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A ti te quiero más

Los papás podrían tener cuidado al decirle a alguno de sus hijos “yo te quiero más a ti”, comparando el cariño que sienten con respecto a su hermano o hermana. Este tipo de afirmaciones se puede dar en familias en las que los hijos mantienen una rivalidad en la que se disputan el cariño y los cuidados de los papás.

Algunos papás recurren a este tipo de afirmaciones para hacer sentir mejor a uno de sus hijos, pero puede no ser muy conveniente. En primer lugar, lo más probable es que el niño no le vaya a creer al papá o mamá que diga esto, por más que lo acepte con aparente gusto o alivio. En el fondo, el niño sabe perfectamente que no debería darse este tipo de preferencias, o, si fuera el caso, no se daría a su favor (si de verdad creyera que es el favorito no estaría en rivalidad con su hermano o hermana y no habría necesidad de consolarlo). Esto fija en la mente del niño la certeza de que su papá o su mamá miente y no es de confianza.

En segundo lugar, suponiendo que el niño le crea a su progenitor, se fija en la mente del niño la idea de que su papá o su mamá es capaz de parcializar su afecto en detrimento de uno de los hermanos. Esto desestabiliza el sistema familiar en la mente del niño, lo hace endeble y sujeto a favoritismos.

Lo más recomendable sería decir la verdad: que a ambos hermanos se los ama y que de ninguna manera a uno se le quiere más que al otro.

¿Y si es verdad que mamá o papá quiere más a alguno de los hermanos?

Por supuesto estamos exceptuando los casos en los que de verdad el papá o mamá siente que quiere más a uno. Nada de lo que hemos dicho arriba se aplica a estos casos. Aquí es verdad que hay favoritismo y es verdad que el sistema familiar no podría ser sólido para ninguno de los niños, ni para el favorito, ni para el que no lo es, ya que se está creciendo en un sistema familiar injusto, excluyente y parcializado (y por tanto eso es lo que se aprende).

En suma, los favoritismos de los padres hacia los hermanos son muy nocivos para los hijos, sean verdad o sean mentiras blancas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“A ti te quiero más” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Papás: informándose acerca del desarrollo adolescente

A mediados del siglo pasado, se empezó a hacer popular entre los papás primerizos el ir a las librerías y comprar publicaciones que ofrecían guías para la salud de los niños y de la familia. También se hizo costumbre el adquirir libros dedicados exclusivamente a la crianza de los hijos, muchos de ellos muy centrados en el aspecto psicológico.

Aun ahora esta costumbre sigue, sólo que los papás, además de buscar libros impresos, acuden a internet, usan buscadores, ven vídeos o leen publicaciones en línea. 

 ¿Y en la adolescencia?

Sin embargo, este entusiasmo por la investigación y por aprender muchas veces se mantiene mientras dura la primera infancia del primer niño. Muchos papás, luego de superado el trance de mantener vivo a su primer hijo, se sienten más seguros y se olvidan de que hay muchas cosas que no saben.

De esta manera, al llegar la pubertad o la adolescencia, muchos papás ya no sienten el impulso por investigar, por leer, por hacerse esponjas que absorvan lo que haya que aprender en su rol de crianza. Y esto sucede a pesar de que la pubertad y la adolescencia pueden traer más problemas a los papás que la niñez.

Investigar, leer, aprender, también en la adolescencia

Cuando nuestro hijo llegue a la pubertad es importante que los papás dediquen algo de su tiempo a investigar, a informarse acerca del desarrollo adolescente. Si no quieren leer o no confían en las publicaciones, consulten con un profesional y manifiéstenle las dudas que quieran resolver. Si su pareja no desea, que no es lo ideal, no se frene y hágalo sola o solo.

La adolescencia suele traer cambios muy notorios y muy radicales en las relaciones, en las problemáticas, en las prioridades y en las costumbres de una familia, que no es poco común que dejen descolocados a muchos padres. Cuando los papás no saben cómo adecuarse a un cambio evolutivo tan notorio e intenso, se suelen dar luego problemas de salud mental en consecuencia, ya que el hijo todavía está en formación.

También para el otro sexo

En la adolescencia esto es aun más notorio que en la niñez: no basta con investigar e informarse cuando su primer hijo llega a la pubertad. Si le sigue otro del sexo opuesto, en realidad es como si no se hubiera informado antes. La pubertad y la adolescencia en hombres y mujeres es muy distinta, y es necesario saber muchas cosas en su momento por separado. Vuelva a investigar, vuelva a interesarse, vuelva a informarse cuando otro hijo llegue a la pubertad y es el primero de ese sexo que llega a esta etapa de la vida.

