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Mestizos reales en el virreinato del Perú: indios nobles, caciques y capitanes de mita
Autor: Scarlett O’Phelan Godoy
Editorial: Fondo Editorial del Congreso del Perú
Año: 2013
Pág: 295
Índice
Presentación
Introducción
I. ¿Indios nobles o mestizos reales? Memoriales, legitimidad y liderazgo entre la Colonia y la Independencia.
1. “Hijos de españoles e indias”: la primera generación de mestizos reales
2. De diferente “calidad”: los mestizos reales del siglo XVII
3. Memoriales y mestizos reales en el siglo XVIII
4. Dos dirigentes mestizos del siglo XVIII: Juan Santos Atahualpa y José Gabriel Túpac Amaru
5. Juan Santos Atahualpa, el Apu Inca del Cerro de la Sal
6. José Gabriel Túpac Amaru, indio de sangre real y tronco principal
7. Un triángulo de conflicto: la disputa por el marquesado de Oropesa
8. Dos ingas frente a las Cortes de Cádiz (1808-1814)
II. Repensando el Movimiento Nacional Inca del siglo XVIII
1. Dos años claves: 1725 y 1745
2. Linajes y probanzas de nobleza
3. El saber ilustrado
4. El privilegio de la educación: monasterios y universidades
5. Virreyes militares y curacas militares
III. Indios nobles e indios del común en el Perú Borbónico
1. Indios nobles e indios del común antes de la gran rebelión
2. Indios nobles e indios del común después de la gran rebelión
3. Indios nobles en el Perú y España: la disolución de los cacicazgos
IV “Ascender al Estado eclesiástico”. La ordenación de indios en Lima a mediados del siglo XVIII
1. Indios legítimos y de demostrada nobleza
2. Congrua y capellanías
3. La ordenación a título de lengua
4. El idioma índico y la secularización del clero
V. Indios nobles y advocaciones religiosas en el Perú colonial
1. Contrarreforma y advocaciones
2. Curacas y devociones
3. Reflexiones finales
VI. Linaje e Ilustración. Don Manuel Uchu Inca y el Real Seminario de Nobles de Madrid (1725-1808)
1. Los indios nobles que llegaron a España
2. Fray Calixto Túpac Inca y el privilegio de la educación
3. Los centros de enseñanza regentados por los jesuitas
4. El Real Seminario de Nobles de Madrid
5. Don Manuel Uchu Inca y sus condiscípulos
6. Don Dionisio y don Manuel Uchu Inca Yupanqui frente a las Cortes de Cádiz
VII. “Señores de sus Cédulas”. Los indios capitanes de las mitas de Huancavelica y Potosí, siglo XVIII
1. No solo caciques, también capitanes de mita
2. Sobrevivir entre dos mundos
3. De mitayos a mingas
Bibliografía
Plata del Perú, riqueza de Europa. Los mercaderes peruanos y el comercio con la Metrópoli en el siglo XVII
Autor: Guillermo Lohmann Villena
Editorial: Fondo Editorial del Congreso
Año: 2004
Pág.: 290
Índice:
Siglas empleadas: ix
Clave de la signatura de los protocolos del Archivo General de la Nación utilizados: xi
Presentación: xix
Introducción: xxiii
ApéndiceI. Los Mañara
II. Tomás Mañara de Leca
III. Domingo de Garro
IV. Lope de Munibe
V. Gregorio de Ybarra
VI. Pedro de Avedaño Villela
VII. Andrés Martínez de Amileta
Documentos
Índice onomástico
La Casa de Austria y el Perú
Editor: Universiad de Lima- Vice Rectorado
Año: 1994
Pág: 83 pág.
Índice:
Presentación – Dr. Fernando Rosas M.
Inauguración del Seminario – Dr. Fernando Rosas M.
Palabras del Embajador – Sr. Franz Irbinger
Las Instituciones políticas- Dr. Carlos Deustua
De una economía de conquista a una economía colonial – Lic. Eduardo Dargent
El Arte Colonial- Dr. Luis Enrique Tord
El Nacionalismo y las minorías en el Imperio de Austria- Dr. Franz Irbinger
Imperio: Idea y Realidad – Dra. Cristina Flórez
Estructura económica de Europa en los siglos XVI y XVII- Dr. Fernando Rosas M.
