Obispo Shen Bin: en China nadie quiere una Iglesia separada del Papa
1:00 p m| 13 oct 17 (VI).- Reconocido por el gobierno y ordenado en absoluta comunión con la Santa Sede, el obispo de Haimen, José Shen Bin, fue entrevistado por el Vatican Insider con el objetivo de conocer su perspectiva sobre la condición de la Iglesia católica en China. Recurre a imágenes evangélicas muy sugerentes. Repite que las comunidades católicas chinas son como los sarmientos aferrados a la vid, para indicar la fuente real e inextinguible de la comunión de cualquier obispo con el Sucesor de Pedro.
También recordó la invitación de Jesús a ser “astutos como serpientes y simples como palomas”, para que se comprenda cuáles son las actitudes más convenientes para los obispos chinos en la condición real en la que deben obrar. Considera además que el diálogo y la reconciliación son lo más importante… “el Evangelio no nos pide que asumamos el papel de antagonistas de las autoridades constituidas”.
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José Shen Bin, obispo católico de Haimen, en la provincia costera de Jiansu, nació en 1970 en el seno de una familia católica, estudió en el Seminario Nacional de Pekín y fue ordenado sacerdote en 1996. Su ordenación episcopal se llevó a cabo en la catedral de Nantong el 21 de abril de 2010, con el mandato pontificio y el reconocimiento de las autoridades políticas. Ahora Shen es considerado como un obispo apreciado por los aparatos del gobierno chino. La última Asamblea de los representantes católicos chinos lo eligió vice-presidente de la Asociación Patriótica y del Consejo de los obispos chinos (no reconocido por la Santa Sede).
Shen considera que la posible reconciliación entre las comunidades católicas chinas “oficiales” y las llamadas “clandestinas” es el fruto más precioso y deseable que se pueda esperar del diálogo que están llevando a cabo el gobierno chino y la Santa Sede. Y así demuestra que tiene una mirada sobre los problemas del catolicismo chino con un sensus Ecclesiae que no se encuentra en muchos de los discursos o comentarios dedicados a la cuestión de las relaciones sino-vaticanas. Vatican Insider ha podido entrevistarle, al margen del encuentro “Caminos de paz” que organizó la Comunità di Sant’Egidio en ls diócesis alemanas de Münster y Osnabrück, del 10 al 12 de septiembre.
-¿Cuáles son los criterios que guían su trabajo pastoral? ¿Qué es lo que más le importa? ¿Qué le guía y sostiene, en su misión, a lo largo del camino?
Yo soy un obispo. Y como obispo estoy llamado a ocuparme de la vida de la diócesis, con una particular atención a los sacerdotes y a las religiosas, para sostenerlos en la tarea de anunciar el Evangelio. Aprovecho cualquier ocasión, también en las parroquias, para anunciar la salvación y la felicidad que ha traído Cristo. Esta es mi vida. Estas son las cosas que llenan de compromisos y preocupaciones mis días.
-¿Solamente están llamados a anunciar el Evangelio los sacerdotes, los religiosos y las religiosas? ¿Y el pueblo de Dios?
Con el tiempo nos estamos dando cada vez más cuenta de que cada bautizado anuncia el Evangelio, cuando ofrece testimonio en su vida de los efectos del don del bautismo. Por ello se multiplican en toda China muchos cursos y encuentros dirigidos a los laicos, para apoyarlos y animarlos en su camino de fe. Naturalmente, cada diócesis sigue los propios criterios. En mi diócesis hay cursos de formación para laicos adultos y campos de verano para universitarios y niños. Cada parroquia tiene este tipo de actividades, y también llevamos a cabo algunas más a nivel diocesano. Este verano, alrededor de 300 niños fueron a las clases de los cursos de verano diocesanos. Y también hay procesos de formación permanente y retiros para sacerdotes y monjas. Esta es la ordinariedad de nuestro trabajo pastoral.
-El gobierno chino le reconoce como obispo, y su nombramiento y ordenación episcopal se llevaron a cabo con el total reconocimiento de la Santa Sede. ¿Cómo vive concreta, pública e interiormente la comunión jerárquica con el Papa?
(Sonríe). En la fase actual de la historia china han cambiado muchas cosas, y siguen cambiando. Hace 20 años no podíamos rezar en público por el Papa. No podíamos referirnos a la comunión con el Papa en ningún texto, en ninguna fórmula. Ahora todo es diferente. En cada misa, ahora, rezamos por el Papa Francisco. E incluso cantamos los himnos para el Papa, los que fuera de China ya no se usan (y comienza a entonar un canto dedicado al Papa).
