José Gabriel Funes: ‘Respuestas científicas a preguntas científicas no se encontrarán en la Biblia’

Jose Gabriel Funes

8.00 p m| 20 may 14 (UYPRESS/BV).- El Director del Observatorio Astronómico del Vaticano estuvo hace poco en Uruguay, donde brindó una conferencia en la Universidad Católica, titulada “Ciencia y fe al principio y al final del Universo”. Fue en esa circunstancia donde se dio esta entrevista, en la que el P. Funes conversa con UyPress sobre los astros, la fe, la vida extraterrestre, el origen del Universo, los encuentros y desencuentros entre la ciencia y la religión.

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El Padre Funes, sacerdote de 51 años de edad, es el director del Observatorio Astronómico del Vaticano desde 2006, cuando fue designado por Benedicto XVI. El Observatorio Vaticano (Specola Vaticana, en italiano) es un centro de investigación astronómica dependiente del Papa. En la actualidad tiene dos ubicaciones: en Castelgandolfo, Vaticano, y en la Universidad de Arizona, en Estados Unidos.

– ¿Cuál vocación apareció primero: servir a Dios o dedicarse a los astros?

Mi vocación es la de ser jesuita, y dentro de ella está la de ser científico. Viene a ser como una vocación más específica dentro de la vocación más grande o principal. Cronológicamente, se manifestó primero la vocación de ser astrónomo. Desde chico. Ya a los seis años, que fue cuando los astronautas llegaron a la Luna, apareció mi apasionamiento, y a los trece años había decidido ser astrónomo. Mis padres me apoyaron mucho en eso. Empecé la carrera y me recibí de Licenciado en Astronomía en Córdoba, Argentina. Una semana después de eso, ingresé en el noviciado de los jesuitas e hice la formación religiosa. A continuación fui ordenado sacerdote y luego comencé el doctorado en Astronomía en la Universidad de Padua, en Italia. Experimenté el llamado del Señor, a ser jesuita, cuando era estudiante universitario.

– ¿En qué temas hizo el doctorado?

En galaxias cercanas, en particular estudié la cinemática del gas ionizado. El título de la tesis era “Cinemática del gas ionizado en las regiones internas de las galaxias con disco”. ¿Qué significa? Que a través del espectro uno puede estudiar la rotación de las galaxias, y a partir de la velocidad de rotación del gas, deducir si existe un agujero negro en el centro de la galaxia.

– Generalmente se tiene la idea de que religión y ciencia corren por carriles distintos y paralelos, sin punto de encuentro. Sin embargo, usted, como religioso y científico simultáneamente, supongo que tendrá otra visión.

Respecto a lo que decía usted, yo diría más: a veces, no solamente transitan por carriles distintos y están separadas, sino que se las presenta como enemigas; como adversarias en una especie de guerra. En ocasiones esa es la impresión que recibimos de los medios de comunicación y de la opinión pública. Claro que mi visión es diferente, ¿no? Ciencia y fe no se contradicen, sino que pueden ayudarse una a la otra. Necesitamos de la una y la otra, y más importante aún, necesitamos el diálogo para poder superar posibles conflictos, que los ha habido y seguramente los habrá en el futuro.

– La historia de la relación entre la ciencia y la religión está marcada por la existencia de grandes conflictos. La propia Iglesia Católica, para citar un ejemplo paradigmático, tuvo el caso de Galileo, que aparentemente se ha saldado poco tiempo atrás. En su campo, el propio Copérnico también tuvo sus idas y venidas con las jerarquías eclesiásticas. Por otro lado, la propia historia del Observatorio Astronómico Vaticano, que usted dirige, es antigua. Data de la época de Gregorio XIII, previo a la reforma del calendario. La conferencia que usted brindó en la Universidad Católica es “Ciencia y fe al principio y al final del Universo”. ¿Hay principio y hay final del Universo? ¿Es infinito? ¿Se expande? ¿Cómo explica eso?

Hay muchas preguntas en su pregunta.

– Es verdad, pero en resumen todas apuntan a la misma cosa.

Es cierto. Ciencia y fe se pueden ayudar y son complementarias. Pero también es importante recalcar que tienen lenguajes distintos, usan métodos distintos. Justamente por estos motivos es que el diálogo se torna difícil. También se hace difícil porque existe cierta dosis de ignorancia.

– ¿De parte de quién?