El Barroco Austriaco – Dra. Beatriz Magán
Reseña biográfica de los expositores
Entre el siglo XVII y el Siglo XVIII
Para el siglo XVII, el gobierno virreinal tuvo que afrontar varios problemas referentes a la defensa del territorio provenientes, especialmente, de naciones extranjeras. El inicio de la colonización del territorio americano del norte, por parte de Inglaterra en 1620, significó un problema para la Corona española debido a la necesidad que tuvieron de crear nuevos espacios para proteger sus fronteras. Por otro lado, la Guerra de los Treinta años supuso un fuerte gasto para el Imperio Español, llevando al fin de la Unión Ibérica y al surgimiento de Holanda como una potencia marítima.
Al iniciar el siglo XVIII, España buscaba un nuevo Rey. La dinastía de los Habsburgo agonizaba en la persona del enfermizo y débil monarca, Carlos II, y todo venía anunciando el ocaso del esta Monarquía que había dominado medio orbe desde los días de Carlos I de España, V de Alemania. Carlos II, muy distinto al primero, por razón de sangre y por avenirse mal su austeridad con la desenvoltura de las costumbres de la corte francesa, se inclinó por el segundo hijo del Emperador Leopoldo II de Austria para que lo suceda en el trono; no obstante, cuando su enfermedad lo llevó más cerca a la tumba, extendió su testamento y en él designaba para sucederle en todos sus dominios al nieto de Luis XVI, el Delfín de Francia, Felipe de Borbón.
Felipe V, un joven de 17 años, entró en Madrid en un día lluvioso de febrero de 1701. Sus nuevos súbditos, superaron sus reservas y dirigieron sus miradas hacia él para convertir la causa de los Borbones en una causa española. A ellos, no les gustaba el círculo de franceses que rodeaban al nuevo monarca, pero mostraron respeto al Rey. De este modo, Felipe V inició su reinado sin contar con una oposición abierta.
La Guerra de sucesión, larga y sumamente violenta, que se inició primero en Italia y luego continuó en España, no llegó a tener repercusiones muy notables en América, salvo la mayor hostilidad de parte de ingleses y holandeses, enemigos de la Monarquía. Así, el cambio dinástico se realizó en América sin brusquedad y la vida colonial prosiguió su ritmo de siempre, sin que se introdujera reformar alguna. Con la nueva monarquía, una nueva era se daba inicio para el Imperio Español.
Fuentes consultadas:
Lynch, John. La España del siglo XVIII. Barcelona: Crítica, 2010
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú. Tomo IV. Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1966
Melchor Portocarrero Lasso de la Vega, Conde de la Monclova. XXIII Virrey del Perú, (1689-1705) [Primera parte]
Don Melchor Portocarrero Lasso de la Vega, tercer Conde de la Monclova, llevaba dos años gobernando el Virreinato de México, cuando recibió orden de trasladarse al Perú. Había nacido en Madrid el 4 de Julio de 1636. Hijo segundo del matrimonio de don Antonio Portocarrero con doña María de Rojas Manrique de Lara. Por muerte del primogénito que no dejó sucesión, vino a recaer en Melchor el título de Conde de la Monclova. Contrajo matrimonio con doña Antonia Jiménez Urrea, emparentada con los Condes de Aranda y como fruto de su unión tuvo de ella seis hijos, de los cuales uno de ellos nació en Lima.
Su condición de militar y la necesidad de relevar al Duque de la Palta motivaron su nombramiento y su traslado de México al Perú. Su embarcación partió para Acapulco el 18 de Abril de 1689 y el 11 de Mayo se embarcó en la nave que había de conducirle a Panamá y luego a Paita. Desde Paita, escribía el 23 de Junio al Cabildo de Lima, anunciándole su próxima llegada. Monclova, cuidó de que las cosas prosiguiesen por los carriles que ya se habían trazado con anterioridad y trató de gobernar el Virreinato del Perú con discreción. Le tocó gobernar una época de indecisión y de marcada decadencia, con motivo del cambio de dinastía y las interminables guerras de inicio del siglo XVIII.