-¿Solo rezan y cantan por el Papa?
No. Seguimos su magisterio. En los grupos WeChat (la red social más usada entre los chinos, ndr.) se publican todos los días las homilías de Santa Marta, las audiencias de los miércoles, y nosotros citamos las palabras del Papa en nuestras homilías… Ahora, en muchas ocasiones, se había de lo que el Papa dice o hace. ¿Qué hay de diferente frente a lo que sucede en las Iglesias católicas fuera de China? Compartir la misma fe, abrazar la comunión con el Papa. (Me enseña su celular con las últimas homilías del Papa en Colombia, descargadas desde WeChat.)
-¿Puede indicar iniciativas pastorales que hayan vivido en sus Iglesias, en las que sea evidente que siguen el magisterio del Papa, y también sus preocupaciones pastorales?
Nosotros lo seguimos en todo. Hemos celebrado por todas partes y con intensidad el Año paulino, proclamado por el Papa Benedicto XVI entre 2008 y 2009. Y lo mismo sucedió con el Año Santo de la Misericordia convocado por el Papa Francisco. Hemos tratado de tener en cuenta todas las cosas que sugirió el Papa ese año. Todos estuvieron muy contentos de llevar a cabo un camino de oración y de reconciliación. También en los tiempos ordinarios, los sacerdotes comunican siempre a los fieles las intenciones de oración del Papa. Cada mes, los fieles saben cómo rezar con el Papa, según sus intenciones.
-¿Hay ambientes que todavía se refieren a obispos católicos chinos reconocidos por el gobierno como representantes de una Iglesia cismática, sometida al poder político. O los tildan de bellacos y oportunistas? ¿Cómo viven la constante presión los que les piden pruebas de “ortodoxia” a cada paso?
Hemos escuchado que han dicho cosas que no son verdaderas. Yo me pregunto, y le pregunto a los demás: ¿si hubiéramos decidido oponernos al gobierno y a sus peticiones, como algunos habrían querido, ahora en China seguiría existiendo la Iglesia una, santa católica y apostólica, que confiesa públicamente el nombre de Cristo, como sucede en todo el mundo? Desde hace mucho tiempo hemos comprendido que en China, para sacar adelante las cosas, conviene y a veces hay que distinguir entre las cuestiones eclesiales, de fe, y las cuestiones económicas y administrativas, que de por sí no afectan el deposito de la fe.
-¿En China todavía hay alguien que quiera construir una Iglesia católica independiente, separada de la Iglesia católica universal?
(Sonríe de nuevo). Nosotros somos sarmientos aferrados a la vid. Somos los miembros unidos a la cabeza de los que hablan Jesús y San Pablo. Ninguno de nosotros ha pensado nunca separarse o disociarse de la Iglesia universal, o de seguir vías diferentes del camino por el que va la Iglesia universal. Y esto vale para nosotros, para los obispos chinos que llegaron antes que nosotros y para los que vendrán después.
-Como sucesores de los apóstoles, ¿cuáles criterios siguen en las relaciones con las autoridades políticas civiles?
Somos personas de Cristo, y Cristo nos llama al amor y a la misericordia. ¿Podemos, acaso cerrarnos al diálogo y enfrentarnos siempre con el gobierno, como algunos nos piden que hagamos? Nuestro primer deseo es vivir según el Evangelio, confesando la fe en Cristo. Y me pregunto si en toda China podríamos seguir esta vía, si eligiéramos contrarrestar y rechazar las disposiciones del gobierno. El Evangelio no nos pide que asumamos el papel de antagonistas de las autoridades constituidas. Y Jesús dice que debemos ser astutos como serpientes y simples como palomas. Yo creo que ahora, en China, el diálogo y la reconciliación son lo más importante. Y no debemos darle demasiado peso a las acusaciones malévolas que nos llegan desde fuera.
-La voz de los obispos chinos reconocidos por el gobierno no se encuentra en la prensa occidental, y tampoco en las agencias de prensa especializadas en las Iglesias de Asia…
Nos hemos dado cuenta de que, en el extranjero, nuestra voz no llega. En cambio son amplificadas las de otros personajes que, desde fuera, se hacen pasar por portavoces del catolicismo chino. Pero no expresan la verdadera realidad de la Iglesia en China. Espero que aumenten las ocasiones para que se escuche nuestra voz, incluso en los contextos internacionales.
