Ramonet: “El latifundio de la información es una excelente metáfora”

Ignacio Ramonet, autor de Un Mundo sin Rumbo o La Golosina de la Información (Foto: Archivo Cortesía)

Los grandes consorcios de comunicaciones en América Latina se han convertido en un Leviatán que amenaza la gobernabilidad democrática de países como Ecuador, Nicaragua, Venezuela o Bolivia. Esta es la opinión de Ignacio Ramonet, director de la edición en castellano de Le Monde Diplomatique. Pablo Gámez-Cersosimo conversa con él.

Los gobiernos latinoamericanos se interesan en la propuesta de Ecuador de crear un organismo que se encargue de vigilar a los medios de comunicación del continente. El presidente de ese país, Rafael Correa, ha anunciado que cuando se haga cargo de la presidencia “pro témpore” de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), propondrá crear un organismo que se encargue de vigilar a los medios de comunicación de la región.

El presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Enrique Santos, dijo en La Paz que esa “inquietud es realmente muy preocupante” y es una actitud “agresiva” de esos dos Gobiernos contra la prensa.

Para Ignacio Ramonet, autor de Un Mundo sin Rumbo o La Golosina de la Información, también director de la edición en castellano de Le Monde Diplomatique, los grandes consorcios de comunicaciones en América Latina se han convertido en un Leviatán que amenaza la gobernabilidad democrática de países como Ecuador, Nicaragua, Venezuela o Bolivia.

La entrevista es de Pablo Gámez-Cersosimo

Radio Nederland: Un nuevo término se escucha en América Latina: el latifundio de la información o terrorismo mediático. ¿Percibe Ud. que existe un latifundio de la información en América Latina ?

Ignacio Ramonet: Es una excelente metáfora porque resume un caso general y una especificidad latinoamericana. En el sentido que en muchos países, de Europa y otros continentes, se ha generalizado el modelo del grupo mediático. De una empresa que se constituye como un grupo, con una serie de empresas integradas mediante fusiones, concentraciones en las que se encuentran empresas de la prensa escrita, radio, televisión, internet, de la edición, del ocio, cine, etc. Estos grupos son la gran característica de la industria mediática de hoy.

En el caso de América Latina se produce esa especificidad, porque estos grupos mediáticos pertenecen a un pequeño grupo de familias. En cierta medida, las mismas familias que tradicionalmente han dominado la vida económica del país y que históricamente son familias ligadas a la gran propiedad, lo que daba el poder económico hasta hace algunos decenios. Hablar de latifundios mediáticos indica la superficie enorme que estos grupos cubren, y el carácter de pequeña familia que poseen. Recientemente estuve en Venezuela. ¿ Sabe Ud. que allí hay familias que poseen hasta 400 mil hectáreas de terreno? De igual manera en muchos países de América Latina las familias tradicionalmente poseen prensa escrita, radio, televisiones. En algunos países estos grupos controlan la vida económica. Vea el caso de México: el grupo Azcárraga o la familia Slim, las cuales controlan amplios sectores de la vida mediática.

R.N.: En realidad no es tampoco un fenómeno nuevo, solamente que ahora asoma su cabeza en el momento en que Latinoamérica conoce de gobiernos progresistas como el de Ecuador, Venezuela, Paraguay o El Salvador. ¿Se está convirtiendo el cuarto poder en un enemigo de estas democracias progresistas?

I.R.: En una democracia, cuando un solo sector tiene demasiado poder, en cualquiera de los aspectos de la vida, pero sobre todo en la vida económica y mediática, es obvio que se crea un desequilibrio. Porque la economía es determinante, y los medios controlan la mente, hacen la opinión pública, por lo tanto, influyen en la democracia. Si algunas familias tienen a la vez una parte importante del poder económico y mayoritaria del poder mediático, se está creando una fuerza que va a oponerse a cualquier reforma que esté destinada a repartir mejor.

La democracia, recuerde, es repartir: la palabra, el voto, la decisión. Sin este proyecto distributivo no existe la democracia, sería una pura apariencia como ha venido sucediendo en América Latina durante decenios. Democracias que no tenían traducción económica, social, cultural, política. Evidentemente eran falsas democracias o democracias fragmentadas. Este sector mediático y económico, hoy en día, se opone de tal manera que constituye el principal grupo opositor. Mire: en Bolivia el grupo animador de la resistencia al presidente Evo Morales son los medios que pertenecen a unas cuantas familias.

R.N.: ¿Entonces conviene el término “latifundio de la información”?

I.R.: Así es. El latifundio de la información no es una definición científica, es una metáfora que está bien reflexionada. En Europa, por ejemplo, ya no quedan latifundios. Hubo reformas agrarias en particular después de la Segunda Guerra Mundial, lo mismo sucedió en Asia, por ejemplo. Reformas que permitieron la dislocación de los latifundios familiares. Ahora lo que tenemos, sí, son grandes empresas.

