100 años de Fellini: aspectos inéditos de su fe

6:00 p.m. | 21 feb 20 (VTN/EM).- En “La dolce vita”, un Crucificado sobrevuela Roma colgado en un helicóptero. La escena, 70 años después, y a un siglo del nacimiento de Federico Fellini (enero 1920-octubre 1993), encuentra un nuevo sentido, o recupera el que siempre quiso darle el director italiano, uno de los genios del séptimo arte.

El año del centenario del nacimiento de Federico Fellini es una oportunidad para investigar la fe personal y la religiosidad presentes en las películas del gran director. Una iniciativa de la Pontificia Universidad Salesiana, que parte de la confesión de Fellini: “Necesito creer”. Vatican News entrevista a Don Renato Butera, especialista y uno de los organizadores.

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“Necesito creer. Federico Fellini y lo sagrado”: este es el título del proyecto, lanzado ya desde hace meses bajo la égida de la Pontificia Universidad Salesiana, del Instituto de Ciencias Religiosas “Alberto Marvelli” y del Centro Cultural Pablo VI de Rímini, con la colaboración de críticos de cine, estudiosos y amigos del gran director.

Se trata de investigar la atormentada búsqueda del sentido trascendente de la vida que acompaña la existencia de Fellini y que se refleja claramente en la filmografía del genial cineasta italiano, uno de los más aclamados internacionalmente y uno de los más estudiados en la fantaseosa y variada poética, reflejada con tanta originalidad en sus películas.

El proyecto incluye una Conferencia concebida en dos fases en las ciudades que han marcado la vida personal y artística de Fellini: en Rímini el 7 de marzo “La infancia del mundo” y en Roma el 21 de marzo “¿Dónde está Dios?”, así como una Investigación historiográfica sobre la infancia y la adolescencia del director y una Exposición sobre la imaginería religiosa, que se refleja en sus películas. A estas iniciativas se añadirán dos encuentros de estudiantes, impulsados por el Consejo Pontificio de la Cultura y de su presidente, el cardenal Gianfranco Ravasi, y una reseña cinematográfica que tendrá lugar en el Cine Greenwich de Roma.

Uno de los temas es el de la religiosidad en la narración de Fellini, que ha encontrado interpretaciones controvertidas, como explica Don Renato Butera, profesor de Historia del Cine en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Pontificia Salesiana, uno de los organizadores del proyecto sobre Fellini y lo sagrado.

-¿Cuál era la relación de Fellini con la fe, en la infancia tuvo una sólida educación católica pero luego qué pasó?

No sucedió nada extraño, más que el curso de la vida de un joven educado por una ferviente madre católica, Ida Barbiani, y un padre que, en un ambiente como el romañolo de aquellos años, seguramente habrá influido en este diálogo entre la religiosidad femenina y la religiosidad algo más escéptica, de izquierdas y socialista del contexto de la época.

Recibió formación cristiana, con los sacramentos, con las frecuentaciones a la Iglesia y desarrolló junto con sus amigos un muy buen sentido de Dios y de la religiosidad, como muchos otros. Luego lo que ciertamente lo transformó fue su despedida en Rímini y su llegada a Roma, donde comenzó su experiencia como periodista, dibujante, guionista y luego director, con un compañera excepcional, también desde el punto de vista de la fe, Giulietta Masina.

Pero su curiosidad y esta necesidad de creer, que crecerá cada vez más, le llevará a motivarse y a conocer más sobre el misterio con sus lecturas jungianas y sus encuentros con Gustavo Rol, un conocido psíquico, para volver a decir a los micrófonos de Sergio Zavoli: “Necesito creer”.

-La religión en las películas de Fellini es a menudo relatada con rasgos irónicos y extravagantes, considerados sin escrúpulos, y esto dividió a la comunidad eclesial en su juicio sobre el director, empezando por la feroz crítica que apareció en L’Osservatore Romano, a la “La dolce vita” en 1960.

Estoy de acuerdo con esto, pero no en todo, porque de un análisis cuidadoso de su cinematografía se puede notar en primer lugar un inicio marcado por esta profunda investigación y por esta frecuentación de temas religiosos y espirituales muy evidentes, especialmente en lo que se reconoce como la tríada de la gracia de la redención, que son las tres películas “La strada”, “Il bidone” y “Le notti di Cabiria”, donde el sentido de Dios, de su presencia, de su perdón y del cambio son muy fuertes.

Lo mismo sucede con “La dolce vita”, que es lo que provocó este incidente, que puso a los críticos católicos de la época -en un contexto social y cultural diferente del actual- en la imposibilidad de captar plenamente lo que otros católicos, como el padre Arpa, como el padre Fantuzzi, como el padre Taddei, habían captado: es decir, el sentido de la vida tan perturbado entre este ir hacia el “sentido de la nada” y, en cambio, la necesidad de algo más profundo, en la sociedad burguesa y noble de una Roma que ya en aquel momento -traspasada o empujada por el boom económico- estaba cambiando.