De algunos científicos. Mientras se mantengan en el campo de la ciencia, está muy bien, pero para opinar -que por supuesto pueden hacerlo- sobre temas de filosofía o teología, se requiere conocimientos. Al mismo tiempo, los teólogos deben informarse de temas científicos. El peligro en estas cosas es opinar sin tener conocimiento. Es muy difícil tener conocimiento y competencia en estos dos campos. Lo que yo traté de dar en la conferencia fue la visión de que sabemos que el Universo tiene una edad, que es de 14.000 millones de años. Podemos conocer el Universo del pasado, porque nos llega la información a través de la luz. Como esta tiene una velocidad finita, podemos conocer solo el pasado. Si podemos determinar la edad, podemos establecer que hubo un origen. La mejor explicación que tenemos actualmente es la del Big-Bang. Tenemos también una perspectiva de fe, que es la que nos ofrece el relato o los relatos bíblicos. Mi intención es mostrar lo que sabemos de ciencia hasta hoy y cuál es ese testimonio de fe que nos ofrecen los textos bíblicos sobre el origen. Lo mismo sobre el final del Universo.

– Entonces, ¿no hay contradicción entre la teoría del Big-Bang y el relato bíblico?

No, se trata de niveles distintos. En la teoría del Big-Bang hablamos a nivel del conocimiento científico, que solo se basa en causas naturales. Estamos tratando de entender cómo se ha formado el Universo, cómo lo hacen las galaxias, estrellas, planetas, desde el punto de vista de las leyes físicas. Es eso. Tenemos una comprensión bastante buena, aunque todavía haya muchas cosas que no llegamos a explicar.

– ¿Y la Biblia?

Por otra parte, el mensaje de la Biblia es religioso. El lenguaje no es científico, la Biblia no es un libro de ciencia. Si queremos buscar respuestas científicas a preguntas científicas, la Biblia no es el lugar para encontrarlas. En cambio, la Biblia, el libro de la palabra de Dios, inspirado por Dios, fue escrito por hombres, en un lenguaje humano de 2.000 años atrás. El autor bíblico no sabía de qué trataba la física cuántica o la teoría de la relatividad. Por lo tanto, no trata de responder al origen del Universo desde esa perspectiva. Sí, en cambio, trata aún hoy de responder, con un lenguaje que puede ser poético, a las preguntas más profundas, es decir, de dónde viene este Universo, por qué existe, cuál es el mensaje religioso de la creación. A ese tipo de preguntas responde la religión.

– Sin embargo hay quienes, aún hoy, hacen una lectura literal y pretenden usar el relato bíblico para negar hechos científicos.

Bueno, ha pasado mucha agua debajo del puente, y ello gracias, precisamente, a Galileo, que fue uno de los primeros que nos ayudó a leer e interpretar correctamente la Biblia. La Iglesia Católica no lee la Biblia en un sentido puramente literal. Debemos dar gracias a Galileo y tantos científicos que con sus descubrimientos nos ayudan a purificar nuestra imagen de Dios y a una comprensión mejor del Universo desde el punto de vista de la teología y la filosofía.

– En algunas declaraciones, usted se refirió a la posibilidad de vida extraterrestre. ¿Cómo entra Dios ahí? Siempre lo imaginamos en este, nuestro mundo.

Una de las implicancias de estudiar la cosmología actual, el Universo, es que nos abre la mente. De repente nos damos cuenta, o sabemos, que en el Universo hay 100.000 millones de galaxias. Cada una de estas galaxias con 100.000 millones de estrellas. Siempre me gusta decir que, si dividimos el número de galaxias del Universo entre la población mundial, de 7.000 millones de habitantes, a cada uno nos tocarían 14 galaxias. Cada una de estas 14 galaxias que nos tocó a cada habitante, con 100.000 millones de estrellas, y cada una de estas estrellas, posiblemente, con planetas orbitándolas. Posiblemente, algunos de esos planetas sean semejantes a la Tierra. También posiblemente, en esos planetas, se ha desarrollado la vida, y en alguno de ellos haya habido o haya ahora vida inteligente. Estos seres inteligentes pueden haber desarrollado cierta tecnología. Que podamos después establecer contacto es algo muy difícil. Esto, simplemente, nos amplía y agranda la idea de Dios. También, de algún modo, nos ayudaa colocar a la humanidad en un contexto más amplio. No para disminuirla, sino para reconocer con humildad lo que somos. Eso no se contradice con la generosidad y la grandeza de Dios.

– ¿No?

No. En muchos sentidos, tenemos que salir de nuestro propio “mundito”. La astronomía nos ayuda a salir de nosotros mismos; de nuestros problemas, conflictos; de los problemas sociales, económicos, para ponernos en una perspectiva más amplia.

– ¿Está radicado en El Vaticano o en Arizona?

