La enfermedad de la mentira

Raúl Wiener
Analista

Para ganar las elecciones en el Perú se requiere que el candidato sea capaz de ofrecer a la gente cosas que no va a cumplir. Es no sólo la experiencia de Alan García, que hizo reflexionar a Aldo M sobre el fenotipo del abanderado de la lucha contra el antisistema (si es demasiado sincero, pierde), sino las anteriores de Toledo, Fujimori y Belaunde (prometió un millón de empleos en 1980), lo que demuestra que eso que se llama despectivamente populismo y que se entiende como ofrecimientos de mejoras directas a las mayorías, es parte del juego, como lo es no cumplir o hacer exactamente lo contrario (el no shock de Fujimori, por ejemplo), arguyendo que una cosas es como candidato y otras como gobernante.

El punto aquí es que García no sólo promete e incumple lo que ofrece para ganar elecciones, sino que su ejercicio del poder es una sucesión de promesas, algunas espectaculares, destinadas a no ser realizadas. Una mentira que ya no está detrás de votos, sino que aparenta ser una iniciativa inteligente y digna de un debate y de alguna movilización de fuerzas. En los años 80, hubo algunas como la nueva capital del Perú en Jauja, sin que nunca hubiera la intención real de hacer algún cambio. Otro caso fue el del trigo de altura en Puno, que condujo hasta la instalación de un centro experimental en el altiplano. Y otro el cambio del patrón alimentario para difundir los cultivos andinos, como la kiwicha, el tarwi y la quinua.

Hacer el recuento de las promesas y los incumplimientos de Alan García entre 2006 y 2009, que son distintas a sus mentiras electorales, puede ser un ejercicio abrumador. Es difícil entender que cada discurso contenga decenas de anuncios de los que se han tomado en serio apenas dos o tres por año, y eso tal vez sea exagerado. Véase, por ejemplo, el caso de “Sierra Exportadora”, una fórmula para salir del paso frente a la prioridad que los TLC y las políticas pro-exportadoras otorgaban a la agroindustria de la costa. ¿Cuánto le ha costado al país llegar a la conclusión ya conocida, que la sierra es principalmente productora de alimentos para el mercado nacional, y que sus exportaciones son excepcionales? Y podemos seguir: ¿cuánto papel se gastó en si era posible o no el “pacto social” del 2007, para el cual el gobierno nombró un secretario ejecutivo que luego derivó a otro puesto, igualmente fantasmagórico, como es el llamado “acuerdo nacional”?

Trenes de vía incompleta, Oficina Anticorrupción descabezada, Forsur que no reconstruye nada, comisarías del siglo XXI que nadie ha visto, cárceles que se están construyendo, pero todavía no están localizadas, etc., son las marcas del alanismo. Esa enfermedad de la mentira que toma forma de gobierno cada veinte años.

Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com

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