Guerra y religión en la República Centroafricana
11.00 p m| 2 abr 14 (NCR/VIDA NUEVA/BV).- Se vive una guerra terrible en África que recibe poca atención de los medios, y es la población de la República Centroafricana –la que todavía permanece en el país– la que sigue sufriendo las consecuencias del enfrentamiento que mantienen las fuerzas de la Seleka y las milicias anti-balaka.
Algunos hablan de un conflicto religioso entre musulmanes y cristianos, pero la realidad diaria ha demostrado que son otros motivos (e intereses) los que azuzan el odio entre compatriotas. En medio de las atrocidades que se están cometiendo por parte de ambos bandos, se rescata la voluntad de la comunidad católica que abrió las puertas de sus templos para brindar refugio en medio de tanta violencia. Presentamos un panorama del conflicto en territorio centroafricano.
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La “caza al musulmán” en la República Centroafricana se desató durante los últimos meses de 2013 y desde altas instancias de la ONU se ha llegado incluso a hablar de peligro de genocidio. En 2013, fueron los musulmanes invasores (Seleka) quienes cometieron atrocidades. En 2014, Amnistía Internacional informó de varias masacres cometidas por un grupo cristiano (llamado anti-balaka), ya que obligaron a miles de musulmanes a abandonar el país.
Hasta el año pasado, se calcula que los musulmanes –muchos, extranjeros– representaban el 15% de la población del país. En Bangui han pasado de ser unos 150.000 a ser apenas 1.000, según estimó a inicios de marzo la coordinadora de Asuntos Humanitarios de la ONU, Valérie Amos, mientras que el alto representante de Naciones Unidas para los refugiados, António Guterres, alertaba de que en el oeste del país apenas quedaban 18.000, en situación de peligro.
El conflicto, que a pesar de parecer religioso tiene más bien tintes sociales y políticos, se remonta a marzo del 2013, cuando la Seleka –coalición de cuatro grupos rebeldes– tomó el poder en Bangui y derrocó al presidente Bozizé. Procedían del noreste del país, una zona de mayoría musulmana que durante décadas se sintió marginada. El nuevo hombre fuerte del país, Michel Djotodia, no consiguió controlar a sus tropas, la mitad de las cuales estaba formada por mercenarios y bandidos de Chad y la región sudanesa de Darfur. La Seleka impuso en todo el país un régimen de terror y se ensañó especialmente con la Iglesia, cuyas instituciones y templos atacó sin piedad.
Pero en septiembre la Seleka comenzó a hundirse. A esto contribuyó la fuerte presión internacional y el surgimiento de las milicias anti-balaka, que empezaron como grupos de auto-defensa de campesinos y pronto se nutrieron de antiguos soldados de Bozizé. El 5 de diciembre realizaron un ataque masivo a Bangui que en dos días se cobró más de mil muertos.
Ese mismo día, el Consejo de Seguridad de la ONU dio luz verde a una fuerza multinacional que hoy está formada por 2.000 soldados franceses y 7.000 de varios países de la Unión Africana, con un mandato de desarmar a las milicias y proteger a la población civil. El 10 de enero, Djotodia dimitió y abandonó el país y, diez días después, el Consejo de la Transición eligió como presidenta a Catherine Samba-Panza, quien formó un nuevo Gobierno.
Según Gregory Warner, corresponsal de NPR (National Public Radio de EE.UU.) para el Este de África, la clase de los comerciantes en la República Centroafricana es mayoritariamente musulmán y la población cristiana muy pobre, y así han vivido en paz desde que se independizó de Francia en 1960. Pero eso está cambiando a medida que emergen resentimientos por motivos sociales y económicos.
Aunque la situación en Bangui ha mejorado en febrero y marzo, cientos de miles de sus habitantes viven aún como desplazados, muchos de ellos en las 15 parroquias de la capital. La Seleka se ha hecho fuerte en el noreste, desde donde amenaza con dividir el país. En Bangui ya no están. La violencia la causan hoy los anti-balaka, cuya sed de venganza se ha manifestado en la destrucción de mezquitas y el saqueo de viviendas y tiendas de los musulmanes.
