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Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (4): llevarlo de mala gana

Llevar a tu hijo de mala gana (o quejándote) a sus sesiones de psicoterapia es una de las acciones más destructivas que puede hacer un papá o una mamá en contra del proceso de salud de su hijo. Todo el trabajo que se realiza queda reducido a su mínima expresión debido a esta acción. De tal forma que si el tratamiento de tu hijo está como para un año, tu malhumor y tus quejas injustas podrían hacer que tu hijo acabe en cinco años. Así de grave, así de pernicioso es.

¿Por qué?

Porque la terapia es una rutina. Por ejemplo, todos los martes a las 5 de la tarde tu hijo va a su psicoterapia. Llega un momento en que tu hijo ya lo incorpora en su agenda mental, en su cerebro, “hoy es martes, hoy tengo terapia”. Y esa rutina es una de las características que le da poder terapéutico al tratamiento, ya que los pacientes , cuando sienten sufrimiento, automáticamente activan su agenda mental para medir cuando es que trabajarán sobre tal o cual asunto que los hace sentir mal.

Esto se ve claramente en adultos que pasan por psicoterapia: “mañana le cuento a mi terapeuta lo que me pasó con mi novio”, por poner un ejemplo. De esta forma, la programación de las sesiones se convierte en un punto de apoyo, en una columna, en medio de la semana de la persona, sea adulto, adolescente o niño.

Pues bien, en los casos de padres que llevan a sus hijos renegando, protestando, quejándose, de malhumor, con silencios incómodos a sus sesiones, ocurre que a esta programación en la agenda mental del niño o adolescente se le agrega un componente tóxico: “mi mamá o mi papá odia traerme”; “mi mamá o mi papá se siente mal cuando tiene que traerme”; “por mi culpa mi mamá o mi papá tiene que dejar de hacer lo que está haciendo para traerme”.

¡Es tremendamente tóxico! Y hace falta sólo un poco de sentido común para darse cuenta de que esto arruina desde antes las sesiones, desde el momento en que sientes el desagrado porque llegó la hora de subirse al automóvil y conducir hasta el consultorio del terapeuta o desde el momento en que te dispones a caminar con tu hijo hasta allá o de tomar el bus con él hasta allá. Desde ahí, desde antes siquiera de que empiece la sesión, tú ya la estás bombardeando.

¿Qué hacer al respecto?

Para empezar podemos apelar a la racionalidad: estimado padre o madre de familia, si tu hijo necesita psicoterapia es tu deber proveérsela, pues es su salud y tú eres responsable de ella. Tu malhumor no se justifica pues tú decidiste ser papá o mamá y decidiste cuidar la salud de tu hijo. Tu hijo no tiene por qué soplarse tus quejas y tú no le estás haciendo ningún favor, es tu deber. Si no te gusta, lastimosamente tendrás que esperar a que tu hijo crezca para desentenderte de la responsabilidad que tú libremente asumiste y, mientras tanto, no tengas más criaturas, porque está visto que no quieres hacerte cargo.

Otra apelación a la racionalidad: hacer esto, llevarlo de mala gana o renegando, es tan nocivo como darle de comer de mala gana o renegando, como llevarlo al colegio de mala gana o renegando o comprarle su ropa o asignarle una habitación en la casa o proveerle de agua para que no muera deshidratado de mala gana o renegando, pues es su salud, y es algo tan básico como la alimentación, el vestido, la vivienda o la educación. Si le das todo esto de mala gana, ¿cuál es el mensaje? Simple: “no te quiero, me estorbas, me interrumpes, me haces gastar”. Ahora te pregunto: ¿por qué será que tu hijo se siente mal?

¿Y si entiendo todo esto pero sigo sintiendo lo mismo?

Si no puedes evitar sentirte enfadado, molesto, harto, de llevar a tu hijo a sus sesiones, es imperativo que tú acudas a psicoterapia, pues no estás pudiendo hacerte cargo de lo básico de tu hijo y eso tiene que trabajarse, porque te hace sufrir, hace sufrir a tu familia y no te está permitiendo desempeñar tu rol como probablemente quisieras.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (4): llevarlo de mala gana” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta

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Nuevamente una pregunta lógica, ¿para qué llevar al hijo con un profesional al cual no se respeta?

Algunos padres, en tono muy serio, llegan a decir delante de sus hijos que el terapeuta es un tal por cual (un estafador, un carero, un usurero, un interesado, un pesado, un metiche, un mal profesional, un mediocre, un charlatán, un idiota y cuantas cosas más puedan ocurrírsenos).

Otros padres, haciéndose los payasos, o los criollos, o los vivos, hablan del terapeuta a sus espaldas en plan de chongo, y delante de sus hijos, cosas que tienen que ver más con lo gorda que es la psicóloga, su forma de hablar, la calva del psicólogo, lo pavo que es, lo gansa que es, su ropa, su huachafería y cuantas frivolidades puedan pasársenos por la cabeza.