-Un siglo después de su nacimiento y casi 27 años después de la muerte de Fellini, se puede por lo tanto mirar su obra con una nueva mirada a este aspecto de lo sagrado que impregna sus películas. ¿Se recompone la comunidad eclesial con un juicio positivo?

En mi opinión, sí, porque al recomponer la historia de Fellini y su cinematografía en particular y también al ver su anhelo por comprender el misterio, de aquello que hay después de esta vida y que está bien representado en esa niebla en la que vemos al personaje del abuelo en el film Amarcord.

En cierto sentido, es decir, Fellini que está en una niebla y necesita salir de ella porque le recuerda la muerte y si la muerte es así, no es bueno, dice su abuelo, lo cual quiere decir: “Necesito encontrar un significado en esta niebla. Y esto es un poco lo que hace Fellini en el curso de su experiencia, incluso encontrando lo esotérico en él, no encontrará todas las respuestas y continuará de ahora en adelante en esta búsqueda para encontrar el sentido de la vida, el sentido de Dios y probablemente lo habrá encontrado”.

De la excomunión a la consagración: los sesenta años de La Dolce Vita

El estreno de “La Dolce Vita” en el cine Capitol fue de todo menos tranquilo: buena parte del público abucheó a su protagonista, Marcello Mastroianni, con gritos de “comunista” y “vagabundo” y hasta su director, Federico Fellini, recibió un escupitajo, mientras que la Iglesia preparaba una gran ofensiva para una película que tachó de “escuela pornográfica”.

“Un tipo me escupió en el cuello, y cuando me giré para ver quién era me gritó ‘¡Avergüéncese!”, contaba Fellini más tarde al diario “Il Giorno”, temiéndose un fracaso comercial que resultaría ser todo lo contrario.

La polémica dio alas a una cinta que se convirtió en uno de los mayores éxitos de público en Italia, que ganó la Palma de Oro en Cannes, compitió en los Oscar y transformó la historia del cine, según contó el biógrafo y amigo de Fellini, Tullio Kezich.

La Iglesia, la derecha y la izquierda en contra

La película presenta a un periodista del corazón, interpretado por Marcello Mastroianni, que se mueve entre una sociedad del espectáculo excesiva y amoral, algo que, junto a escenas como la del mítico baño en la Fontana de Trevi, no gustó nada a la Iglesia. En el periódico del Vaticano, “L’Osservatore Romano”, apareció una serie de durísimos artículos contra Fellini, uno de ellos titulado “La obscena vida”, en referencia al título de la obra.

Kezich recordaba, en una entrevista concedida al “Corriere della Sera”, cómo el escándalo llegó al parlamento con un debate sobre la moralidad de “La dolce vita” a instancias de los políticos neofascistas, mientras que tampoco por la izquierda se libró el director de ataques.

“Los críticos de izquierdas no se fiaban de él porque se negaba a aceptar el punto de vista marxista, Fellini iba más allá de las ideologías”, explicaba el escritor Gordiano Lupi en su libro “Federico Fellini, un maestro del cine”.

El periódico “Secolo d’Italia”, vinculado a partidos de extrema derecha, no ahorró apelativos cuando calificó “La dolce vita” de “una mentira, un insulto, un atentado a la nación, a la sociedad y a la moral”.

Para Kezich, el origen de este rechazo se encontraba en que los pensadores de derechas “entendían justamente que el film evidenciaba el cambio de una sociedad en la que el poder reaccionario llegaba a su fin”.

El mayor éxito comercial italiano

Fellini encontró precisamente entre los intelectuales a algunos de sus pocos aliados, como Alberto Moravia, Indro Montanelli o Pier Paolo Pasolini, con quien mantendría una complicada relación, y que definió la película como “un film católico” al tiempo que denunciaba su censura.

La protesta católica ante un film que consideraban “inmoral” no se limitó a Italia, ya que la Iglesia impidió que “La dolce vita” se estrenara en España, Portugal y Grecia, y amenazó con la excomunión para quien viera el film del “público pecador” Fellini. Nada de todo esto importaría a unos espectadores que acudieron en masa a ver el filme de un director que, aunque ya con dos premios Oscar, seguía sin ser muy popular entre el público.

Los 13,6 millones de personas que acudieron a verla la convirtieron en el mayor éxito comercial italiano hasta el momento, pero la relevancia de “La dolce vita” fue mucho más allá, creando un imaginario y un lenguaje que marcarían para siempre la historia del cine.

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Fuentes:

Vatican News / El Mostrador

Puntuación: 5 / Votos: 2

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