-Usted tuvo la ocasión de participar y hablar en el encuentro de Sant’Egidio que este año se llevó a cabo en las diócesis alemanas de Münster y Osnabrück…
En los últimos días, en Münster y Osnabrück, nos llegó la confirmación de que con la globalización, en cierta medida, el mundo se ha convertido en una aldea única. Las distancias se han reducido. Y puede ser bello gozar de los diferentes colores que se encuentran en este jardín. La tradición y a cultura china son capaces de respetar las diferencias, dando valor a las cosas que tenemos en común. Y la Iglesia que vive en China ha propuesto en primer lugar la convivencia armoniosa con las religiones. La Iglesia católica en China reconoce que hay una vida compartida, y cada uno está llamado a hacer bien el propio deber. En este mundo común, la Iglesia en China está llamada a amar al Señor y a amar al pueblo chino. Hay que llevar a la riquísima cultura china la semilla del Evangelio, que no pertenece a un solo pueblo y, por su naturaleza, puede encontrarse de manera fecunda con cada lengua, cada nación y cada continente.
-El Papa pide que los pastores sirvan al pueblo de Dios y que no sean carreristas. ¿Hay fenómenos de carrerista en la Iglesia de China?
Sí, claro que hay carreristas también entre nosotros. Hay curas que demuestran invertir energías y recursos para la difusión de la fe y por el bien de la Iglesia, pero en realidad solo pretenden el propio prestigio, aumentar su reputación, perseguir los que consideran éxitos. Por otra parte, no es necesario etiquetar a las personas solamente por el gusto de juzgar al prójimo. Debemos apoyar el trabajo de los sacerdotes, y vigilar para que no se dejen someter por este frenesí. Hagamos sobre estas cosas en los encuentros con los sacerdotes.
-¿Qué esperan, ustedes y sus fieles, que surja del diálogo entre China y la Santa Sede? ¿Cuál es el aporte que pueden ofrecer para que este diálogo ayude a deshacer los nudos reales y concretos?
Existen dos niveles distintos: uno que se relaciona con la relación entre los dos Estados y otro que se relaciona con el vínculo entre nuestra Iglesia y la Santa Sede. Con respecto al primero, no podemos tener ningún papel, puesto que no representamos al Estado ni al gobierno chino. Solo podemos rezar para que en ese nivel el gobierno y la Santa Sede puedan conocerse, acercarse y comprender los beneficios que pueden surgir de ese diálogo en beneficio de todos.
-¿Y qué pueden hacer con respecto al nivel de los vínculos con la Santa Sede?
La cuestión de las relaciones entre el Vaticano y el gobierno chino nos importa mucho como miembros de la iglesia universal. Si mejoran y se consolidan las relaciones entre China y la Santa Sede, podremos espera que se resuelvan con el paso del tiempo también muchos de los problemas que afligen a la Iglesia en China. Porque solamente pasando a través del diálogo entre el gobierno y la Santa Sede se pueden mitigar y superar con paciencia los efectos de la dolorosa división entre las comunidades eclesiales oficiales y las llamadas “subterráneas”.
-¿Confía en que esto pueda suceder?
Como dije antes, ya han cambiado mucho cosas en los últimos años. Ahora también el gobierno se ha encargado de este caso con cierta seriedad. En China vemos que el Papa Francisco expresa la voluntad sincera de la Santa Sede de avanzar en el diálogo. Es decir, hay una situación propicia. Esto alimenta la esperanza. Esperamos que esta ocasión propicia madure y dé frutos. Y espero también que en el Vaticano se acuerden de que en el Oriente hay un país muy grande, como una “gran oveja” del rebaño, que no puede ser descuidada o abandonada.
-¿Cómo pueden favorecer ustedes este camino?
Creo que nosotros no debemos pretender intervenir en cuestiones en las que no tenemos competencias. Sabemos que hay muchas cosas complicadas que deben ser afrontadas. Pero podemos dar un aporte de una manera simple: trabajando con preocupación por el bien de nuestra Iglesia. Y demostrando al gobierno que la Iglesia china es armoniosa y que puede promover el bien común en la sociedad. Esto es lo que nosotros podemos hacer.
-Pero usted, como obispo reconocido por el gobierno, ¿cómo considera a los católicos de las comunidades llamadas “subterráneas”? ¿Son hermanos o enemigos?
Nunca he condenado a los católicos “subterráneos”. Somos todos hermanos, en la única Iglesia. Hay problemas y heridas, pero no hay una ruptura de la fraternidad.
-Alguna palabra, alguna frase que le gustaría decirle al Papa, para que comprenda la realidad de la Iglesia en China…
Deseo al Papa buena salud, porque la Iglesia en China necesita también su guía de pastor. Le diría: pensamos en ti todos los días, y esperamos que también tú te acuerdes de nosotros en la oración.
Fuente:
Vatican Insider