¿Quiénes forman la comisión investigadora?
Pero la Comisión tiene una misión y un espacio de maniobra más amplio en relación a la magistratura vaticana. Está compuesta por tres cardenales, porque de ese modo tiene la libertad de poder interrogar eventualmente también a sus pares.
El español Herranz, Presidente de esta comisión, pertenece a la prelatura del Opus Dei, tiene 82 años cumplidos el 31 de marzo, desde 1983 fue secretario y desde 1994 hasta el 2007 fue presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos. Es considerado uno de los más importantes expertos del Código de Derecho Canónico.
Julián Herranz y Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima son los únicos Cardenales que pertenecen a la Prelatura del Opus Dei.
Herranz ha sido también considerado como una de las más influyentes figuras del Vaticano durante el papado de Juan Pablo II.
El eslovaco Tomko, con 88 años cumplidos el 11 de marzo, nació en el periodo de entreguerras en la recién estrenada Checoslovaquia, en la diócesis de Kosice.
Juan Pablo II lo elige miembro del Colegio cardenalicio en el Consistorio del 25 de mayo de 1985 con la diaconía de Gesù Buon Pastore alla Montagnola.
Fue secretario general del Sínodo de Obispos, desde 1979 hasta 1985, cuando fue nombrado prefecto de “Propaganda fide”, cargo en el permaneció hasta el año 2001
De Giorgi, quien cumplirá 82 años el 6 de setiembre, fue proclamado cardenal-presbítero de Santa María en Aracoeli en 1998. Fue uno de los cardenales electores que participaron en el cónclave papal 2005 que seleccionó el Papa Benedicto XVI. Desde que dejó el gobierno de la diócesis de Palermo, a fines del 2006, se estableció en Roma y allí continuó colaborando con varios dicasterios, hasta que cumplió 80 años de edad.
El Papa los ha recibido colegialmente el sábado 16 de junio, pero se ha filtrado la noticia que el presidente de la Comisión ya había encontrado la forma de informar al pontífice. Y el lunes 18 de junio el padre Federico Lombardi, luego de haber recordado que la Comisión tiene el mandato pontificio de efectuar audiencias a todo nivel y sin ningún prejuicio, ha revelado que al momento ha llevado a cabo en promedio entre tres y cinco audiencias por semana, escuchando en total a 23 personas, incluido el mismo Gabriele. El padre Lombardi ha explicado que se trata de superiores y empleados en el Vaticano, clérigos y laicos, y también a otras personas que no son empleados del Vaticano.
El anuncio de la conformación de esta Comisión fue efectuado el 16 de marzo pasado en una entrevista efectuada al sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu, publicada en el “L’Osservatore Romano” y firmada por el director del diario, Giovanni Maria Vian:
“La Secretaría de Estado ha dispuesto una investigación exhaustiva respecto a todos los organismos de la Santa Sede: a nivel penal, conducida por el promotor de justicia del tribunal vaticano, y a nivel administrativo efectuada por la misma Secretaría de Estado, mientras que le ha sido encargada por el Papa una investigación a una comisión superior, para arrojar luz sobre todo el incidente”.
“Su Santidad – continuaba el texto – ha llamado a formar parte de la mencionada Comisión cardenalicia – la cual actuará en todos los niveles avalada por el mandato pontificio -, a los cardenales Julián Herranz, quien ha sido designado para presidirla, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. La Comisión cardenalicia fue instituida el 24 de abril de este año para establecer un método y un calendario de trabajo”.
Del presidente de la Comisión, el cardenal Herranz, se conoce desde hace tiempo su proverbial discreción. Pero una discreción que no le ha impedido escribir, algunos años atrás, un libro de memorias que, si bien no viola ningún secreto, ofrece numerosas informaciones inéditas y curiosas.
Se trata del volumen “Nei dintorni di Gerico” [En los alrededores de Jericó], de 480 páginas, publicado por Ediciones Ares, del área del Opus Dei, en enero de 2006, dos años después que Juan Pablo II creara cardenal a Herranz, permitiéndole así participar en el cónclave que eligió a Benedicto XVI.