Espero posteriormente poder recomendar textos o material audiovisual que, en alguna medida, cubran la necesidad que he planteado aquí.

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

La música: aliada de la salud física y mental

Esta entrada fue publicada originalmente en Rumbo Norte en noviembre del 2012.

 En un artículo titulado “Música y neurociencias”, los autores mencionan que a raíz de las investigaciones se ha propuesto que la música, a pesar de no ser necesaria para sobrevivir, sí “puede ser significante para mantener una salud física y mental” (ver referencia, página 163).

Escuchar música (respetando a los demás, por supuesto) puede, por tanto, ser un factor importante para mantener la salud de las personas, y hay quienes dicen que también de los animales y de las plantas. Efectivamente, algunas personas afirman que poniendo música suave en el lugar donde están las plantas, éstas tienden a crecer más fuertes, vitales y frondosas.

Para los niños y adolescentes

– Si su hijo manifiesta deseos de aprender a tocar algún instrumento, de cantar o de bailar, podemos aplicar lo mismo que mencionamos en una entrada anterior acerca de los deportes: aproveche la oportunidad de que su hijo se interesa por algo que le hará bien y concédale el deseo, sin condicionarlo a las buenas notas o al buen comportamiento. Si su hijo le toma gusto a un instrumento o al canto, no sólo escuchará mucha música, sino que también la hará él mismo, generándole muchos beneficios a su desarrollo, por la cantidad de habilidades que tendrá que poner en marcha para interpretar, ejecutar o incluso componer.

En el caso de la danza, del mismo modo, la cantidad de funciones que la persona debe desplegar para la ejecución y la interacción con la música le otorgarían, con la práctica, otros tantos beneficios. Además, con la danza, las personas realizan trabajo físico, lo que ya de por sí es muy valioso para la salud física y mental.

– Si usted es padre o madre y sabe tocar algún instrumento. Ofrézcale a su hijo aprender a tocar para hacer música juntos. Si su hijo o hija se anima y llegan a establecer una práctica, la relación entre ustedes podría mejorar notablemente o mantener sus niveles óptimos, además de aplicarse las mismas ventajas que se mencionaron en el punto anterior.

– Lo mismo que se mencionó acerca de la lectura en otra entrada, se aplica para la música. Nunca se debe obligar a un niño o adolescente a practicar música, canto o danza. La persona debe hacerlo porque lo desea. La obligación puede hacer que el niño o adolescente crezca sintiendo rechazo a una actividad buena.

Para los adultos y adultos mayores

– Si usted es adulto y desea retomar su práctica, hágalo sin pensarlo mucho. Le hará mucho bien.

– Si usted es adulto y no sabe tocar ningún instrumento, ni cantar, ni bailar, pero siente deseos de aprender alguna de estas disciplinas, no se desanime. Hay muchas personas que han empezado siendo mayores y han reportado beneficios significativos para su salud, además de satisfacer su deseo y pasarla muy bien con su nueva actividad. Si sus papás no pudieron dárselo siendo niño, podría pensar en dárselo usted mismo ahora que es adulto.

Referencia

Masao, Ricardo; Martínez, Alma; Vanegas, Mario (2010). “Música y neurociencias”. En: Archivos de Neurociencias. Volumen 15. Número 3. Julio – septiembre 2010. Páginas 160 – 167.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

Papás: desacuerdos difíciles de resolver

En una entrada anterior hablamos sobre lo importante que es para los papás estar de acuerdo con respecto a la disciplina dada a los hijos menores. En aquella ocasion recomendamos, entre otras cosas, que se debía evitar que los hijos sean testigos de desacuerdos entre los papás a la hora de disciplinarlos.

Pero, ¿qué hacer con aquellos asuntos de disciplina en los cuales no se puede llegar a un acuerdo tan facilmente?

Posponer la discusión

De repente, por más que hayan intentado llegar a un acuerdo, los papás no han logrado un consenso con respecto a una situación que involucra al hijo. ¿Qué hacer si esa situacion se presenta frente a los hijos? Por ejemplo, la mamá considera que a su hijo, al haberse portado mal, se le debe prohibir jugar con el playstation dos o tres dias; pero el papá no esta de acuerdo con aplicar castigos tan prolongados. Pongámonos en el lugar del papá que llega a la casa y se encuentra con que el castigo ya fue aplicado por ella ¿Qué haríamos en una situación como esa?

