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Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (2): no seguir las recomendaciones del profesional

Es decir, ¿para qué solicitar el cuidado de un profesional en salud si no se va a hacer caso a lo que recomienda?

Lo que sucede es que existe la fantasía en las cabezas de muchas personas de que los hijos son como televisores, celulares o computadoras, que se los lleva al técnico para que los arregle bonito, sin que los padres tengan que hacer nada al respecto.

Los niños y los adolescentes no son máquinas. Si tienen dificultades no es porque están fallados, es porque responden a hechos que muchísimas veces provienen de las acciones de los propios padres. Es más, muchas veces no sólo es el hijo el que requiere psicoterapia, sino los padres también, o la familia completa. Cuando se dice esto, muchos papás reaccionan mal: “pero el que se supone que tiene el problema es fulanito, no yo”.

Seguir las recomendaciones

Cuando el terapeuta da recomendaciones a los padres, es absolutamente necesario que éstos las sigan. Un niño o adolescente por supuesto que puede ser dado de alta de una psicoterapia, no es un imposible, lo digo por experiencia.

Ser dado de alta de psicoterapia es un gran logro y trae innumerables beneficios, pero esto es posible sí y sólo sí los padres siguen las recomendaciones del profesional.

Todos los casos de los que sé que han alcanzado un alta exitosa (incluidos los que yo mismo he llevado) tienen esa carácterística: los papás siguieron las recomendaciones del terapeuta.

No seguir las recomendaciones

De por sí, la psicoterapia no es un tratamiento fácil, porque la mayoría de veces toma tiempo, constancia y es costoso. No seguir las recomendaciones del profesional agrega más obstáculos, hace más complicado, hace más costoso y más largo un tratamiento que ya de por sí es complejo.

Lamentablemente algunas recomendaciones son difíciles, más para los padres que para los hijos, pues tocan hábitos perjudiciales que ya se han hecho costumbre o tocan acciones que los padres no desean modificar. Por ejemplo (un ejemplo frecuente), un terapeuta puede recomendar a un padre separado de la mamá de sus hijos que es mejor que deje de entrar a la casa donde viven estos y que mejor ceda la llave a la mamá. Algunos padres pueden resistirse a esta recomendación, les resulta difícil, no desean y, para validar su inacción al respecto, crean justificaciones o argumentan en contra del profesional.

Obviamente, el profesional no va a hacer nada más para que se cumpla su recomendación (porque no puede). Al final los que deciden sobre la vida de los hijos son los papás, y eso tiene que respetarse. Lo lamentable es que lo más seguro es que el profesional asista impotente a una serie de consecuencias negativas: alargamiento innecesario del tratamiento, estancamiento del proceso, empeoramiento de la salud del hijo, incluso la ruina o desbaratamiento del proceso.

La peor consecuencia es la que queda fijada en la biografía del hijo: “mi papá no fue capaz de hacer algo distinto por mi salud”. Muchas veces esto queda grabado inconscientemente, condicionando la vida de las personas, otras veces sale a la luz cuando las personas son adolescentes o adultos o incluso rápidamente siendo aun niños, generando cólera, resentimiento, relaciones ambivalentes, negativas o tóxicas con los padres, etcétera.

El absurdo

Llevar a tu hijo a psicoterapia y no seguir las recomendaciones es tan absurdo como ir con un contador, que te diga “fulano, no te olvides que en tal fecha tienes que pagar tus impuestos”, y tú te zurres en la noticia, y encima a propósito. Obviamente la consecuencia es nefasta: una multa enorme por parte de la SUNAT. Lo mismo sucede con la salud de tus hijos, sólo que como no se trata de dinero, es más fácil no darse cuenta (o hacerse de la vista gorda).

Conclusión

Conclusión: si llevas a tus hijos a psicoterapia, acuérdate de que no se trata de llevar una lavadora a un técnico, se trata de tu hijo y tú tienes parte activa en su salud; ¡sigue las recomendaciones!  Si te cuesta mucho, convérsalo, enfréntalo y si es necesario trabájalo tú mismo en tu propia terapia. No es un juego, es tu salud y la salud de tus hijos.

Y recuerda: los que salen de alta y más rápido, son los que siguen las recomendaciones. Los que no siguen las recomendaciones no salen de alta nunca (el tratamiento acaba siendo interrumpido), o lo hacen muchísimo más lento.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (2): no seguir las recomendaciones del profesional” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (1): el ‘¿qué tal te fue?’

Cuando un hijo (niño o adolescente) va a psicoterapia, los papás muchas veces incurren (casi siempre sin querer) en algunas acciones que perturban el proceso de salud de su hijo o directamente lo arruinan.

Veamos una de estas acciones:

Preguntar “¿qué tal te fue?” o, peor aun, “¿de qué hablaron?” después de cada sesión

Una sesión de psicoterapia es algo muy íntimo para toda persona. En una sesión se tocan temas difíciles, dolorosos o muy personales. A veces la persona sale contenta, aliviada, otras veces sale triste o con cólera. Las sesiones de psicoterapia no son algo fácil, así como no son fáciles las visitas al médico. Así son los tratamientos de salud, muchas veces difíciles, complejos y, sobre todo, personales.

