El terreno político, un espacio para los católicos
11:00 p.m. | 10 nov 20 (JG/VTN).- El padre Bartolomeo Sorge, jesuita, conocido teólogo y politólogo, ex director de la revista La Civiltà Cattolica y del Instituto de Formación Política Pedro Arrupe, ha fallecido a los 91 años. Hoy en día, cuando la importancia de la formación política de los ciudadanos resulta tan importante frente a las ideologías populistas y a las grietas en el fundamento ético de la democracia, el pensamiento del padre Sorge es muy actual. Antonio Spadaro y Giacomo Costa, ambos compañeros jesuitas del P. Sorge, iluminan con detalles una figura emblemática de la Compañía de Jesús, que supo conjugar ambos apostolados, el intelectual y el social.
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El legado del P. Sorge (Antonio Spadaro SJ)
El P. Bartolomeo Sorge reafirmó la importancia del compromiso de los católicos en la política, colaborando con aliados de diferentes orientaciones culturales y buscando el mayor bien posible en cada contexto concreto. Para él, el problema más urgente era devolver un alma a la política, ayudando a la democracia a recuperar su fundamento ético. Por esta razón siempre trató de contrarrestar la tentación de refugiarse en un espiritualismo individual y desencarnado, que lleva a la Iglesia a la “auto referenciación”, a volverse sobre sí misma, a preocuparse sobre todo de sus problemas internos, a encerrarse dentro de los muros del templo, obsesionada por la observancia de las normas canónicas.
Ésta es la entraña de la inspiración del padre Sorge: Dios está presente y actuando en el mundo: no lo ha abandonado, sino que pide ser reconocido donde se encuentra. En ese sentido, Sorge era radicalmente jesuita, contemplativo en la historia, capaz de un discernimiento en la acción. Y también era un fiel intérprete del Concilio Vaticano II y de la inspiración de Gaudium et Spes que expresa la relación madura a lograr de la Iglesia y el mundo.
Por esta razón propugnaba la mediación cultural en lugar del “presencialismo”, que se contenta con seguir procesos cuando hay que ocupar espacio. También recordamos que en 1974 el P. Sorge participó en la 32ª Congregación General de la Compañía junto con el P. Carlo Maria Martini y el P. Jorge Bergoglio. No es difícil reconocer, incluso más allá de todas las diferencias de personalidad, un hilo común que une a estas tres grandes figuras.
Fue la convicción del padre Sorge que, después del fin de las ideologías del siglo XX, todas negadas por la historia, tanto los creyentes como los no creyentes pueden converger hacia un programa reformista de cosas por hacer, inspirado en los valores de un humanismo trascendente, pero por mediación de elecciones seculares que pueden ser compartidas por todas las personas de buena voluntad. El presupuesto ignaciano de salvar lo más posible la afirmación del otro fue un elemento fundamental de su forma de dialogar. Ello implica lo que el padre Sorge llamó “laicidad positiva”, que consiste en encontrarse en lo que nos une entre diferentes, para crecer juntos convergiendo hacia una unidad cada vez mayor, en pleno respeto de la identidad de cada uno.
Dos cosas en mi memoria han caracterizado el legado del padre Sorge, ahora que soy su sucesor en la dirección de La Civiltà Cattolica: por un lado, la lucidez de un pensamiento que se formó gracias al estudio, la profundización y la fuerza de una experiencia, a su manera, que vivió y de la cual fue testigo. El suyo era un apostolado culto, fruto del estudio y uno de sus objetivos era la formación de “multiplicadores”. Por otra parte, la “profecía” y la parresia, la inspiración espiritual, así como la honestidad, para decir que hoy en día no siempre tenemos todas las respuestas definitivas que quisiéramos tener, y que, por lo tanto, el compromiso real y concreto con la historia -incluidos los posibles errores- es fundamental para comprender y actuar bien en el futuro próximo.
