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Atrévete a aceptar y agradecer los cumplidos de tu pareja

Ilustración: Wikihow

Algunas personas no aceptan los cumplidos de su pareja, los niegan o incluso los destruyen ahí inmediatamente. Por ejemplo:

– ¡Qué bonita eres!

– No, no lo soy.

O:

– ¡Eres muy guapo!

– No, no soy guapo, soy feo.

O también:

– ¡Me gusta que seas tan inteligente!

– ¡¿Qué?! No, no lo soy. Si lo fuera las cosas me saldrían mejor.

Si tú eres una de las personas que hace esto, esto va para ti: es respetable que creas que eres feo(a), que no eres atractivo(a), que tu cuerpo es desagradable, que tu cabello es horrible o cosas por el estilo acerca de tu físico. También es respetable que creas que eres poco inteligente, poco astuto(a) o poco interesante. Es decir, si tú crees esas cosas acerca de ti, nadie tiene derecho a cuestionarlo. A lo que quiero ir en realidad es a otra cosa: el hecho de que tú creas esas cosas negativas acerca de ti mismo(a) no tiene por qué implicar que todos los demás te evaluemos así. Habrá personas que tal vez te evalúen aun peor, así como habrá personas a las que les resultarás agradable o les gustes. Una de ellas tendría que ser tu pareja, que por algo está contigo, ¿cierto?

Si tu pareja te dice un piropo, cumplido o halago es porque a ella le gusta eso de ti. ¿Para qué manifestar tu desacuerdo? ¿Hacer eso lleva a algo? ¿Cuál es el propósito?

En términos lógicos, pretender refutar un halago podría ser algo tan inútil como manifestar tu desacuerdo por la afición de alguien a determinado equipo de fútbol o a determinado artista. En la mayoría de casos resulta evidente que ponernos a discutir eso con el aficionado no nos va a llevar a ningún lado.

El asunto no queda ahí; y es que resulta que no estamos hablando de un equipo de fútbol. Estamos hablando de ti mismo(a). A esa persona le gustas tú, sus palabras son una muestra de su cariño o de su amor por ti, es un regalo o una caricia verbal, y tú lo que estás haciendo es destruir ese regalo y tirárselo en la cara.

Es como que tu pareja te quisiera dar un beso y tú apartases la cara. También es como si tu pareja te quisiera dar la mano y tú la retirases. Así de desagradable puede ser para tu pareja. Es como que tu pareja llegue con un detalle, un regalo, te lo diera, y entonces tú dijeras “no me lo merezco, toma”, y se devolvieses, o directamente lo eches al suelo o a la basura. Eso es lo que haces cuando tu pareja te dice que eres hermoso(a) y tú lo niegas, lo refutas y afirmas en respuesta la palabra “feo(a)”; destruyes esa “hermosura” y la conviertes en “fealdad”.

OK, mi pareja me dice algo positivo que yo no creo. ¿Qué podría hacer?

Aunque sea por cortesía, por cariño o amor hacia tu pareja, o por cuidado de tu relación, a la que seguramente sí valoras, recibe el cumplido y agradece con una sonrisa, una caricia y/o un “gracias”. No rompas ese regalo, aunque sea por educación.

Y ojo, tampoco valdría este tipo de salidas para evitar el recibir y agradecer:

– ¡Qué linda eres!

– ¡Tú eres lindo!

¡No! Esa respuesta lleva implícita la negación del cumplido (el mensaje real es “no, tú eres el lindo, no yo”), le estás devolviendo el regalo. A ver que vayas al cumpleaños de alguien querido para ti, le des un presente y esa persona va y te lo devuelve. ¿Cómo se ve eso? ¿Cómo se siente eso?

Atrévete a aceptar el cariño verbal de tu pareja. Nadie dice que creas lo que te dice. Repito: si tú quieres vivir pensando que eres feo(a), desagradable, antipático(a), tonto(a) o poco interesante, dale, nadie tiene por qué cuestionarlo. Lo que sucede es que tu pareja no te quiere convencer de nada (tal vez ahí radica el malentendido), no es un debate, tu pareja solo te está diciendo lo mucho que le gustas (a ella, no a ti). Recíbelo nada más.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Atrévete a aceptar y agradecer los cumplidos de tu pareja” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Evitar comparar a los hijos

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Ilustración: Lucía Fernández

Hay un dicho que reza “toda comparación es odiosa”. En parte tiene razón, aunque, de otro lado, tal vez se trate de una exageración. Sin embargo, cuando se trata de la crianza de niños y adolescentes este dicho adquiere un peso enorme, a tal punto que, en el momento en que escribo esto, no se me ocurre una comparación que no lo sea.

