Publicado el : 5 de agosto 2010 – 10:15 de la mañana | Por Prita Riadhini (Foto: Prita Riadhini)

Durante el día vende pañuelos de cabeza, y por la noche trabaja en la prostitución. Con ayuda de microcréditos informales, las mujeres en Surabaya intentan librarse de la dura vida de prostituta y la pobreza aparejada.

Ya ha oscurecido en la zona rosa de Tambak Asri, en Surabaya. Pero a medida que avanza la noche se hace más concurrido. Este barrio fue creado en 1959. Aquí trabajan unas 400 prostitutas, y los prostíbulos coexisten con las casas de familia.

Fianza
Syamsiah no tiene muchos recursos, al igual que la mayoría de las mujeres y los clientes. Hace unos años intentó obtener un crédito en un banco para montar su propio negocio, pero el banco exigía un documento de identidad y una fianza. Ella no tenía ninguna de las dos.

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Su patrona Suminah le ofreció ayuda. Le prestó tres millones de rupias, unos 225 euros, de un crédito que había obtenido en el banco. Syamsiah abrió un pequeño “warung” cerca del prostíbulo donde trabaja. Allí vende refrescos, café, cigarrillos y papas fritas. “Como ya llevo muchos años trabajando para ella, pude conseguir un préstamo. Cuando no tengo clientes, trabajo en la tienda. Pero si las ventas son escasas, ejerzo la prostitución.”

En un principio, Syamsiah pensó que podía ganar suficiente dinero con su “warung”. “He conseguido un buen sitio. Hay una persona que vende nasi goreng cerca del burdel. Y mi patrona me dijo: “ya que no tienes muchos clientes, puedes abrir una tienda.”

Pequeño margen de ganancias
Tarti, una corpulenta mujer, es otra de las prostitutas, y trabaja solamente de noche. Durante el día, recorre el barrio con tres bolsas grandes de plástico, llenas de pañuelos de cabeza para vender. “Pero tengo un pequeño margen de ganancias. Por ejemplo, si vendo por 8000 rupias, apenas gano 2000 rupias. Pero lo que me importa es poder mantener el negocio”, nos cuenta. Hace unos meses, Tarti recibió un préstamo de Tukul Bintoro, integrante de un grupo de trabajo para prostitutas.

Tarti ha tenido suerte, puede devolver su préstamo en la medida de sus posibilidades y sin intereses. Tukul Bintoro ha sacado el dinero de sus propios ahorros y no ha recurrido al banco.

Críticas
La complicada burocracia y estrictas condiciones de los bancos han llevado al jefe vecinal, Subandi, de Tambak Asri, a inventar otra manera para ayudar económicamente a las prostitutas. “Generalmente, las mujeres no tienen documentos de identidad, y tampoco pueden proporcionar una garantía. Entonces hemos formado una caja de ahorro colectiva para las prostitutas y sus proxenetas. Con ese dinero, las mujeres pueden iniciar una pequeña empresa. Hasta el momento participan unas 190 mujeres. Un fondo con buenos recursos es una base para formar una cooperativa.” Las mujeres pueden engrosar el fondo con el dinero que no precisan. Subandi deposita el dinero en el banco.

Pero Hargandono, del Servicio de Asistencia Social en Surabaya, manifiesta críticas hacia la cooperativa. Indonesia lleva a cabo una política dirigida a combatir la prostitución, que no está reconocida como una profesión. Se parte del supuesto de que la mayoría de las mujeres buscan ganar dinero de la manera más fácil.

Kurniawan Syaefullah, economista en la Universidad de Padjajaran, en Bandung, considera esta forma de préstamo informal justamente como una forma de microcrédito. Considera que es una buena manera para mejorar la situación económica de una persona en Indonesia.

Sin vergüenza
Tarti no se avergüenza. “Seguramente habrá quien diga: la vendedora de pañuelos es una prostituta.” Pero no me lo dicen de frente. Yo los ignoro. Mi propósito es dejar la prostitución algún día.” Sin embargo, las cosas no marchan bien con su negocio. Al final de un largo día, puede sentirse satisfecha si logró vender un pañuelo. Todavía le falta un largo camino para poder concretar su sueño de abandonar la prostitución.

Fuente: radio Nederland

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