hacer nada más a conciencia.

En el primer camino, la neuroplasticidad en el sistema nervioso de la persona juega a su favor: sus células se unen entre sí en nuevas conexiones, arman nuevos circuitos, se generan nuevas neuronas, adquiriendo de esa forma nuevas capacidades y habilidades.

En el segundo camino, la neuroplasticidad juega en su contra. Sus redes neuronales se desconectan por el desuso, no se desarrollan las vías que anteriormente se habían aprovechado, las redes neuronales se debilitan, la persona no gana capacidades, sino que las pierde día tras día, sintiéndose a sí mismo cada vez más torpe, incapaz y poco inteligente.

Naturalmente, en la vida real las cosas no son tan simples. En la mayoría de casos veremos que las personas toman un camino intermedio entre estos dos extremos, pero de todas formas lo dicho puede servir para entender la idea esquemáticamente.

Factores que fortalecen la neuroplasticidad positiva

Actualmente se sabe que hay algunos factores que definitivamente fortalecen la neuroplasticidad positiva, animando a que nuestro sistema nervioso juegue a nuestro favor. Algunos de estos son:

– Actividad física – Educación – Nutrición adecuada – Interacción social

Factores que fortalecen la neuroplasticidad negativa

También se sabe algunos factores que más bien animan a nuestro sistema nervioso a jugar en nuestra contra. Algunos de estos son:

– Poca actividad física – Mala o pobre educación – Mala nutrición  – Mal estado de salud – Pocas horas de sueño

Para recordar

Aquí se tienen entonces cuatro cosas qué hacer y cinco cosas qué evitar; y esto vale para todas las personas, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos o adultos mayores. Piense en usted mismo y en sus hijos y cuente. ¿Lleva a cabo los cuatro factores positivos? ¿Cuál le faltaría o lleva a medias? ¿Lleva a cabo algunos de los factores negativos? ¿Cuáles serían esos?

La idea sería ver la manera de ir sumando los positivos e ir cancelando los negativos, tanto en usted como en sus hijos o en las personas que tiene bajo su cuidado.

Referencia

David E. Vance, PhD, MGS; Anthony J. Roberson, PhD, PMHNP-BC; Teena M. McGuinness, PhD, CRNP, FAAN; Pariya L. Fazeli, BA (2010). How Neuroplasticity and Cognitive Reserve Protect Cognitive Functioning. En: Journal of Psychosocial Nursing and Mental Health Services. April 2010 – Volumen 48 – Número 4: 23-30.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Ejercicio físico y deporte: aliados de la inteligencia y del buen rendimiento académico

Ahora se sabe que el ejercicio físico sí tiene relación con la inteligencia y el rendimiento académico de los niños. También se sabe que tiene relación con la salud física, la salud mental y el rendimiento académico o laboral de las personas adultas. Así, ha sido superada la separación que podría haberse insinuado anteriormente entre deporte e inteligencia o entre deporte y buen rendimiento académico.

Media hora diaria de ejercicio físico en el colegio

Para muestra un botón: en un colegio se tuvo la idea de que todos los días los estudiantes harían media hora de ejercicio físico. Al poco tiempo se vieron los resultados: el rendimiento académico general del alumnado mejoró significativamente, para sorpresa de todo el personal. 

Ilustración: Lucía Fernández

Papás incentivando el ejercicio físico y el deporte

Es importante, por tanto, que los papás consideren la necesidad de que sus hijos hagan ejercicio físico. Hay que interesarse en qué les gustaría hacer y proveerles de lo necesario para que lo hagan. Si su hija quiere correr, acompáñela a correr o haga lo posible para que pueda hacerlo; si su hijo quiere aprender a jugar tenis, haga el esfuerzo y busque cumplirle este deseo; si quieren manejar bicicleta, cómprensela, no condicionen la bicicleta a las buenas notas “poniendo la carreta delante de los caballos”.

El deporte no debe ser premio ni castigo

No condicione el ejercicio físico y el deporte a las buenas notas. Muchas veces he visto a los papás diciéndoles a sus hijos: “como sacaste malas notas, no tendrás fútbol”. Al contrario, el deporte ayuda a que los chicos estudien mejor y se sientan mejor. Si a pesar de hacer deporte, su hijo o hija no tiene un rendimiento adecuado, no le eche la culpa al deporte, el deporte juega más bien a su favor. Seguramente hay otras problemáticas que están impidiendo que su hijo o hija mejore, pero no es necesariamente el deporte, a menos que él o ella se dedique exclusivamente a eso, que tampoco es la idea (nada en exceso es bueno).