Arzobispo de Bangui: “La República Centroafricana nos pertenece a todos, cristianos y musulmanes”
“Condenamos toda violencia, la barbarie y la lógica criminal de quienes han matado a sus hermanos”, clamó el arzobispo de Bangui, Dieudonné Nzapalainga, al término de su homilía un domingo de diciembre del año pasado. “La República Centroafricana nos pertenece a todos, cristianos y musulmanes”, insistió el arzobispo, quien añadió: “Mantengamos la calma todos los hombres y mujeres de buena voluntad… ni todos los musulmanes son Seleka ni todos los cristianos son anti-Balaka”.
Desde que estalló la violencia, el arzobispo no paró de visitar todas las parroquias –que acogen a cristianos y musulmanes sin distinción– para animar a los desplazados y se reunió varias veces con el gobierno, el embajador francés y el representante de la ONU en el país para exigir protección a los civiles. En los momentos de profunda crisis, demostró una vez más ser una de las voces más respetadas del país. Un detalle demuestra que predica con el ejemplo: a inicios de año, acogió en su residencia al imán Layama, amenazado de muerte por los extremistas.
República Centroafricana cree en el “diálogo inclusivo”
Una delegación de la República Centroafricana –integrada por representantes de la Presidencia del Gobierno, del Ministerio de Comunicación, de Promoción de la cultura cívica y de la Reconciliación nacional, de la Autoridad Nacional para las Elecciones (ANE) y de la sociedad civil– se reunió hace poco en Roma con la Comunidad de Sant’Egidio, en presencia de delegados de la ONU, para proseguir con las conversaciones de paz iniciadas meses atrás.
Su objetivo: establecer mecanismos concretos para alcanzar la reconciliación y reunir a todas las partes para construir “un diálogo inclusivo”. Al término del encuentro, los participantes hicieron pública una breve declaración en la que expresan su “pleno apoyo” a Catherine Samba-Panza, elegida el 20 de enero como presidenta interina del país (ver más abajo).
En el mismo texto, se ratifica ante la comunidad internacional su adhesión al Pacto Republicano, “documento esencial para la reconciliación nacional y la transición institucional del país”, elaborado bajo el auspicio de la propia Comunidad de Sant’Egidio y adoptado por los líderes centroafricanos en Bangui el 7 de noviembre de 2013.
Una herramienta de trabajo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha definido como “un marco creíble para promover un diálogo nacional inclusivo entre todas las partes políticas, sociales y religiosas del país”. Asimismo, los firmantes expresan su total disposición a “colaborar con las nuevas autoridades para una verdadera reconciliación”, sobre la base de dicho Pacto Republicano, y piden a la comunidad internacional que “apoye el proceso electoral según lo establecido por la Constitución de la Transición”.
Durante una rueda de prensa convocada en la sede de la Comunidad de Sant’Egidio, en el Trastévere romano, el ministro de Comunicación centroafricano, Adrien Poussou, destacó que la elección de la presidenta Samba-Panza, “reconocida por las principales facciones del país, es una clara señal de la voluntad común de reconciliación”.
A su juicio, tres son las principales tareas que tendrá por delante la mandataria: preparar las elecciones legislativas previstas para febrero de 2015, aprobar una Comisión nacional “de la verdad y la reconciliación” y coordinar la ayuda que está llegando al país, de tal modo que todos puedan beneficiarse de ella, especialmente las provincias más castigadas por los violentos enfrentamientos de los últimos meses.
Nueva presidenta
Durante la cumbre de la Comunidad Económica de los Estados de África Central (CEEAC), celebrada semanas atrás en Yamena, capital de Chad, para debatir sobre la situación actual de la República Centroafricana, los gobernantes regionales forzaron al presidente Michel Djotodia a que abandonara el cargo, ante su incapacidad para restablecer el orden y la seguridad en su país tras los duros combates entre la guerrilla musulmana de la Seleka y las milicias cristianas anti-Balaka. Así, el 10 de enero, tanto Djotodia como su primer ministro, Nicolás Tiangay, presentaron su renuncia.
