Por Nacho Gomez

La noche, la noche es perfecta, el mar me observa y las olas danzan en el compas perfecto de su violencia natural, baila, el mar baila casi sobre mis ojos, y yo tengo ganas de bailar junto a las olas, tengo ganas de entrar al mar y dejarme llevar a lo más profundo de sus entrañas, para simplemente mezclarme con el mar, ser parte de las olas, convertirme en un pez más para descubrir sus profundidades ocultas al ojo mamífero, sin embargo, si hago eso por la mañana aparecería con la panza hinchada de agua cerca de una playa de la bahía de Valparaíso, con el osico lleno de arena, y el pellejo duro como el caparazón de una jaiba, y así pasaría a ser uno más de los perros porteños muertos soñando con el mar y con las olas, nadie se daría cuenta de eso, mi cadáver estaría inerte hasta que sea parte del mar de arena o tal vez las jaibas se las coman antes de eso.

Yo soy un perro porteño nací cerca del muelle barón, en una pequeña cueva dejada por las grandes rocas puestas frente a la playa, tenía cinco hermanos a tres se los llevo el mar antes de cumplir los dos meses de nacidos y el otro fue adoptado por una niña que lo encontró buscando comida entre los desperdicios de un grupo de teatro, de vez en cuando nos vemos cuando él se escapa para volver a sentir lo que sentimos los perros libres cuando miramos el mar a medianoche o cuando bailamos al ritmo de las olas, o mientras buscamos comida que nos dejan los restaurantes, eso es libertad, simplemente libertad, correr por la noche, comer en la calle, ver la luna desde el muelle, mi hermano el perro casero no conoce eso, en cambio nosotros los perros porteños conocemos el verdadero significado de ser un perro con libertad, sin dueños y sin casa, porque nosotros somos de todas partes, la ciudad nos pertenece y nosotros le pertenecemos a ella.

De vez en cuando duermo en la caleta portales, o a veces por el muelle Barón. En realidad eso depende de la cantidad de comida que dejen los restaurantes, si hay más en el muelle, para allá voy y si por el contrario hay más en la caleta, ahí pasaré mi noche, en ese lugar donde las olas bailan y golpean fuerte las rocas, como si con eso se desquitasen con furia por la depredación de sus aguas.

Todos los días por las tardes voy a caminar por los cerros de Valparaíso, y la verdad cada vez me dan menos ganas de hacerlo, mucho gringo por ahí, las calles ya han perdido su encanto, mi madre me contó que hace unos años, la ciudad tenía vida, me dijo que todo Valparaíso era un encanto, pero ahora solo una pequeña parte se mantiene viva, y el resto va quedando en el olvido, ya que solo nosotros los perros somos los asiduos visitantes de los lugares que se están quedando en el olvido, que tontos son los humanos, nunca saben lo que tienen hasta que lo pierden, a veces es tan rico saber que sólo nosotros podemos disfrutar de estos cerros, pero también es triste saber que los humanos se olvidan y así matan sus ciudades, las condenan al deterioro y al fracaso.

Recuerdo cuando dijeron que Valpo era patrimonio de los humanos, hicieron muchas celebraciones, por aquí por allá, decían que la vida cambiaría para todos, incluso para los perros y para los gatos porteños, todo fue verdad, cambió mucho, por ejemplo a nosotros los perros nos esterilizaron porque éramos muchos en las calles y decían que no somos bonitos para el turismo, ahora cada vez somos menos porque ya no podemos tener cachorros, en unos años Valparaíso se quedará sin sus hermosos perros porteños, y en ese entonces verán como nos van a extrañar, humanos tontos. Ahora vienen más turistas, visitan las calles, los ascensores que ahora solo son servicios turísticos, toman fotos y se van, después vienen otros y hacen lo mismo algunos se quedan a vivir aquí por la magia de la vida porteña, pero son sobre todo personas que añoran el retorno del Valparaíso de antaño, sobre todo por su bohemia y sus noches eternas. Mi querido Valparaíso cuanto has cambiado. Por eso no entiendo porque los humanos declaran patrimonio a esta ciudad, ponen bonita una parte y el resto la dejan de lado, a veces los humanos son incomprensibles, no los entiendo y tomar tiempo en entenderlos me causa dolor de cabeza, aunque tengo que admitir que hay cosas aun por mantener vivas, como los espectáculos callejeros el arte y la cultura, que hacen de esta tierra porteña una ciudad viva y los humanos que hacen de esta ciudad una ciudad alegre son los encargados de devolverle el encanto, es por ello que siempre hay cosas que ver en la calle, y de vez en cuando yo voy a ver algún espectáculo en la plaza Aníbal Pinto, me siento al lado del café del poeta y me entretengo hasta que me de hambre cuando eso pasa, camino cerca de los restaurantes de la calle cumming para ver si me dan algo de comida, a veces hay mucha comida, a veces nada, pero siempre hay en la caleta portales, frente al mar, con las olas salvajes y su baile furibundo, lleno de violencia y encanto, y es allá a donde voy ahora, a ver si me pongo al mar, para sentir la bahía porteña en mis pies.

Fuente: http://interciudad.wordpress.com/2012/04/10/cronica-de-un-perro-porteno/

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