18 Abril, 2010 por lintavo

“Es importante que desde las etapas más tempranas, los más jóvenes aprendan a detectar las actitudes sexistas no igualitarias que subyacen en estas situaciones heredadas”Artículo de opinión: CARMELO HERNÁNDEZ RAMOS.

Vivimos en una sociedad que reclama para consolidar su propia consistencia y coherencia internas un modelo interactivo entre hombre y mujeres que estructuralmente se sustente en el principio de igualdad y que vertebre no sólo la forma, sino el fondo de su misma razón de ser. Es por ello misión y función de todos los padres y educadores favorecer y ayudar a desarrollar la igualdad de género en nuestras familias y escuelas. Esta breve reflexión quiere aportar un granito de arena más en la construcción de esa nueva pedagogía de lo cotidiano, tan necesaria y reclamada por todas y todos quienes creemos en la democracia y la igualdad.
El uso del lenguaje sexista constituye una de las prácticas de refuerzo de las situaciones de desigualdad entre hombres y mujeres más universales ya que supone una discriminación hacia las mujeres basada en la utilización androcéntrica del lenguaje, no representativo para el conjunto de la sociedad, pues supone una clara omisión de la representación simbólica de las mujeres.
Para conseguir que las personas que integran la familia y que, por extensión, componen o compondrán la comunidad educativa, se conciencien de la necesidad de un uso del lenguaje no sexista, hay que sacar a la superficie todas aquellas prácticas lingüísticas sexistas que, de manera habitual, aparecen en la comunicación entre hombres y mujeres (en cualquier tramo de edad, cultura o profesión).
El sexismo puede ser fácilmente detectado teniendo en cuenta indicadores como la utilización del masculino como genérico para referirse al mismo tiempo a los hombres y a las mujeres o la utilización de expresiones estereotipadas en las que aparecen referencias a profesiones o actividades en las que se critica, minusvalora o cuestiona la presencia de hombres o mujeres al frente de un determinado rol o actividad.
La evaluación del sexismo en el reparto de tareas y obligaciones es necesaria para poder analizar el protagonismo o invisibilidad que se adquiere en el desempeño de un determinado rol o tarea y poder así evitar la aparición de roles de subordinación de las hijas frente a los hijos en la gestión del día a día contribuyendo activamente a que tanto unos como otras se vean representados en el quehacer cotidiano por su actividad.
Adoptar un criterio igualitario (no sexista) tanto en el reparto de las labores domésticas, físicas o lúdicas como en el de las actividades intelectuales ayudará, por un lado, a potenciar la transmisión de valores igualitarios no sexistas respecto de la representación social de las mujeres como objetos o reclamos publicitarios, los chistes, el sentido del humor “gordo” y otras actividades que conforman el inconsciente colectivo y, por otro, a potenciar el conocimiento de los aspectos negativos del etiquetado social de mujeres y hombres cuando son representados a través de estereotipos negativos atribuidos generalmente a su sexo.
Es importante que desde las etapas más tempranas, los más jóvenes aprendan a detectar las actitudes sexistas no igualitarias que subyacen en estas situaciones heredadas de generación en generación, discriminando la importancia de participar activamente en grupos estables mixtos y la necesidad de rechazar las actitudes de chicas o de chicos prepotentes en la ocupación del poder, los espacios comunitarios o los tiempos de protagonismo. Es necesario incidir en esta idea, porque la violencia de género es un fenómeno global marcado precisamente por las desigualdades estructurales sexistas que todavía son predominantes en nuestra sociedad.
En el contexto sociocultural globalizado en el que los más jóvenes crecen y se desarrollan, están continuamente recibiendo mensajes contradictorios que les pueden llevar a aprenden pautas de comportamiento y modos de relacionarse entre sí, que lejos de erradicar los comportamientos violentos, tienden a perpetuarlos, situando en muchas ocasiones a las chicas el papel de víctima y a los chicos en el de agresores. Es posible que se produzcan en los centros escolares situaciones de violencia verbal, física, psicológica con connotaciones sexistas, es decir ocasionadas como consecuencia de la interiorización de los valores de la cultura machista o androcéntrica, que jerarquiza a ambos sexos situando al masculino como dominador, fuerte e independiente, y al femenino como dominado, débil y dependiente. En el espacio escolar, que debe potenciar la libertad responsable y el desarrollo personal, no se pueden permitir este tipo de relaciones entre chicos y chicas pues no sólo atentan contra los derechos fundamentales de las víctimas, sino que además pueden contribuir a que aparezcan posteriormente situaciones de violencia de género en la edad adulta.
Para detectar este tipo de comportamientos hay que potenciar la participación de los más jóvenes en nuevos espacios intergeneracionales de crecimiento personal y en talleres psicoeducativos específicos donde, desde las etapas más tempranas, se les introduzca en la necesidad de evitar las agresiones, amenazas, humillaciones e insultos sexistas tanto ínter como intragénero. Para prevenir este tipo de situaciones, desde la familia y la escuela, resulta fundamental enseñarles a desarrollar su propia autoestima, tanto en el caso de las víctimas, educando su capacidad para decir “no” y sus derechos de autoafirmación frente a posibles situaciones y/o relaciones de violencia, como en los agresores, para que aprendan a identificar y rechazar las conductas basadas en el dominio de otras personas mediante el uso de la violencia y a sentir empatía y solidaridad con las víctimas.
Promover la tolerancia cero frente la violencia de género es una labor de todas y todos, desmontando los mitos y estereotipos que justifican este tipo de comportamientos y contribuyendo activamente, como padres y/o enseñantes, a crear un nuevo marco interrelacional en la resolución pacífica de conflictos, a través de la empatía y el reconocimiento de las emociones y sentimientos que subyacen en las reacciones violentas.

Fuente: Fuente: http://lintavo.wordpress.com

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