Enseñándoles a los pequeños y animando a los más grandes

Mientras más pequeños mejor, juegue con ellos, hágalos correr y jugar físicamente. Si sus hijos ya están grandes y han estado acostumbrados a una vida sedentaria, viendo TV, jugando videojuegos o incluso estudiando sentados a la mesa en exceso, puede que no quieran hacer deporte o ejercicio. No se trata de obligar a sus hijos, ni menos de elegirles qué hacer, pero puede animarlos y poner de su parte para que en algún momento se animen a moverse.

Ya sabemos: el ejercicio físico y el deporte son aliados del buen rendimiento académico y del desarrollo de la inteligencia de los niños y adolescentes. No hay que tomarlos como premios o castigos, hay que tomarlos más bien como necesidades que siempre deben estar satisfechas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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La poda sináptica

Nuestro cerebro y el resto de nuestro sistema nervioso está compuesto por neuronas, las células nerviosas más conocidas. Estas neuronas están conectadas entre sí a través de sus dendritas y axones, extensiones que se asemejan a cables. Es como si ellas estuvieran tomadas de las manos entre sí formando una red enorme. Ellas se comunican a través de esas conexiones y gracias a ellas se transmiten órdenes que se traducen en nuestros sentimientos, percepciones, acciones y pensamientos.

Desde mover un brazo hasta sentir amor por alguien o desde despertar en la mañana hasta hacer una presentación ante tus jefes, todo ello, cada acción, cada sensación, cada idea, es ordenada por nuestro cerebro y efectuada a través de las neuronas y sus conexiones.

Son las neuronas las que hacen que nuestros músculos se muevan si queremos caminar o correr, y son las neuronas las que hacen que seamos capaces de ver u oir. Y todo a través de esta red de conexiones de la que hablamos, pues, por ejemplo, si tenemos la voluntad de mover el brazo, la orden se llevará a cabo gracias a que miles de neuronas “se pasarán la voz”, desde las que están en el encéfalo hasta aquellas que están conectadas directamente con el músculo.

Sinapsis

La conexión efectiva entre una neurona y otra se llama sinapsis y, así como nuestro sistema nervioso está compuesto por millones de neuronas, se podría decir que también está compuesto por millones y millones de sinapsis, incluso por más sinapsis que el total de neuronas.

Ahora bien, cuando uno es niño el número de sinapsis es enorme. Las sinapsis están ahí formándose o, si ya están formadas, están ahí preparadas para ser la vía para realizar muchos comportamientos. Es por eso que los niños aprenden mejor y más rápido que un adulto mayor. Es por eso, por ejemplo, que es común ver que un niño aprende rápidamente a manejar una computadora que un adulto que recién se encuentre frente a una.

La poda sináptica

Podemos pensarlo como una computadora que nos viene nueva con muchas aplicaciones instaladas, muchas más de las que usaremos. Esa computadora sería capaz de hacer muchas cosas, pero también tendría menos potencia, debido a la cantidad de programas instalados que tiene que preparar cada vez que la encendemos.

Entonces, con el tiempo, el sistema de esa computadora empezará a desinstalar automáticamente, sin preguntarnos, los programas que no utilizamos. Así será más potente y más rápida, pero, ¿qué pasaría si después de mucho tiempo queremos usar un programa y nos topamos con la sorpresa de que el sistema ya lo desinstaló por no haberlo usado nunca? Sería una lástima; tal vez diríamos “¡lo hubiera utilizado antes! ¡Ahora ya lo perdí!”.

Lo mismo pasa con las sinapsis. Conforme el niño crece, si una red sináptica no ha sido utilizada, el sistema nervioso optará por cortar las conexiones. Este es un fenómeno que se conoce como “poda sináptica”, es decir, el sistema nervioso poda, corta, las sinapsis sin usar para así obtener más energía y especialización en lo que sí hace la persona.

A diferencia de un programa de computación, que podemos volver a comprar en cualquier galería comercial, las redes sinápticas no se recuperan tan fácilmente. En realidad, muchas son muy difíciles o incluso imposibles de reestablecer.

Evitar que los niños pierdan la oportunidad

Ilustración: Lucía Fernández

La poda sináptica es un fenómeno necesario para la vida adulta, pero, al igual que cuando nos cuestionamos con la metáfora de la computadora, ¿qué pasa si nuestro niño pierde eficiencia, facilidad o incluso capacidad para hacer algo que sí le serviría, debido a que nosotros, como padres, no supimos estimularlo, enseñarle o permitirle hacer realidad sus potencialidades? ¿No sería una pena que tarde nos demos cuenta de ello o que tal vez nunca nos demos cuenta?