En este ejemplo la recomendacion iría dirigida al papá. Es fundamental que si hay un desacuerdo, y los hijos están presentes, la discusión se posponga para otro momento. El papá no debe cuestionar la decisión de la mamá delante de su hijo, tampoco debe deshacer el castigo por más que la mamá no se encuentre en casa. El castigo se debe cumplir tal y como la mamá lo decidió, por más que el papá no esté de acuerdo con la aplicación del mismo. ¿Por qué? Porque es preferible un castigo inadecuado por tres días a que la disciplina del niño o del adolescente se vea marcada por haber sido testigo de los desacuerdos entre sus padres.

Conversarlo después

Los papás pueden retomar los intentos de solucionar sus diferencias de opinión cuando estén solos. Ahora, podría darse el caso de que el desacuerdo no se resuelva. Aquí lo importante es que se intente llegar a un acuerdo, incluso cediendo un poco ambas partes. Pero si al final esto no se da, y las situaciones de desacuerdo se van repitiendo, los papás podrían recurrir, tal vez, a algunas personas cercanas de confianza, para escuchar otras opiniones. Si aun así, no se encuentra resolución, se puede consultar con algún profesional recomendado para que haga de mediador objetivo, en ese caso sería ideal que se sigan las indicaciones de dicho profesional.

Los sentimientos de los papás

Decimos esto sabiendo y comprendiendo que, para el papá o la mamá, encontrarse con que su pareja está haciendo exactamente lo que él o ella no haría, genera sentimientos negativos, por ejemplo, de cólera. Aquí lo que se está recomendando es que los papás hagan el esfuerzo de no actuar impulsivamente, guiados por dicha cólera, para así poder llegar luego a un acuerdo conversado.

Excepción

Como muchas veces, cuando se plantea una regla, se presentan excepciones, y en este momento se me ocurre una: si el papá encuentra a la mamá golpeando al hijo o viceversa, sí es necesario que se detenga esta acción y se sugiera, de la forma mas calmada posible, otra forma de sancionar la falta que el hijo haya cometido. ¿Por qué esta es una excepción? Porque a diferencia de los desacuerdos que se puedan dar por la comida, por el tiempo de ver la televisión o jugar con el playstation, o por el salir a fiestas, el maltrato físico a un niño o adolescente, necesariamente, va a ser más dañino para él que presenciar el desacuerdo entre sus padres. Por otro lado, como también vimos en una entrada previa, los hijos esperan de sus papás protección y cuidado y si uno de ellos se convierte en agresor físico, cosa que ya va contra este principio, es mucho peor que el otro padre se mantenga como testigo mudo frente al maltrato que el niño está sufriendo.

Para recordar

– Ante situaciones de desacuerdo que se presenten frente a los hijos, la discusión debe ser pospuesta para otro momento, no ceder ante la cólera.

– Si los papás ven que no hay forma de resolver una discrepancia durante mucho tiempo, y esto esta generando problemas repetidamente, se puede conversar del asunto con un profesional recomendado. Aquí lo que resuelve es seguir las indicaciones de dicho profesional.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

Premios y castigos

Ilustración: Lucía Fernández

Hay un texto llamado “Principios de aprendizaje y conducta” en el que se afirma: “tanto la sabiduría popular como la evidencia experimental nos dice que el reforzamiento inmediato es preferible al demorado”.

Lo que escribe el autor se basa en muchos años de investigación científica y significa que mientras más rápido reforcemos o castiguemos una conducta, más efectivo será el reforzador o el castigo. Por el contrario, mientras más nos demoremos en reforzar o castigar, menos eficaz será dicho reforzador o dicho castigo.

Esto puede conllevar cierto interés para los papás, los maestros y toda figura de autoridad que deba mantener disciplina en niños y adolescentes. En general, esto compete a toda actividad en la que alguien desee que otro realice determinados comportamientos y no otros; por ejemplo, una empresa que desea incentivar a su personal. Pero aquí nos ocuparemos sólo de lo concerniente a la relación padres hijos.

El regalo de Navidad como premio

Una forma muy recurrente de intentar que los niños o adolescentes se porten bien o saquen mejores calificaciones es la del premio demorado para determinada fecha, que puede ser el cumpleaños, Navidad o vacaciones de verano.