Sea en plan “raje serio”, sea en plan “chongo”, estos padres no están haciendo otra cosa que destruir el proceso psicoterapeutico de su hijo. No le hacen daño al terapeuta, le hacen daño a su hijo, pues con estas acciones cobardes y faltas de toda educación y caballerosidad, no sólo le dan un pésimo ejemplo a los chicos, sino que minan el respeto que el niño o adolescente pueda estar desarrollando hacia el profesional, destruyen la alianza que el niño o adolescente pueda estar formando con su terapeuta o la dañan o la atacan, siendo que esta alianza es fundamental para el éxito del tratamiento.

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Por otro lado, los papás no tendrían que estar esperando que la escuela enseñe a sus hijos a ser hombres y mujeres decentes. Ellos son los principales responsables de esa formación, y un hombre o una mujer decente no anda hablando mal o burlándose de las personas a sus espaldas.

En realidad es mejor NO HABLAR del terapeuta

Vamos a hacer una extensión al tema principal de esta entrada: en realidad lo ideal es que los papás hablen lo menos posible del terapeuta frente a sus hijos. El espacio terapeutico es mejor que esté neutro, ya que es un espacio en el que el hijo trabaja sus sentimientos, su intimidad. Hablar bien o mal, de alguna forma introduce desde el exterior (desde los papás) juicios de valor, sensaciones, palabras que son extraños a las sesiones, lo que puede contaminar u obstaculizar el proceso.

Es mejor en realidad hablar lo mínimo posible del terapeuta, tal vez sólo para cosas necesarias, como que de tal fecha a tal fecha el terapeuta no trabajará por fiestas de fin de año, asuntos formales o informativos. Pero de ahí a hablar asuntos innecesarios o juicios de valor, mejor no, y menos aun cuando son negativos o destructivos, como acabamos de mostrar.

No darles cuerda a los hijos

Algunos hijos son de salir de las sesiones y contar todo a los papás, muchas veces sólo por compartir. A veces lo hacen inmediatamente, otras veces lo hacen en otros momentos de la semana. Aquí lo ideal es escucharlos, no hacerlos sentir censurados, pero tampoco darle cuerda para que sigan y sigan, y cuidando de hablar o comentar lo menos posible, por más que el hijo diga algo que al papá o mamá no le guste, como “mi terapeuta me ha dicho que tú tienes la culpa de mi comportamiento” (cosa que para empezar sería errónea, ya que ningún terapeuta que se respete diría realmente algo así en circunstancias normales).

Sería bueno tomar lo que dice el niño o adolescente como SUS asuntos, SUS fantasías, SUS sentimientos, y no ahondar en el tema del terapeuta (que no está presente), sino más bien en lo que piensa y siente el hijo. Por ejemplo, “¿tú crees que yo tengo la culpa de tu comportamiento?”.

Por supuesto estamos refiriéndonos a situaciones normales, estamos excluyendo situaciones anómalas que involucran denuncias de maltrato o abuso de parte de los profesionales hacia los menores. Estas situaciones sí es necesario que sean atendidas de otra manera por parte de los papás.

Conclusión

No hablar mal del terapeuta de tu hijo, no hay que darle el ejemplo de ser cobarde, rajón, patán, y hay que cuidar el espacio de salud del hijo y no destruirlo. Si hay problemas con el profesional o desacuerdos, estos se resuelven entre adultos, los chicos no tienen nada qué hacer allí.

Es importante hablar lo menos posible del terapeuta con los chicos, para cuidar la neutralidad del espacio, para que lo que los chicos sientan o piensen sea sólo de ellos, sin mayor intervención de otras personas ajenas a la pareja paciente – terapeuta. De esa forma, la psicoterapia avanza mejor y más eficientemente.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Estrés crónico y muerte neuronal

El estrés crónico en el niño pequeño le provoca pérdida de neuronas, especialmente en un área del encéfalo llamada hipocampo. Ésta área tiene varias funciones; por ejemplo, juega un papel importante en los procesos de memoria.

Cortisol, hormona del estrés

¿Por qué sucede esto? Se ha visto que el estrés provoca que el organismo libere una hormona llamada cortisol. La segregación excesiva de esta hormona es la que provoca la pérdida de neuronas debido a los cambios fisiológicos que genera en el organismo.

Niños sobre exigidos

Así que es importante pensar qué pasa con los niños a los que desde muy pequeños se les somete a situaciones excesivamente demandantes, por ejemplo, académicas o de rendimiento, o a situaciones no recomendadas o no deseadas, como trabajo infantil, cuidado de hermanos pequeños, hacinamiento, falta de recursos básicos, falta de sueño, o a situaciones de maltrato físico o psicológico o a experiencias de abuso sexual.

Por ejemplo, si usted es padre o madre y cree que por someter a sus hijos a una sobre exigencia les van a enseñar a ser mejores, se le sugiere tomar en cuenta la posibilidad de que su comportamiento pueda estar provocando precisamente el efecto contrario, afectando y dañando físicamente su sistema nervioso, del que depende todo su rendimiento presente y futuro en toda actividad que vaya a realizar.