Paso más tiempo en Castelgandolfo, en la sede del Observatorio.

– El Observatorio del Vaticano hizo un acuerdo, hace ya varios años, y se instaló en la Universidad de Arizona, en Estados Unidos. ¿Cuáles son las líneas de investigación que desarrollan en la actualidad?

Me interesa subrayar la importancia de la colaboración. En la actualidad, en una empresa científica, si no hay colaboración, es imposible salir adelante. Por eso tenemos como principal socia a la Universidad de Arizona, que es pública. Digo esto porque el progreso de la ciencia se da en equipo. Respecto a los temas que investigamos, ellos abarcan el Sistema Solar: tenemos un laboratorio de Meteoritos en Castelgandolfo que nos permite conocer y estudiar la formación del Sistema Solar. En Arizona hay un jesuita que se ocupa de estudiar objetos cercanos a la Tierra, como pueden ser asteroides. También nos ocupamos de estrellas de nuestra galaxia. Hace poco se realizó en Tucson (Arizona) un congreso sobre astrobiología, donde tratamos de estudiar “marcadores de vida” (biosignatures, en inglés).

– ¿A qué se refieren?

Cuáles podrían ser los signos que podemos encontrar en la atmósfera, de planetas que giren alrededor de otras estrellas. También estudiamos galaxias cercanas, que es de lo que yo me he ocupado; cúmulos de galaxias y el Big-Bang. Y qué sucedió en el comienzo. Hay un problema, que es encontrar una teoría que pueda explicar tanto la física cuántica como la relatividad en los primeros instantes del Universo. Es lo que se llama “teoría de las cuerdas” y “gravedad cuántica”.

– Volviendo a la vida en otros planetas, ¿eso no estaría disminuyendo la percepción que el propio ser humano tiene de sí mismo?

No hay un centro en el Universo. Eso lo sabemos de la cosmología. No estamos en el centro del sistema solar; somos el tercer planeta…

– Sin embargo, durante mucho tiempo primó esa concepción, del centro del Universo.

Sí, sí. Pero estoy tratando de llegar al punto: vivimos a 25.000 años luz del centro de nuestra galaxia, que es una de las 100.000 millones de galaxias, como dijimos antes. Somos un granito de arena, y descentrado, en este Universo. Podemos sentir que de algún modo perdemos importancia. Si bien en la cosmología no hay un centro especial, y nosotros no somos el centro, desde el punto de vista teológico -lo que dije fue desde el punto de vista científico- la dignidad de la persona humana viene por la acción de Dios. No porque seamos mejores, superiores, sino tal vez porque seamos los más pobres, es que Dios ha elegido hacerse hombre en esta tierra y con esta humanidad. Eso no quita la posibilidad de que otros seres puedan participar de eso. La opción que Dios hace por la humanidad es parte de esa opción por los más pobres, los más marginados. En ese sentido, somos unos privilegiados. Jesús se ha hecho hombre. Eso no quita, de ningún modo, que si hubiera otros seres inteligentes, ellos también pudieran participar de esta amistad de Dios.

– ¿Existe entonces la posibilidad de que, si no somos los únicos, esas otras “inteligencias” experimenten a Dios?

Lo digo más concretamente: la encarnación, el hecho de que Dios se haga hombre en Jesús, es un evento único en el espacio y en el tiempo en todo el Universo. Único en el espacio ¿en qué sentido? En que se ha hecho sobre esta tierra, no en otros planetas. Ocurrido en la Palestina. Jesús es judío; no es argentino, aunque sabemos que Dios lo es… ja ja… Jesús no. No nació en otro lugar; fue un evento concreto.

– ¿Y la dimensión tiempo?

Es lo mismo. Sucedió hace alrededor de dos mil años; no sucedió antes ni después. Sin embargo, todos los seres humanos estamos unidos al hijo de Dios hecho hombre. Algo semejante podríamos pensar en el caso de que hubiera otras criaturas experimentales. Yo hago esta distinción: una cosa es la ciencia, y otra la ciencia ficción. Vamos a hacer el mismo razonamiento: teología y teología ficción. Hasta que no tengamos la prueba de que hay vida y que esa vida es inteligente, lo demás son especulaciones.

– ¿Existe la teología ficción?

Es discutible esto. Yo no soy teólogo. Yo hago la distinción en el sentido de que, en el momento que se descubra vida inteligente en otros lados, ahí la pregunta se vuelve real. Mientras tanto podemos especular, pensar distintas posibilidades. Al principio yo era medio contrario a este tipo de razonamientos porque me parecen muy especulativos. Cuando hemos descubierto otros sistemas planetarios similares al nuestro, eso nos ha ayudado a entender mejor las diferencias con nuestro sistema solar. Hasta no haber descubierto otro tipo de planetas, no hemos reflexionado sobre algunos puntos que no comprendíamos del todo. La posibilidad de vida extraterrestre, nos puede ayudar a entender mejor temas como nuestra propia humanidad, la encarnación.