Los papás suelen decirles a sus hijos: “si sacas buena nota, te regalo eso que me has pedido para Navidad”. Los hijos suelen aceptar, a veces entusiasmados. Sin embargo, este tipo de premio no resulta tan efectivo y muchas veces sencillamente no funciona. Esto se debe a lo que hemos dicho anteriormente: el premio está excesivamente demorado; pasa demasiado tiempo. El niño o adolescente no ve un efecto positivo inmediato a su esfuerzo, sino que tiene que esperar varias semanas o meses antes de ver el efecto deseado. Por tanto, no aprende que estudiar trae consecuencias lo suficientemente buenas.

Podríamos agregar, además, que no es recomendable utilizar premios materiales como juguetes, bicicletas, golosinas, consolas de juegos de vídeo, dinero, etcétera, como formas de incentivar a los hijos que guarden disciplina o que obtengan buenas calificaciones. Pero si a esto se le agrega que el premio es demorado, nuestra acción será doblemente inefectiva.

El castigo del fin de semana, de las vacaciones o el castigo de larga duración

De la misma forma que los premios, incentivos o reforzadores, los castigos también funcionan de la misma forma. Muchas veces un niño o adolescente llega con una mala nota, con una llamada de atención disciplinaria o se ha portado mal en casa, y los papás recurren a castigos inefectivos (pero muchas veces muy dolorosos) como:

“Ahora ya no irás al paseo del fin de semana”.
“Ahora te quedarás en casa en las vacaciones” o “ahora ya no harás fútbol en vacaciones”.
“No ves televisión por dos semanas” o, peor aún, “no sales en dos semanas” (o un mes o hasta dos meses).

Nuevamente, estos castigos que conllevan tanto tiempo en darse o que duran tanto, pueden infligir sufrimiento en el niño o adolescente, pero al final, el menor no habrá aprendido nada, debido a que no habrá registrado realmente que su acción haya originado un efecto negativo, dado que el efecto está demasiado diferido o demorado. Más bien lo que probablemente sentirá con mayor fuerza es que sus papás lo maltratan o que son malos.

Rapidez

Los reforzadores y castigos deben darse lo más pronto posible luego de la acción positiva o negativa del niño o adolescente. Mientras más tiempo pase, el niño o adolescente aprenderá menos. Además deben ser consecuencias de duración limitada. Mientras más dure el castigo o el premio, más pronto se le olvidará al menor que está siendo castigado o premiado por tal cosa que hizo.

Por ejemplo, si le va a quitar la televisión a su hijo, quítesela el mismo día que se portó mal. De repente, máximo, hasta el día siguiente, pero ya no más.

Por su lado, si busca reforzar una buena conducta o una buena nota, dele sus felicitaciones en ese mismo momento o saque provecho de lo que ha obtenido inmediatamente. Por ejemplo, si acabó de hacer un trabajo o una tarea, pueden ahora sí salir a tal sitio que deseaban o pasar determinado tiempo de placer ya sin la preocupación del deber pendiente.

Finalmente, habría que pensar también en que no todos los castigos y los premios son adecuados, por más rápido que se presenten. Ya mencioné que no se recomienda premiar con objetos materiales, especialmente lo relativo a los estudios. Tampoco se recomienda castigar, por ejemplo, privando de comida, encerrando a los menores en su habitación, golpeando o insultando. En el futuro intentaremos ahondar en este tema.

Referencia

Domjam, M. (2007). Principios de aprendizaje y conducta. Madrid: Thomson. Página 146.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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“Premios y castigos” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Plasticidad neuronal

Esta entrada fue publicada originalmente en Rumbo Norte en agosto del 2012.

Ilustración: Lucía Fernández

En una entrada anterior habíamos hablado algo acerca del sistema nervioso, a propósito del fenómeno conocido como “poda sináptica”. Ahora vamos a hablar un poco acerca de otro fenómeno denominado “plasticidad neuronal”.

Perdiendo y desarrollando capacidades

La plasticidad neuronal es una propiedad de las neuronas; es básicamente la capacidad que tienen de modificar sus conexiones entre ellas. La poda sináptica tendría relación con esta flexibilidad, ya que nos muestra cómo las redes neuronales no se quedan fijas si no las estimulamos, de manera que, por ejemplo, los niños pueden perder oportunidades de desarrollo si no se les permite cultivar sus capacidades.

Sin embargo, así como podemos perder capacidades si no las cultivamos, del mismo modo, y gracias a la plasticidad neuronal, también podemos conseguirlas o recuperarlas; y no hablamos solamente de aprender cosas, sino de desarrollar capacidades que anteriormente no teníamos o que incluso habíamos perdido.

