Para evitar ‘disparar’ citas bíblicas a la ligera
9.00 p m| 31 oct 13 (HUFFPOST/BV).- “Dejen de recitarme versículos de la Biblia” es lo que pide Emily Timbol, bloguera del Huffington Post. Sus razones están claras, cuando “disparamos” versículos sin pensar, en muchas ocasiones lo más probable es que tenga un efecto negativo. Con su experiencia en el estudio de las Escrituras, nos invita a descubrir detalles para que las citas bíblicas sirvan para confortar o guiar con sensatez.
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Una de mis escenas favoritas de la película “¡Salvados!” es cuando la “puritana” Hilary Faye, se enoja y trata de enfrentar a su ex amiga Mary. Cuando Mary no escucha y acusa a Hilary de no saber nada sobre el amor de Jesús, Hilary le lanza una Biblia exclamando “¡Estoy llena del amor de Dios!”, sin ningún sentido de la ironía. Muchas veces me he sentido como María. He conocido varias Hilary Fayes en mi vida. Sólo que en vez de lanzarme Biblias literalmente, por lo general me lanzan versículos. A menudo, sin embargo, con el mismo efecto.
En mayo pasado, me presenté y fui aceptada para ser un participante del “Proyecto de Reforma”, una organización cristiana sin fines de lucro, basada en la Biblia, que busca reformar la enseñanza de la Iglesia en el tema de la orientación sexual e identidad de género. Desde la aplicación, sabía que para ser un reformador quería decir que necesitaría pasar mucho tiempo con las Escritura. Esto no es difícil para mí, alguien que creció en la Iglesia, y que ha leído toda la Biblia varias veces, y que ha memorizado los versículos más “reconocidos”. Pero mi relación con la Escritura se había complicado, ya que se utiliza más a menudo para reprender mis creencias, en lugar de alentarlas.
Lo que no me di cuenta fue lo profundo que iba a entrar en la Escritura, y cómo cambiaría toda mi punto de vista sobre la Biblia.
Los 50 participantes del proyecto pasamos tres meses revisando en profundidad el Génesis 19:1-11, Levítico 18:22 y 20:13, Romanos 1:26-28, 1 Corintios 6:9-10 y 1 Timoteo 1 9-10. Leimos comentarios de los mejores teólogos de diferentes perspectivas, entre ellos Robert Gagnon, John Boswell, Richard Hays, Dale Martin, William Webb, Phyllis Bird y Robin Scroggs, por nombrar algunos. Hemos leído las memorias de Wesley Hill, “Washed and Waiting” y el increíble libro del Dr. James Brownson, “Biblia, Género, Sexualidad: Replanteando el debate de la Iglesia sobre las relaciones homosexuales”.
Leer, asimilar, y comentar más de 1.000 páginas de literatura académica en sólo tres meses fue agotador. Pero también cambió mi vida. Por primera vez en mis casi tres décadas de ser cristiana, estaba tomando mi tiempo no sólo para leer las Escrituras, sino para preguntarme por lo que estaba leyendo y por qué. En lugar de sólo leer las palabras en cada página, leemos acerca de la historia y la cultura durante el tiempo que fue escrito, y lo que significa el lenguaje. En lugar de aceptar la traducción tal cual, pasé meses aprendiendo el Griego y Hebreo del que se tradujo al Inglés, y buscando otros casos en que esas mismas palabras se habían utilizado.
Aprendí la importancia del contexto. Antes de embarcarme en esta jornada, siempre pensé en la Biblia como algo que no se suponía que debía cuestionar. Aún cuando la cuestión no era, “¿es esto realmente cierto?” , sino más bien “¿a quién está dirigido esto?”, cuestionar la Biblia era lo mismo que no creer en ella. Lo que aprendí de “El Proyecto de Reforma” era que el verdadero peligro estaba en no hacer preguntas.
La Biblia no es solamente un libro, tanto como Jesús no fue sólo un hombre. Así que cuando la usamos sin comprenderla plenamente, corremos el riesgo de hacer más daño antes que un bien. Cuando alguien está sufriendo y le citamos un versículo, el cual de ninguna manera se puede aplicar a su situación, en lugar de consolarlos hacemos que se sienta abandonado.
Cuando Pablo se sentó a escribir cartas a las iglesias que estaban bajo su ministerio, no tenía ni idea de que lo que estaba escribiendo se utilizaría como instrucciones por cristianos miles de años más tarde. Lo que estaba escribiendo era específico para ciertas personas en una situación determinada, en un momento determinado. Eso no significa que no podamos aprender de su sabiduría y enseñanza, pero sí quiere decir que, para que podamos hacer eso no debemos quedarnos en la superficie del mensaje, hay que profundizar. Para citar al Dr. Jim Brownson, tenemos que encontrar la lógica moral en cada historia. Lógica moral no es determinar exactamente lo que se dice, sino por qué.
Cuando preguntas, “¿por qué?” fue tan terrible el pecado de falta de hospitalidad en días de Lot, se aprende que ser un viajero sin un refugio para pasar la noche, significaba una muerte casi segura. Cuando se le pregunta, “¿por qué?” Lot sería considerado honorable, si ofreció sus hijas vírgenes a una turba enfadada y con ganas de violar a sus visitantes, se aprende todo sobre la jerarquía de los pueblos antiguos y cómo los hombres conservan el honor mientras que las mujeres encarnan la vergüenza. Violar una mujer estaba mal, pero ¿violar un hombre, tratándolo como una mujer indecorosa? Eso era imperdonable.
Mientras más preguntas así nos planteamos, más se aprenderá, no sólo acerca de la Escritura, sino de la naturaleza de Dios. Más importante aún, te das cuenta que si solamente se cita un versículo, sin explicar o asegurarse de que la persona que lo recibe entiende la historia completa, no sirve de mucho.
Si seguimos citando Jeremías 29:11 a las personas que están sufriendo, pero no les decimos acerca de los 70 años de exilio que sufrió la gente a la que se refiere este versículo, no estamos hablando con sinceridad, estamos mintiendo.
Lo que debe ser más importante para nosotros, no es tener un versículo a mano para citar, sino ofrecer un poco de la gracia de Cristo a través de nosotros. Tenemos que leer y conocer la Biblia, con el fin de honrar y obedecer a Dios. Para compartir el evangelio, tenemos que conocerlo. Pero lo que debería ser más importante para nosotros no es saber exactamente qué versículo utilizar, o qué palabras decir, sino lo que es mejor para la persona con la que estamos cara a cara.
Con demasiada frecuencia, citar la Biblia a una persona nos simplifica el esfuerzo: Una manera de poner fin a una conversación cualquiera, pasando por encima de cualquier cosa que la otra persona tiene que decir, o proporcionar un rápido “comfort”, de modo que podemos continuar con otras cosas. La Biblia no debe ser utilizada de esta manera.
No hay nada de malo en conocer, memorizar o citar versículos de la Biblia. Pero no está bien si en lugar de tomarnos el tiempo para acercarnos y hablar o entender a alguien, sólo le citamos un versículo. Como cristianos, debemos estar más preocupados por vivir la Palabra que simplemente citarla.
Fuente:
“Stop Quoting Bible Verses at Me” de Emily Timbol. Publicado en el Huffington Post.