El punto medio entre la sobre exigencia y la irresponsabilidad

Pero cuidado, estamos hablando de una “sobre exigencia”. No estamos hablando de exigir lo necesario. Aquí es importante que los papás sepan diferenciar en qué momento las exigencias para con sus hijos pasan a ser excesivas o cuando más bien son muy bajas. Si hay dudas o desacuerdos al respecto, es necesario consultar con profesionales, absolverlas y aplicar las recomendaciones.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Estrés crónico y muerte neuronal” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (2): no seguir las recomendaciones del profesional

Es decir, ¿para qué solicitar el cuidado de un profesional en salud si no se va a hacer caso a lo que recomienda?

Lo que sucede es que existe la fantasía en las cabezas de muchas personas de que los hijos son como televisores, celulares o computadoras, que se los lleva al técnico para que los arregle bonito, sin que los padres tengan que hacer nada al respecto.

Los niños y los adolescentes no son máquinas. Si tienen dificultades no es porque están fallados, es porque responden a hechos que muchísimas veces provienen de las acciones de los propios padres. Es más, muchas veces no sólo es el hijo el que requiere psicoterapia, sino los padres también, o la familia completa. Cuando se dice esto, muchos papás reaccionan mal: “pero el que se supone que tiene el problema es fulanito, no yo”.

Seguir las recomendaciones

Cuando el terapeuta da recomendaciones a los padres, es absolutamente necesario que éstos las sigan. Un niño o adolescente por supuesto que puede ser dado de alta de una psicoterapia, no es un imposible, lo digo por experiencia.

Ser dado de alta de psicoterapia es un gran logro y trae innumerables beneficios, pero esto es posible sí y sólo sí los padres siguen las recomendaciones del profesional.

Todos los casos de los que sé que han alcanzado un alta exitosa (incluidos los que yo mismo he llevado) tienen esa carácterística: los papás siguieron las recomendaciones del terapeuta.

No seguir las recomendaciones

De por sí, la psicoterapia no es un tratamiento fácil, porque la mayoría de veces toma tiempo, constancia y es costoso. No seguir las recomendaciones del profesional agrega más obstáculos, hace más complicado, hace más costoso y más largo un tratamiento que ya de por sí es complejo.

Lamentablemente algunas recomendaciones son difíciles, más para los padres que para los hijos, pues tocan hábitos perjudiciales que ya se han hecho costumbre o tocan acciones que los padres no desean modificar. Por ejemplo (un ejemplo frecuente), un terapeuta puede recomendar a un padre separado de la mamá de sus hijos que es mejor que deje de entrar a la casa donde viven estos y que mejor ceda la llave a la mamá. Algunos padres pueden resistirse a esta recomendación, les resulta difícil, no desean y, para validar su inacción al respecto, crean justificaciones o argumentan en contra del profesional.

Obviamente, el profesional no va a hacer nada más para que se cumpla su recomendación (porque no puede). Al final los que deciden sobre la vida de los hijos son los papás, y eso tiene que respetarse. Lo lamentable es que lo más seguro es que el profesional asista impotente a una serie de consecuencias negativas: alargamiento innecesario del tratamiento, estancamiento del proceso, empeoramiento de la salud del hijo, incluso la ruina o desbaratamiento del proceso.

La peor consecuencia es la que queda fijada en la biografía del hijo: “mi papá no fue capaz de hacer algo distinto por mi salud”. Muchas veces esto queda grabado inconscientemente, condicionando la vida de las personas, otras veces sale a la luz cuando las personas son adolescentes o adultos o incluso rápidamente siendo aun niños, generando cólera, resentimiento, relaciones ambivalentes, negativas o tóxicas con los padres, etcétera.

El absurdo

Llevar a tu hijo a psicoterapia y no seguir las recomendaciones es tan absurdo como ir con un contador, que te diga “fulano, no te olvides que en tal fecha tienes que pagar tus impuestos”, y tú te zurres en la noticia, y encima a propósito. Obviamente la consecuencia es nefasta: una multa enorme por parte de la SUNAT. Lo mismo sucede con la salud de tus hijos, sólo que como no se trata de dinero, es más fácil no darse cuenta (o hacerse de la vista gorda).

Conclusión

Conclusión: si llevas a tus hijos a psicoterapia, acuérdate de que no se trata de llevar una lavadora a un técnico, se trata de tu hijo y tú tienes parte activa en su salud; ¡sigue las recomendaciones!  Si te cuesta mucho, convérsalo, enfréntalo y si es necesario trabájalo tú mismo en tu propia terapia. No es un juego, es tu salud y la salud de tus hijos.

Y recuerda: los que salen de alta y más rápido, son los que siguen las recomendaciones. Los que no siguen las recomendaciones no salen de alta nunca (el tratamiento acaba siendo interrumpido), o lo hacen muchísimo más lento.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (2): no seguir las recomendaciones del profesional” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (1): el ‘¿qué tal te fue?’