La necesidad de estimular siempre

Gracias a la plasticidad neuronal, si una persona pierde la mitad de su cerebro y vive, las células de la otra mitad se reorganizarán, intentando reemplazar las funciones que anteriormente desempeñaban las células perdidas y para ello modificarán sus conexiones entre ellas, armando prácticamente una nueva red neuronal. Obviamente lo más probable es que la persona no vuelva a ser la misma, pero ahí vemos a la plasticidad neuronal en plena acción. De hecho han habido personas a lo largo de la historia que han sobrevivido bastante bien a lesiones cerebrales o medulares que impresionarían a cualquiera. Y esto se da justamente gracias a esta plasticidad; las neuronas se reorganizan ante las situaciones.

Cuando alguien sufre una enfermedad, un accidente o agresión y se lesiona el sistema nervioso, sea el encéfalo o la médula espinal, muchas veces la persona pasa a rehabilitación, justamente para recuperar (en gran parte mediante plasticidad neuronal) las capacidades afectadas por la lesión.

Un ejemplo cercano de esto lo tendríamos en la niña Romina Cornejo, que quedó cuadrapléjica después de ser baleada por unos asaltantes. Mediante rehabilitación y tratamiento se espera que la niña pueda respirar por sí sola e incluso volver a caminar. Mientras tanto vemos cómo esta niña va recuperando algunas facultades, como mover la cabeza o la sensibilidad en las manos.

En suma, el sistema nervioso tiende a reorganizarse constantemente, dependiendo de las experiencias de la persona. Todos tenemos plasticidad neuronal en nuestros sistemas nerviosos, inclusive las personas con retardo mental o las personas afectadas por demencia causada por la edad o por algún síndrome o enfermedad. Por eso es importante que todos, a toda edad, seamos estimulados, más aun si empezamos a perder ciertas facultades o si ya las perdimos o si nacimos sin ellas. Nuestro sistema nervioso es muy flexible, así que nunca se debería dar nada por perdido.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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Dormir en la misma habitación que los padres

Ilustración: Lucía Fernández

La habitación donde una pareja sexual adulta mantiene su intimidad y sus comunicaciones privadas sólo debería ser de uso exclusivo de los dos miembros de la pareja en cuestión.

Dicho de esta manera, no se necesita mayores argumentos. Basta pensar en uno mismo. Me imagino que a muy pocas personas les agradaría que otro, que no sea su pareja, esté presente en la habitación mientras mantienen una discusión, o mientras se cuentan cosas personales, o mientras debaten acerca de una decisión importante, o mientras mantienen relaciones sexuales.

Y sin embargo…

Sin embargo, a pesar de esto, muchos padres, a veces innecesariamente, optan por instalar la cuna o incluso la cama de su hijo o hija en la misma habitación donde se encuentra el lecho conyugal.

Haciendo esto, seguramente sin querer, se expone a los hijos e hijas a ser testigos y partes de las discusiones, de los desacuerdos, de los conflictos, y, lo más grave, de las relaciones sexuales de sus padres.

¿Se dan cuenta o no se dan cuenta?

Muchas personas creen que los niños no se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor. Esto es un error. Los niños se dan cuenta de lo que sucede, y no estamos hablando de nada sobrenatural ni de una especie de sexto sentido. Los niños se dan cuenta de la misma forma que un adulto se daría cuenta, sólo que la manera de procesar la información que recibe de su medio ambiente es distinta, y por ello, si se le pregunta, responderá de manera diferente a cómo respondería un adulto.

El hecho es que el niño experimentará malestar, al igual que cualquiera de nosotros, si es que se lo obliga a permanecer en el mismo ambiente en el que está una pareja que no se habla por estar peleada, con el agravante de que, además de la incomodidad natural, también seguramente experimentará tristeza, inseguridad, preocupación, miedo (de que por ejemplo se vayan a separar o se dejen de querer), ya que se trata de sus padres y no de cualquier otra pareja.

Asimismo, al igual que cualquiera de nosotros, experimentará una mezcla extraña de malestar y estimulación al saber que está en el mismo lugar en el que una pareja mantiene relaciones sexuales, con él presente. Muchos padres creen que sus hijos no se dan cuenta porque lo hacen silenciosamente y debajo de las sábanas, o porque los niños están dormidos. Eso es falso. Los niños son testigos de lo que sus padres les muestran. Los niños no son criaturas estúpidas. Los niños se dan cuenta de que algo sucede debajo de esas sábanas, escuchan los sonidos que se emiten, se despiertan ante la situación extraña, se hacen los dormidos, o se tapan con sus propias frazadas.

