La investigación científica bajo ataque, advierte la Santa Sede
5:00 p.m. | 12 set 25 (RNS/PAS).- La Pontificia Academia de las Ciencias advirtió en un reciente documento que la ciencia enfrenta un “ataque estructural”, con intentos sistemáticos de distorsión, censura y manipulación política. Identifica factores que erosionan la confianza pública: desde la polarización ideológica hasta la desinformación y la captura corporativa de la investigación. Firmada por destacados científicos, la declaración reclama una defensa multisectorial de la verdad y señala que los líderes religiosos pueden ayudar a restaurar la confianza en la ciencia como fuerza de bien.
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En todo el mundo, somos “testigos de un alarmante aumento de intentos de desacreditar, politizar o suprimir el conocimiento científico”, señala el Vaticano en un nuevo documento de la Pontificia Academia de las Ciencias en defensa de la libertad de la ciencia. “Estos desarrollos no solo ponen en peligro la integridad de la ciencia, sino también el bienestar de las sociedades que dependen de ella para afrontar sus desafíos más apremiantes, como la pobreza, las pandemias, la salud, el cambio climático y el uso de la inteligencia artificial”, se lee en la declaración.
Algunos podrían sorprenderse al escuchar a la Iglesia defender la ciencia, ya que todos recuerdan los problemas de Galileo con las autoridades eclesiásticas. Todavía hoy, cristianos fundamentalistas no logran reconciliar el relato de la creación en el Génesis con las explicaciones científicas contemporáneas de la cosmología y la evolución. Esto ya no constituye un problema para los teólogos católicos. El Vaticano se ha involucrado en la astronomía al menos desde 1582, cuando astrónomos ayudaron al papa Gregorio XIII a poner el calendario en sintonía con la rotación de la Tierra alrededor del sol. Treinta y cinco cráteres en la luna llevan nombres de científicos y matemáticos jesuitas.
Científicos sacerdotes católicos han desempeñado un papel importante en el avance de la ciencia: Gregor Mendel (1822-1884), padre de la genética moderna; Georges Lemaître (1894-1966), quien propuso por primera vez la teoría del Big Bang; y Jean Picard (1620-1682), no de “Star Trek”, sino la primera persona en medir con precisión el tamaño de la Tierra. Sin embargo, el mito de que los buenos cristianos deben ser anticiencia sigue repitiéndose.
Lejos de atacar la ciencia, esta nueva declaración de preocupación de la Pontificia Academia de las Ciencias, “Proteger la libertad de la ciencia y prevenir la distorsión de la verdad científica”, es una defensa decidida de la ciencia, que considera “fundamental para el desarrollo de la humanidad” y que debe ser protegida “frente a injerencias ideológicas o políticas”. Las fuentes de los ataques contra la ciencia y la verdad son complejas e interconectadas, sostiene la Pontificia Academia.
“En muchos contextos, los hechos científicos son manipulados o suprimidos para servir a objetivos políticos de corto plazo“, informa la Academia. “Líderes o grupos de interés pueden negar verdades incómodas para preservar el poder o intereses económicos, en lugar de afrontar realidades difíciles con políticas basadas en evidencia”. Lamenta el rechazo del consenso científico en favor de teorías conspirativas. “La ciencia es presentada en ocasiones como elitista o sesgada”, afirmó la Academia, “pese a su carácter autocorrectivo; es decir, el progreso científico corrige a menudo saberes establecidos y siempre debe estar abierto a nuevos conocimientos”.
El documento resulta especialmente oportuno en Estados Unidos, donde funcionarios gubernamentales otorgan más crédito a teorías conspirativas que al consenso científico. Por ejemplo, universidades de investigación estadounidenses como Harvard están siendo atacadas, y la investigación científica está siendo desfinanciada por motivos políticos por la Fundación Nacional de Ciencia y los Institutos Nacionales de Salud, gestionados bajo la administración Trump, que antes eran grandes defensores de la ciencia.
El Vaticano también advierte que “la comercialización de la investigación y la captura de la ciencia por parte de industrias poderosas pueden generar conflictos de interés. La confianza pública se erosiona cuando la ciencia parece servir principalmente a beneficios privados y no al bien común”. Y señala: “Las redes sociales y las plataformas en línea han acelerado la difusión de pseudociencia y falsedades”. En consecuencia, “las compañías de redes sociales deben adoptar medidas más firmes para limitar la desinformación y respaldar fuentes auténticas. Se requiere con urgencia transparencia y responsabilidad algorítmica”.
Lamentablemente, “gobiernos represivos no solo descuidan la ciencia, sino que castigan activamente a quienes dicen la verdad científica frente al poder. Instituciones científicas han sido clausuradas y los investigadores han enfrentado amenazas legales o físicas”, afirma el documento.