Pienso en los padres que, en un afán sobreprotector, no permiten a sus niños gatear o jugar en el suelo; o en aquellos papás que por falta de tiempo o ganas no se permiten jugar con sus hijos (imaginemos un hijo único que no pueda jugar ni siquiera con sus padres); o en aquellos papás que, por necesidad o sin ella, hacen que sus hijos trabajen como si fueran adultos, sin permitirles tener mayor tiempo para jugar o aprender acerca de otras cosas; o en aquellos papás que sabiendo hacer cosas muy bien, como tocar algún instrumento musical o realizar algún deporte, no lo comparten con sus niños, perdiendo la oportunidad de ser un maestro para ellos y limitándolos más a lo escolar, sin un horizonte más amplio.

Todos estos niños están en riesgo de perder los recursos que por naturaleza desarrollaron, la posibilidad de ser buenos deportistas, músicos, artistas, de tener pasatiempos interesantes y enriquecedores, incluso de ser buenos en lo que hagan para ganarse el sustento en su madurez.

Ojo, no estamos hablando de atiborrar a los niños de estimulación y actividades para que desarrollen todas y cada una de sus potencialidades. Recordemos que la computadora necesita mayor potencia; no se trata de agotar a nuestros hijos, como también muchos papás hacen, que el que mucho abarca poco aprieta. Se trata de tener cuidado de no perder oportunidades importantes o incluso de no perder habilidades necesarias para vivir más adelante en este mundo.

Si a un niño no se le permite moverse de su cuna, llegará un momento en el que perderá la posibilidad de caminar; si a un niño no se le habla nunca, llegará un momento en el que perderá la posibilidad de hablar; si un niño no recibe amor, ni cariño de nadie, llegará un momento en el que perderá la posibilidad de sentir y de dar esos sentimientos a un otro.

Conozco a una persona que no tuvo la oportunidad de aprender a leer ni a escribir en su niñez. Siendo adulta aprendió, pero le es imposible leer y escribir a la velocidad con que lo hacemos los que sí aprendimos siendo niños. De hecho, lo hace tan lento que sigue considerándose a sí misma analfabeta. Ése es el riesgo, con todas las cosas que un niño puede aprender, desarrollar y disfrutar.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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He decidido

Ilustración: Lucía Fernández

Si alguna vez su hijo o hija adolescente ha utilizado la frase “he decidido” para comunicarle algo a usted, bien podría estar preparado para una próxima vez en que la escuche de su boca y pensar qué es lo que más conviene en ese caso.

Las decisiones graduales del adolescente

Cuando las personas dejan de ser niños o niñas, poco a poco empiezan a adquirir la necesidad, el deseo o el impulso de tomar decisiones propias acerca de su vida. Si esto no aparece en un adolescente podemos empezar a preguntarnos qué sucede, pues lo esperado es la adquisición de una mayor autonomía conforme pase el tiempo. Pero, ¿hasta dónde llega el límite de lo que un adolescente puede decidir o no?

Por ley, en nuestro país, los padres o sus sustitutos adultos son los responsables de la manutención de los menores de 18 años. Ellos obligatoriamente deben cuidar de la salud y educación de los menores, lo que incluye vivienda, vestido,  alimentación, integridad física y psicológica, y demás. Por tanto, corresponde a ellos otorgar gradualmente el poder de decisión acerca de tales o cuales áreas de su vida a sus hijos.

Hay momentos, sin embargo, en que el adolescente o incluso el niño pasa a probar si puede prescindir del acuerdo de sus  papás y simplemente tomar una decisión de forma unilateral. En el mejor de los casos, el adolescente comunicará a sus papás  la decisión y ahí escucharemos probablemente una expresión similar al consabido “he decidido…”.

Ahora, ¿qué pueden decidir y qué no? ¿Hasta qué punto su determinación para decidir puede ser permitida por sus papás? A continuación presentaremos algunos casos en los que creemos que el adolescente no debería poder decidir por su cuenta. Pueden parecer situaciones demasiado obvias para algunos papás, pero que sí suceden en la realidad de muchas familias.

He decidido no ir al colegio

Es posible que alguna vez el adolescente o niño anuncie esta decisión. Como ya se dijo, son los padres los responsables de la educación de sus hijos menores de edad, por tanto no le corresponde al adolescente tomar una decisión así, ni por un día. Los padres y el hijo pueden hablar de por qué no quisiera ir al colegio, pero ese “he decidido” está de más.

He decidido no estudiar por un año

Esta “decisión” es relativamente común en los adolescentes que terminan la secundaria. Pueden ser muchas las razones que lleven a un joven a desear y a sentirse con la necesidad de parar toda responsabilidad por un año. Podemos mencionar algunas: temor frente a la incertidumbre, inseguridad por sus decisiones futuras (recordemos que en este momento el adolescente ya no tiene la guía y las pautas de la época escolar), necesidad de darse un tiempo para definir claramente sus planes, sensación de incapacidad frente al nuevo momento del desarrollo, deseos de probar la autoridad de los padres en esta etapa, necesidad de reclamar por un pase a la adultez que no se desea, depresión por el fin de la vida escolar, entre otras.