Aun en el caso de que estuvieran dormidos siempre (cosa extraña), los niños acaban siendo testigos en sueños de lo que sucede. Es probable que muchos de nosotros recordemos, por ejemplo, alguna situación en la que nos despertamos después de haber soñado algo relacionado a lo que efectivamente estaba sucediendo en el lugar donde dormíamos, tal vez relacionado a lo que se decía en la TV, en la radio, o a las voces de las personas presentes.

La necesidad de tener un mínimo de privacidad

Los niños, generalmente, no tienen forma de razonar como lo haría un adulto y pedir que se lo traslade a otra habitación porque no quiere seguir presenciando estos hechos, más aun cuando ha crecido así y no conoce otra opción posible. Pero su silencio o su dificultad para expresar racionalmente sus sentimientos o necesidades no significa que sean indiferentes a estas situaciones.

Muchos niños, por el contrario, no quieren dormir solos, pero esto tampoco implica que se deba mantener una situación de hacinamiento y de sobreexposición como esta. Más bien habría que pensar por qué es que el niño no quiere dormir en su propio ambiente. ¿Tendrá miedo? ¿Se sentirá inseguro? ¿Se sentirá demasiado apegado a alguno de los padres o a ambos, a tal punto que desea compartir estas situaciones íntimas con ellos?

En suma, hay que tener cuidado. Así como los niños no están preparados para ver determinadas películas, programas de TV o determinadas revistas o publicaciones, con mayor razón no están preparados para presenciar la vida íntima de una pareja sexual. Es más, parecería que nadie, por más adulto que fuese, debería estar preparado para presenciar y compartir la vida íntima de sus padres. Pensemos en nosotros mismos para entenderlo.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Ejercicio físico y deporte: aliados de la inteligencia y del buen rendimiento académico

Ahora se sabe que el ejercicio físico sí tiene relación con la inteligencia y el rendimiento académico de los niños. También se sabe que tiene relación con la salud física, la salud mental y el rendimiento académico o laboral de las personas adultas. Así, ha sido superada la separación que podría haberse insinuado anteriormente entre deporte e inteligencia o entre deporte y buen rendimiento académico.

Media hora diaria de ejercicio físico en el colegio

Para muestra un botón: en un colegio se tuvo la idea de que todos los días los estudiantes harían media hora de ejercicio físico. Al poco tiempo se vieron los resultados: el rendimiento académico general del alumnado mejoró significativamente, para sorpresa de todo el personal. 

Ilustración: Lucía Fernández

Papás incentivando el ejercicio físico y el deporte

Es importante, por tanto, que los papás consideren la necesidad de que sus hijos hagan ejercicio físico. Hay que interesarse en qué les gustaría hacer y proveerles de lo necesario para que lo hagan. Si su hija quiere correr, acompáñela a correr o haga lo posible para que pueda hacerlo; si su hijo quiere aprender a jugar tenis, haga el esfuerzo y busque cumplirle este deseo; si quieren manejar bicicleta, cómprensela, no condicionen la bicicleta a las buenas notas “poniendo la carreta delante de los caballos”.

El deporte no debe ser premio ni castigo

No condicione el ejercicio físico y el deporte a las buenas notas. Muchas veces he visto a los papás diciéndoles a sus hijos: “como sacaste malas notas, no tendrás fútbol”. Al contrario, el deporte ayuda a que los chicos estudien mejor y se sientan mejor. Si a pesar de hacer deporte, su hijo o hija no tiene un rendimiento adecuado, no le eche la culpa al deporte, el deporte juega más bien a su favor. Seguramente hay otras problemáticas que están impidiendo que su hijo o hija mejore, pero no es necesariamente el deporte, a menos que él o ella se dedique exclusivamente a eso, que tampoco es la idea (nada en exceso es bueno).

Enseñándoles a los pequeños y animando a los más grandes

Mientras más pequeños mejor, juegue con ellos, hágalos correr y jugar físicamente. Si sus hijos ya están grandes y han estado acostumbrados a una vida sedentaria, viendo TV, jugando videojuegos o incluso estudiando sentados a la mesa en exceso, puede que no quieran hacer deporte o ejercicio. No se trata de obligar a sus hijos, ni menos de elegirles qué hacer, pero puede animarlos y poner de su parte para que en algún momento se animen a moverse.