– Usted fue nombrado por el Papa Benedicto XVI. ¿Conocía al Papa Francisco? ¿Ha tenido contactos con él?

Cuando uno pide para entrar a los jesuitas, lo hacen entrevistarse con dos o tres padres, para ver si se tiene la vocación. El entonces padre Bergoglio, cuando yo era un joven estudiante de astronomía y pedí para entrar a los jesuitas, fue uno de los que me entrevistó. No sé cuál fue su opinión al respecto, pero de hecho, estoy aquí. Cuando fui a Roma, a realizar mis estudios de teología y completar los de astronomía, él fue designado, primero obispo auxiliar y luego arzobispo de Buenos Aires, y perdimos contacto. Lo he vuelto a ver ya como Papa Francisco el año pasado, cuando visitó el Observatorio, y a fines de enero tuve una audiencia privada para conversar de los temas del Observatorio.

– ¿Cuánta gente trabaja en el Observatorio?

Somos 14 jesuitas más un sacerdote diocesano. Y además hay cinco empleados laicos, que no son astrónomos.

– ¿Los astrónomos son todos religiosos?

Sí.

– ¿Reciben indicaciones de parte de las jerarquías eclesiásticas sobre hacia qué temas dirigir las investigaciones o pueden trabajar con libertad?

Tenemos absoluta libertad. No hay una agenda. Yo he tenido entrevistas con el Papa Benedicto y con el Papa Francisco, y ninguno de ellos me ha dicho “tienen que estudiar este planeta porque es mi favorito, o esto no lo pueden estudiar porque va contra la fe”.

– En las investigaciones que han realizado ¿han encontrado elementos que los hagan dudar de la fe?

En mi caso no. A veces se piensa que la Iglesia tiene celos o es contraria a que el ser humano progrese en el conocimiento científico, o que Dios impediría hacer investigaciones o comprender el Universo. Eso no es así. Para mí, la imagen de Dios es la de un padre o una madre. Ningún padre o ninguna madre, si su hijo o su hija saben más que él, se van a poner celosos o se van a enojar. Desde esta perspectiva, como dice el Papa Francisco, la Iglesia se alegra con los descubrimientos científicos y la fe no le tiene miedo a la ciencia. La Iglesia no le tiene miedo a la ciencia.

– Aparte de la astronomía, ¿la Iglesia investiga en otras áreas?

Somos el único centro de investigación científica de la Santa Sede. La Iglesia tiene la Pontificia Academia de la Ciencia, de la cual forman parte científicos muy conocidos, como por ejemplo Stephen Hawking. Para ello no se requiere ser católico, sino que se destaquen en el ámbito de la ciencia en el cual trabajan y que tengan una vida moral buena. Pero la Iglesia Católica no es solo el Vaticano; a veces se puede cometer el error de hacer esa identificación. La Iglesia es mucho más grande que el Vaticano. Y están las universidades católicas. En muchas de ellas se realizan investigaciones en los más variados temas.

– ¿Hay alguna coordinación entre todas esas instancias de elaboración científica?

Es difícil. Hemos iniciado, desde el Observatorio, con algunas universidades católicas que tienen departamentos de astronomía, alguna colaboración. Es un desafío para el ambiente universitario católico el incentivar el diálogo sobre la relación entre la fe y la ciencia. Creo que en el mundo católico todavía faltan este tipo de estructuras. Por eso me pareció muy interesante la iniciativa de la Universidad Católica de Uruguay, de realizar esta actividad. Son temas importantes; tal vez no urgentes, porque los hay más, pero sí importantes. Si no atendemos estas preguntas, corremos el riesgo de deshumanizarnos.

– ¿Cómo ve el futuro de esa relación ciencia – religión?

No soy profeta, así que no voy a realizar una predicción. Lo que sí me parece es que nuestra misión es ir a las periferias. Lo que el Papa nos está pidiendo. Salir fuera. Yo decía que la astronomía nos ayuda a salir de nosotros mismos. El Observatorio, de algún modo, estudia la frontera última, porque va a lo más lejano, a las fronteras entre el comienzo del Universo, el ser, el no ser. En la medida en que pensemos todas estas cuestiones, para las que no siempre hay una respuesta clara, hay futuro.


Fuente:

UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias

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