Es verdad, como veremos de forma detallada en otra entrada, que este momento de transición es delicado y que, efectivamente muchos adolescentes necesitan sus tiempos, para definir su vocación, para ganar experiencia laboral (si es que decide trabajar), para probar fracasos de admisión en la universidad o en el trabajo deseado; del mismo modo que el bebé necesita caerse para poder caminar después.

Sin embargo, de comprender esta realidad a tolerar que el adolescente decida no hacer nada durante tanto tiempo hay una distancia demasiado grande. No es necesario tomarse un año completo para madurar una transición como esta. Parte de ese primer año bien puede ser para tomarse unas vacaciones de verano en las que el adolescente tenga como objetivo madurar su decisión de qué hacer a continuación, pero el resto del año debe ser utilizado para hacer intentos, para poner en práctica las decisiones, si es necesario, para fracasar, y, si todo sale bien, para comenzar una vida adulta con un primer triunfo.

Finalmente, otro punto importante es que el adolescente no puede tener la experiencia de que con desearlo y decidirlo, puede tomar los recursos (económicos) de alguien, por más que sean sus padres, y beneficiarse de ellos. Definitivamente una experiencia así no sería formativa; por el contrario sería bastante dañina para un ser humano todavía en formación.

He decidido estudiar solo

Nos referimos a los adolescentes preuniversitarios que “deciden” estudiar solos después de un primer fracaso de postulación, lo que prácticamente garantiza un segundo fracaso (si está postulando a universidades cuyo proceso de admisión es muy competitivo). Lo que posiblemente suceda es que el adolescente, frustrado por el fracaso previo, crea que reforzando lo previamente aprendido sea suficiente para conseguir el objetivo final, lo que no necesariamente es así.

El nivel de competencia en las universidades, especialmente en las más importantes, es duro. Con la formación escolar no suele bastar y lo común es que la exigencia universitaria sobrepase largamente el nivel académico con el que egresan los escolares. De ahí que generalmente lo de “prepararse solo” no funcione y sea augurio de fracaso, ya que el adolescente está compitiendo con cientos o miles de chicos preparados en academias preuniversitarias.

Estudiar solo antes de un primer fracaso de postulación podría ser útil para que el adolescente “pise tierra” y se dé cuenta de que las cosas en realidad no son tan fáciles, y aun así los padres bien podrían y deberían guiar al estudiante para que tome una vía más segura. Pero para un estudiante que ya ha pasado por la experiencia de no haber alcanzado vacante una vez, optar por un camino tan riesgoso representa más un retroceso que un avance. Una decisión así no debería permitirse de forma tan simple. En este caso pareciera que el adolescente está necesitando justamente de la guía y el soporte de sus padres. Dejar que tome una decisión tan peligrosa es como decirle “estás solo, cáete de nuevo”.

He decidido dejar el ciclo

A veces es verdad que un ciclo universitario o preuniversitario está perdido. A veces es imposible que el estudiante  apruebe sus cursos o que ingrese en el próximo examen de admisión. A veces las razones que explican estas situaciones son comprensibles, una enfermedad, un viaje repentino, un problema familiar. Pero la mayoría de veces, se trata de un mal manejo de los estudios por parte del adolescente. Sea como sea, y debido a que el joven está aún bajo las reglas y manutención de sus padres, una decisión así no puede ser unilateral. ¿Cuánto falta para que finalice el ciclo? ¿Realmente ya no hay opciones de conseguir un buen resultado o tal vez lo que sucede es que hace falta un esfuerzo que el estudiante se siente incapaz de desplegar? ¿Qué va a hacer el joven mientras el ciclo continúe? Son cosas que tienen que discutirse y que deben tomarse en consideración antes de decidir esto. No hacerlo, especialmente cuando no hay hechos que justifiquen el mal rendimiento del estudiante es como inculcarle que su incapacidad en el mundo real adulto puede no tener consecuencias, y eso, ya se sabe, no es verdad.

¿Sobre qué está decidiendo mi hijo?

Estos han sido unos pocos ejemplos de decisiones adolescentes que deberían ser tomadas con mucha cautela por los papás. No hace falta escuchar al menor decir la frase para darse cuenta de que está tomando una decisión. Vale preguntarse entonces sobre qué está decidiendo mi hijo. ¿Le corresponde decidir sobre ese asunto o más bien es un tema que debe ser conversado? O tal vez es un tema sobre el que un hijo de tal edad y en tal situación no debe decidir.

Finalmente, es importante en todo esto rescatar el valor fundamental que tiene la prudencia en todo esto, el justo medio. No se trata de convertirse en un ogro para evitar ser demasiado permisivo, se trata de conversar las cosas y pensarlas juntos, tanto entre papás como entre ellos y los chicos.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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