P. Sorge: el jesuita que leyó al hombre con los ojos de Dios (entrevista de Vatican News a Giacomo Costa SJ)
Lo conocíamos como un gran experto en la Doctrina Social de la Iglesia, que quería de alguna manera transferir el bien común a la política, al mundo de la actividad práctica. En este sentido, ¿Qué construyó el padre Sorge con su pensamiento?
Ayudó tanto con sus escritos como con esta pasión a ir al encuentro de las personas donde estaban: recorrió Italia de arriba a abajo, incluso fue más allá de la frontera, dando casi mil conferencias precisamente para transmitir la Doctrina Social, no para hablar de ella o explicarla, sino para hacerla vivir, para dejarla entrar en el tejido del país. En esto su compromiso nunca se ha detenido. Así que ciertamente su contribución -como también dice su libro conocido como “Salir de los muros del templo”- ha ido a la Iglesia que el papa Francisco define como “en salida”, una Iglesia que tiene coraje, que tiene una mirada capaz de entrar en el corazón de la vida social y política para mostrar cómo, de una manera no ideológica, la fe puede fecundar, puede ayudar a la Iglesia a crecer.
Lo hizo cuando estaba en La Civiltà Cattolica y luego, sobre todo, no olvidemos el período del Instituto Arrupe en Palermo donde el compromiso se vivió aún más, incluso con riesgo dada su oposición a la mafia. Siempre hablaba de la vigilancia especial que debía tener en ese período. Luego, aquí en Milán, con la actividad de Actualizaciones Sociales, continuó su compromiso de llevar la fe a las dinámicas de la sociedad de una manera, precisamente, que no era la afirmación de una identidad “en contra”, de una Iglesia “en contra”, sino de una Iglesia que sabe ser verdaderamente fermento.
El padre Sorge nunca ha tenido miedo de expresarse, de exponerse.
Nunca. Una palabra que ciertamente lo caracteriza es la parresía. Nos ha enseñado esto, nos lo ha dicho tantas veces, que no debemos callarnos. El Evangelio de San Juan también le inspiró: debemos dar testimonio de lo que hemos visto y oído, pero siempre para ayudar, construir, animar y alentar a seguir adelante y dar testimonio. Recientemente el padre Sorge habló de lo que estamos viviendo y habló de una crisis estructural que requiere nuevas formas de buscar y crear.
¿Cómo podemos resumir sus pensamientos en la actualidad?
Sólo con una mirada de confianza. En particular, en los últimos tiempos, nos invitó a no encerrarnos en la identidad y el populismo, un problema que él sentía que era muy grande. En este sentido, los jóvenes que lo conocieron salieron de los encuentros realmente motivados por un compromiso. Muchas de las cosas que mencionó entonces reflejan el mensaje de Fratelli tutti que hemos recibido ahora del papa Francisco, especialmente la invitación a la fraternidad que va más allá de las divisiones y los conflictos. Creo que no sólo dijo esto, sino que lo testificó durante toda su vida.
Datos biográficos del P. Sorge
De origen catanés, nació el 25 de octubre de 1929 en la isla de Elba, en Rio Marina, e ingresó en la Compañía de Jesús en 1946. Ordenado sacerdote en 1958, estudió en Milán, España y Roma. Director de la revista La Civiltà Cattolica de 1973 a 1985, fue trasladado a Palermo y en la década siguiente fue director del Instituto de Formación Política Pedro Arrupe. Junto con su hermano Ennio Pintacuda, apoyó el movimiento político de inspiración cristiana Ciudad para el hombre y contribuyó a la primavera de Palermo, ese florecimiento de iniciativas políticas, sociales y culturales destinadas a promover una cultura de la legalidad que contrarrestara a la Mafia.
Después de la experiencia de Palermo, que permanecerá siempre en su corazón, en 1997 se instaló en Milán, continuando a escribir y dedicarse a conferencias y reuniones. También fue editor de las revistas Pueblos y Aggiornamenti Sociali (Actualizaciones Sociales) donde firmó 162 artículos, así como autor de numerosas publicaciones sobre la Doctrina Social de la Iglesia y el compromiso de los cristianos en la política.
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Fuentes:
Jesuits Global / Vatican News / Foto: Editorial Magisterio