Francisco en Mongolia: Pastoral y geopolítica en un país entre dos potencias
7:00 p.m. | 6 set 23 (AM/NCR).- El Papa visitó Mongolia (un país con apenas mil católicos, una diversidad de confesiones en armonía y una mayoría budista) para animar a la reducida comunidad de fieles, demostrando que la prioridad no son las cifras, pero también en una misión por la paz y el diálogo. Rusia y China comparten amplias fronteras con Mongolia, y Francisco aprovechó esa cercanía geográfica para “tender puentes” en coyunturas complicadas: la guerra en Ucrania y las libertades religiosas. Su estadía en el corazón de Asia sirvió también para mostrar el potencial del diálogo interreligioso como modelo para la paz entre naciones.
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Un llamado a la paz, al cuidado de la democracia
Con un país fronterizo protagonista de una guerra y el otro convirtiéndose en un Estado cada vez más autoritario, el papa Francisco elogió el compromiso de Mongolia de trazar un rumbo diferente a través de la democracia y la diplomacia en busca de la paz. “Mongolia no es sólo una nación democrática que lleva adelante una política exterior pacífica, sino que se propone realizar un papel importante para la paz mundial”, dijo el Papa en sus primeras declaraciones oficiales desde su llegada al país el 1 de septiembre.
Aunque el Vaticano insistió en que el objetivo principal de la visita de Francisco era animar a una de las comunidades católicas más pequeñas y emergentes del mundo, su ubicación estratégica como país sin salida al mar que comparte casi 5.000 km de frontera con China y 3.000 km con Rusia -dos países que nunca han sido visitados por un Papa- fue una motivación obvia para el Papa de 86 años. Y en su discurso a los líderes políticos y civiles del país, Francisco apeló a la propia historia de Mongolia, donde durante casi dos siglos bajo el Imperio Mongol hubo una paz relativa que se extendía desde la costa del Pacífico de China hasta Europa del Este, tras la muerte del venerado fundador del país en el siglo XIII, Gengis Kan.
“Quiera el cielo que, sobre la tierra, devastada por tantos conflictos, se recreen también hoy, en el respeto de las leyes internacionales, las condiciones de aquello que en un tiempo fue la pax mongola, es decir, la ausencia de conflictos”, dijo el Papa.
El Presidente de Mongolia, Ukhnaagiin Khürelsükh, líder de la única democracia de la región -y que ha seguido manteniendo fuertes lazos tanto con Rusia como con China-, dijo al Papa que esperaba que su país pudiera contribuir a la paz, tanto global como localmente, afirmando que “ha estado ofreciendo sus iniciativas y comprometiéndose activamente con nuestros vecinos inmediatos y terceros”. Durante su discurso en el Palacio de Estado de Mongolia, el Papa también elogió los compromisos del país con la libertad religiosa, la no proliferación de armas nucleares y su abolición de la pena de muerte en 2016, así como el compromiso de larga data de los pueblos chamanista y budista del país con el cuidado del medio ambiente.
El corazón de la Iglesia en Mongolia y la preocupación por China
En el tercer día de su visita de cuatro días a Mongolia, el papa Francisco sintetizó con claridad la misión que lo llevó hasta el corazón de Asia. Esta quedó de manifiesto cuando el Papa tomó altura de tres maneras diferentes. Lo hizo, en primer lugar, celebrando la primera misa pública en la historia de este país mayoritariamente budista de 3,4 millones de habitantes. Para la minúscula comunidad católica de unos 1.500 fieles, eso la trasladó, por un breve espacio de tiempo, de la periferia del mundo católico a su centro.
En segundo lugar, al participar en un histórico encuentro ecuménico e interreligioso que reunió, quizá por primera vez en la historia, a representantes de todas las religiones presentes en este país. Francisco animó a estos líderes religiosos a “cultivar la esperanza” trabajando juntos por la armonía, la justicia y la paz en su patria y en el resto del mundo. Por último, se elevó a lo más alto dejando a un lado las hostilidades del gobierno chino, que habían prohibido a los obispos, sacerdotes y fieles católicos de China venir a Mongolia para la visita papal. Al más puro estilo del Evangelio, puso la otra mejilla y envió un mensaje de amistad al pueblo chino y a los católicos de la China continental, mensaje que ha sido ampliamente entendido como un mensaje al régimen.