¿Cuáles son las soluciones? La Academia llama a los líderes políticos a “garantizar la independencia de las instituciones científicas y resistir la politización de la investigación. El apoyo a la ciencia básica y aplicada debe protegerse como inversión en el bien común. Las decisiones políticas deben guiarse por la mejor evidencia disponible, no por ideología ni desinformación”. Al mismo tiempo, señala: “Los científicos deben reafirmar su compromiso con el rigor, la transparencia y la responsabilidad ética. Deben interactuar activamente con la sociedad, comunicar con claridad sus hallazgos y escuchar con respeto las preocupaciones públicas”.
La Pontificia Academia llama a las comunidades de fe a “reconocer y promover la compatibilidad de ciencia y espiritualidad”. Considera que “la razón y la fe pueden coexistir en mutuo enriquecimiento. Los líderes religiosos pueden desempeñar un papel poderoso en la restauración de la confianza pública en la ciencia como fuerza de bien”, afirma.
También pide una coalición global de actores para defender el derecho a buscar y proclamar la verdad científica. “Al hacerlo”, afirma, “no solo protegemos la integridad de la ciencia, sino que también salvaguardamos la dignidad, la justicia y la sostenibilidad de nuestro futuro humano común”. Los católicos ya no tenemos por qué agachar la cabeza avergonzados por Galileo. Podemos estar orgullosos de que el Vaticano quiera ser líder en la defensa de la investigación científica.
Entrevista a un miembro de la Academia, Dr. Rafael Radi
Con motivo de la declaración de la Pontificia Academia de las Ciencias sobre la credibilidad de la ciencia, el medio uruguayo En Perspectiva entrevistó al Dr. Rafael Radi, presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Uruguay e integrante, desde el año pasado, de la Academia vaticana. En la conversación, Radi abordó los aspectos centrales de un documento —que firma junto a otros académicos— y que manifiesta una profunda preocupación por las crecientes amenazas a la libertad científica y por la sistemática tergiversación de la verdad científica.
Radi comienza subrayando el rol histórico y ético de la Pontificia Academia de las Ciencias. Fundada en 1603 y vinculada a nombres emblemáticos como Galileo Galilei, hoy reúne a decenas de científicos de primer nivel, casi la mitad de ellos galardonados con el Premio Nobel. Según explica, su misión es promover el conocimiento científico universal, con independencia de cualquier etnia, religión o ideología política, y al mismo tiempo con la riqueza de la diversidad entre sus miembros. Esto le otorga la autoridad necesaria para emitir alertas como la reciente declaración frente a los ataques a la ciencia en el mundo.
Luego relata el origen de la declaración, que describe como “un corolario de un conjunto de eventos, seminarios y simposios realizados a lo largo de los años”. Aunque Radi fue incorporado oficialmente a la Academia en 2024, desde 2017 ya participaba como invitado en coloquios sobre posverdad, desinformación, ciencia para la paz, sustentabilidad y otros temas. La acumulación de estas discusiones llevó a los miembros de la Academia a concluir que era necesario elaborar un documento de opinión con alcance global, capaz de reflejar la diversidad de regiones y sistemas políticos de procedencia.
Radi identifica, a partir de la declaración, varias causas profundas detrás de la crisis de credibilidad. Una de las más preocupantes es la polarización ideológica, que erosiona el pensamiento crítico y convierte a la ciencia en rehén de disputas políticas. También destaca la falta de alfabetización científica en la población, lo que facilita la propagación de desinformación a través de las redes sociales: “La gente no distingue entre evidencia y opinión, y eso es un caldo de cultivo para la pseudociencia”. Ante ello, propone reforzar desde edades tempranas la educación STEM —ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas— y mejorar la comunicación científica.
A pesar de los ataques, Radi subraya que la confianza en la ciencia sigue siendo alta en muchas regiones. Cita encuestas internacionales que la ubican como una de las instituciones más confiables, incluso por encima de gobiernos y medios de comunicación. Sin embargo, advierte que esta confianza debe sostenerse con ética, transparencia y competencia. Insiste en que la integridad del científico es clave: declarar conflictos de interés, fomentar la ciencia abierta y mantener estándares rigurosos. La credibilidad —subraya— no se impone, se construye con coherencia y responsabilidad.
También aborda el llamado a la acción contenido en la declaración, que describe como amplio y multisectorial. Se invita a políticos, periodistas, educadores y líderes religiosos a defender la ciencia como patrimonio común. Precisa que no se trata de proteger a los científicos, sino de resguardar el método científico como herramienta para comprender y mejorar el mundo. Destaca el ejemplo de Uruguay, donde la integración entre ciencia y política durante la pandemia permitió decisiones más informadas.
