Por: Devanir Da Silva 

 

Proponer en los varones una conversación distinta y destrabar la dinámica cultural, del día a día, en los grupos de varones es ciertamente una tarea titánica pero muchos sabemos que los limites no lo ponen “los otros” sino cada uno.

Las cicatrices en los varones son signo de una serie de denominativos positivos como valentía, honor y defensa de la vida. “Para los hombres, las heridas son flores” se titula una de las investigaciones antropológicas en esta misma linea, realizada por una mujer ciertamente llamada Alexandra Martines Flores. Las cicatrices son los vestigios de los hechos heroicos de aquellos varones que están bajo el modelo tradicional de género.

Una de mis preguntas en torno este tema surgió cuando estaba haciendo un trabajo para la universidad en la caleta de pescadores en Los Vilos y estábamos, con dos compañeros de curso, en el tema del consumo de marihuana en los jóvenes. Y en los distintos intentos para llegar a los jóvenes nos metimos a la caleta para hablar con los papás, usualmente insertos en las labores que ofrece laboralmente el sector, de aquellos adolescentes. Al hablar con ellos, averiguando quienes tenían hijos adolescentes, en una conversa fue interesante por motivos varios pero uno de los temas es que habló mucho de sus cicatrices en las mano especialmente la izquierda porque era esa que sostenía el pescado mientras lo faenaba. Era todo un discurso sobre lo destacado y valeroso era su trabajo, y que le había permitido mantener su familia.

Más allá de la autocomplacencia en el discurso, mis preguntas surgieron a posterior desde los estudios de masculinidad se relacionaban con cómo el discurso nunca fue por el lado de la torpeza. Estaba, sin duda, mostrándome a mi, un estudiante de antropología, que él sí era un varón. Seguramente y esto muy posteriormente, asumí que en parte ese discurso era lo que le quería decir a su propio hijo que quizás no estaba “ni ahí con él”. Hay entonces una huella o cicatriz emocional que los varones no podemos mencionarla sino en relación las manifestaciones materiales o físicas.

Es por ahora más fácil referirse a las cicatrices que se pueden ver con los ojos pero no las que no se pueden ver. Así como las cicatrices son un signo de muerte y sacrificio de los varones que toman aristas mesiánicas más bien son síntomas de una necesidad por un lado de reconocimiento pero lo mas importante es que son epifenómenos de la herida emocional de los varones entorno a su socialización tóxica que los inmoviliza, especialmente cuando se habla de temas emocionales en varones cuando están en grupos.

Es necesario desestigmatizar esto para posibilitar la conversación sincera en varones sobre sí mismos sin que esto conlleve a una homosexualización o feminización ridícula sobre su condición de género. Ahora, varias y varios dirían que esto es muy difícil por no decir imposible porque “así es”. Ahora, este argumento apunta justamente a modelar y fijar aún mas el status quo del tema. Proponer en los varones una conversación distinta y destrabar la dinámica cultural, del día a día, en los grupos de varones es ciertamente una tarea titánica pero muchos sabemos que los limites no lo ponen “los otros” sino cada uno, y “los otros” solo es el epifenómeno de la excusa del hablante para no hablar ni situarse él mismo en el lugar débil, expuesto y vulnerable.

Esta reflexión emerge de un simple acto de torpeza de mi parte cuando estaba desmalezando el terreno de mi madre que vive en el campo. Con el machete me dirigí, orgullosamente, a cortar la maleza. No tardé mucho en hacerme un corte en la tibia cerca del tobillo al cortar. Suena más grave de lo que fue porque más me quedó un moretón en la tibia que el corte mismo, que no superó el centímetro de largo. Al compartir esta torpeza con cercanos ciertamente afloró el tema pero me generó la pregunta sobre cómo pensamos, los varones, los actos de manera heroica y no de simple torpeza. Porque enlazar los actos de torpeza en actos de una trascendencia casi divina. Este acto, de simbolizar el acto consumado de torpeza, es colectivo y no es solo un acto individual ni queda en lo singular sino se “viraliza” (para usar terminología tecnológica) culturalmente.

Así como el que faenaba los pescados en la caleta de Los Vilos y muchos otros, incluyéndome, muestra quizás más bien una identidad masculina en necesidad de una mirada menos puesta en escena publica y mirada hacía lo intimo, pero que no permanezca ahí sino se ponga en escena social (exposición desde la debilidad, torpeza, etc Ojo todos aspecto culturalmente negativos en lo masculino) desde la militanzia y con la intención de revertir la inequidad, que también afecta a los varones, de género que nos afecta a todxs. Ojo que esto ultimo (la x) no es un error de ortografía sino para señalar que no se trata de solo la noción de hombres y mujeres sino de absolutamente todxs que estamos inmersos en una cultura desigual de género. Y que las cicatrices, emocionales, sean posibles de sanar desde lo colectivo y que no sea una tarea solitaria de algunos.

Fuente: http://www.eldinamo.cl/blog/masculinidades-y-cicatrices/

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