Una de las primas acciones que tuvo que realizar fue reconstruir la ciudad. A Monclova le correspondió devolver a la Plaza su anterior aspecto, construyendo los portales, así de escribanos como de botoneros. La obra de la reconstrucción del Palacio exigió más tiempo y no vino a quedar terminada hasta la siguiente centuria. Por otro lado, la Catedral tardó también en ser reparada. El comercio exterior, por su parte, tropezaba con las exigencias cada vez mayores del fisco y por la rivalidad y política del Consulado de Sevilla.
Durante su periodo de gobierno, tampoco se vieron libres las costas de la piratería de ingleses y franceses, si bien sus correrías no fueron tan devastadoras como en los años anteriores. En 1696 tuvo noticias el Virrey de la probable entrada en el mar del Sur de algunos navíos franceses y adoptó las disposiciones necesarias para combatirlos. Por su parte, la Corona de Portugal, desde su rompimiento con España, había adoptado en América una táctica que le dio innegables resultados. Sin llegar a una declaración de guerra, aprovechó el abandono en que se encontraban las fronteras orientales de los dominios españoles para ir introduciéndose en la selva.
Fuente consultada:
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú. Tomo IV. Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1966
Melchor de Navarra y Rocafull, Duque de la Palata. XXII Virrey del Perú, (1681-1689)
Para reemplazar a don Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de Lima y Virrey interino, la corte de España puso los ojos en don Melchor de navarra y Rocafull, Duque de la Palata, Príncipe de Massa, descendiente de los Reyes de Aragón y Navarra y mimbro de la Junta que presidiera doña Mariana de Austria en la menos edad de su hijo don Carlos II. Casado con doña Francisca Toralto y Aragón, Princesa de Massa y Marquesa de Tola.
Llegado a Cartagena el 2 de Marzo, hubo de detenerse y tuvo que poner en ejecución la orden que había recibido de construir los fuertes. Antes de su salida para Panamá, envió al Perú a un gentilhombre con carta para el Arzobispo, el cual arribó a Lima en la noche del 7 de Junio. El Duque debió llegar a Paita en Septiembre. Por tierra se encaminó a Lima y el 19 de Octubre, después de tocar en Bocanegra, hizo su entrada en el Callao, seguido de su esposa y demás familia. El Duque de la Palata, como la mayoría de los virreyes, trajo consigo un numeroso y lúcido séquito de damas y caballeros.
Entró a gobernar con indudable deseo de dar a los asuntos del Virreinato la más acertada dirección y en muchos de ellos, puede decirse, según Vargas Ugarte, que logró su propósito. Al Duque se le había instado, antes de salir de España, para que aplicase toda su atención al asunto de los indios y lo resolviese. Determinó encomendar la numeración de los indios a los corregidores, tanto para evitar los gastos que el censo debía de demandar, como por haberse persuadido que eran los más apropiados para el trabajo. El Virrey tomó algunas medidas para aliviar el rigor de la mita y asimismo para facilitar la extracción de los tributos.
Los piratas, por su parte, volvieron a sembrar el desconcierto durante el gobierno del Duque de la Palata. Por otro lado, los imprevistos asaltos a las poblaciones ribereñas de la extensa costa del Perú y el asedio puesto más de una vez al puerto del Callao hicieron que se pensase en amurallar la ciudad de Lima. El proyecto era ya antiguo. El Duque de la Palta se encontró con gran número de papeles relativos a este asunto y con no pocos y monteas de la futura muralla.
Entre otros sucesos de su época destacan el terremoto de Lima del 20 de Octubre de 1687, ocupa el primer lugar. Pocas veces, se vio la ciudad tan fuertemente sacudida como ese entonces. El Virrey, tuvo que refugiarse en unos toldos en la plaza principal. El pánico fue tal que todos abandonaron sus habitaciones improvisadas que en plazas y huertos se levantaron.
