El siguiente post fue redactado para el curso “Historia de la Iglesia en el Perú y América Latina” en el semestre 2013-1
La extirpación de idolatrías en el Nuevo Mundo, especialmente en el territorio andino, ha sido muy estudiada en los últimos años, lo cual ha generado algunos debates sobre el tema. En este caso, se expondrán los textos de Nicolas Griffiths La cruz y la serpiente. La represión y el resurgimiento religioso en el Perú colonial y Política eclesiástica y extirpación de idolatrías: discursos y silencios en torno al Taqui Onqoy de Gabriela Ramos. Ambos textos, en términos generales, tratan sobre el impacto de la extirpación de idolatrías en el virreinato del Perú y su trasfondo político e ideológico.
Griffiths inicia su texto considerando que la extirpación de idolatrías fue principalmente un instrumento de represión que se caracterizaba por denuncias, acusaciones, interrogatorios, investigaciones, sentencias entre otros medios.Sin embargo, la represión por la fuerza de la religión nativa era algo tan viejo como la misma conquista. En el caso del territorio andino, este autor considera que el ascenso del movimiento del Taki Onqoy en 1564-1565 desencadenó los procesos de idolatría conducidos por Cristóbal de Albornoz.La Corona española siempre se negó a someter a los indios a los rigores y procesos del Santo Oficio de la Inquisición, debido a su reciente instrucción en la fe. Así, un decreto real de 1575 estableció que los procesos por idolatría que no fueran de carácter criminal, pertenecían a la jurisdicción de las autoridades eclesiásticas, y no las civiles.Sobre este punto, el autor hace mención a las técnicas de represión aplicadas por Albornoz, las cuales alcanzaron su madurez de altura en la segunda década del siglo XVII. Así, la principal adición al aparato represivo fue la creación del cargo del visitador general de las idolatrías.Cabe resaltar que, al contrario de la Inquisición, la Extirpación cumplió una función judicial y pastoral. Mientras las campañas de extirpación entre 1609 y 1622 estuvieron acompañas de una bien organizada política pedagógica, las campañas de 1649 a 1670 parecen haberse caracterizado por un declive de la actividad misionera.Para el autor, el que la Extirpación no se convierta en una institución se debió a que ésta dependía de la voluntad de individuos poderosos. Por otra parte, el autor sostiene que las frecuentes denuncias de los excesos cometidos por los visitadores es considerado como un testimonio de su voluntad de recuperar sus gastos y poder convertir sus esfuerzos en económicamente rentables. Así, el declive de las campañas no puede ser atribuido a una pérdida de interés por parte de las autoridades eclesiásticas.Más delante en su texto, Griffiths considera que la religión andina fue interpretada por conforme a la dicotomía entre idolatría y superstición. Así, idolatría significaba no solo el culto de ídolos, sino también el culto a cualquier criatura u objeto de creación. De este modo, la idolatría fue definida como una subdivisión de la categoría de superstición.Por su parte, Gabriela Ramos en su texto rescata la importancia del Taqui Onqoy en el proceso de extirpación de idolatrías emprendido por Cristóbal de Albornoz. La autora sostiene que en la información sobre Albornoz de 1569 se mencionan las virtudes de éste como persona que ha llevado adelante de manera eficiente y digna de conocimiento el adoctrinamiento de la población nativa; sin embargo, no se hace mención alguna al Taqui Onqoy.
No obstante, la información recogida un año después, aparece por primera vez el Taqui Onqoy en las preguntas del interrogatorio además de una descripción del movimiento. Para el año 1577, se realizó en el Cuzco una tercera información de los servicios de Albornoz. Cómo en el caso anterior, su mérito central consistió en haber sido quien descubrió el citado movimiento. En la información de 1584, las preguntas aluden también a la calidad de persona y demás actos realizados por Albornoz, así como la reafirmación de haber sido el primero en descubrir el Taqui Onqoy, además de hacer una descripción con nuevos elementos sobre el movimiento.Sobre los testigos, la autora considera que antes de que llegara el visitador, la conducta de los curas habría sido permisiva en torno a la cantidad de idolatrías e ídolos.A manera de conclusión, la autora sostiene que es necesaria hacer una lectura crítica que proponga una metodología distinta para poder comprender mejor el fenómeno del Taqui Onqoy, el cual, para ella, ha sido sobredimensionado debido a los sesgos de carácter político e ideológico a finales del siglo XVI.Como opinión personal, considero que el movimiento del Taqui Onqoy si tuvo una importancia resaltante durante el siglo XVI. No obstante, es posible que por intereses personales –ya sean políticos o ideológicos-, los actores que se opusieron al movimiento lo hayan maximizado. La importancia de un ascenso en la carrera eclesiástica para algunos funcionarios llevó a resaltar la participación de Albornoz en su lucha contra dicho movimiento.