Tras diálogo con Francisco, jóvenes aspiran a más en la Iglesia

8:00 p.m. | 30 mar 22 (NCR).- El inédito encuentro público entre Francisco y estudiantes universitarios de América, dejó a estos últimos conmovidos y con ganas de tomar la iniciativa. Según cuenta Miguel Diaz, teólogo y catedrático de la Universidad Loyola (Chicago) que acompañó las reuniones previas de los estudiantes, estos han quedado admirados y motivados, no solo por la comunicación directa con el Papa, sino por su actitud de escucha y apertura en la conversación. Diaz explicó que ahora los jóvenes “quieren algo más de lo usual por parte de la Iglesia”, aspiran a ser reconocidos como “agentes de cambio” en el movimiento sinodal ante las problemáticas actuales, y que los encuentros y diálogos se transformen en acciones y soluciones.

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El histórico encuentro del 24 de febrero entre el papa Francisco y estudiantes universitarios de todo el continente americano formó parte de una experiencia continental más amplia de sinodalidad en la que participaron 58 universidades de 21 países. Durante dos meses, estudiantes universitarios de siete regiones de las Américas se reunieron virtualmente en un proceso sinodal para explorar las causas fundamentales de la migración y soñar juntos con propuestas concretas. La iniciativa nació de la colaboración entre la teóloga argentina Emilce Cuda y la Universidad Loyola de Chicago, mi institución de origen. Cuda, la primera mujer secretaria de la Comisión Pontificia para América Latina, o PCAL, fue fundamental para orquestar la participación del Papa.

El encuentro entre Francisco y los estudiantes universitarios fue mutuamente gratificante. Afrikaan Sahra, un refugiado de Somalia, describió el proceso como algo que le cambió la vida. Observó cómo el Papa “era tierno de corazón y muy abierto a las diferencias”. Varios estudiantes se sintieron conmovidos por el hecho de que el Papa les escuchara, tomara notas durante la reunión del Zoom y comentara sus ideas y propuestas para abordar las causas fundamentales de la migración. Cuda comentó que Francisco “sigue atrapado en la alegría, deleitándose en el momento que compartió con ellos”.

Muchos han empezado a preguntarse qué viene ahora. Estos estudiantes quieren algo más que lo de siempre en la Iglesia. Quieren que las conversaciones se conviertan en acciones reales, y que las personas marginadas sean reconocidas como agentes de cambio. Mientras estos estudiantes sueñan con un nuevo comienzo en la Iglesia, están dispuestos a tomar la delantera en esta innovadora iniciativa educativa y sinodal para hacer frente a los principales signos de los tiempos dentro y fuera de nuestro continente americano.

A lo largo de nuestras conversaciones, los estudiantes participantes se vieron constantemente como agentes indispensables de cambio dispuestos a ejercer sus capacidades intelectuales en solidaridad con los más necesitados. Sus reflexiones se articularon en lo que Francisco llama “el lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos”. Coincidieron con las observaciones del Papa de que “educar, en general, pero sobre todo en las universidades, no es sólo llenar la cabeza de conceptos”. Para estos agentes del cambio, su educación consiste en marcar la diferencia. Su investigación consiste en buscar soluciones prácticas a los problemas de la vida real. Su solidaridad más allá de las fronteras y con los marginados es lo que la participante Lorena Delgado-Márquez, de Denver, llamó “justicia colaborativa”.

Cuda coincide de todo corazón con los sueños de los estudiantes de propiciar un futuro mejor. Durante nuestras conversaciones para informar de toda la experiencia, desde las reuniones regionales hasta el encuentro de los estudiantes con el Papa, observó: “Estos jóvenes deben estar muy contentos de haberse convertido en protagonistas de varias maneras: En primer lugar, Francisco los acogió como protagonistas del propio proceso sinodal, ya que el sínodo está destinado a toda la Iglesia y no sólo a los teólogos o clérigos”. Deseó que ahora sean catalizadores de un proceso que involucre a estudiantes de otras partes del mundo y de otras universidades en nuestra América. Acoger nuevas mentes, corazones y manos está en el corazón de una Iglesia sinodal. Como mencionó el Papa en su conversación con los estudiantes, esto significa que la Iglesia, como pueblo de Dios, debe estar dispuesta a “abrir sus puertas y salir de sus templos para encontrarse con Jesús en las calles”.