Fuente consultada:
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú. Tomo III. Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1966
Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de Lima. XXI Virrey del Perú, (1678-1681)
Oriundo de la villa de Torrelaguna, en el arzobispado de Toledo, fue hijo de Francisco de Liñán de Cisneros e Isabel González. En la Universidad de Alcalá de Henares estudió Artes y Teología, doctorándose en esta última materia. Luego de recibir las órdenes sacerdotales, ofició de cura en las villas de Santa María de Buitrago y de Torrelaguna. En 1660 pasó a la villa y corte de Madrid, donde tuvo a su cargo la parroquia de San Salvador, en la que se mantuvo hasta 1664. Al mismo tiempo ejerció como Calificador del Santo Oficio. Su desempeñó en tales responsabilidades le sirvió de trampolín para pasar a América envestido de las más altas dignidades
El 7 de Julio de 1678, Castellar recibió la Real Cédula en que se le exoneraba del gobierno de Virreinato del Perú y se le entregase al Arzobispo don Melchor de Liñán y Cisneros. La cédula de nombramiento de este último es del 8 de Marzo de dicho año. Al recibir la noticia de su relevo, Castellar no se hallaba bien de salud y parece que se retiró a Surco en busca de algún alivio, en compañía de su esposa. Poco después, salió a Paita y este lugar permaneció catorce meses, para volver nuevamente en 1689. Aquí permaneció hasta que el juicio que se le seguía dio por concluido.
En 1680, don Melchor de Liñán y Cisneros había recibido una carta de Panamá, con el anuncio del asalto de los piratas y sus acometidas. En Julio de dicho año, hizo que saliese la armada, llevando por General a don Santiago Pontejos, con 727 soldados, a borde de la Capitana, Almiranta y una fragata y un chinchorro. Este socorro solo sirvió para abastecer y dotar de las armas y munición necesaria a los puertos de Paita, Guayaquil y Panamá y, al mismo tiempo, para obtener el sometimiento de los indios del Darién. Las amenazas no solo venían por mar y de los filibusteros, sino también éstas surgieron en tierra y las causaban los bandeirantes del Brasil, que, al igual que los piratas ingleses, obraban muchas veces por su cuenta pero se hallaban respaldados por las autoridades de su país.
Fuente consultada:
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú. Tomo III. Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1966
Baltasar de la Cueva Enríquez, Conde de Castellar. XX Virrey del Perú, (1674-1678)
A la muerte del Conde de Lemos quedó gobernando la Audiencia, presidida por don Álvaro de Ibarra. Su mandato duró hasta el 15 de Agosto de 1674, día en que entró al palacio virreinal el Conde de Castellar. El Conde de Castellar estuvo a la cabeza del Virreinato del Perú hasta el 7 de Julio de 1678, e inesperadamente tuvo que entregar el mando al Arzobispo de Lima, don Melchor de Liñán y Cisneros, quien fue nombrado interinamente y asumió tanto el poder civil como el eclesiástico hasta la llegada del Duque de la Palata, el 7 de Noviembre de 1681.
Cuando en Madrid de se tuvo noticia de la muerte del Conde de Lemos, el Consejo, luego de barajar algunos nombres, decidió nombrar como nuevo Virrey del Perú a don Baltasar de la Cueva Enríquez Arias de Saavedra, hijo segundo del Duque de Alburquerque, que, habiendo seguido primero la carrera eclesiástica, como era frecuente entre los segundos, la abandonó para dedicarse al servicio del Rey. El Conde de Castellar estaba casado con su prima, doña Teresa María Arias de Saavedra, Condesa de Castellar y Marquesa de Malagón, títulos que le correspondieron como consorte.
Retrasó su llegada a Lima, pero, además, contrariamente a lo que había hecho su antecesor, hizo su viaje por tierra, desde Paita arribando a Trujillo, algo achacoso de salud, en los primeros días de Julio. Desde ese lugar, el día 18 escribió a la Audiencia y seis días más tarde entraba a Lima su embajador, Tomás de Valdés. El 5 de Agosto llegó por tierra el Conde de Castellar hasta la chacra de Bocanegra y el día 15 hizo su entrada pública a Lima.