Las comparaciones negativas hechas por padres desesperados

A veces el comportamiento del hijo es tan repetitivo, tan constante y tan aparentemente invencible, que los padres caen en la desesperación.

Cuando los papás se desesperan tienden a realizar acciones típicas, como golpear, gritar, poner castigos exagerados que después retrucan o, lo que nos toca ahora, comparar. Los papás le acaban diciendo a su hijo cosas como “mira a tu hermano como hace” o “mira a tu amigo fulano como se porta”. Algunas veces la comparación es más dolorosa: “mira como es tu hermano” o “mira a tu amigo fulanito como es. Esto es más ofensivo porque va directo a lo que es la otra persona, que es mejor que yo para mis papás, que yo soy malo y que mis papás me preferirían si fuera como es mi amigo o mi hermano.

Estas comparaciones negativas bombardean la autoestima del hijo porque enuncian directamente que la forma de ser de las otras personas es mejor o que lisa y llanamente los demás son mejores y lo que es el hijo no está bien y no es deseado.

Por supuesto, lejos de remediar las cosas, estas comparaciones fácilmente pueden arruinarlas más. De hecho, no he visto caso alguno en que esto haya funcionado.

La comparación del padre que vive haciéndolo

Hay papás que no necesitan entrar en desesperación para comparar negativamente a sus hijos. Es más, viven comparándolos con la mayor tranquilidad. Es como si la comparación fuera una estrategia de crianza establecida y validada en la cotidianeidad.

“No, hijo, tienes que llevar el balón como lo hace tu hermano”, “aprende a tomar el cubierto, mira a tu primo”, “acaba la tarea, mira como tu amigo ya la hizo y está afuera jugando”. Todo el tiempo, o cada tanto, estos papás comparan y comparan y no paran de hacerlo.

Aquí el problema radica en el énfasis en la imitación, en el vivir mirando afuera, como si uno no pudiera nunca aprender la acción misma, como si siempre necesitara modelos que imitar.

De otro lado, dependiendo de cómo se haga, también fácilmente la autoestima del hijo puede acabar dañada, dependiendo de qué palabras y qué tonos de voz se usen, dependiendo de cómo es la relación entre este papá y este hijo, y dependiendo de cuánto se lo compara con hermanos o amigos de su misma edad (pueden ser más factible tomar como modelos a gente mayor; con los de su misma edad el niño se puede sentir fácilmente disminuido o atrasado).

En este caso es mejor enseñarle directamente cómo se lleva el balón, cómo se toman los cubiertos, o enseñarle lo conveniente de hacer la tarea antes; las comparaciones son innecesarias.

Las comparaciones positivas

Cuando arriba dije que no se me ocurría alguna comparación buena para los hijos, por supuesto que también pensaba en las comparaciones positivas. Cosas como “tú eres mejor que él” son muy nocivas y más aún cuando se denigra a uno de los hermanos.

La comparación positiva, al contrario que las anteriores descritas, no denigran al hijo, sino a otra persona, un amigo, un hermano, un primo, o un grupo de personas (“tú eres el mejor de tu clase”), y pretende enaltecer al hijo por sobre estas otras personas.

Este comportamiento de los papás es peligroso por muchas razones, por ejemplo, estimula una competitividad a rajatabla, una competitividad negativa en desmedro del propio desempeño (no se valora lo bien que lo hizo sino que es mejor que el otro) y en desmedro del trabajo para el grupo (el hijo aprende a dar lo mejor para vencer él y no para otro fin más útil a su sociedad o comunidad).

Cuando el denigrado es un hermano, la acción de comparar positivamente es doblemente dañina, porque instaura una alianza diferencial entre el padre y el hijo triunfador. Los hermanos de por sí tienden a competir por el amor a los papás, y ellos tienen más bien la tarea de neutralizar la fantasía de que van a ser los preferidos por sobre el otro. Con este tipo de comparaciones, los papás no hacen lo que les toca, sino que mas bien refuerzan esa competitividad individualista en la misma familia, creando un caldo de cultivo ideal para la formación de conflictos familiares y resentimientos.

En este caso es mejor valorar el desempeño del hijo y no el puesto en el que quedó o a quienes superó.

Conclusión

En la crianza de niños y adolescentes el dicho “toda comparación es odiosa” vendría a ser bastante oportuno. Sigue sin ocurrírseme alguna comparación que sirva con los hijos. Tal vez haya alguna. En todo caso las comparaciones que sean útiles y buenas no parece que sean mayoría ni mucho menos. En honor a la lógica podríamos decir “en la crianza de niños y adolescentes, casi toda comparación es odiosa”. Es mejor evitar hacerlo.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Evitar comparar a los hijos” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Una manera de prevenir que nuestros hijos sean víctimas del bullying

Los acosadores no eligen a sus víctimas al azar. La elección de las víctimas en las aulas o colegios tiene un cierto rango: los acosadores eligen a los chicos tímidos, a los chicos con dificultades para socializar o a los chicos con alguna discapacidad o problema físico.