Ya sabemos: el ejercicio físico y el deporte son aliados del buen rendimiento académico y del desarrollo de la inteligencia de los niños y adolescentes. No hay que tomarlos como premios o castigos, hay que tomarlos más bien como necesidades que siempre deben estar satisfechas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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La poda sináptica

Nuestro cerebro y el resto de nuestro sistema nervioso está compuesto por neuronas, las células nerviosas más conocidas. Estas neuronas están conectadas entre sí a través de sus dendritas y axones, extensiones que se asemejan a cables. Es como si ellas estuvieran tomadas de las manos entre sí formando una red enorme. Ellas se comunican a través de esas conexiones y gracias a ellas se transmiten órdenes que se traducen en nuestros sentimientos, percepciones, acciones y pensamientos.

Desde mover un brazo hasta sentir amor por alguien o desde despertar en la mañana hasta hacer una presentación ante tus jefes, todo ello, cada acción, cada sensación, cada idea, es ordenada por nuestro cerebro y efectuada a través de las neuronas y sus conexiones.

Son las neuronas las que hacen que nuestros músculos se muevan si queremos caminar o correr, y son las neuronas las que hacen que seamos capaces de ver u oir. Y todo a través de esta red de conexiones de la que hablamos, pues, por ejemplo, si tenemos la voluntad de mover el brazo, la orden se llevará a cabo gracias a que miles de neuronas “se pasarán la voz”, desde las que están en el encéfalo hasta aquellas que están conectadas directamente con el músculo.

Sinapsis

La conexión efectiva entre una neurona y otra se llama sinapsis y, así como nuestro sistema nervioso está compuesto por millones de neuronas, se podría decir que también está compuesto por millones y millones de sinapsis, incluso por más sinapsis que el total de neuronas.

Ahora bien, cuando uno es niño el número de sinapsis es enorme. Las sinapsis están ahí formándose o, si ya están formadas, están ahí preparadas para ser la vía para realizar muchos comportamientos. Es por eso que los niños aprenden mejor y más rápido que un adulto mayor. Es por eso, por ejemplo, que es común ver que un niño aprende rápidamente a manejar una computadora que un adulto que recién se encuentre frente a una.

La poda sináptica

Podemos pensarlo como una computadora que nos viene nueva con muchas aplicaciones instaladas, muchas más de las que usaremos. Esa computadora sería capaz de hacer muchas cosas, pero también tendría menos potencia, debido a la cantidad de programas instalados que tiene que preparar cada vez que la encendemos.

Entonces, con el tiempo, el sistema de esa computadora empezará a desinstalar automáticamente, sin preguntarnos, los programas que no utilizamos. Así será más potente y más rápida, pero, ¿qué pasaría si después de mucho tiempo queremos usar un programa y nos topamos con la sorpresa de que el sistema ya lo desinstaló por no haberlo usado nunca? Sería una lástima; tal vez diríamos “¡lo hubiera utilizado antes! ¡Ahora ya lo perdí!”.

Lo mismo pasa con las sinapsis. Conforme el niño crece, si una red sináptica no ha sido utilizada, el sistema nervioso optará por cortar las conexiones. Este es un fenómeno que se conoce como “poda sináptica”, es decir, el sistema nervioso poda, corta, las sinapsis sin usar para así obtener más energía y especialización en lo que sí hace la persona.

A diferencia de un programa de computación, que podemos volver a comprar en cualquier galería comercial, las redes sinápticas no se recuperan tan fácilmente. En realidad, muchas son muy difíciles o incluso imposibles de reestablecer.

Evitar que los niños pierdan la oportunidad

Ilustración: Lucía Fernández

La poda sináptica es un fenómeno necesario para la vida adulta, pero, al igual que cuando nos cuestionamos con la metáfora de la computadora, ¿qué pasa si nuestro niño pierde eficiencia, facilidad o incluso capacidad para hacer algo que sí le serviría, debido a que nosotros, como padres, no supimos estimularlo, enseñarle o permitirle hacer realidad sus potencialidades? ¿No sería una pena que tarde nos demos cuenta de ello o que tal vez nunca nos demos cuenta?

