¡Adiós, Fernando Cardenal! El jesuita que liberó a Nicaragua con la educación

5:00 p m| 02 mar 16 (AGENCIAS/BV).- Luchó toda su vida hasta el final. Primero contra las injusticias de la dictadura de Somoza (Nicaragua), luego por vencer el analfabetismo galopante y después contra las inercias de una Iglesia que regresaba a las posiciones preconcilio. El legado del padre Cardenal es uno de acción social, de una Iglesia comprometida con quienes más sufren, con la educación de los pueblos y de conciencia. La última batalla en esta tierra la libró el 20 de febrero luego de una operación de hernia umbilical de la que no pudo recuperarse y falleció a las 4:20 de la madrugada.

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En conversaciones con Religión Digital, el superior de los jesuitas en Nicaragua, padre Iñaki Zubizarreta SJ. lo recuerda en primer término como un sacerdote que dedicó toda su vida a mejorar la educación en Nicaragua. Primero desde la Universidad Centroamericana (UCA) donde fue responsable de atención al estudiantado, luego como líder de la juventud Sandinista y posteriormente como ministro de educación.

Para Zubizarreta, el padre Cardenal deja un legado de acción social. “Fue un hombre de Dios, que siempre estuvo pendiente de hacer la voluntad de Dios y así tuvo que hacer cosas que a muchas personas les pudo parecer extrañas, pero él siempre fue un hombre de conciencia limpia y clara, y con un contacto muy directo con el Señor”.

Esas decisiones de conciencia son las que llevaron a Fernando Cardenal a entrar en la vida nacional, denunciando con clergyman ante el Congreso estadounidense los atropellos del gobierno de Somoza contra la población civil en 1978, y con la convicción de ser un “ministro de Dios y del pueblo” ocupando la cartera del Ministerio de Educación en una Nicaragua amenazada por la guerra de la contrarrevolución, aunque eso le valiera la suspensión a divinis desde el Vaticano -impuesta por el Papa Juan Pablo II en 1984- y la separación de la Compañía de Jesús. Todo ello, por ser fiel a su conciencia.

Revisando la historia, en los ochenta, tras el triunfo de la llamada Revolución Popular Sandinista, Fernando Cardenal formó parte de un grupo de sacerdotes que se vincularon directamente con el gobierno revolucionario, lo que les generó fuertes críticas de la jerarquía católica del país y del Vaticano. Junto a Cardenal trabajaron en el gobierno sandinista el religioso de la Congregación Maryknoll, Miguel D’Escoto, canciller del país en aquel entonces; el poeta Ernesto Cardenal, sacerdote diocesano y ministro de Cultura; y Edgar Parrales, también diocesano, embajador de Nicaragua ante la OEA. Desde 1973 el padre Cardenal apoyó de manera activa la lucha del movimiento sandinista que finalmente logró derrocar la dictadura de Somoza.

En el caso de Fernando Cardenal la orden jesuita lo expulsó por lo que él denunció como presiones de Juan Pablo II, gran crítico de los movimientos revolucionarios de izquierda en Latinoamérica. “Quien se negó rotundamente a conceder la excepción a los sacerdotes de Nicaragua para seguir trabajando en el Gobierno Revolucionario fue el Papa Juan Pablo II. Me duele esta afirmación pero cristianamente no puedo callarla”, escribió Fernando Cardenal en un conmovedor texto titulado “Carta a mis amigos”, en el que explicaba detalladamente las circunstancias de su separación.

Cardenal presentó una “objeción de conciencia” ante su caso y en su alegato contra la decisión de la jerarquía jesuita dijo: “Estaría cayendo en un grave pecado si abandonara mi sacerdocio para los más pobres y mi trabajo por la Revolución Popular Sandinista”. Y agregó: “Dios me ha dado el deseo de no abandonar mi trabajo. No puedo concebir un Dios que me pida renunciar a mi compromiso con el pueblo”.