Convertirse en esta presencia sinodal en el mundo es abrazar la mente, el corazón y las manos de Jesús y tratar de encontrarlo y servirlo preferentemente entre los pobres y marginados. Los estudiantes que participaron en este proceso sinodal expresaron su profundo compromiso de convertirse en esta presencia sinodal en el mundo, especialmente poniéndose ellos mismos, sus estudios y sus talentos al servicio de la reincorporación de aquellos que han sido privados de sus derechos en la Iglesia y en la sociedad, marginados y oprimidos por las realidades eclesiales y socioeconómicas.

Francisco Estrada Ortíz, representante de El Salvador, explicó: “Mi sueño es que nuestro grupo de estudiantes se convierta en un catalizador que nos permita trabajar por una sociedad más justa y solidaria, para que nuestros hermanos que viven en las periferias sociales puedan incorporarse sin necesidad de abandonar sus lugares de origen”. A título personal, como uno de los educadores implicados en la organización de este proceso sinodal y en el acompañamiento de los estudiantes a través de sus reflexiones sobre la complejidad de las migraciones, yo también me sentí conmovido por sus sueños y entusiasmado por nuestro encuentro y diálogo papal.

Como exiliado cubano, me sentí identificado con las historias de migración contadas por muchos de los estudiantes, compartí su dolor por dejar la patria y experimenté sentimientos similares de desplazamiento cultural y desarraigo. Como antiguo embajador ante la Santa Sede, encontré esperanza en una nueva generación que daba prioridad a la necesidad de cruzar las fronteras y entablar conversaciones para tender puentes, una prioridad de mi propio tiempo en el servicio diplomático.

Al igual que Leonardo Girón, de Honduras, yo también veo en esta iniciativa de construcción de puentes una oportunidad para animar a muchos jóvenes de todo nuestro continente a “apoyar a sus vecinos, ofrecer esperanza y manifestar el amor de manera concreta”.

Trágicamente, la conversación entre el papa Francisco y los estudiantes de las Américas tuvo lugar el día después de la invasión rusa de Ucrania, que también puso en marcha el mayor desplazamiento de personas dentro de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Esta última ola de violencia desata la pérdida innecesaria de vidas, el temor a la destrucción nuclear, la inseguridad global y las amenazas a nuestra casa común, subrayando una vez más la necesidad desesperada de nuestro mundo roto de construir puentes a través de acciones no violentas.

Como confirmó Alejandro Palacio Puerta, de Costa Rica, ha llegado el momento de “una nueva hora para la Iglesia, en la que podamos tomar conciencia de la necesidad de caminar juntos sin importar en qué lugar de este continente vivamos o qué idioma hablemos, poniendo nuestros recursos, educación, capacidades y esfuerzos humanos como base para construir una nueva cultura en la que todos puedan participar de las necesidades humanas básicas y vivir una vida digna”.

Lo que viene a continuación debe reconocer la capacidad de acción de los jóvenes de manera que sean activos en la planificación y organización de esos pasos inmediatos y futuros, que los reconozca como socios en la identificación de los temas urgentes que necesitan ser abordados, que respete su sabiduría en la determinación de las acciones para resolver las preocupaciones – a nivel mundial, regional y local.

De cara al futuro, el compromiso del Vaticano de desarrollar y construir puentes funcionará mejor cuando los estudiantes sean acogidos y se impliquen plenamente en nuevos encuentros, diálogos y acciones sinodales. El impulso y el entusiasmo generados a través de este proceso sinodal hemisférico no pueden desperdiciarse, no pueden derivar en lo que el Papa llama “discusiones inútiles e improductivas”. Según Jesús (Paco) Estrada, un aspirante a abogado de inmigración de Los Ángeles, este soñar juntos es un paso prometedor, un “diálogo esencial para formar el mundo en el que queremos vivir”.

Información adicional
Antecedentes en Buena Voz Noticias
Fuentes

National Catholic Reporter / Foto: AsiaNews

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