En efecto, Herranz forma parte del Opus Dei desde 1949, ya antes de graduarse en medicina con especialización en psiquiatría. Ordenado sacerdote en 1955, se graduó en Derecho Canónico y desde 1960 reside en Roma, donde vivió durante 22 años al lado del fundador Josemaría Escrivá, canonizado el 6 de octubre de 2002, y durante 27 años al servicio del Papa. Por eso el libro tiene como subtítulo “Ricordi degli anni con san Josemaria e con Giovanni Paolo II” [Recuerdos de los años con san Josemaría y con Juan Pablo II] (en esa época todavía no había sido beatificado).
En algunos artículos o libros se lo menciona a Herranz con su segundo apellido, es decir, Herranz Casado. En realidad ya han transcurrido años que en las publicaciones oficiales, y también en el libro del que hemos hablado, ha desaparecido el segundo apellido. En perfecta sintonía con cuanto sucedió con el santo fundador que ya el Opus Dei llama simplemente Escrivá, omitiendo el de Balaguer.
El libro contiene miles de señales curiosas. Al menos dos son también de gran actualidad respecto al fenómeno “Vatileaks” y a los debates que se han derivado de él.
En efecto, en las semanas pasadas se había vuelto a hablar, a nivel periodístico, de la posibilidad – actualmente remota – o del momento en que Benedicto XVI podría renunciar, según las normas previstas por el Derecho Canónico. Herranz cuenta cómo al final del pontificado wojtyliano había sido interrogado respecto a la cuestión de la renuncia y en el libro informa el contenido de un apunte personal redactado el 17 de diciembre de 2004 “luego de una conversación” con el arzobispo Stanislaw Dziwisz, en esa época secretario del Papa y hoy cardenal de Cracovia.
En las páginas 451-452 del libro, Herranz revela lo siguiente:
“En cuanto a la eventualidad de renunciar por motivos de salud escritos en ese apunte – y ahora me parece oportuno darlo a conocer, como ejemplo de la obediencia y de la prudencia heroicas de Juan Pablo II: ‘Se ha limitado (don Estanislao) a comentar que el Papa – quien personalmente está muy separado de su despacho – vive abandonado a la voluntad de Dios. Él se confía a la Divina Providencia. Además, teme crear un peligroso precedente para sus sucesores, porque alguno podría quedar expuesto a maniobras y a sutiles presiones por parte de quien deseara deponerlo'”.
Respecto luego a la fuga de documentos reservados, Herranz muestra en su libro que “Vatileaks” no es una novedad en las crónicas romanas, si bien no en las dimensiones masivas registradas ahora.
En las páginas 300-301 cuenta cómo en el verano de 1979 “el material informativo sobre la transformación del Opus Dei en prelatura personal y la carta que lo completaba”, enviados por el Opus al cardenal Sebastiano Baggio “y objeto de estudios reservado a la Santa Sede, habían sido enviados por alguien – persona o institución – a obispos y a la prensa de varios países del mundo, presentándolos en forma parcial y tendenciosa”.
En una nota a ese pasaje, Herranz agrega sibilino:
“En estas páginas de recuerdos no quiero proporcionar ningún otro dato sobre este punto, siguiendo los consejos que nos dio el Padre [Escrivá, ndt] en una ‘tertulia’, el 14 de junio de 1972”. Esto es: “Desde el principio, en los primeros años, he tomado medidas oportunas para que nadie guardara rencor o mirase con poca simpatía ciertas entidades que, en forma organizada, nos han hecho sufrir mucho, en silencio. En el Opus Dei nos esforzamos para no faltar a la caridad con nadie. Siempre he rezado al Señor, con todas las fibras de mi alma, usando una frase dura: no ser el verdugo de ninguna persona, de ninguna iniciativa que se mueve o nace para servir a Dios. Sepamos disculpar y perdonar. Hacemos una declaración: lo que es negativo no nos gusta”.
Es difícil pensar que el cardenal Herranz, en el nuevo cargo de jefe de la Comisión cardenalicia para investigar una fuga de documentos mucho mayor que la registrada por él hace treinta años, haya olvidado la “tertulia” de su san Josemaría.
Imagen: Julián Herranz, presidente de la comisión investigadora.