Vargas Ugarte considera que este Virrey, que con tanto fausto y aparato entraba en la ciudad de Lima, luego se mostró el más llano y sencillo, rompiendo con todas las etiquetas palaciegas. Así, abrió las puertas de su sala de despacho a todos y se mostró pronto a escuchar así al Oidor como al pobre oficial o al indio. Su laboriosidad no puede ponerse en duda, aunque ella fuera solo de gabinete. La impuso también a los demás tribunales, comenzando por la Audiencia y veló por que la resolución de los negocios y fallos no sufrieran dilatación. Como el mismo Virrey declarara, su principal cuidado fue poner orden y concierto en la administración pública.
Fuente consultada:
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú. Tomo III. Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1966
Pedro Fernández de Castro, X Conde de Lemos. XIX Virrey del Perú, (1667-1672)
Para mayor información sobre el Conde de Lemos:
Basadre Grohmann, Jorge. El Conde de Lemos y su tiempo (Bosquejo de una evocación y una interpretación del Perú a fines del siglo XVII). Lima : Huascarán, 1948
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Don Pedro Antonio Fernández de Castro, décimo Conde de Lemos y séptimo Marqués de Sarriá, octavo Conde de Castro y Duque de Taurisano, nació en Monforte de Lemos y fue bautizado en la iglesia de San Vicente de aquella villa el 20 de Octubre de 1632. Contrajo matrimonio con su prima, doña Ana Francisca de Borja y Centellas, viuda del quinto Marqués de Távara e hija de los duques de Gandía.
Su elección como Virrey del Perú fue muy disputada. Un extenso pliego de instrucciones acompañó la Real Cédula de su nombramiento, dada el 21 de Octubre de 1666. Se le dieron las facultades que ordinariamente se otorgaban a los virreyes y se le autorizó para llevar consigo a cien personas. Sin embargo, este número fue sumamente superado. El 3 de Marzo abandonó el Conde la bahía de Cádiz a bordo de uno de los galeones que mandaba el Príncipe de Monte Sarcho y, después de una travesía cómoda, llegó a Cartagena el 27 de Abril. Continuó su viaje y llegó a Portobelo el 28 de Mayo. El 27 de Junio salió para Panamá, donde permaneció un tiempo.
Desde la muerte de Conde de Santisteban hasta el recibimiento del Conde de Lemos, quedó gobernando la Audiencia don Bernardo de Iturrizara. Un año y meses duró su gobierno y de todo lo realizado dio cuenta al Conde de Lemos. En este tiempo, llegó la noticia de la muerte del Rey Felipe IV y se ordenaron los lutos acostumbrados. El 19 de Octubre, se levantaron pendones por el nuevo Monarca, Carlos II.
Desde la toma de Jamaica por los ingleses, esta isla se convirtió en la guardia de todos los que pirateaban por el Caribe. Uno de ellos, de apellido Mansfield, alcanzó a poner pie en las tierras del istmo de Panamá. Herny Morgan, al parecer, formó parte de la expedición de Mansfield. En Junio de 1668, hizo su aparición en la bahía de Portobelo, al frente de 9 barcos y cerca de 500 hombres armados. Cuando estas noticias llegaron a Panamá, don Agustín de Bracamonte reunió los hombres que pudo y se encaminó a Portobelo para desalojar a los piratas. Ya se habían firmado las paces con Inglaterra y hasta Jamaica habían llegado los rumores, pero Morgan se hizo el desentendido y puso las proas de sus buques hacia Chagres en Diciembre de 1670. Las noticias de este nuevo movimiento llegaron al Perú. Así, el Conde de Lemos remitió a Panamá dos compañías de 200 hombres y municiones para el abastecimiento de la ciudad.
El Conde de Lemos, desde un inicio, prestó especial interés a los indios. Sabía de la importancia de éstos para el Reino y consideraba que no se les hacía la justicia necesaria. Tan reconocidos quedaron los indios por las solicitudes enviadas por el Virrey al Monarca, que en Septiembre de 1669 dirigieron una carta a la Reina agradeciendo la administración del Conde de Lemos.
Durante el gobierno del Conde de Lemos, no se vieron únicamente horcas en Puno, aprestos de guerra en el callao y devotas procesiones. También se sucedieron fiestas y regocijos, como nunca los viera la ciudad de Lima, siempre pronta al bullicio. Joven durante su gobierno, pues contaba con cuarenta años, la salud del Virrey no era robusta.
Fuente consultada:
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú. Tomo III. Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1966