Los chicos pueden sentir que sus padres irrumpen en su espacio personal al estar constantemente preguntándoles cómo les fue en sus sesiones. Si una sesión ha sido difícil, la pregunta del papá muy posiblemente perturbe innecesariamente al hijo o posiblemente provoque que el hijo estalle en ese momento y diga “¡mal! ¡ya no quiero venir!”.

Pensémoslo de este modo: tu hijo sale de una curación dental, la primera de 5 curaciones programadas. La curación le causó dolor o malestar. Él sale, tú le preguntas cómo le fue y él te responde: “¡mal! ¡ya no quiero venir!”. ¿Acaso tú le dirías “ok, hijito, al diablo con las otras 4 curaciones, no importa que se te caigan los dientes o que se te pudran, si ya no quieres venir, ya no vienes más”?

Es el mismo efecto, sólo que en los tratamientos médicos, el interés de los papás va hacia el cuerpo de los hijos y a su estado de bienestar. En el caso de la psicoterapia, se trata del mundo interno del niño o adolescente, de sus cosas, de sus pensamientos, de sus afectos. Esto merece respeto. Si tu hijo voluntariamente empieza a conversar de su terapia, bueno, se le escucha, pero tampoco es conveniente animarlo a seguir en el tema. La psicoterapia es un tratamiento que surte efecto poco a poco y en silencio. Más bien la cháchara perturba el proceso.

Si ves a tu hijo afectado, enojado, triste o preocupado, pues le puedes preguntar si hay algún problema, como se haría, supongo, en cualquier situación similar, pero no es necesario preguntar cómo le fue en la sesión o, peor aun, preguntar qué exactamente se tocó en ella. Cuando un hijo está en terapia es bien importante ser discreto.

Efectos negativos que pueden traer estas preguntas

Preguntar constantemente “¿qué tal te fue?”, “¿qué hablaron?”, “¿cómo te fue hoy?” puede ocasionar por lo menos tres efectos negativos:

1) El hijo siente que cada sesión finaliza con una irrupción incómoda de parte de su papá o mamá. Asocia esta incomodidad con las sesiones. En consecuencia empieza a percibir las sesiones mismas como algo desagradable, ya que estas traen como consecuencia las preguntas molestas de siempre.

2) El hijo accede a ventilar sus asuntos con sus padres y habla de sus sesiones abiertamente. Aquí el tratamiento se empieza a contaminar con las intervenciones de los padres. Si el hijo quiere hablar de algo, que salga de él, sino es mejor que procese sus asuntos en soledad. La intervención forzada de los papás puede contaminar el avance de la terapia.

3) Las preguntas de los padres provocan constantemente que el hijo repita y repita que no quiere ir a terapia, provocando constantemente situaciones de malestar después de cada sesión. Nuevamente el hijo asocia “sesión” con “discusión”, “malestar”, “impotencia”, porque los papás le dicen siempre que seguirá yendo. Esto lo podría llevar a sentir que son las sesiones las que le traen malestar, cuando no necesariamente es así. También esto puede ocasionar que finalmente los padres accedan a no llevar más a su hijo a terapia. De repente, si se hubieran quedado callados, el hijo no habría protestado tanto al final de cada sesión.

Se pueden dar otros efectos un poco más rebuscados, como por ejemplo que el hijo repita y repita que sólo juega y que no ve el sentido de ir sólo a jugar. Aquí la pregunta de los papás impide que el hijo salga de la idea de que la terapia no tiene sentido. Al final de cada sesión estos papás están provocando que el hijo repita y refuerce la idea negativa, como si fuera un ritual, impidiendo que él poco a poco encuentre sentido a su psicoterapia. Nuevamente, si se hubieran quedado callados, es casi seguro que su hijo encontraba el sentido a su terapia.

Conclusión

Así que ya se sabe: si tienes hijos en terapia, evita preguntar estas cosas. Si ves mal a tu hijo, pregúntale si sucede algo, lo normal. Si no, mejor habla de otra cosa o hablen de qué hacer antes de regresar a casa, tal vez ir a algún lado, o de cualquier tema que venga al caso.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (1): el ‘¿qué tal te fue?’” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Neurogénesis en adultos: un aliado frente al envejecimiento

Todavía hay mucha gente que cree que una vez que las personas somos adultas no producimos células nerviosas, especialmente neuronas. Pero en realidad se sabe que los adultos sí podemos hacerlo, lo que significa que nuestras capacidades y posibilidades no necesariamente tienen que ir siempre cuesta abajo a medida que pasan los años.

Si bien es un tema en constante debate, hay investigaciones científicas que afirman que el ejercicio físico y el ejercicio de actividades relacionadas con el lenguaje (lectura, escritura, habla, idiomas, etc.) ayudan o estimulan la neurogénesis.

De esta manera podemos rescatar una serie de actividades que es recomendable realizar de forma constante: ejercicio físico, práctica de deportes, relacionarse con personas, escribir, leer, escuchar, dialogar, comunicarse en general, evitar el aislamiento. Así nuestro sistema nervioso estará activo y alentado a seguir desarrollándose, retrasando la vejez, la decadencia y la pérdida de habilidades asociadas con el paso de los años, y mejorando nuestra calidad de vida.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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