Cuando un hijo (niño o adolescente) va a psicoterapia, los papás muchas veces incurren (casi siempre sin querer) en algunas acciones que perturban el proceso de salud de su hijo o directamente lo arruinan.

Veamos una de estas acciones:

Preguntar “¿qué tal te fue?” o, peor aun, “¿de qué hablaron?” después de cada sesión

Una sesión de psicoterapia es algo muy íntimo para toda persona. En una sesión se tocan temas difíciles, dolorosos o muy personales. A veces la persona sale contenta, aliviada, otras veces sale triste o con cólera. Las sesiones de psicoterapia no son algo fácil, así como no son fáciles las visitas al médico. Así son los tratamientos de salud, muchas veces difíciles, complejos y, sobre todo, personales.

Los chicos pueden sentir que sus padres irrumpen en su espacio personal al estar constantemente preguntándoles cómo les fue en sus sesiones. Si una sesión ha sido difícil, la pregunta del papá muy posiblemente perturbe innecesariamente al hijo o posiblemente provoque que el hijo estalle en ese momento y diga “¡mal! ¡ya no quiero venir!”.

Pensémoslo de este modo: tu hijo sale de una curación dental, la primera de 5 curaciones programadas. La curación le causó dolor o malestar. Él sale, tú le preguntas cómo le fue y él te responde: “¡mal! ¡ya no quiero venir!”. ¿Acaso tú le dirías “ok, hijito, al diablo con las otras 4 curaciones, no importa que se te caigan los dientes o que se te pudran, si ya no quieres venir, ya no vienes más”?

Es el mismo efecto, sólo que en los tratamientos médicos, el interés de los papás va hacia el cuerpo de los hijos y a su estado de bienestar. En el caso de la psicoterapia, se trata del mundo interno del niño o adolescente, de sus cosas, de sus pensamientos, de sus afectos. Esto merece respeto. Si tu hijo voluntariamente empieza a conversar de su terapia, bueno, se le escucha, pero tampoco es conveniente animarlo a seguir en el tema. La psicoterapia es un tratamiento que surte efecto poco a poco y en silencio. Más bien la cháchara perturba el proceso.

Si ves a tu hijo afectado, enojado, triste o preocupado, pues le puedes preguntar si hay algún problema, como se haría, supongo, en cualquier situación similar, pero no es necesario preguntar cómo le fue en la sesión o, peor aun, preguntar qué exactamente se tocó en ella. Cuando un hijo está en terapia es bien importante ser discreto.

Efectos negativos que pueden traer estas preguntas

Preguntar constantemente “¿qué tal te fue?”, “¿qué hablaron?”, “¿cómo te fue hoy?” puede ocasionar por lo menos tres efectos negativos:

1) El hijo siente que cada sesión finaliza con una irrupción incómoda de parte de su papá o mamá. Asocia esta incomodidad con las sesiones. En consecuencia empieza a percibir las sesiones mismas como algo desagradable, ya que estas traen como consecuencia las preguntas molestas de siempre.

2) El hijo accede a ventilar sus asuntos con sus padres y habla de sus sesiones abiertamente. Aquí el tratamiento se empieza a contaminar con las intervenciones de los padres. Si el hijo quiere hablar de algo, que salga de él, sino es mejor que procese sus asuntos en soledad. La intervención forzada de los papás puede contaminar el avance de la terapia.

3) Las preguntas de los padres provocan constantemente que el hijo repita y repita que no quiere ir a terapia, provocando constantemente situaciones de malestar después de cada sesión. Nuevamente el hijo asocia “sesión” con “discusión”, “malestar”, “impotencia”, porque los papás le dicen siempre que seguirá yendo. Esto lo podría llevar a sentir que son las sesiones las que le traen malestar, cuando no necesariamente es así. También esto puede ocasionar que finalmente los padres accedan a no llevar más a su hijo a terapia. De repente, si se hubieran quedado callados, el hijo no habría protestado tanto al final de cada sesión.

Se pueden dar otros efectos un poco más rebuscados, como por ejemplo que el hijo repita y repita que sólo juega y que no ve el sentido de ir sólo a jugar. Aquí la pregunta de los papás impide que el hijo salga de la idea de que la terapia no tiene sentido. Al final de cada sesión estos papás están provocando que el hijo repita y refuerce la idea negativa, como si fuera un ritual, impidiendo que él poco a poco encuentre sentido a su psicoterapia. Nuevamente, si se hubieran quedado callados, es casi seguro que su hijo encontraba el sentido a su terapia.

Conclusión

Así que ya se sabe: si tienes hijos en terapia, evita preguntar estas cosas. Si ves mal a tu hijo, pregúntale si sucede algo, lo normal. Si no, mejor habla de otra cosa o hablen de qué hacer antes de regresar a casa, tal vez ir a algún lado, o de cualquier tema que venga al caso.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (1): el ‘¿qué tal te fue?’” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Neurogénesis en adultos: un aliado frente al envejecimiento

Todavía hay mucha gente que cree que una vez que las personas somos adultas no producimos células nerviosas, especialmente neuronas. Pero en realidad se sabe que los adultos sí podemos hacerlo, lo que significa que nuestras capacidades y posibilidades no necesariamente tienen que ir siempre cuesta abajo a medida que pasan los años.

