• 3 junio 2015

En la frontera entre Tailandia y Malasia, en lo profundo de la selva, hay una zona que esconde uno de los más oscuros secretos posibles.

Campamentos donde traficantes humanos retienen a inmigrantes birmanos, los torturan, violan y muchas veces los asesinan.

Los que logran escapar no encuentran mejores perspectivas en Malasia, donde se ven forzados a mendigar, no son reconocidos por las autoridades locales y ni siquiera la ONU les brinda ayuda.

El enviado especial de la BBC Ian Pannell y el camarógrafo Darren Convay visitaron uno de estos “campamentos de la muerte” recientemente allanado por la policía y hablaron con algunos de los sobrevivientes.

Sueños aplastados

Forenses examinan el campamento
Hasta ahora, las autoridades han encontrado 140 cadáveres en el campamento.

La agreste frontera entre Malasia y Tailandia es una tupida selva muchas veces envuelta en una neblina donde no sólo se desvanecieron los sueños de los inmigrantes de una tierra prometida sino donde decenas de tumbas y esqueletos son pruebas de su espantosa suerte.

Los inmigrantes son musulmanes de la etnia rohingya, perseguidos en su nativa Birmania (también conocida como Myanmar).

Las autoridades en Myanmar no los reconocen como ciudadanos de ese país. Los rohingya son efectivamente personas sin estado.

Grandes números emprenden una peligrosa travesía en busca de mejores horizontes en Malasia.

Para llegar a esa “tierra prometida” se ponen en manos de traficantes quienes les cobran para transportarlos en un arriesgando viaje por mar.

Pero no los llevan al destino esperado. Los retienen como rehenes en campamentos en la selva y extorsionan a sus familias en Myanmar por un rescate. Si no reciben pago, son golpeados, torturados, violados y muchos eventualmente ahorcados.

Lea: Los rohingya: el pueblo musulmán que el mundo olvidó

La BBC llegó a uno de estos campamentos que fue recientemente allanado por la policía malasia.

Es un asentamiento improvisado, con un poco de leña y palos amarrados que ofrecen poco amparo y protección para quienes estuvieron retenidos aquí, pero algunos fueron rehenes hasta por dos años.

Se cree que hay más de 40 campamentos como éste en esta jungla, se han recuperado casi 140 cadáveres hasta ahora y se prevé que puede haber cientos más enterrados en la zona, informa Ian Pannell.

Memorias del sufrimiento

Cuando las autoridades cercaron el campamento, los traficantes huyeron y los migrantes sobrevivientes lograron escapar.

Abdul Hakim salió a rastras de la selva con lo único que tenía puesto: una pantaloneta.

Cicatrices
Hakim dice que los torturaban con aceite caliente y ahorcaban a algunos de los rehenes.

“A finales de este mes iba a cumplir dos años en el campamento. No podíamos pagar el rescate así que nos retuvieron y nos torturaron”, dice Hakim, que tiene el rostro de un hombre atormentado por el miedo.

Fue privado de alimento, golpeado y en sus brazos lleva las cicatrices de las torturas a las que fue sometido.

“Nos echaban aceite hirviendo. Algunas veces ahorcaban a los rehenes. Muchos murieron, el lugar estaba cubierto de tumbas. Muchos muertos”.

Es difícil pensar cómo borrarán de sus mentes la memoria de semejante sufrimiento.

Ian Pannell habló con Rashida, que tiene a una pequeña hija a quien ama pero que siempre le hará recordar el campamento donde estuvo retenida; fue violada por tantos hombres que no sabe quién es el padre de su niña.

“A los muchachos los golpearon y mataron. A las muchachas que no les daban dinero nos violaban”, revela.

“Invisibles”

Rashida dice que la vida es tan mala en Myanmar que no podían sobrevivir allí y por eso se fueron.

Rashida mendigando en un puente en Malasia
Para Rashida, las perspectivas no son nada prometedoras en Malasia.

Pero, ahora que han sido rescatados de los campamentos en la selva, las perspectivas en Malasia son igual de lamentables.

“Aquí también es difícil sobrevivir. Cuando salimos la policía nos quita el dinero, algunas veces nos arrestan. Pensamos que Malasia sería mejor, pero es la misma cosa”, explica Rashida.

Para aquellos que sobreviven los campamentos no hay ni dignidad ni esperanza en Malasia.

No tienen ningún estatus en lo que pensaban era la tierra prometida. Son personas invisibles, señala el enviado especial de la BBC.

Lea: Tailandia deporta a 1.300 birmanos de la minoría rohingya

Rashida no tiene más opción que mendigar en un puente con su bebé, al lado de otros inmigrantes de Myanmar para apenas sobrevivir.

Malasia no los clasifica como refugiados, Naciones Unidas dejó de emitirles documentos y no les ha brindado ayuda.

Han soportado las peores condiciones a las que se puede rebajar el ser humano, aun así, nadie los vé y nadie quiere asumir responsabilidad por ellos.

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