Solo diez días después, el Consejo Nacional de Transición (CNT) de la República Centroafricana elegía a Catherine Samba-Panza como nueva presidenta entre ocho candidatos (seis hombres y dos mujeres).
Nacida el 26 de junio de 1954 y alcaldesa de Bangui desde 2011, Samba-Panza se reconoce como una luchadora de larga experiencia política cuya prioridad será “detener el sufrimiento de las personas y restablecer la seguridad y autoridad del Estado”.
Los católicos que dan la mano
Se llama Xavier Arnauld Fagba, tiene 28 años y fue ordenado sacerdote en septiembre del año pasado. Él y un joven diácono están al frente de la parroquia de St. Pierre, en Boali, 60 kilómetros al norte de Bangui. El 17 de enero se enteraron de que los anti-balaka (milicia de la República Centroafricana surgida en 2013 para luchar contra las fuerzas de la Seleka) preparaban un ataque contra los musulmanes del pueblo.
Sin pensárselo dos veces, acudieron a toda prisa al “barrio árabe”, hablaron con sus líderes y les convencieron para que se refugiaran en la iglesia. Varios cientos de hombres, mujeres y niños con unos pocos enseres a la cabeza le siguieron sin perder ni un minuto. Nada más cerrar las puertas llegaron los anti-balaka armados de machetes, lanzas, fusiles y granadas.
Con su sotana puesta, el joven cura salió a la puerta y se encaró con los milicianos: “No puedo permitir que hagáis daño a nadie dentro de mi iglesia. Tendréis que matarme antes”. Los furiosos anti-balaka amenazaron con quemar el templo, mientras el P. Xavier llamó a las tropas internacionales. Finalmente, llegaron los soldados franceses para custodiar a los 800 musulmanes, que consiguió salvar.
A los dos días era domingo. El joven párroco pidió a los musulmanes que dejaran un espacio para que los cristianos pudieran asistir a misa. A los pocos minutos, dos muchedumbres de personas enemistadas se miraban con recelo y observaban, incrédulos, al padre Xavier en el altar. A un lado los cristianos y al otro, los musulmanes. Todos ellos oyeron una homilía sobre la reconciliación, el perdón y el amor que contribuyó a serenar algo los ánimos.
Afuera, los anti-balaka seguían rondando esperando a que algún musulmán saliera de la Iglesia para rebanarlo a machetazos. No se atrevieron a entrar, quién sabe si por respeto a Dios, al cura o tal vez por pura superstición.
Por la tarde, el P. Xavier salió en coche para llevar la comunión a un enfermo. Los anti-balaka le impidieron el paso y le rodearon gritando y amenazando, pero no perdió la calma: “El que tenga valor que me mate. He dicho matarme, no herirme. Yo ya he dado mi vida a Dios”, dijo en voz alta. Uno de los jefes de la milicia intervino para mandar callar a sus hombres y ordenar que le dejaran libre el paso.
El 5 de febrero llegaron a Boali los militares chadianos de la MISCA (la fuerza internacional de intervención de la Unión Africana) para evacuar a los musulmanes. El padre Xavier, que cada día soportó una tensión extrema, creyó que por fin se acababa el drama. Pero los soldados entraron disparando por la ciudad y sacaron solo a sus compatriotas chadianos, mientras dejaron en la parroquia a los musulmanes peul y hausa, la mayoría de los que se encontraban en el interior.
La pesadilla solo tocó a su fin el 28 de febrero, cuando varios camiones escoltados por fuerzas internacionales se llevaron a los 800 refugiados hacia la frontera con Camerún para ponerlos a salvo.
Las 15 parroquias de Bangui y algunas comunidades religiosas han llegado a albergar a algo más de 300.000 desplazados, sobre todo durante los meses de diciembre, enero y febrero.
Fuentes:
Vida Nueva / National Catholic Reporter