La maternidad de María para meditar problemas actuales
10:00 p.m. | 17 jul 20 (VN).- Desde la sorpresa de la anunciación, el camino de maternidad de María, la madre de Jesús, fue un desafío. Resiste el repudio público por un embarazo fuera de la ley y, gracias al respaldo de José, no recibe el castigo de la lapidación. Sobrevive largos viajes antes y después del nacimiento de Jesús, y da a luz en condiciones precarias. Hoy, esa historia de fortaleza se ve reflejada en infinidad de casos de mujeres con bebés en brazos que huyen de la violencia, de mujeres que se encuentran siendo madres sin ser dos. Una reflexión del escritor Erri De Luca reclama que “hoy la maternidad concierne a la sociedad, ya no solo al individuo”. Además, “la maternidad no debe conducir a mayores gastos y pérdidas de empleos. La maternidad tiene que volver a ser una bendición”.
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La maternidad es el origen, la formación de un cuerpo dentro de un vientre cerrado y después su nacimiento al aire libre. Es el misterio de la vida de cada uno que renueva nuestra especie en la tierra. El misterio de Miriam/María es especial por las variaciones. Ya otras veces en la escritura sagrada un mensajero de la divinidad había anunciado nacimientos en vientres de mujeres. A Sara la mujer de Abraham, a la madre de Sansón: pero los hijos destinados eran de sus padres. A Miriam se le anuncia un hijo que no es de su legítimo, Iosef/José.
Es un anuncio de embarazo fuera de la ley. Miriam lo sabe y lo acepta igualmente de inmediato. Ella queda fuera de la ley, por lo que es una adúltera flagrante. La pena es la lapidación, la primera piedra le corresponde a su cónyuge traicionado. No sucede porque Iosef acepta casarse con ella tal como está, embarazada pero no de él. Vale la pena imaginarlo joven y enamorado: ningún Evangelio nos permite saber si es anciano, viejo, tal como aparece en cada imagen de esa familia. Su nombre, Iosef, en hebreo significa: El que agrega. Lo muestra con hechos.
Agrega su segunda fe, no vio mensajeros, pero cree en la versión de los acontecimientos de la joven amada. Es la explicación más extraña de un embarazo, la más inverosímil. Pero él cree igualmente, no por ingenuidad o credulidad, sino por la fuerza superior del amor. Él tiene una ventaja: escucha la versión directamente de Miriam, mirándola fijamente a los ojos. La verdad es a menudo inverosímil, impactante, insoportable, escandalosa.
El primer hombre que se atrevió a decir que la tierra giraba alrededor del sol, fue condenado a muerte por blasfemia en Atenas. Aquí, junto a Miriam, Iosef supera todos los obstáculos y se adhiere a la verdad en virtud de su amor por ella. Se añade así como segundo esposo de su prometida, salvándola de las piedras de la ley.
Se agrega como segundo padre haciendo un gesto escandaloso también: inscribe a ese hijo con su nombre, ese hijo públicamente no suyo. Ieshu/Jesús se encuentra al final de la lista de nombres con los que se abre el Evangelio de Mateo, que comienza con Abraham y pasa por David, porque lo ha puesto Iosef, que lo precede, Iosef quien es un descendiente legítimo de esa dinastía. El joven Iosef, esposo de la joven Miriam, se une a esta historia y le permite dar fruto. Él y Miriam juntos son el misterio y su solución.
Miriam, joven, no duda en el anuncio, inmediatamente lo acoge y su consentimiento espontáneo la hace “llena de gracia”, que está llena de la energía divina que la hace invulnerable a las dudas, a las preocupaciones por la ley quebrantada y la opinión escandalizada de la gente.
Miriam luego viaja embarazada y cerca del parto, y al comienzo del invierno, a lo largo de caminos embarrados desde el norte de Galilea hasta el sur de Judea, luego da a luz sola en un refugio improvisado sin ayuda de parteras. Su gracia no es algo para desfilar en pasarelas, sino la fuerza del combate. Su tranquila determinación, su total confianza en la palabra que la dejó embarazada, es su salvoconducto. Es ella, esa palabra, la que protege a Miriam, Iosef y la criatura en su útero en la adversidad y en la derrota.
He estado a bordo de una nave de rescate de Médicos sin fronteras en el Mediterráneo central. He visto subir a bordo por una escalera de cuerda a mujeres con hijos en brazos. El instinto de protección materno en nuestra especie mamífera es el más poderoso instinto natural. Entonces: ¿Qué era más fuerte, superior a ese instinto, que hacía subir a esas mujeres sobre frágiles botes para navegar a ciegas en la noche, con el alto y atroz riesgo del naufragio? ¿Qué fuerza les empuja a poner en peligro la vida de su criatura? He obtenido la respuesta de un verso de Virgilio, en la Eneida.
A la reina de Libia, Didone, que escucha su historia, Enea dice: “La única salvación para los vencidos es no esperar ninguna salvación”. Aunque parece una paradoja, es sin embargo la fórmula que explica los viajes de las mujeres y de sus hijos, y sus naufragios, en las noches, en las nieblas y sus colisiones contra el iceberg del rechazo. No esperar ninguna salvación: la desesperación es la fuerza impulsora que aferra una madre y la arroja con su hijo en brazos.
Fueron estas madres las que me explicaron qué son los viajes que recorren los abismos y llaman a la puerta a los milagros. Son ellas, las madres, la proa de los botes y de las embarcaciones de fortuna que tienen como su ruta en el cielo la última estrella del Carro de la Osa Menor, que indica el norte. Quien dude de la razón o de las causas de estos viajes, que le pregunte a una de estas madres y sabrá por ellas que son inexorables. No son pasajeros clandestinos, son destinos.
Hoy en día, muchas jóvenes, mujeres, se encuentran siendo madres sin ser dos, que no es el resultado de uno más uno, sino la alianza básica de la vida, que multiplica las fuerzas, no las suma. Estamos en una época que está esterilizando los nacimientos. Hoy la maternidad concierne a la sociedad, ya no solo al individuo. Las madres deben ser ayudadas con servicios y concesiones, guarderías, incentivos. La maternidad no debe conducir a mayores gastos y pérdidas de empleos. Tiene que volver a ser una bendición.
Fuente:
Artículo de Erri De Luca tomado de la revista Vida Nueva / Foto: La Hora