¿Por qué decae la Iglesia en Occidente?

2:00 p.m. | 15 jun 22 (RNS).- Pocas vocaciones, disminución de la asistencia a los templos y los jóvenes abandonan la Iglesia. Tantas teorías como analistas explican ese declive en países occidentales, pero en general pueden agruparse en dos bloques: los que culpan a la cultura y las que culpan a la misma Iglesia. El jesuita Thomas Reese comenta ambas perspectivas, pero más que nada se centra en sugerir que el problema principal es que esas teorías solo proponen desde las ideas, pero que lo necesario para encontrar respuestas es recurrir a las experiencias, a la vida de los fieles. Por eso plantea que para discutir por qué la Iglesia está en crisis, se requiere la presencia de profesionales de diversas disciplinas, no solo teólogos.

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La jerarquía católica tiende a culpar a la cultura contemporánea de los problemas de la Iglesia. El consumismo, el individualismo y el secularismo encabezan su lista de fuerzas negativas. Los medios de comunicación bombardean a la gente con imágenes y mensajes que son antitéticos al cristianismo: La felicidad proviene del sexo, el dinero y el poder. La vida está demasiado ocupada con el trabajo y el ocio como para tener tiempo para la religión.

Las estructuras sociales que apoyaban la religión también se han debilitado. Los barrios étnicos que en su momento reforzaban las comunidades y los valores religiosos han visto un declive a medida que sus residentes se han ido desplazando a los suburbios. A medida que los católicos se incorporaban a la sociedad mayoritaria, perdían sus raíces. Cada vez menos niños van a escuelas católicas. Los matrimonios interconfesionales han aumentado a medida que los jóvenes católicos se relacionan con los no católicos. A medida que se educan mejor, es menos probable que sigan al clero sin hacer preguntas. Hay mucha verdad en esta explicación cultural que explica el fracaso de la Iglesia, pero culpar a la cultura es como culpar al clima. Este es el mundo en el que vivimos; aprende a lidiar con él. Retirarse a un gueto católico no es una opción.

La teoría de que la propia Iglesia es la culpable de su declive tiene una versión conservadora y otra liberal. Ambas culpan a la jerarquía por no haber abordado adecuadamente la crisis de los abusos sexuales. Los liberales destacan la falta de responsabilidad y de participación de los laicos, mientras que los conservadores señalan con el dedo a los sacerdotes homosexuales. Los conservadores también culpan a los cambios ordenados por el Concilio Vaticano II. Antes del Concilio, la Iglesia era una roca de estabilidad y certeza en un mundo tormentoso. El cambio socavaba su credibilidad porque el cambio era reconocer de que se había equivocado en el pasado. Una semana ibas a ir al infierno por comer carne el viernes; la semana siguiente estabas bien. Un año te decían que la misa sería siempre en latín; al año siguiente sería en inglés.

Los conservadores también culpan a los teólogos de confundir a la gente al debatir públicamente cuestiones morales y doctrinales que la jerarquía dice que son enseñanzas definitivas. También creen que el mensaje de justicia social de la Iglesia distrae de sus dogmas tradicionales. Algunos sostienen que el diálogo ecuménico e interreligioso ha llevado a creer que todas las religiones son igualmente válidas. Enfatizar el papel de los laicos en la Iglesia bajó al sacerdote de su pedestal e hizo menos atractivo el sacerdocio. Los conservadores creen que el papa Francisco está yendo en la dirección equivocada y rezan por un retorno a las políticas de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.

La versión liberal, por su parte, señala con el dedo a la jerarquía. Los liberales creen que el Concilio Vaticano II fue sólo el comienzo de las reformas necesarias para la Iglesia. Creen que la jerarquía, especialmente Juan Pablo II, temía el caos y cerró cualquier otra reforma. Los documentos del concilio se interpretaron desde un punto de vista conservador, y los teólogos fueron tachados de disidentes y silenciados si no seguían la línea del Vaticano. Analistas como el reverendo Andrew Greeley creían que la jerarquía perdió a los laicos cuando el Papa Pablo VI reafirmó la prohibición de la Iglesia contra el control artificial de la natalidad. La enseñanza fue rechazada tanto por los teólogos morales como por los laicos.

Negar la comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar también ha sido problemático para las parejas y sus hijos. Los liberales también culpan a la jerarquía de la crisis de vocaciones porque, según ellos, habría más sacerdotes si se les permitiera casarse, y aún más si se permitiera la ordenación de mujeres. Los liberales también argumentan que la oposición de la jerarquía al aborto y a los derechos de los homosexuales ha alienado a mucha gente, especialmente a los jóvenes. También han alienado a la gente los obispos que niegan la comunión a ciertos políticos demócratas.

Los liberales dicen que la jerarquía está siguiendo el mismo camino que siguió en Europa, donde alienó a las clases trabajadoras en el siglo XIX con su alianza con las clases altas. Durante gran parte del siglo XX, el anticlericalismo fue inexistente en Estados Unidos porque los obispos se pusieron del lado de los sindicatos y las clases trabajadoras. El anticlericalismo sólo floreció cuando los obispos se alinearon con el Partido Republicano contra el aborto y los derechos de los homosexuales.

Como científico social, creo que la preponderancia de las pruebas apoya la explicación liberal del declive de la Iglesia, pero creo que los conservadores sostienen algunos puntos válidos. Ciertamente, los cambios después del Vaticano II no fueron bien explicados o implementados. El clero estaba tan confundido como los laicos. Y los liberales tienen que explicar por qué hay más católicos que se unen a las iglesias evangélicas que a las liberales. Uno de los problemas de todas estas teorías, sin embargo, es que fueron desarrolladas por teólogos que creen que las ideas son lo que motiva a los humanos. Las ideas son importantes, pero la experiencia suele ser más importante.

Muchas personas permanecen en la Iglesia aunque no estén de acuerdo con algunas enseñanzas eclesiásticas. Pero una mala experiencia en la confesión, en una boda o en un funeral puede alejar a la gente para siempre. Hay más gente que se aleja por culpa de sacerdotes arrogantes que por desacuerdos sobre la teología. Por eso Francisco es tan crítico con el clericalismo. Y es que perdemos más gente por hartazgo que por teología. Ahora que la gente no cree que irá al infierno por faltar a la misa del domingo, no va a venir a menos que se beneficie de la experiencia. Si la predicación es aburrida, si la música no les conmueve, si no se sienten acogidos, entonces no van a volver. Si la misa se ve como algo que hace el sacerdote, si las Escrituras son el dominio del clero, si no hay sentido de comunidad, entonces ¿por qué venir?

Por eso muchos católicos se sienten atraídos por las iglesias evangélicas. Las ideas son importantes, pero el catolicismo debe ser también una experiencia vivida que sea relevante para la vida de los fieles. La Iglesia anterior al Vaticano II ofrecía esas experiencias en las devociones populares. Después del Vaticano II, la liturgia debía proporcionar esta experiencia, pero con demasiada frecuencia no lo hizo.

Así que la próxima vez que tengamos una discusión sobre por qué la Iglesia está fallando, no inviten a los teólogos; inviten a los sociólogos, psicólogos, artistas, músicos y a la gente que ha dejado la Iglesia.

Fuentes

Religion News Service / Foto: Marta Fernández – Europa Press

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