En realidad, los acosadores pueden elegir a cualquier persona que sea de alguna forma “diferente”. También hay excepciones, pero lo común es que las víctimas sean chicos con las características mencionadas arriba.

Timidez o dificultades para socializar

Las discapacidades o características físicas quedan fuera de nuestro rango de acción, así que no nos centraremos en ellas. Sin embargo, la timidez y las dificultades para socializar sí que podemos prevenirlas.

Si ustedes, padres de familia, ven que su hijo de inicial o primaria se muestra muy tímido, no tiene amigos o le cuesta mucho relacionarse con otros niños, o tal vez desde el colegio llegan reportes de una timidez excesiva o dificultad social, sería recomendable que no pierdan tiempo y consulten estas dificultades con un profesional. De esta forma, atendiendo a este problema, podrían estar previniendo un futuro cuadro de bullying o acoso escolar, ya que su hijo estaría presentando las características de una eventual víctima.

El daño que ocasiona el bullying

Cuando se instaura una situación de acoso escolar, el daño que recibe la víctima es inmenso y puede llegar a tener secuelas permanentes en la vida de la persona. También es sabido que las víctimas de bullying ven tan destrozada su autoestima que pueden llegar incluso al suicidio. De tal forma que esto del bullying no es cosa para tomársela a la ligera. Es mejor prevenir y regular excesos de timidez y dificultades para socializar desde que veamos que se vuelven problemáticas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Una manera de prevenir que nuestros hijos sean víctimas del bullying” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Papás que insultan a sus hijos

En la cabeza de los niños y adolescentes, está indefectiblemente grabado, por naturaleza, que papá y mamá son quienes los mantienen vivos, que son aquellos que los cuidan, que los alimentan, que los forman para la vida adulta, que son los adultos que los crían.

Cuando un papá es negligente, golpea o abusa sexualmente de su hijo, este supuesto biológico se rompe, la vida del menor entra en un estado terrible y generalizado de indefensión, el mundo se torna horriblemente amenazante, pues no está más ese papá que protege a su cría, que le da lo necesario para que se logre, sino que se ha convertido en el victimario, en quien más bien lo daña, lo usa o lo destruye.

Los insultos: una cuarta forma de corromper la crianza

Mencioné negligencia, maltrato físico y abuso sexual. Hay una cuarta acción que genera los mismos efectos: el maltrato psicológico, y en particular, los insultos.

Si un amigo o amiga insulta a un niño o adolescente, éste se defenderá, se reirá, contraatacará, irá a la chacota o a la broma. En todo caso, queda claro que el niño o adolescente podría defenderse o podría no tomarlo tan en serio. Lo mismo sucede más o menos con los primos o los hermanos.

Sin embargo, cuando es el papá o la mamá quien le dice  “estúpido”, “huevón”, “imbécil”, “idiota”, “cojudo” o cuantas más perlas puedan ocurrírsenos, algo muy distinto sucede. Esa sola palabra resulta tan dolorosa, tan humillante, tan devastadora para la autoestima del menor, que muchos chicos cuando hablan de ello afirman que prefieren los golpes.

Si estas palabras se repiten sistemáticamente, el daño es gigantesco, ya que este papá o mamá, no es que sea indiferente ante los logros de su hijo, no es que no vea lo bueno que es, no es que desapruebe o critique, sino que directamente está destruyendo la autoestima de su hijo, pues es su propio padre o madre quien lo señala y le dice lo inútil, lo imbécil, lo bueno para nada que es; sí, su papá o su mamá, quien supuestamente lo cría, lo protege y lo forma para la adultez. Si había alguien en el mundo en quien se podía confiar, justamente habría sido él o ella. Démonos cuenta del contrasentido, de la ruptura del orden natural de las cosas.

Por supuesto, demás está decir que, a diferencia de lo que pasa con los amigos, los primos o los hermanos, aquí el niño o adolescente no puede defenderse y no hay forma de que no le dé importancia al ataque, no hay forma de que no lo sienta, de que no lo destruya poco a poco.

Por eso, en general, se recomienda desterrar estas palabras del vocabulario en el trato con los hijos. Es mejor no usarlas, no sólo para evitar agredirlos con ellas, si no para que ellos no escuchen cómo sus padres las utilizan para agredir a otras personas o para hablar mal a sus espaldas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Papás que insultan a sus hijos” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.