Vie, 01/04/2011 – 05:00

Por Stuart Oblitas
Psicólogo*

Ahí está ella con sus cuatro años cumplidos, su mochila al hombro y una inmensa sonrisa camino al colegio. Te besa antes de cerrar la puerta del coche y tú, satisfecho, piensas: “No debería haberle gritado tanto para que se vistiese, pero siempre ocurre lo mismo. No sé cuándo empezará a vestirse sola. Al final lo he hecho todo yo, mientras ella seguía viendo sus dibujos favoritos”.

Al llegar al trabajo, abres el maletero y te das cuenta de que tu hijo de ocho años olvidó el equipo de educación física. Ahora tendrás que volver al colegio. Eso cambia tus planes, no sabes si podrás acabar a tiempo. No recuerdas el horario de tu hijo, te angustia que lo castiguen y piensas: “Le repito centenares de veces que no sea tan despistado, vive en el desorden, no sé qué hacer”. En este trimestre, sus notas han sido mediocres. Piensas: “Se acabaron las salidas de fin de semana, cuando llegue a casa me va a oír”.

Tu jornada laboral ha terminado. Vas de regreso a casa. ¿Por dónde empezar? Tener un hijo marca un antes y un después en la vida de la pareja. Las necesidades varían, las prioridades se alteran y se hace necesaria una mayor compenetración entre ambos progenitores para lograr un equilibrio de la relación.

Ser padres es una experiencia indescriptible, pero es innegable que existen numerosos cambios en los hábitos que ponen a prueba nuestra vida cotidiana: la falta de sueño, el aumento de la irascibilidad, el distanciamiento erótico-sexual, la inclusión momentánea de otras personas, son elementos que pueden alterar el equilibrio familiar.

Las parejas pueden llegar a la conclusión de que tienen diferentes enfoques de cómo ser padres, que pueden entorpecer y dificultar su tarea en cuestiones relativas a si se debe dejar o no llorar solo al bebé, dormirlo en brazos o en la cuna, castigarlo o no, etc. La comunicación es la mejor herramienta para superar estos primeros escollos. Si los padres olvidan tomar tiempo para hablar entre sí, las pequeñas dificultades desembocarán irremediablemente en conflictos. Es indiscutible que cooperar, negociar y llegar a acuerdos es indispensable para afianzar una relación. La solución de estos pequeños contratiempos marcará la pauta de cómo resolver las primeras desavenencias familiares y cimentará las bases de la futura comunicación entre la pareja. Se trata de ir probando nuevas formas de comunicación y valorar sus efectos. Pero, antes, pregúntese: ¿Qué tipo de comunicación tengo yo con mis hijos?

*Clínica del Hombre de Inppares
informes@inppares.org.

Fuente: larepublica.pe

Puntuación: 0 / Votos: 0