El liderazgo y el nuevo Papa
11.00 a m| 16 abr 13 (BUENA VOZ).- ¿Es posible que los directivos empresariales obtengan lecciones de la reciente elección del Obispo de Roma, del Papa, del conductor de la Iglesia Católica? Patrick Lencioni, experto en temas de liderazgo y mejoramiento organizacional piensa que sí.
Con eso en mente recoge algunos datos sorprendentes para la cultura que reduce la vida a competencia. La voluntad declarada de no querer ser elegido, el “cuarto de las lágrimas”, el respaldo del colegio de cardenales y la solicitud de la bendición del pueblo de Dios sirven para pautar una manera distinta de ver el liderazgo: como servicio humilde y responsable del bien común.
Texto de Patrick Lencioni (Presidente de “The Table Group”)
El Papado es un cargo singular y único que no puede ser comparado con ningún otro rol de liderazgo. Sin embargo, los eventos alrededor de la elección del Papa Francisco nos ha traído a la mente tres importantes recordatorios de algo sobre lo que yo había escrito anteriormente: las cualidades de sacrificio, humildad y desprendimiento que todos los líderes deben poseer.
El primer ejemplo tiene que ver con el lugar al que va el nuevo Papa inmediatamente después de ser elegido. Es llamado el “Cuarto de las Lágrimas”. Como un sitio web explicaba, el nombre de origina en la idea de que es el lugar donde “los nuevos Papas han sido con frecuencia vencidos por la emoción y el pensamiento de la pesada carga que se les ha asignado”.
Ahora bien, generalmente no nos imaginamos a un Presidente Ejecutivo recientemente contratado o promovido, yendo a una habitación para tener un momento de recogimiento solitario o procesamiento emocional; sin embargo ello tendría mucho sentido. Después de todo, convertirse en el Líder de una Organización implica un serio discernimiento y gran responsabilidad, o al menos así debería ser. ¿Qué podría ser más apropiado que tomarse un tiempo para poder afrontar todo lo que vendrá? Tal vez, todos los líderes deberían encontrar su propio “Cuarto de las Lágrimas” luego de ser contratados o promovidos.
En segundo lugar, se informó que el entonces Cardenal Bergoglio había dicho, antes de que el Cónclave comenzara, que él no quería ser elegido Papa. Su predecesor, Benedicto XVI hizo el mismo comentario antes de su elección el 2005, y lo mismo han hecho otros. Pero una persona de los medios a quien observé, cuando se enteró del comentario del Papa Francisco, parpadeó ligeramente y declaró: “Bueno, él puede haber dicho eso, pero no estoy seguro si le creo. Lo que quiero decir es, ¿te imaginas ser el vicepresidente ejecutivo de una compañía por muchos años y luego decir que no querías ser el Presidente Ejecutivo?”.
Mientras que ser Papa es ciertamente diferente de ser Presidente Ejecutivo o líder político –algo que puede ser difícil de entender para los medios– hay una lección que puede ser aprendida del comentario del reportero. Él estaba sugiriendo, o tal vez asumiendo, que el liderazgo es algo que surge debido a una ambición personal y a un deseo de logro individual, más que un servicio humilde y aceptación de responsabilidad. Creo que es justo decir que esta es la manera en que muchas personas, si no todas, ven el liderazgo.
Francamente pienso que el mundo sería un mejor lugar si sus líderes aceptaran la responsabilidad a regañadientes y humildemente más que buscarla por los privilegios que vienen con ella. Esto requiere un largo camino para cambiar el énfasis del liderazgo, disminuyendo la importancia de los líderes para ponerla en la gente a cuyo servicio deben estar.
Recuerdo a mi profesor de historia en el colegio secundario, el Sr. Fanucchi haciendo un interesante comentario sobre este tema, muchos años atrás. “La única persona que debería ser Presidente de los Estados Unidos, -dijo él- es alguien que no desee serlo”. Eso tenía y todavía tiene mucho sentido para mí. Y tenía perfecto sentido cuando el Cardenal Bergoglio, la víspera de convertirse en el Papa Francisco, dijo que no quería ser elegido.
Un aspecto final del cónclave y que me impresionó, fue la manera en que todos los Cardenales fueron inmediatamente respetuosos hacia su nuevo líder, un hombre que por definición, era uno de sus pares, unos momentos antes. Cuando en las organizaciones un par es llevado de repente a una posición de liderazgo es algo difícil de aceptar, y nunca he comprendido por qué esto parece ser mucho más fácil para el Papa y los que eran sus pares.
Y entonces se me ocurrió la respuesta, que tiene que ver con los dos primeros puntos: Los cardenales no ven al Papa como ganador de una competencia, sino más bien como a una persona que acepta una responsabilidad de enormes proporciones y abrumadora. Un pequeño pero contundente ejemplo de la carga de ser Papa es el hecho que, luego del cónclave, los otros cardenales se retiraron para retornar a sus lugares respectivos, mientras el Papa Francisco se quedó en Roma, para siempre, sin más que unos días para empacar sus pertenencias y decir adiós a sus amigos y familia y recibir las felicitaciones y buenos deseos. Piensen acerca de eso. Después de pasar su vida entera en Argentina, él de pronto se enfrenta al hecho que retornará allá solo para una eventual visita Papal de carácter oficial, en los años venideros.
Y por si esto fuera poco, consideren que el Papa Francisco solicitó a sus amigos y colegas de la Argentina no asistir a la Misa y Ceremonia Inaugural en Roma, sino más bien usar el dinero que gastarían en el viaje, en atender a los pobres. Es difícil imaginar un mayor testimonio de que éste hombre ve su rol no tanto como algo para ser celebrado, sino como una obligación que debe ser cumplida con humildad.
Ojalá todos veamos nuestras posiciones de liderazgo de la misma y desinteresada manera. Y que Dios bendiga al Papa Francisco y a todo el que lea este artículo.
Fuente:
Publicado en la página web de “The Table Group” y traducido por Jorge Cornejo (Lima, Perú)