Si bien es un tema en constante debate, hay investigaciones científicas que afirman que el ejercicio físico y el ejercicio de actividades relacionadas con el lenguaje (lectura, escritura, habla, idiomas, etc.) ayudan o estimulan la neurogénesis.

De esta manera podemos rescatar una serie de actividades que es recomendable realizar de forma constante: ejercicio físico, práctica de deportes, relacionarse con personas, escribir, leer, escuchar, dialogar, comunicarse en general, evitar el aislamiento. Así nuestro sistema nervioso estará activo y alentado a seguir desarrollándose, retrasando la vejez, la decadencia y la pérdida de habilidades asociadas con el paso de los años, y mejorando nuestra calidad de vida.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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Espiritualidad y salud: la investigación acerca del sistema inmune y la asistencia a servicios religiosos en adultos mayores

Precisamente en la penúltima entrada venía comentando acerca del aspecto espiritual de las personas y cómo éste vendría a conformar una cuarta dimensión de la salud en general (junto con la salud física, mental y social).

Hace unos días vi que en las redes sociales circulaba un enlace a un blog que proclamaba que “la espiritualidad alarga la vida”. La entrada en cuestión hacía referencia a una investigación publicada en 1997 en el Journal of Psychiatry in Medicine, en la que los investigadores tomaron a 1718 sujetos de 65 o más años que habían estado asistiendo al Establishment of Populations for Epidemiologic Studies of the Elderly (EPESE) project, ubicado en Duke, y los separaron en dos grupos: uno que asistía a servicios religiosos y el otro que no.

El análisis de las muestras de sangre dio como resultado que, en general, estadísticamente hablando, el sistema inmunológico de las personas que asistían a servicios religiosos era más saludable que el de las personas que no lo hacían. Los investigadores se limitaron a enseñar este resultado y declararon no saber explicar cómo es que se explicaría esto.

El debate de los internautas

A mí me parece que la información emitida por el blog mencionado podría haber alterado un poco los datos de la investigación científica original publicada en el Journal. El blog afirmaba que se había demostrado que “la espiritualidad alarga la vida”, cuando en realidad la investigación publicada no concluye eso, limitándose sólo a publicar el dato encontrado, sin siquiera poder explicar a qué se debe.

Obviamente esto alteró un poco los ánimos de las personas que no tienen una vida espiritual desarrollada y/o de aquellas que no son religiosas. Algo que se comentaba mucho, por ejemplo, era que religión no es lo mismo que espiritualidad. Algunos por ahí decían incluso que religión es lo contrario de espiritualidad.

Más allá de estas discusiones, que podrían tornarse bizantinas, y más allá de la probable poca objetividad con la que el blog difundió la investigación original, remitámonos justamente a dicha investigación: en ella, los adultos mayores que asistían a servicios religiosos presentaron, en su conjunto, un sistema inmune más saludable que los adultos mayores que no lo hacían. Ese fue el hallazgo. A partir de este dato concreto, cada quién es libre de sacar sus conclusiones, aunque creo que lo más saludable sería investigar más antes de concluir nada.

Referencia

Harold G. Koenig, Harvey Jay Cohen, Linda K. George , Judith C. Hays, David B. Larson, Dan G. Blazer (1997). “Attendance at Religious Services, Interleukin-6, and Other Biological Parameters of Immune Function in Older Adults”. En: The International Journal of Psychiatry in Medicine. Volumen 27. Número 3. Páginas: 233 – 250.

Trabajar en malas condiciones y síntomas depresivos: una relación a tomar en cuenta

Se ha encontrado evidencia científica de que hay una relación entre las condiciones de trabajo negativas y los síntomas depresivos.

Podemos entender que una persona trabaja en condiciones negativas cuando el trabajo involucra situaciones que afectan negativamente la salud de la persona, por ejemplo, hacinamiento, incomodidad, acoso, ambiente inadecuado, poca ventilación, mala paga o paga atrasada, mal clima laboral, horas excesivas de trabajo, etcétera.

Síntomas depresivos pueden ser por ejemplo, falta de apetito o apetito exagerado, estado de tristeza general, falta de energía, episodios de llanto, pensamientos de muerte, insomnio o exceso de sueño, apatía, entre otros.

Ahora hay evidencia de que ambos (malas condiciones de trabajo y síntomas depresivos) están relacionados. Ahora pensar en cambiar de empleo ante las malas condiciones laborales es también necesario por la propia salud, ya no sólo por la economía, por el malestar en horas de trabajo o por no tener tiempo para nada (“no tener vida”, como se dice). Recordemos que estos síntomas depresivos provocan que la persona deje de vivir bien, lo que nos lleva a pensar en el vicio de “vivir para trabajar” y no “trabajar para vivir”.

