Opus Dei: Menos autonomía para salvaguardar el carisma

3:00 p.m. | 23 ago 23 (AL/SN).- Hace un año, Francisco promulgó un motu proprio con el que reducía la autonomía y la autoridad de las prelaturas personales (siendo el Opus Dei la única en el mundo). En la práctica, su prelado ya no podrá ser obispo, deben rendir cuentas al dicasterio del clero (ya no al episcopal), y sus informes deben ser anuales (ya no cada cinco años). Ahora, con un nuevo decreto, el Papa “normaliza” aún más el Opus Dei, al asimilar la figura de la prelatura personal a la de una asociación clerical pública, lo que exige una reformulación en la organización de sus miembros laicos y sacerdotes.

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Una prelatura personal es una institución sacerdotal prevista por el Concilio Vaticano II que no está vinculada a un territorio, sino a los fieles, y está dirigida por un prelado. La única prelatura personal existente en la actualidad es el Opus Dei (erigida por Juan Pablo II en 1982), institución católica fundada por el español Josemaría Escrivá de Balaguer. En 2023, la organización cuenta con más de 90 mil miembros, entre ellos dos mil sacerdotes.

El 22 de julio de 2022, confirmando las directrices que habían aparecido en la nueva constitución apostólica Praedicate Evangelium, el Papa publicó el motu proprio Ad charisma tuendum en el que limitaba el poder del prelado del Opus Dei, que hasta entonces tenía rango episcopal y recibía sistemáticamente la ordenación episcopal. El actual prelado, monseñor Fernando Ocariz, no tiene por tanto el rango de obispo, sino el rango inferior de “pronotario apostólico supernumerario”.

El Pontífice también confió la supervisión del Opus Dei al Dicasterio para el Clero, mientras que hasta entonces la organización dependía del Dicasterio para los Obispos. Había justificado esta elección explicando que el gobierno de una prelatura personal no correspondía a la dimensión jerárquica del episcopado, sino a una dimensión más “carismática”, como es el caso de una asociación de fieles.

VIDEO. Francisco adapta la normativa del Opus Dei a la nueva constitución apostólica (2022)

 

Con el último motu proprio, el pontífice “subraya el carácter asociativo de la prelatura personal”, según el canonista francés Mons. Patrick Valdrini. El prelado de una prelatura personal se considera ahora un “moderador” -título reservado a los dirigentes de asociaciones de fieles-, pero conserva la autoridad de un ordinario, es decir, sigue siendo un dirigente con poder ejecutivo, lo que le permite abrir seminarios e incardinar a diáconos y sacerdotes.

La decisión parece confirmar la voluntad de “normalizar” el Opus Dei, en particular reduciendo su autonomía al ponerlo bajo el control total del dicasterio para el clero, al que deben responder los moderadores, por ejemplo los de asociaciones clericales públicas como la Comunidad Saint-Martin o la Comunidad Emmanuel. “Con estas aclaraciones, nos alejamos de una posible y ambigua asimilación de las prelaturas personales a iglesias particulares”, subraya monseñor Valdrini.

El motu proprio, que modifica los cánones 295 y 296, insiste también en que los estatutos de una prelatura personal deben ser “aprobados o emanados de la Sede Apostólica”. El pasado mes de abril, el Opus Dei aprobó nuevos estatutos para incorporar los recientes cambios (los cuales no se hicieron públicos, sino fueron enviados directamente al Dicasterio para el Clero). Ahora, estos estatutos deben ser confirmados por el papa Francisco, a menos que decida promulgar unos nuevos.

Por último, el nuevo canon 296 también recuerda que los laicos que pertenecen a una prelatura personal siguen dependiendo de su diócesis territorial -como se especifica en el canon 107-. Estos laicos “no están exentos de la jurisdicción de los ordinarios de los territorios”, explica Mons. Valdrini, y “pertenecen a las instituciones jerárquicas de las que son miembros en virtud de su domicilio, como la parroquia”. Más importante aún, los laicos, según el decreto, “pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura personal”, pero conscientes de que “la forma de esta cooperación orgánica y de los principales deberes y derechos relacionados con ella se determinarán convenientemente en los Estatutos”.

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Opus Dei: Las lecturas en clave crítica sobre el poder secular y eclesial

Una parte de la prensa española -y, con ella un numeroso grupo de católicos y ciudadanos- ha interpretado esta decisión de Francisco en clave de apartamiento del poder eclesial y, por tanto, como una pérdida notable de relevancia en el seno de la institución eclesial y, particularmente, en el Vaticano.

