Resumen ‘Indigenous Texts’ de Martin Lienhard

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¿Cómo podemos definir lo que significa un “texto indígena”? Esta es la pregunta que Martin Lienhard  trata de resolver a lo largo de su artículo. De todo el material documental  existente, no existe un solo texto que pueda ser considerado automáticamente “texto indígena” como tal sin antes establecer una definición. Aunque etimológicamente el término designa a los habitantes nativos de cualquier país o territorio, en la historia americana, fue aplicado solo para los “indios”. En los Andes, el término “indígena” es sinónimo de “indio”, término aplicado por los europeos a los nativos colonizados, así como a sus descendientes, durante el siglo XVI. Sin embargo, la población nativa nunca fue un cuerpo homogéneo socioculturalmente.

Un solo grupo indígena puede expresarse a sí mismo en prácticas culturalmente contradictorias. Un ejemplo que propone el autor es la nobleza Inca, la cual, desde un punto de vista genealógico, durante el período colonial fue considerada como indígena, pero eran mestizos en términos socioculturales. Lo que aún une a los “nativos” de diferentes períodos y estratos socioculturales, además de ciertas prácticas heredadas por sus antepasados prehispánicos, es su status de inferior en un sistema de desigualdad y dominación.

Por otra parte, el contenido y el lenguaje no son suficientes para calificar cualquier texto colonial o del siglo XIX como indígena. Usar el contenido como criterio de calificación no garantiza un análisis serio. Esto se debe a que existen muchos textos que, a pesar de su orientación hacia un tema indígena, carecen de una base cultural indígena. Lo mismo sucede con la autoría del texto. Es insuficiente debido a que ignora no solo las características formales de los textos, sino también a sus receptores. En realidad, en muchos casos los textos, ya sean anónimos o no, son el resultado de alguna forma de colaboración entre diferentes partes. A pesar de que es verdad que algunos “indios” aprendieron rápidamente la forma de escritura de los conquistadores, el sistema básico de producción indígena desde el siglo XVI hasta el XIX, se basó en el sistema oral. Así, los textos que merecen ser llamados “indígenas” serían aquellos que surgen y se difunden como el desempeño oral en el corazón de las comunidades indígenas.

La rica y variada producción documental merece una clasificación, la cual se puede dividir en siete tipos, basadas en las características de: quien le está hablando a quien, utilizando que medio, en qué contexto y bajo qué propósito. Las dos primeras categorías, la transcripción de tradiciones orales indígenas y la transcripción de testimonios legales indígenas, son usualmente limitadas a la información que constituye la materia prima del texto. La tercera categoría, cartas, crónicas y manifestaciones indígenas, incluye aquellos textos en que ciertos hablantes indígenas escriben a sus aliados o adversarios españoles, principalmente en español con una buena retórica. La cuarta categoría, cartas indígenas para comunicaciones internas, son frecuentes y representan el inicio de la escritura para asuntos internos. La poesía eclesiástica en idioma amerindio corresponde a la quinta categoría, la cual es una forma de catequismo literario en el cual los nativos sirven solo de receptores. La sexta categoría corresponde a los textos dramáticos, y está compuesta por textos en quechua o una mezcla entre quechua y español. Por último, la séptima categoría, la poesía nativa y mestiza, probablemente se inició en la práctica de la poesía oral de la élite nativa durante el período colonial; no obstante, su difusión escrita data del siglo XIX.

Con el fin de organizar, lo más racionalmente posible, el período colonial, fue necesario para los españoles conocer sobre la historia, economía organización política y social de los pueblos que conquistaban. Por esto, fue necesario conservar esas estructuras que no funcionarían en contra de ellos, así como emplear ciertos conocimientos que les serían de utilidad. Una característica básica de los textos producidos para rescatar las tradiciones orales nativas es la división de la voz narrativa.

Las dos voces en conflicto son la memoria nativa y la de la cultura invasora. La primera, que carga con la tradición oral, contribuye con información básica; mientras la segunda, la cual procesa esta información en un lenguaje escrito, se manifiesta arbitrariamente, teniendo siempre la última palabra. La voz de los informantes también se adecua a la composición narrativa de los textos.