Referencia

Journal of Occupational and Environmental Medicine (2013). “Negative Working Conditions Score’ Linked to Depressive Symptoms”. On line: http://www.newswise.com/articles/negative-working-conditions-score-linked-to-depressive-symptoms

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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La salud

Ya cuento unas tres veces que me comentan que mi blog, por momentos, habla mucho de “temas físicos” o de “salud física” y que no parece tanto un blog sobre psicología. Entonces me parece importante explicar cómo entiendo este asunto de la salud.

Divisiones artificiales 

Anteriormente (y lamentablemente aun ahora en muchos ámbitos de salud) se hacía la división entre “salud física” y “salud mental”. De alguna forma esta división se mantiene hasta ahora, pero ya no de la misma manera. Ahora se concibe la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS). Últimamente he escuchado que la OMS (Organización Mundial de la Salud) viene debatiendo sobre si agregar a estos tres estados (físico, mental y social), el aspecto espiritual de la persona, cosa que me parece necesaria.

De tal forma que se podría entender la salud como un engranaje armonioso entre:

1. El aspecto físico y/o biológico

2. El aspecto mental, emocional y/o comportamental

3. El aspecto social

4. El aspecto espiritual

Estos cuatro aspectos de la vida de las personas, me parecen en realidad indivisibles. Si nosotros podemos hablar por separado de cada uno de ellos, es porque para entender este asunto, necesitamos, de algún modo, separar las cosas. Pero en la realidad, no existiría tal separación.

Ahora, en la cabecera de este blog, pongo que se trata de un blog acerca de temas de salud mental y psicoterapia, porque, debido a mi profesión giro más en torno a los asuntos mentales, emocionales o comportamentales. Y, sin embargo, al hablar de estos temas, me veo prácticamente en la necesidad de visitar también los otros aspectos de nuestras vidas, porque en la realidad, no hay ninguna separación. 

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 Un ejemplo de este mismo blog

Pongamos ejemplos muy sencillos. En una entrada anterior hablamos sobre los beneficios de caminar en adultos mayores. La recomendación (caminar) parece propia de la “salud física” y puede que no se sienta nada “psicológica”. Pero, por ejemplo, en el estudio mencionado en esa entrada se vio que los adultos mayores que caminaban tenían menos riesgo de desarrollar discapacidades. Ahora cabría preguntarse: ¿qué trae como consecuencia una discapacidad? Entre otras cosas, por ejemplo, depresión, y aquí sí entramos en el terreno propio de la llamada “salud mental”. Prestemos atención a cómo un tema físico, como caminar, acaba siendo un factor de prevención de no sólo afecciones físicas, sino también emocionales.

Otro ejemplo de la misma entrada. Prestemos atención a la imagen que colgué:

Dice claramente: “caminar reduce el estrés”, “caminar reduce los síntomas de la depresión”, “caminar aumenta el buen humor”. Se trata de tres afirmaciones directamente relacionadas con el aspecto psicológico de las personas.

Pero podríamos no quedarnos con eso. Dice que “caminar reduce el riesgo de cáncer”. Más allá de que podría tratarse de una generalización aventurada por parte de los autores de la imagen, nos están hablando de cáncer. El cáncer, tendemos a creer, es una enfermedad física, pero trae obvias consecuencias psicológicas, no sólo para el paciente, sino para su familia y su entorno. Y no sólo eso: hay estudios que ya hace décadas han relacionado distintos tipos de cánceres con factores psicológicos. Es decir, lo psicológico está en los antecedentes (incluso en las causas) del cáncer, como también en las consecuencias del mismo. Y más aun, los factores psicológicos actúan en la misma evolución de la enfermedad. Por ejemplo, hay pocas cosas peores para un paciente oncológico que el ser sometido a episodios de estrés muy intenso. Veamos cómo una enfermedad aparentemente física, se enlaza tan notablemente con aspectos psicológicos.

Lo mismo podemos decir del resto de afirmaciones, incluso la que afirma que “es gratis” (y no exagero), pero podríamos dejar eso a la imaginación y visualización de cada quién.

Otro ejemplo de este mismo blog

La entrada titulada “la importancia de tomar un buen desayuno todos los días“, podríamos sentirla como “muy física” o “muy poco psicológica”, y con razón. Sin embargo, leyendo a través de ella encontraremos que entre las consecuencias de no tomar un buen desayuno todos los días se menciona irritabilidad y ansiedad.

Nuevamente, podemos no quedarnos con eso y ver que nuevamente se menciona el riesgo de cáncer y otras afecciones aparentemente físicas que traen implicancias psicológicas innegables, como celulitis y sobrepeso. ¿Qué afecciones psicológicas? Por ejemplo, baja autoestima, deterioro de la autoimagen corporal, problemas de pareja, etcétera.