Pienso en los padres que, en un afán sobreprotector, no permiten a sus niños gatear o jugar en el suelo; o en aquellos papás que por falta de tiempo o ganas no se permiten jugar con sus hijos (imaginemos un hijo único que no pueda jugar ni siquiera con sus padres); o en aquellos papás que, por necesidad o sin ella, hacen que sus hijos trabajen como si fueran adultos, sin permitirles tener mayor tiempo para jugar o aprender acerca de otras cosas; o en aquellos papás que sabiendo hacer cosas muy bien, como tocar algún instrumento musical o realizar algún deporte, no lo comparten con sus niños, perdiendo la oportunidad de ser un maestro para ellos y limitándolos más a lo escolar, sin un horizonte más amplio.

Todos estos niños están en riesgo de perder los recursos que por naturaleza desarrollaron, la posibilidad de ser buenos deportistas, músicos, artistas, de tener pasatiempos interesantes y enriquecedores, incluso de ser buenos en lo que hagan para ganarse el sustento en su madurez.

Ojo, no estamos hablando de atiborrar a los niños de estimulación y actividades para que desarrollen todas y cada una de sus potencialidades. Recordemos que la computadora necesita mayor potencia; no se trata de agotar a nuestros hijos, como también muchos papás hacen, que el que mucho abarca poco aprieta. Se trata de tener cuidado de no perder oportunidades importantes o incluso de no perder habilidades necesarias para vivir más adelante en este mundo.

Si a un niño no se le permite moverse de su cuna, llegará un momento en el que perderá la posibilidad de caminar; si a un niño no se le habla nunca, llegará un momento en el que perderá la posibilidad de hablar; si un niño no recibe amor, ni cariño de nadie, llegará un momento en el que perderá la posibilidad de sentir y de dar esos sentimientos a un otro.

Conozco a una persona que no tuvo la oportunidad de aprender a leer ni a escribir en su niñez. Siendo adulta aprendió, pero le es imposible leer y escribir a la velocidad con que lo hacemos los que sí aprendimos siendo niños. De hecho, lo hace tan lento que sigue considerándose a sí misma analfabeta. Ése es el riesgo, con todas las cosas que un niño puede aprender, desarrollar y disfrutar.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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Los papás deben estar de acuerdo

Con relación a la disciplina de los niños y adolescentes hay varias consideraciones que es necesario que ambos padres tomen en cuenta, si no desean tener problemas con el comportamiento y los límites de sus hijos. En esta oportunidad hablaremos muy brevemente, como para que quede lo más claro posible, de una de aquellas consideraciones, que podría funcionar como principio o base de la disciplina en la casa.

La idea se puede resumir en una sola premisa:

«Los padres deben estar de acuerdo»

Si no es posible, es necesario minimizar los desacuerdos, y si aun así quedan algunos puntos irreconciliables, es fundamental que nunca, jamás, los hijos sean testigos de tales contradicciones entre sus padres.

¿Cómo minimizar los desacuerdos?

Para los futuros papás, prevenir podría ser una buena forma, conversar sobre cómo educar a los futuros hijos, detectar los desacuerdos desde antes y ver la forma de resolverlos conversando, asesorándose, investigando, preguntando a profesionales, etc.

Para los que ya son papás, es recomendable no dejar pasar un desacuerdo con la pareja. Nunca se debe olvidar que estas situaciones no se arreglan solas. Se puede igualmente investigar juntos o buscar consejo; y si es un consejo profesional, mejor. También se puede pedir ayuda, ambos al mismo tiempo, a las personas de más confianza.

Eso sí, nunca se debe dejar que un tercero decida, ni profesional, ni familiar, ni amigo, nadie debe decidir por los padres. Son los papás los que deben decidir cómo resolver su discrepancia.

¿Y si no hago nada?

Los desacuerdos en cuestiones de disciplina siempre traen consecuencias. Dependiendo del asunto sobre el que los papás discrepan, los hijos percibirán necesariamente (aunque no lo parezca) el problema, lo que los llevará necesariamente a afirmar algo como: “uno de ellos no tiene la razón, uno de ellos está equivocado, uno de ellos comete errores, uno de ellos no tiene autoridad”, originándose ahí mismo un problema de autoridad paterna y, por consiguiente, un problema disciplinario que si no se resuelve pronto podría empeorar.

Para recordar

– Los papás deben estar de acuerdo con respecto a la disciplina.

– Los desacuerdos deben resolverse pronto y juntos, ambos papás trabajando como equipo.

– Nunca dejar que decida un tercero distinto a los papás. Se puede escuchar ideas, pero sólo los papás deciden.

– Ambos papás deben estar de acuerdo en la forma de resolver una discrepancia.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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