Agua: urgencia para los pobres y para la Tierra
9:00 a.m. | 23 set 20 (AYO/VTN).- Hablar de “agua” vincula varios desafíos para la humanidad. Un reciente documento vaticano presenta problemas y propuestas en tres ámbitos: 1) el agua para uso humano; 2) el agua como recurso en actividades humanas (agricultura); y 3) el agua como superficie (mares, ríos, etc.). El objetivo es comprometer y ofrecer a las iglesias locales indicaciones para acciones concretas, y para llegar a otras autoridades y responsables que puedan fomentar un mejor cuidado y distribución (acceso para los más necesitados). Dos entrevistas a especialistas de la Santa Sede comentan los puntos centrales del documento.
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En el Vaticano, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral está comprometido con el cuidado de la Creación, central en el pontificado de Francisco, deseoso de considerar todos los elementos que contribuyen a un nuevo paradigma para un renovado “modelo de desarrollo humano e integral”. Entre estos elementos, el agua adquiere una dimensión esencial. Las cuestiones relativas a su protección son objeto del documento titulado “Aqua Fons Vitae”. Orientaciones sobre el agua: símbolo del grito del pobre y de la tierra”, elaborado por el mismo dicasterio. Bruno-Marie Duffé, secretario, y Tebaldo Vinciguerra, funcionario que ha trabajado en el documento, fueron entrevistados por la revista Alfa y Omega para comentar la publicación.
¿A quién está dirigido este documento y cuál es su objetivo?
Bruno-Marie Duffé: El agua es una preocupación común a todos. No se vive sin agua. Nuestro documento concibe al agua como “derecho humano fundamental”. Tener acceso al agua y poder usarla para vivir (beber, higiene, limpiar, agricultura para sobrevivir). El objetivo es la concienciación y un compromiso coherente con la fe respecto al agua. Un manejo del agua sabio y solidario contribuye a la persecución del bien común de la familia humana.
Tebaldo Vinciguerra: Está dirigido principalmente a los miembros y organismos de la Iglesia a nivel nacional y local –congregaciones, diócesis, asociaciones de laicos, y también escuelas, universidades y centros de salud– que están en contacto con los actores de la vida social, económica, política, y con los medios de comunicación. Por otro lado, se ha inspirado en las experiencias de la Iglesia a nivel nacional y local.
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud y UNICEF, publicado el año pasado, el 40% de la población mundial, es decir, 3.000 millones de personas, no tienen instalaciones para lavarse las manos en casa. En los países en vías de desarrollo, esta realidad afecta al 75% de la población. ¿Ha convertido la infección por la COVID-19 esta deficiencia en una emergencia?
BMD: Muchos informes y expertos subrayaron la importancia del acceso al agua, cuando todavía la situación no era satisfactoria. La COVID-19 nos recuerda este problema, amplificándolo. Si no se pueden limpiar las manos y beber agua potable, el riesgo de la contaminación aumenta. Lo más terrible es que tenemos todos los conocimientos y las herramientas para obtener agua potable y proporcionar saneamiento. Pero los países ricos prefieren vender armas antes que ayudar al desarrollo de las obras hídricas en las zonas necesitadas.
TV: Claro. Quizás algunos líderes de países ricos se habían acostumbrado a mirar este tipo de pandemia solo desde lejos, mientras ocurría en países pobres, lejanos. Ahora han sido golpeados países ricos, y quizás haga parecer posible lo que nunca ha dejado de ser necesario: aquellos esfuerzos para un desarrollo real, justo, inclusivo y sustentable en todo el mundo.
¿Cómo se debe afrontar esta urgencia en el corto plazo? ¿Qué propuestas operativas concretas hace el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral para hacer frente a este problema?
BMD: Hay cuatro propuestas concretas que se pueden poner en marcha sin demora. Las medidas a corto plazo son logísticas. A partir de un mapa de las necesidades urgentes en agua y saneamiento, es apremiante reunir a todas las organizaciones presentes en un país, tanto públicas como privadas, también las que gestiona la Iglesia, y decidir sin más dilación la realización de las obras hídricas más urgentes. En segundo lugar, es necesario organizar capacitaciones para asegurar el buen empleo y el mantenimiento de las infraestructuras, pensando también en el financiamiento del mantenimiento. Sabemos que el agua puede también ser un objeto de conflictos o robos; entonces, en algunos contextos las infraestructuras necesitan protección.
En tercer lugar, hay que desarrollar programas de concienciación y educación práctica para niños, adolescentes, mujeres y hombres. Hay que explicar el papel central del uso del agua, para promover comportamientos responsables, enfatizando el rol cultural del agua. Por último, hay que fortalecer una buena gestión del agua. Necesita administradores eficaces y honestos. El agua puede siempre ser una oportunidad para el encuentro y el intercambio de experiencias y de informaciones.
Se estima que una persona está en el umbral de la pobreza del agua entre los 50 y los 20 litros diarios por persona. Algunos países como Mozambique se encuentran muy por debajo de este umbral (5 litros / día), mientras que otros como EE.UU. lo superan con creces (575 litros diarios). Sin embargo, en la Tierra hay suficiente cantidad de agua para toda la humanidad. ¿A qué cree que se debe este desajuste en el acceso a su consumo?
BMD: La realidad de las desigualdades en el uso de los recursos naturales es una razón central de la pobreza y de la injusticia. Además, hay violencia en muchos países: es expresión de la frustración y de la falta de dignidad. El agua es “un bien común” que no puede pertenecer a un grupo privilegiado. Además, los países han montado su desarrollo con las riquezas naturales de otros países, y algunos economistas no han entendido que el agua es un don de Dios para todos, como el aire o la tierra, y consideran el agua como mercancía. La cultura del consumir sin límites, sin considerar la dignidad de los demás, lleva un mal manejo de este bien, que a menudo también se desperdicia.
TV: Algunos gobernantes no han considerado una prioridad el abastecimiento de su población, quizás olvidando que las Naciones Unidas reconocieron hace casi diez años el acceso al agua y al saneamiento como un derecho fundamental. Concretamente, algunos gobernantes no han considerado que las infraestructuras eran una prioridad, o no han detenido el desarrollo de algunas actividades económicas que contaminando u ocupando amplios terrenos, han privado a comunidades de sus fuentes de agua tradicionales, o no han impuesto mecanismos de solidaridad para garantizar que las poblaciones más pobres y vulnerables puedan recibir agua, sin pagar, sin discriminación. El hecho que algunos consuman y gasten diariamente muchísima agua, mucho más de lo que necesitan, es un problema de educación.
El dicasterio ha anunciado a este respecto la definición de una estrategia global para la higiene en los establecimientos sanitarios que pertenecen a Iglesia. ¿En qué consiste esta estrategia? ¿Cómo va a llevarse a cabo?
BMD: En estas semanas estamos dialogando con muchas organizaciones de la Iglesia, también fuera de la Iglesia, para definir las próximas acciones. La Iglesia tiene también un papel moral –no para juzgar, sino para ofrecer consejo a todos–, poniendo luz en la responsabilidad individual y colectiva, frente a la Creación y a la vida recibida de un Dios Creador que nos quiere co-creadores y responsables del futuro: la Tierra de la Promesa. En su misión, la Iglesia participa, educa, sostiene y ofrece siempre una esperanza. ¡Estamos aquí hoy!
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Fuentes:
Alfa y Omega / Vatican News / Foto: Diócesis de Salamanca