Otra vez vemos cómo un asunto aparentemente nutricional (físico), se enlaza irremediablemente con asuntos psicológicos, no sólo en sus consecuencias, sino también en sus causas. Preguntémonos por qué alguien no toma desayuno y encontraremos asuntos psicológicos o sociales activos generando ese problema.

Problemas como consecuencia de no ver la salud como una unidad en los médicos no psiquiatras

Es muy frecuente escuchar que un médico ve que hay una lesión pero no sabe explicar a qué se debe. Dándose esta situación, he escuchado estos tres casos:

1. Muchos médicos no atinan a decir nada al paciente (“no, no sé qué es, es algo raro”) y simplemente dan tratamiento a la lesión sin explicar ni interesarse por sus causas.

2. Otros médicos atribuyen muchas de estas situaciones a la palabra indefinida que ya casi es un cliché: “podría ser estrés”.

3. Y algunos pocos, como parte de las recomendaciones dicen al paciente que vaya a evaluación psicológica como parte del tratamiento.

Da la sensación de que unos médicos (caso 1) hacen una separación tajante entre salud física y salud mental, de tal forma que no conciben un posible origen psicosomático (causas psicológicas para simplificarlo más) de la enfermedad física y prefieren no decir nada. Da la sensación de que otros (caso 2) al menos sugieren la posibilidad de situaciones estresantes. Mientras que algunos pocos (caso 3) ven a la psicología como un área más, que ellos no manejan y que podría ser importante investigar y tratar en la dolencia inexplicable del paciente.

El caso 3 me da la mejor sensación. El caso 2 me parece insuficiente e incluso pretencioso (un médico no psiquiatra que se cree psicólogo o psiquiatra) y el caso 1 me parece terriblemente peligroso, pues al estar ciego al poder que tiene el estado psicológico del paciente, el médico se queda conforme con no ver el origen posible, de tal manera que no podrá atacarlo, lo que a la larga perpeturá la enfermedad, como sucede muchas veces con un gran número de enfermedades crónicas que condenan a los pacientes a vivir visitando clínicas u hospitales. Todo eso por creer, erróneamente, que la salud física no tiene nada que ver con la salud mental.

Por último, ni siquiera se necesita que la enfermedad sea inexplicable en su origen. Ya se sabe hace años que muchas enfermedades físicas están relacionadas previamente con aspectos psicológicos, por ejemplo, el cáncer, las afecciones de la piel, las alergias, las afecciones del tracto digestivo, etcétera. Pero parece que estamos todavía muy lejos de ver las cosas en toda su complejidad y actuar en consecuencia.

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Problemas como consecuencia de no ver la salud como una unidad en los médicos psiquiatras

Con alarmante frecuencia se ve que los médicos psiquiatras se contentan con tratar a sus pacientes con medicamentos y citarlos para sus controles (por ejemplo, una vez al mes). Esto es insuficiente. Cuando hay una afección psiquiátrica (depresión, ansiedad, ataques de pánico, trastornos alimenticios, etc.) no es suficiente medicar a los pacientes. Se necesita, además del tratamiento psiquiátrico, un tratamiento psicoterapeutico, que permita aspirar a que algún día el paciente no dependa de los fármacos; pero muchas veces esto no se da, no sólo por ignorancia (comprensible) del paciente, sino porque el psiquiatra cree que el problema del paciente es físico y sólo se controla con fármacos. No toma en cuenta para nada el aspecto psicológico de la persona y no hace ninguna recomendación al respecto.

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Problemas como consecuencia de no ver la salud como una unidad en los psicólogos

Aquí hay un problema que yo he visto desde muy cerca. Muchos colegas psicólogos o psicoterapeutas están erróneamente convencidos de que las dificultades de sus pacientes son sólo emocionales o mentales y que ahí no tiene que ver nada físico. De tal manera que se colocan en una posición absolutamente incapaz de detectar cuándo es que un paciente necesita una evaluación psiquiátrica o médica, en general.

Esto es un problema serio, porque al no detectar esto, el paciente tratado sólo con psicoterapia, no mejorará en su problemática o lo hará demasiado lento (más aun de lo que ya suele ser). Y esto es más grave aun cuando se trata de niños.

En cambio, un psicólogo o psicoterapeuta que se da cuenta de que tal problema psicológico puede deberse a asuntos físicos, será oportuno en recomendar evaluación médica cuando sea necesario o detectará temas de alimentación, de hábitos o temas laborales, porque está atento a que la salud no es sólo mental, sino que es un conjunto indivisible con lo físico, lo social y lo espiritual, y que estas otras tres áreas pueden tener mucho que ver con lo que se está intentando aliviar.

Conclusión

La salud es indivisiblemente física, espiritual, social y mental. Aquí cuatro fórmulas, pesadas de leer pero necesarias:

1. Los problemas físicos pueden ver su origen en otros problemas físicos, o bien en problemas espirituales, sociales o mentales.

2. Los problemas espirituales pueden ver su origen en otros problemas espirituales, o bien en problemas físicos, sociales o mentales.