Desde el inicio de su pontificado, Francisco ha mirado constantemente a las periferias, tanto en la elección de los países que visita como en la de los hombres que nombra cardenales. Y ha mirado constantemente hacia Oriente, donde detecta los primeros signos de una nueva primavera para la Iglesia católica. Los tres elementos entraron en juego en la decisión de visitar Mongolia. Creó cardenal a Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Mongolia, y después vino a este país de Asia central donde la Iglesia católica es apenas una reducida minoría, pero que parece emerger con mucho potencial, entusiasmo y carisma.
Cuando Francisco llegó al Steppe Arena para la misa del domingo, la congregación de 2.000 fieles -incluidos no sólo católicos de Mongolia, sino también de China, Vietnam, Filipinas, Indonesia y otros países- estalló en aplausos y cánticos de “Viva el Papa”. El rostro de Francisco reflejaba la alegría que sentía en su corazón mientras recorría el estadio; saludó y bendijo a la gente y besó a muchos bebés, arrancando fuertes vítores de la multitud.
En su homilía, en la misa que celebró en inglés con oraciones en mongol, chino y otras lenguas, les dijo: “En el corazón del cristianismo se encuentra esta noticia desconcertante, y esta noticia extraordinaria: cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces sirviendo con generosidad, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente, derrama dentro de ti una alegría que no pasa, una paz en el corazón, una fuerza interior que te sostiene. Tenemos necesidad de paz interior”.
Dijo: “Esta es la verdad que Jesús nos invita a descubrir, que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia: para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos. Sólo el amor apaga la sed de nuestro corazón, sólo el amor cura nuestras heridas, sólo el amor nos da la verdadera alegría. Y este es el camino que Jesús nos ha enseñado y ha abierto para nosotros”.
Al final de la celebración, dio las gracias a todos los que la habían hecho posible y luego, llamó a su lado a dos obispos chinos de Hong Kong que habían concelebrado con él: El cardenal John Tong Hon, obispo emérito de esa diócesis, y el cardenal electo Stephen Chow SJ, actual obispo de la diócesis. Mientras les alzaba las manos, dijo: “Quisiera aprovechar la presencia de estos dos hermanos obispos, el emérito y el actual obispo de Hong-Kong, para enviar un caluroso saludo al noble pueblo chino. A todo ese pueblo le deseo lo mejor, que siga adelante y progrese siempre. Y a los católicos chinos les pido que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos. A todos les doy las gracias”.
Francisco no mencionó a las autoridades chinas en su saludo, pero los observadores y los chinos que estaban presentes podrían entender que este mensaje iba dirigido a las autoridades de Pekín. Estaba apelando a sus mejores intenciones y recordándoles que los católicos chinos están llamados a ser buenos cristianos y buenos ciudadanos y que, por tanto, los gobernantes chinos no tienen nada que temer de ellos.
Además de estos saludos al pueblo chino y a los católicos chinos, el Papa también dio las gracias a muchas otras personas, entre ellas al cardenal Marengo, que ha estado a su lado durante toda esta visita. Dando las gracias al cardenal, dijo: “Usted ha mencionado que en estos días podía sentir lo querido que es el pueblo de Dios en Mongolia para mi corazón. Es cierto: me embarqué en esta peregrinación con gran expectación, con el deseo de encontrarme con todos ustedes y llegar a conocerlos. Ahora doy gracias a Dios por ustedes, ya que, a través de ustedes, a Él le encanta servirse de lo poco para realizar grandes cosas. Gracias porque son buenos cristianos y honrados ciudadanos. Sigan adelante conscientes de la cercanía y el aliento de toda la Iglesia, y sobre todo de la mirada tierna del Señor, que no olvida a nadie y mira con amor a cada uno de sus hijos”.
