Bloch considera que muchas veces influenció más la idea previa de la existencia de un “poder” taumatúrgico de los reyes en el imaginario de la población que lo que en realidad estos llegaban a hacer con sus “poderes”. Para la gente, muchas veces una enfermedad, no muy comprendida en la época, podía ser curada con el simple toque o mirada del rey. Sin embargo, hubo ocasiones en que las personas no llegaban a sanar, para lo cual se argumentaba que el monarca debía de tocarlos mínimo dos veces para sanarlos.
Este “toque divino” proveniente del rey pasó también a darle importancia a las imágenes o símbolos que este utilizaba. Es así que las personas comienzan a guardar ciertas reliquias de los monarcas con la creencia de que éstas también poseían un poder sobrenatural al igual que su dueño. El adquirir reliquias no es algo nuevo, dado que desde los inicios del cristianismo, muchos creyentes quisieron obtener reliquias de los primeros cristianos, algunos santos o hasta el mismo Jesús, debido a la creencia de que poseían un poder especial. Esto tenía su origen en la tradición germánica y luego se trasladó al cristianismo.
Asimismo, Bloch sostiene que los “poderes taumaturgicos” de los reyes en la Edad Media duraron mucho tiempo, no porque en verdad existieran, sino más bien porque la población creía en su existencia. Como ya se mencionó, muchas veces las enfermedades que sufría la población eran transitorias y sin ninguna mayor relevancia o perjuicio a la salud; sin embargo, con el simple hecho de ver pasar al monarca o ser tocado por él, las personas creían que serían curadas. Pero esta cura no llegaba en el mismo momento, a veces podía tomar días o semanas para que la enfermedad termine su ciclo de contagio, mas para el imaginario de la época, quien había sanado a los enfermos era el mismo rey.
La relación entre la monarquía feudal con estos poderes taumatúrgicos y la Iglesia era muy estrecha. Durante este período principalmente, dado que se da desde inicios de la cristiandad, la Iglesia quería tener el control sobre todo lo “sobrenatural” del mundo. Así, las coronaciones de los monarcas, siendo las más recordada la de Carlo Magno, era presidida por el mismo Papa. Con este acto, y la unción del monarca, se mostraba, no solo al monarca, sino al resto de la población, que el “poder taumatúrgico” del rey, así como su legitimidad para gobernar, venía de Dios. Es así que la corona se combierte en uno de los más importantes símbolos del poder real, mas no era el único. Muchas veces se consideraba que el retrato del monarca o los anillos también podían trasmitir sus poderes de sanación.
Para concluir, como sostiene Bloch, los poderes taumatúrgicos de los reyes en la Europa medieval sobrevivieron gracias a dos importantes factores. En primer lugar se encuentra el imaginario popular, quienes creían en la existencia de estos poderes milagrosos de curación que tenían los monarcas. Por otro lado, se encuentra la misma Iglesia como garante del poder taumatúrgico. Ambos aspectos, muy relacionados entre sí, sirvieron no solo como beneficio al poder de los reyes, sino también para el suyo propio, especialmente la Iglesia, en el sentido que era ella quien controlada todo lo sobrenatural.