Tal fue, en primer lugar, el titular que se pudo leer en el diario El País el 3 agosto de 2022: “El Opus Dei pierde poder dentro de la Iglesia”. Según este diario, se trataría de unos cambios que llevarían, después de cuarenta años, a una refundación del Opus Dei, visto que sus miembros dejarían de formar parte de la estructura jerárquica de la Iglesia y, por ello, pasarían a ser controlados, por el Dicasterio del Clero.

En coherencia con su nuevo estatuto eclesial, la Prelatura tendría que presentar a dicho Dicasterio, como otras organizaciones, “un informe sobre el estado de la Prelatura y sobre el desarrollo de su labor apostólica”.

En definitiva, remarcaba Julio Núñez al día siguiente y en el mismo diario, la nueva Constitución Apostólica restaba poder e independencia a la institución dentro de la Iglesia habida cuenta de que el prelado del Opus Dei ya no tendría el rango de obispo, sino el de “Protonotario apostólico supernumerario”, es decir, sería un sacerdote con rango de “Monseñor”, no un obispo, sucesor de los apóstoles. Por su parte, los miembros del Opus Dei -al perder la Prelatura el título de “diócesis universal”- volverían a estar subordinados a los obispos locales.

Pero hay, en segundo lugar, otra lectura, coincidente en el fondo con la que acabo de reseñar: la que ofreció Carmelo Pérez en el diario El Mundo el 8 de agosto de aquel año. Para este periodista, el cambio decretado por Francisco vendría ser como “un castigo” al “inmovilismo” del Opus Dei. Concretamente, el Papa, les habría urgido a “insistir menos” en que forman parte de la estructura jerárquica de la Iglesia -con “una autonomía considerable” dentro del territorio de cualquier diócesis local- y a “preocuparse más del carisma”. Y, además, sostuvo, Francisco estaría criticando, “veladamente”, su excesiva jerarquización y, por ello, la desmedida dependencia de los laicos y laicas de sus sacerdotes y obispos.

Por eso, estaría indicando la necesidad de “promover la adopción de responsabilidades por parte de sus miembros laicos, hombres y mujeres” y, a la vez, decretando que “las disposiciones del obispo de cada zona les afectarán ahora por igual a los miembros del Opus, que pueden ser requeridos para una tarea concreta y han de ajustarse a los criterios de trabajo de esa diócesis”. Los miembros de la Obra “ya no gozan de la misma consideración que si fueran cualquier otra diócesis… Se les rebaja el nivel de autogestión del que gozaban, que era de una excepcionalidad difícilmente justificable”.

Seguidamente, se preguntó, el Papa “¿les ‘rebaja’ de consideración como castigo”. No, fue su respuesta, no es un castigo, sino un correctivo al “excesivo peso de la jerarquía del Opus” con la intención de evitar que “la desmesurada actuación de sacerdotes y obispos” ahoguen “la función para la que nació el Opus”. Por tanto, nada de castigo, “pero sí un golpe sobre la mesa para cambiar el rumbo”.

Podría decirse que esta nueva realidad para el Opus Dei es sólo un capítulo más, ni siquiera el más revolucionario, de la transformación que encabeza el “obispo llegado del fin del mundo”. Y más, cuando todos somos conscientes de que hay pocas instituciones en la Iglesia católica con miembros tan influyentes en la vida política y económica en los distintos países donde la Obra se halla presente.

Por tanto, Francisco, al proponer al Opus Dei la vuelta al carisma de juventud y descolgarlo del aparato jerárquico de la Curia vaticana en el que lo alojó Juan Pablo II, estaría dando por buena la necesidad de alejarlo de dicho aparato. Es posible, que en el fondo, sea una decisión bienintencionada, aunque no falten quienes la lean -como así sucede- en clave regenerativa: su instalación en la estructura jerárquica de la Iglesia no ha aportado el bien que hubiera sido deseable, ni a la Iglesia ni a la sociedad. Francisco habría intentado corregir este error de gobierno de uno de sus predecesores y remitir al carisma primero a los directamente concernidos.

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Las acusaciones contra el Opus Dei

El bien informado Pedro Lamet, ex editor en jefe de Vida Nueva, los resumió. Se referían al reclutamiento de candidatos, al elitismo, a la poca o nula colaboración con la jerarquía y a la falta de participación en las actividades de las diócesis, a un apostolado dirigido casi exclusivamente dentro de la propia organización, a la ambigüedad en las actividades civiles y empresariales, a la concepción de la moral sexual y familiar, a la preferencia dada al ejercicio de prácticas de piedad sin una espiritualidad auténtica y sólida, al juridicismo y falta de investigación teológica, a la desvinculación por la justicia en los países del Tercer Mundo, al clericalismo y conservadurismo.

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Aleteia / Religión Digital / Settimana News / Videos: DNews – Rome Reports – Canal Once / Foto: EFE

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