En cuanto a la segunda categoría de clasificación, podemos decir que los textos resultantes de la transcripción de testimonios legales indígenas son similares a los textos toledanos y post-toledanos. Estos testimonios usualmente aparecen en consultas provocadas por algunos conflictos entre una o más comunidades indígenas y las autoridades coloniales o entre individuos, grupos o comunidades nativas.

Lo que distingue la información testimonial de la obtenida en la recolección de la tradición oral, es principalmente, la desigualdad política clara que caracteriza la relación entre el testigo y la autoridad que le interroga. Otra diferencia son las preguntas realizadas por los investigadores. En la información obtenida de la tradición oral, las preguntas sirvieron, principalmente, para hacer que el informante hablara “abiertamente”, mientras que en el caso de los testimonios legales, las preguntas realizadas por las autoridades fueron estructuradas para guiar y delimitar las respuestas de los entrevistados.

En cuanto al contenido, los testimonios legales no necesariamente coinciden con las crónicas o están basadas en recobrar la memoria colectiva. Por otro lado, el testigo está obligado a limitar su respuesta a lo que el entrevistador desea obtener de carácter político, social y económico.

La tercera categoría, correspondiente a las cartas, crónicas y manifestaciones indígenas, son representadas por autores más o menos distinguidos voceros de un grupo de indígenas, líderes políticos, y / o personas de linajes ilustres. Entre estos se encuentra Garcialso, Guaman Poma y José Gabriel Condorcanqui. Los destinatarios de estos documentos fueron, en su mayoría, autoridades políticas, eclesiásticas o militares. Su característica principal es el uso del español en su redacción, mientras que su tema gira en torno a reclamos o protestas a favor de los propios nativos.

La cuarta categoría corresponde a las cartas indígenas para comunicaciones internas. Las cartas de este tipo demuestran un extraordinario manejo del estilo de escritura europeo. En la quinta categoría de clasificación, la poesía eclesiástica en idioma amerindio. Hasta hace poco, nadie cuestionaba el origen prehispánico de estos poemas; sin embargo, según algunos estudiosos, en realidad estamos frente a textos que han sido ya colonizados por la ideología cristiana misionera, mientras que otros defienden su origen prehispánico basándose en evidencia lingüística. Depende de cómo se observe, este tipo de documento puede ser considerado como poesía inca colonial o poesía cristiana con influencia incaica. Estos poemas son muy diversos dependiendo de su período de creación, origen geográfico y lenguaje, así como a la identidad sociocultural de sus autores.

Los textos dramáticos corresponden a la sexta categoría de clasificación. Lo que se puede mencionar sobre ellos es que provienen, según Husson, de la tradición neo-Incaica de Vilcabamba, siendo considerado el drama como completamente indígena mas no prehispánico. El último punto de clasificación es la poesía nativa y mestiza. Estos poemas, a diferencias de los anteriores, fueron escritos. Algunos de estos hacen referencia a tradiciones populares o indígenas.

El indígena es una figura colonial que ha sobrevivido en sociedades republicanas. No existieron indios en las sociedades prehispánicas, solo nativos viviendo en sociedades grandes regiones o estados. Fueron los conquistadores los que los convirtieron en indios. Durante el período colonial, y luego de su colapso, muchos nativos participaron en la producción de varios textos escritos. En otros casos, ellos mismos se encargaron de la redacción, utilizando el lenguaje adquirido durante la colonización, para así defender sus propios intereses y los de sus comunidades.

Si caemos en el error de identificar lo “indígena” con lo prehispánico, ninguno de los textos mencionados pueden ser considerados completamente indígenas. Por otro lado, si el término indígena refiere a la cultura o actitudes de los descendientes coloniales de los habitantes nativos, las categorías de los textos antes mencionados son entonces, indígenas. Sin importar mucho si un texto puede ser considerado indígena o no, lo que se debería analizar, más que todo, es su utilidad para el estudio de las sociedades andinas.

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