En América Latina no ha habido reformas de este tipo, por eso menciono la agraria, porque es el corazón de todo lo demás. De igual manera, una reforma mediática supone que haya otras fuentes de información; que estas fuentes no estén controladas por el sector privado o empresarial; que no haya solamente el Estado, el cual en este momento intenta constituir un sector público. Y lo hace legítimamente, porque se trata de crear un contrapoder al poder empresarial mediático. Hay una reacción de crispación por parte de los empresarios dueños de los medios, que constituyen un verdadero frente de ofensiva contra todo proyecto reformista. Si no se cambian las cosas en América Latina, seguiremos teniendo sociedades profundamente desiguales.

R.N.: ¿Y parte de esta desigualdad obedece a la desinformación que viene operando?

I.R.: El proyecto ideológico de los grupos mediáticos consiste en tener un discurso de apaciguamiento social. Globalmente consiste en decir a aquellas personas que objetivamente tendrían motivos para protestar, que están viviendo en el mejor de los mundos.

Por consiguiente, el proyecto ideológico de los medios dominantes busca disimular la dominación, que es natural que exista toda una serie de injusticias ( es natural que haya analfabetismo, que clases desfavorecidas tengan que sufrir desde el punto de vista de la salud pública ). En cierta medida es un discurso de desmovilización.

R.N.: Parece que hemos llegado a una situación límite y ahora el presidente Rafael Correa propone la creación de un órgano dentro de la UNASUR que proteja a los gobiernos latinoamericanos de los “atropellos” de la prensa del continente. ¿Es factible crear un órgano de esta naturaleza?

I.R.: Depende de lo que se entiende: si es un órgano judicial, un instituto, un tribunal. La sugestión que hace el presidente Correa traduce bien lo que hemos dicho: que estos gobiernos legítimamente elegidos y que están llevando a cabo el programa por el que han sido elegidos (y lo hacen con relativa prudencia, sometiéndolo a referendos) sienten que el principal adversario que tienen es un grupo que no ha sido elegido democráticamente, que tiene un enorme poder resultado de una situación de facto. Segundo: ese grupo de dueños de los medios dominantes en América Latina invoca el atentado de la libertad de expresión (y que nadie amenaza. Todas las reformas que se llevan a cabo en Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros países del continente se consumen dentro de un marco democrático, de economía de mercado, de voluntad de integración) y encuentra aliados a escala internacional.

Entonces se abre un frente de distorsión, difamación, deformación de las políticas que están llevando a cabo esos gobiernos. Yo entiendo la proposición del presidente Correa como el llamado de dirigentes políticos que se sienten acosados por grupos que no tienen legitimidad democrática. La libertad de expresión es un imperativo categórico en democracia, pero estos grupos no tienen legitimidad democrática. Por consiguiente no pueden llevar una política sistemática de acoso y derribo de gobiernos. Hemos visto cómo El Mercurio llevó a cabo una campaña en 1973 para derrocar a Allende; La Prensa en Nicaragua llevó a cabo una campaña para derrocar al gobierno sandinista, democráticamente elegido.

Hay precedentes y hay ejemplos. Por otra parte, la idea de Correa, si se traduce en la creación de un órgano constituido por “sabios” y que den su opinión, que lean la ley (la ley existe, pero hay que interpretarla), no es algo descabellado. En Francia, para todo lo que toca el funcionamiento de la t.v. hay una alta autoridad que regula su funcionamiento, la expresión política en ese medio, la expresión moral (emisiones no aptas para menores, mostrar o no ciertas imágenes), una ética de la representación. Eso existe y nadie pone en duda que Francia es un país democrático.

En Francia, los presidentes de los canales de la t.v. pública los nombra el Presidente de la República, a dedo. La idea de Correa no debe ser aislada diciendo que se trata de un capricho y que no quiere que los medios critiquen lo que hace. Existe un verdadero problema y la proposición de Correa se dirige a cómo encontrar, en el marco de la democracia, un órgano que dé su opinión, para que no haya solamente la confrontación Estado-medios privados. Podríamos imaginar una especie de autoridad mediática, neutral y objetiva, que vele por una relación sana entre el Estado y la prensa.

R.N.: Tuvimos en América Latina dictaduras y las históricas oligarquías, caudillos y próceres. ¿Pero nos estamos acercando a una dictadura mediática?

I.R.: No lo creo. Nos estamos alejando de esta posibilidad. Lo que es nuevo en América Latina es la creación y desarrollo de un sector público de la t.v. y la radio en particular. Se ha desarrollado un sector público de la televisión en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador. Esto es lo nuevo: que los Estados hayan entendido que el monopolio mediático del sector privado no es sano en un país que procede a cambios, cuando el conjunto de los medios se siente atacado por esos cambios. Nuestras democracias europeas son más veteranas que las latinoamericanas, y aquí funciona bien el sector público de los medios.

El sector público nunca ha sido la expresión del gobierno; el sector público de la información en los países democráticos no es sólo la expresión de las autoridades, es un sector que no depende de la publicidad ni del beneficio del comercio, que no está obsesionado con la voluntad de ganar audiencia a toda costa, que puede ir más al fondo, hacer programas culturales.

El ciudadano debe tener la posibilidad de elegir, hasta en Estados Unidos existe. Mi sentimiento es que nos estamos alejando de la posibilidad de una dictadura mediática, y creo que porque nos estamos alejando de ella, es lo que irrita profundamente a los grupos privados mediáticos latinoamericanos.

Fuente: Radio Nederland

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