VIDEO. Entrevista completa al Dr. Rafael Radi: Ciencia bajo ataque
Declaración completa en español
Declaración de preocupación de la Pontificia Academia de las Ciencias. Protegiendo la libertad de la ciencia y previniendo la distorsión de la verdad científica
El Consejo de la Pontificia Academia de las Ciencias y los miembros firmantes de la Academia emiten esta declaración con profunda preocupación por las crecientes amenazas globales a la libertad de la ciencia y la sistemática tergiversación de la verdad científica. En múltiples contextos y continentes, somos testigos de un alarmante aumento de intentos de desacreditar, politizar o suprimir el conocimiento científico. Estos desarrollos no solo ponen en peligro la integridad de la ciencia, sino también el bienestar de las sociedades que dependen de ella para afrontar sus desafíos más apremiantes, como la pobreza, las pandemias, la salud, el cambio climático y el uso de la inteligencia artificial.
En los últimos años han surgido patrones que revelan una tendencia inquietante: las instituciones científicas son debilitadas mediante presiones políticas, recortes presupuestarios y de personal, y censura. Los hallazgos basados en evidencia son ignorados o abiertamente tergiversados. El discurso pacífico y abierto que caracteriza al proceso científico está siendo reemplazado en algunos ámbitos por narrativas ideológicas, información errónea y desinformación. En casos extremos, los científicos son acosados, marginados o personalmente amenazados por su trabajo.
Estos ataques no se limitan a una región o ideología política particular; están surgiendo tanto en democracias como en sistemas autoritarios, en el Norte y el Sur globales. La erosión de la verdad a través del negacionismo y la retórica anticientífica se ha convertido en un fenómeno internacional. Esto no es simplemente una crisis de comunicación: es un asalto estructural a los valores e instituciones que hacen de la ciencia un pilar del progreso humano.
La Pontificia Academia de las Ciencias, guiada por sus estatutos y su tradición, ha sostenido siempre la convicción de que la ciencia es fundamental para el desarrollo de la humanidad. La Academia se ha comprometido intensamente con cuestiones de diplomacia científica, desde pandemias y cambio climático hasta la ética de la inteligencia artificial, el acceso y uso de la energía, y las vías para reducir la pobreza global; asimismo, ha promovido una educación accesible para todos como medio para disminuir las desigualdades basadas en el conocimiento en el mundo actual. Estos esfuerzos se sostienen en un respeto compartido por la verdad y en la protección de la investigación científica frente a injerencias ideológicas o políticas.
Causas de las amenazas actuales contra la ciencia
Las causas profundas de estos ataques contra la ciencia y la verdad son complejas e interconectadas. Entre ellas se encuentran:
- Uso político indebido de la ciencia: En muchos contextos, los hechos científicos son manipulados o suprimidos para servir a objetivos políticos de corto plazo. Líderes o grupos de interés pueden negar verdades incómodas para preservar el poder o intereses económicos, en lugar de afrontar realidades difíciles con políticas basadas en evidencia.
- Polarización ideológica: La creciente fragmentación social, impulsada por políticas antiinstitucionales e identitarias, ha contribuido al rechazo del consenso científico, a veces en favor de teorías conspirativas. La ciencia es presentada en ocasiones como elitista o sesgada, pese a su carácter autocorrectivo; es decir, el progreso científico corrige a menudo saberes establecidos y siempre debe estar abierto a nuevos conocimientos.
- Presiones económicas y fuerzas de mercado: La comercialización de la investigación y la captura de la ciencia por parte de industrias poderosas pueden generar conflictos de interés. La confianza pública se erosiona cuando la ciencia parece servir principalmente a beneficios privados y no al bien común.
- Desinformación digital: Las redes sociales y las plataformas en línea han acelerado la difusión de pseudociencia y falsedades. La amplificación impulsada por la inteligencia artificial de contenidos sensacionalistas con frecuencia ahoga la comunicación razonada y basada en evidencia.
- Deficiencia de alfabetización y compromiso científicos: Los sistemas educativos en muchos países no han logrado dotar adecuadamente a los ciudadanos de herramientas para comprender y evaluar críticamente las afirmaciones científicas. Esto crea un terreno fértil para la manipulación y la desconfianza.
- Silenciamiento y censura: En algunas regiones, gobiernos represivos no solo descuidan la ciencia, sino que castigan activamente a quienes dicen la verdad científica frente al poder. Instituciones científicas han sido clausuradas y los investigadores han enfrentado amenazas legales o físicas.
El efecto acumulativo de estos fenómenos es la erosión de la confianza pública en la ciencia y el debilitamiento de su papel en la toma de decisiones que configuran nuestro futuro común. No se trata meramente de un problema para los científicos; es un peligro para la paz, el bienestar, la dignidad humana y la cooperación global.