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El paradigma y potencial del diálogo interreligioso
Más temprano ese mismo día, Francisco fue conducido a un complejo de esquí en las montañas, a 16 kilómetros de la capital, donde en el Hun Theatre, que tiene la forma de un ger, la tradicional tienda nómada de Mongolia, se reunió con 10 representantes de todas las religiones de Mongolia, empezando por el budismo (al que pertenece más del 50% de la población), y siguiendo por el islam, el chamanismo, el judaísmo y las diversas confesiones cristianas, incluida la Iglesia ortodoxa rusa. Cada representante de las demás religiones habló durante cinco minutos, pero a Francisco se le concedieron 15 minutos. Comenzó presentándose ante las 200 personas presentes como “hermano en la fe de los creyentes en Cristo” y como “un hermano de todos ustedes, en nombre de la común búsqueda religiosa y de la pertenencia a la misma humanidad”.
Afirmó que el hecho de que estuvieran todos reunidos en un mismo lugar “demuestra que las tradiciones religiosas, en su originalidad y diversidad, comportan un formidable potencial de bien al servicio de la sociedad”. Y remarcó: “Si quien tiene la responsabilidad de las naciones eligiera el camino del encuentro y del diálogo con los demás, contribuiría sin duda de manera determinante a poner fin a los conflictos que siguen causando sufrimiento a tantos pueblos”.
Francisco dijo a los demás líderes religiosos: “Por el modo en que logremos la armonía con los demás peregrinos sobre la tierra y en la forma que consigamos transmitir armonía, allí donde vivimos, se mide el valor social de nuestra religiosidad. Cada vida humana, en efecto, y con mayor razón cada religión, tiene que ‘medirse’ en base al altruismo; no a un altruismo abstracto, sino concreto, que se traduzca en la búsqueda del otro y en la colaboración generosa con el otro”.
Dijo que este “altruismo construye armonía y donde hay armonía hay entendimiento, hay prosperidad, hay belleza”. Subrayó que “las religiones están llamadas a ofrecer al mundo esta armonía, que el progreso técnico por sí solo no puede dar, porque, apuntando sólo a la dimensión terrena y horizontal del hombre, corre el riesgo de olvidar el cielo para el cual hemos sido creados”. Les dijo: “Nuestra responsabilidad es grande, especialmente en esta hora de la historia, porque nuestro comportamiento está llamado a confirmar con obras las enseñanzas que profesamos; de tal modo que no puede contradecirlas, convirtiéndose en motivo de escándalo. Que no haya, por tanto, ninguna confusión entre credo y violencia, entre sacralidad e imposición, entre camino religioso y sectarismo”.
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El Papa explicó a los líderes religiosos sentados a ambos lados de él: “Encontrarnos hoy aquí es un signo de que esperar es posible. Esperar es posible. En un mundo lastimado por luchas y discordias, eso podría parecer utópico; sin embargo, los proyectos más grandes comienzan en lo escondido, con dimensiones casi imperceptibles”. Citó a Buda, que dijo: “el perfume de las flores no viaja contra el viento, pero sí lo hace la fragancia de la virtud. Quien es virtuoso perfuma todas las regiones de la tierra con su bondad”.
Concluyó con estas palabras: “Hagamos florecer esta certeza, porque nuestro esfuerzo común para dialogar y construir un mundo mejor no son vanos. Cultivemos la esperanza”. Reforzó su llamamiento con las palabras de Soren Kierkegaard, el filósofo danés: “Cada cual fue grande según el objeto de su esperanza: uno fue grande en la que atiende a lo posible; otro en la de las cosas eternas; pero el más grande de todos fue quien esperó lo imposible”. A continuación, estrechó la mano de cada uno de los líderes religiosos y se fotografió con ellos antes de regresar a la capital de Mongolia para descansar antes de celebrar la misa en la Steppe Arena de Ulán Bator.
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Recuento de las actividades del Papa en Mongolia
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Encuentro con los obispos, sacerdotes, misioneros, consagradas y agentes pastorales (2 de setiembre)
Encuentro ecuménico e interreligioso (3 de setiembre)
Misa en Steppe Arena, Ulán Bator (3 de setiembre)
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Conferencia de prensa durante el vuelo de regreso (4 de setiembre)
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Fuentes
America Magazine / National Catholic Reporter (2) / Videos: Vatican Media – Rome Reports – DW Español / Foto: Vatican Media