Para reemplazar a don Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de Lima y Virrey interino, la corte de España puso los ojos en don Melchor de navarra y Rocafull, Duque de la Palata, Príncipe de Massa, descendiente de los Reyes de Aragón y Navarra y mimbro de la Junta que presidiera doña Mariana de Austria en la menos edad de su hijo don Carlos II. Casado con doña Francisca Toralto y Aragón, Princesa de Massa y Marquesa de Tola.
Llegado a Cartagena el 2 de Marzo, hubo de detenerse y tuvo que poner en ejecución la orden que había recibido de construir los fuertes. Antes de su salida para Panamá, envió al Perú a un gentilhombre con carta para el Arzobispo, el cual arribó a Lima en la noche del 7 de Junio. El Duque debió llegar a Paita en Septiembre. Por tierra se encaminó a Lima y el 19 de Octubre, después de tocar en Bocanegra, hizo su entrada en el Callao, seguido de su esposa y demás familia. El Duque de la Palata, como la mayoría de los virreyes, trajo consigo un numeroso y lúcido séquito de damas y caballeros.
Entró a gobernar con indudable deseo de dar a los asuntos del Virreinato la más acertada dirección y en muchos de ellos, puede decirse, según Vargas Ugarte, que logró su propósito. Al Duque se le había instado, antes de salir de España, para que aplicase toda su atención al asunto de los indios y lo resolviese. Determinó encomendar la numeración de los indios a los corregidores, tanto para evitar los gastos que el censo debía de demandar, como por haberse persuadido que eran los más apropiados para el trabajo. El Virrey tomó algunas medidas para aliviar el rigor de la mita y asimismo para facilitar la extracción de los tributos.
Los piratas, por su parte, volvieron a sembrar el desconcierto durante el gobierno del Duque de la Palata. Por otro lado, los imprevistos asaltos a las poblaciones ribereñas de la extensa costa del Perú y el asedio puesto más de una vez al puerto del Callao hicieron que se pensase en amurallar la ciudad de Lima. El proyecto era ya antiguo. El Duque de la Palta se encontró con gran número de papeles relativos a este asunto y con no pocos y monteas de la futura muralla.
Entre otros sucesos de su época destacan el terremoto de Lima del 20 de Octubre de 1687, ocupa el primer lugar. Pocas veces, se vio la ciudad tan fuertemente sacudida como ese entonces. El Virrey, tuvo que refugiarse en unos toldos en la plaza principal. El pánico fue tal que todos abandonaron sus habitaciones improvisadas que en plazas y huertos se levantaron.
Fuente consultada:
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú. Tomo III. Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1966