Llamado a la acción: salvaguardar la libertad e integridad de la ciencia
La Pontificia Academia de las Ciencias llama a todos los sectores de la sociedad a reconocer que la libertad de la ciencia y la defensa de la verdad científica son necesidades para el florecimiento humano. Son esenciales las siguientes acciones:
- Líderes políticos y responsables de políticas públicas: Los gobiernos deben garantizar la independencia de las instituciones científicas y resistir la politización de la investigación. El apoyo a la ciencia básica y aplicada debe protegerse como inversión en el bien común. Las decisiones políticas deben guiarse por la mejor evidencia disponible, no por ideología ni desinformación.
- Comunidades científicas: Los científicos deben reafirmar su compromiso con el rigor, la transparencia y la responsabilidad ética. Deben interactuar activamente con la sociedad, comunicar con claridad sus hallazgos y escuchar con respeto las preocupaciones públicas. En la medida de lo posible, las organizaciones científicas deben proteger a sus miembros frente al acoso y promover políticas que salvaguarden la libertad académica.
- Medios de comunicación y plataformas tecnológicas: Los periodistas e instituciones mediáticas deben priorizar la exactitud y el contexto en la cobertura de temas científicos. Las compañías de redes sociales deben adoptar medidas más firmes para limitar la desinformación y respaldar fuentes auténticas. Se requiere con urgencia transparencia y responsabilidad algorítmica.
- Líderes religiosos y morales: Las comunidades de fe deben reconocer y promover la compatibilidad de ciencia y espiritualidad. Como muestra la historia de la Pontificia Academia, la razón y la fe pueden coexistir en mutuo enriquecimiento. Los líderes religiosos pueden desempeñar un papel poderoso en la restauración de la confianza pública en la ciencia como fuerza de bien.
- Instituciones educativas: Escuelas y universidades deben redoblar esfuerzos para cultivar la alfabetización científica, el pensamiento crítico, la curiosidad y la perspectiva del cuidado de las personas y del planeta. La educación debe capacitar a los estudiantes para discernir la verdad de la falsedad y valorar el razonamiento basado en la evidencia.
- Naciones Unidas y organismos internacionales: Las organizaciones multilaterales deben seguir promoviendo la cooperación científica global, proteger los derechos de los científicos, vigilar y exponer amenazas contra la libertad científica. El progreso en afrontar el cambio climático, la preparación sanitaria global y la seguridad alimentaria depende de una ciencia sólida y confiable, así como del desarrollo tecnológico.
Reconocemos que los científicos no pueden cargar solos con esta responsabilidad, especialmente en contextos donde enfrentan represión o carecen de apoyo institucional. Se necesita una coalición global de actores —trabajando juntos entre naciones, sectores y convicciones— para defender el derecho a buscar y proclamar la verdad científica. Al hacerlo, no solo protegemos la integridad de la ciencia, sino que también salvaguardamos la dignidad, la justicia y la sostenibilidad de nuestro futuro humano común. En este espíritu, la Pontificia Academia de las Ciencias reafirma su dedicación a promover una ciencia que sirva a la humanidad, fomente la paz y honre la búsqueda compartida del conocimiento a la luz de la verdad.
Sobre la Pontificia Academia de Ciencias
La Pontificia Academia de Ciencias (PAS, por sus siglas en inglés) es una institución del Vaticano, fundada en 1603 y restablecida por el papa Pío XI en 1936. Está bajo la autoridad del Papa, gobernada por un Consejo y dirigida por un Presidente y un Canciller, con académicos distinguidos elegidos de todo el mundo, que incluyen estudiosos de todas las principales religiones —y también no creyentes.
Sus estatutos establecen: “La finalidad de la Pontificia Academia de Ciencias es promover el progreso de las ciencias matemáticas, físicas y naturales… fomentar el avance de las ciencias y la solución de importantes problemas científico-técnicos, fundamentales para el desarrollo de la humanidad; promover investigaciones científicas que puedan contribuir a la exploración de problemas morales, sociales y espirituales.” Su misión también se orienta a apoyar una ciencia que promueva la dignidad de la persona humana y el bien común.
LEER. Revisar aquí la lista completa de los firmantes de la declaración (en PDF)
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Fuentes
- Reese, T. (2025, 30 de junio). Vatican defends science from politics, ideology and misinformation. Religion News Service.
- Pontifical Academy of Sciences. (2025, 16 de junio). Protecting Freedom of Science and Preventing Distortion of Scientific Truth: A Statement of Concern.
- Esparza, D. (2025, 20 de junio). Vatican scientists warn of global assault on scientific truth. Aleteia.
- En Perspectiva. (2025, 10 de julio). La credibilidad de la ciencia está bajo ataque en el mundo: ¿Por qué? ¿Cómo enfrentar esa tendencia? Con el Dr. Rafael Radi [Entrevista].
- Video: En Perspectiva
- Foto: Cydney Scott (Boston University)