Fernando Cardenal fue expulsado de la Compañía de Jesús en 1985, y readmitido en 1996, luego que analizaron su caso y revisaron sus alegatos de la Objeción de Conciencia, siendo el primer jesuita en ser expulsado y luego readmitido. Hizo nuevamente un año de noviciado y a los 62 años tomó una vez más los votos de sacerdocio. “Ése es un signo de cuando él puso su objeción de conciencia, para dejar el ministerio; la Compañía aceptó esa objeción pero por las leyes de la Iglesia tuvo que salir, y él decía: Yo no quiero salir. Por ello la Compañía volvió a readmitirlo después”, comentó Zubizarreta.


“Tengo la seguridad que hice lo que Dios quería”

Menos de seis meses después de ser readmitido en la orden jesuita, el padre Cardenal declaró a Catholic News Service que no se arrepentía de sus acciones del pasado, pero que no volvería a abandonar la Compañía de Jesús por cuestiones políticas.

“Tenía la seguridad que cumplía lo que Dios quería de mí”, dijo. “Bajo las mismas circunstancias haría lo mismo”, y rápidamente agregó, “pero en adelante no aceptaré un cargo en el gobierno”.

Como ministro de educación, tuvo a su cargo la denominada Cruzada Nacional de Alfabetización, durante la cual logró reducir la tasa de analfabetismo del país del 51% al 13% de la población adulta. Unos cien mil jóvenes nicaragüenses enseñaron a leer y escribir, en menos de medio año, a más de medio millón de personas. El esfuerzo fue galardonado con el Premio Nadezhda Krupskaya K. de la UNESCO para la Alfabetización.

Después que fuera readmitido en la Compañía de Jesús, trabajó en la Central American University, donde dividió su tiempo entre ministrar a los estudiantes y la enseñanza de teología. Más tarde dirigió la organización de justicia social “Fe y Alegría”. Como director nacional de “Fe y Alegría” Nicaragua se dedicó hasta sus últimos días a gestionar, promover y llevar educación integral a niños y jóvenes de escasos recursos en los 22 centros educativos y formar a docentes y estudiantes de centros públicos y comunitarios.

Quienes le conocieron agregan que su compromiso contra las injusticias y por el derecho a una educación de calidad, sobre todo para los que no podían pagarla, trascendía en cada espacio y aspecto de vida. Fue un misionero entregado a los pobres, un revolucionario y un hombre ejemplar que influyó en al menos cinco generaciones de nicaragüenses.


Años de juventud

Fernando Cardenal Martínez era el quinto hijo del matrimonio de Rodolfo Cardenal y Esmeralda Martínez. Una familia de abolengo, dinero e influencia en la sociedad granadina. Rodolfo, Ernesto, “Maruca”, Gonzalo, Esmeralda y Rodrigo Cardenal Martínez. Antes de entrar en la vida religiosa, Fernando pasó por “la vida loca”. Fue expulsado del Colegio Centro América en varias ocasiones por insolencias.

“A los 15 años fumaba, a los 16 saqué mi licencia de conducir y mi padre me prestaba el carro para ir donde yo quisiera. Me dieron toda clase de libertades, tomaba licor, nunca fui un adicto, pero cuando salía del internado por vacaciones nos dedicamos desaforadamente a divertirnos. En fiestas, con muchachas, vagancias. Pero después me sentía vacío, sentía deseos de una felicidad grande que nunca había experimentado”, confesó en varias entrevistas.

A los 17 años, luego de un retiro espiritual, Fernando Cardenal sintió que esa felicidad solo la podía encontrar consagrándose en la vida sacerdotal.

“Uno puede pensar que sus ideas políticas y sociales le llevaron a ser determinada cosa, pero hay algo más profundo de su vida que lo llevó a hacer todo lo que logró, era su relación íntima con Dios”, señala Iñaki Zubizarreta. “A la hora de decidir siempre lo hizo en conciencia delante de Dios y si se dedicó de lleno en algún momento a la revolución y a la política lo hizo con la convicción clara de que esa era su misión”.


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Fuentes:

Religión Digital / La Prensa (Nicaragua) / America Magazine

Puntuación: 5 / Votos: 4

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