Benedicto XVI en Asís: ‘¡Nunca más la violencia en nombre de la religión!’
En distintos idiomas, cada uno de los representantes se comprometieron a “proclamar con convicción que la violencia y el terrorismo contrastan con el auténtico espíritu religioso”. Al condenar toda violencia en nombre de Dios, “nos comprometemos a hacer cuanto sea posible para desarraigar las causas del terrorismo”.
“Nosotros nos comprometemos a educar a las personas a respetarse y estimarse mutuamente”, leyó el representante sij, “para una convivencia pacífica y solidaria entre pertenecientes a etnias, culturas y religiones distintas”.
El sonido del arpa protagonizó la segunda parte de la lectura del manifiesto, en la que el líder ortodoxo incidió en que “nos comprometemos a promover la cultura del diálogo, para que crezca la convivencia entre los pueblos, siendo éstas las premisas de la auténtica paz”.
El piano dio paso a los representantes de los baptistas, que se comprometieron “a defender el derecho de cada persona humana a vivir su existencia según su identidad cultural, y a procurarse libremente una familia propia”.
El líder de los musulmanes paquistaníes, a continuación, afirmó el compromiso por “dialogar, con sinceridad y paciencia, sin considerar cuánto nos diferencia como un muro infranqueable, sino reconociendo al otro, distinto de mí, puede convertirse en una ocasión de mejor comprensión del prójimo”. Tras la lectura, se abrazó a Benedicto XVI, arrancando los aplausos de los invitados, y la sensación de que, tal vez, después de Asís, algunas de estas propuestas serían posibles.
El representante budista, afirmó “hacer nuestro el grito de quien no se resigna a la violencia y al mal, y queremos contribuir con toda nuestra fuerza para dar a la humanidad una esperanza real de justicia y de paz”.
“Nosotros, personas de tradiciones religiosas diferentes, no nos cansaremos nunca de proclamar que paz y justicia son inseparables, y que la paz en la justicia es el único camino en el que la Humanidad puede caminar hacia un futuro de Esperanza. Un mundo en el que las distancias se acortan, las relaciones se facilitan, la seguridad, la libertad y la paz no podrán estar garantizadas por la fuerza, sino por la confianza recíproca. Que Dios bendiga nuestros propósitos, y dé a nuestro mundo justicia y paz”, subrayó, casi al final, el reverendo Setri Nyomi, de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas.
Benedicto XVI cerró con su discurso, sosteniendo que “no más violencia, no más guerra, no más terrorismo, en nombre de Dios”. Al final, se produjo un impactante momento de silencio para que cada uno, y todos en común, sin llegar a organizar una oración formal, oraran juntos por la luz de la paz que, al término de la celebración, decenas de jóvenes llevaron a cada uno de los representantes. Tras los saludos finales, casi todos los representantes visitaron la tumba del fundador de la Orden Franciscana.
¡Nunca más la violencia en nombre de la religión!
Benedicto XVI ante representantes de las principales religiones del mundo, y también de los no creyentes, el Papa trazó una hoja de ruta del hombre religioso en su camino a la paz. “La negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le lleva a la violencia”.
El Pontífice comenzó reflexionando sobre el deseo de los pueblos a ser libres, que “fue más fuerte que los armamentos de la violencia”, en un claro recuerdo a la caída del muro de Berlín, acaecido tres años después del primer encuentro de Asís.
“Que la religión motive de hecho la violencia es algo que, como personas religiosas, nos debe preocupar profundamente” afirmó el Papa, cuando habló de los que justifican el terrorismo y la crueldad despiadada, con la defensa de una religión contra los otros. Dijo que “aquí se coloca una tarea fundamental del diálogo interreligioso”.
Por otra parte, dijo “el no a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí. Los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios”, y que “la negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y lo lleva a la violencia”.