3. Los problemas sociales pueden ver su origen en otros problemas sociales, o bien en problemas físicos, espirituales o mentales.

4. Y, naturalmente, los problemas psicológicos o mentales pueden tener su origen en otros problemas mentales, como también en problemas espirituales, físicos o sociales.

Y esta última es la fórmula que más nos interesa (aunque nos interesan en realidad las cuatro). Por eso es que aquí a veces hablamos del desayuno, de la alimentación, del cáncer, del envejecimiento, de los hábitos, del trabajo, del sistema nervioso, y posiblemente, acabemos hablando también de asuntos de índole espiritual: investigaciones acerca de cómo prácticas espirituales, como la meditación o el yoga, traen beneficios en la salud de las personas, problemas familiares debido a la multiplicidad de credos en una misma familia extensa o nuclear, problemas de cruces entre el credo del colegio y el credo de los papás, etcétera.

Así que ya sabemos: podemos tomar a la salud como un indivisible: salud fìsica, salud mental, salud social y salud espiritual, y así obtenemos un panorama más amplio para nuestro cuidado y el de nuestros seres queridos.

 

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“La salud” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

¿Teléfonos celulares y tablets antes de los 14?

Los teléfonos celulares, las computadoras portátiles y las tablets han sido creadas para uso adulto. Esto no es ninguna novedad. Este tipo de dispositivos nació con la idea de mejorar aspectos de la vida laboral de las personas, y es sabido también que los niños y adolescentes no trabajan (o no deberían trabajar), y si trabajan, es raro que necesiten para ello un dispositivo electrónico.

Los dispositivos portátiles que sí han sido concebidos (también) para menores han sido las consolas de videojuegos, pensadas y hechas principalmente para jugar, puesto que, a diferencia del trabajo, menores y mayores sí juegan (o deberían jugar).

Si no es con fines laborales, ¿para qué quieren o para qué se les da teléfonos celulares y tablets a los niños?

Los niños y adolescentes piden a sus padres este tipo de dispositivos electrónicos, o estos se los dan de forma espontánea, básicamente para 4 cosas:

1. Para jugar o entretenerse: papel que también siempre han cumplido las consolas de videojuegos.

2. Por monería, por moda, por lucimiento, de tal forma que más valiosa es la marca y el modelo del dispositivo que el dispositivo mismo: aquí sí las consolas de videojuegos no pueden cumplir este rol. Es imposible que se haga la caricatura, hasta cierto punto ridícula, de ver a un niño de 8 años haciéndola de ejecutivo con un iphone pegado a la oreja, con una consola Nintendo DS.

3. Para mantener ocupado y lejos a su hijo: este objetivo también es compartido con las videoconsolas, con la diferencia de que el uso intensivo de internet que se hace a través de las tablets y teléfonos celulares hace que el menor esté expuesto a más factores nocivos, en comparación con los riesgos que conlleva el uso de las videoconsolas, que ya es bastante (con las videoconsolas los riesgos tienen que ver esencialmente con las adicciones; con los teléfonos y tablets, estos riesgos se multiplican y llegan hasta niveles físicos – por ejemplo, ondas electromagnéticas provenientes de las señales telefónicas y wi-fi y su posible asociación con enfermedades físicas como el cáncer).

4. Para mantenerse en contacto con el menor: esta básicamente es una necesidad de protección (o de sobreprotección según sea el caso) y se aplica básicamente a teléfonos celulares. Lo interesante de esta razón es que para cubrir esta necesidad o deseo, no es necesario un dispositivo muy sofisticado.

Una recomendación interesante al respecto

La Asociación Protegeles, institución española de protección a la infancia, ha hecho una recomendación que me ha parecido muy interesante. Protegeles recomienda primero algo que ya se ha dicho muchas veces: no comprar dispositivos electrónicos como tablets o celulares a menores de 14 años si los padres no van a supervisar directamente su uso.

En otras palabras: si usted trabaja demasiado y no está en casa con sus hijos lo suficiente (esos papás que llegan a casa en la noche todos los días) o si no puede o no desea dedicarle demasiado tiempo a sus hijos, por favor, no le compre tablet o celular a su hijo menor de 14 años. Básicamente ése es el mensaje.

Lo interesante viene en este punto: Protegeles recomienda que si los papás están dispuestos a involucrarse en serio en la supervisión del uso de estos dispositivos, es bueno iniciar a sus hijos en el uso de los dispositivos antes de la adolescencia (por ejemplo, a los 9 o 10 años). ¿Por qué? Porque a esta edad, a diferencia de la pubertad y de la adolescencia, los chicos son más receptivos a las indicaciones y a la supervisión de sus papás y también son más abiertos; por ejemplo, podrían incluso desear compartir abiertamente sus fotos o sus conversaciones con sus papás. De esta forma se hace más sencilla y llevadera la necesaria supervisión parental.

Referencia

“Diez consejos para que controles la tablet o el móvil de tu hijo”. Online: Abc.es

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“¿Teléfonos celulares y tablets antes de los 14?” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.