Joaquín Kremel: “El mensaje de Jesús es insuperable”

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1.00 p m| MADRID, 26 jul. 11 (VIDANUEVA/BV).- Eric-Emmanuel Schmitt (Lyon, 1960), filósofo, novelista, dramaturgo y cineasta, vivió en primera persona una transición desde el agnosticismo a la fe a raíz de que se perdiera durante 30 horas en el desierto de Hoggar, entre Argelia y Níger, siguiendo las huellas de Charles de Foucauld y su refugio ermitaño. De ahí nació su interés por los Evangelios, aunque la cuestión de Dios ya le había ocupado con una obra dramática deslumbrante como El visitante, en la que Dios y Freud se sientan frente a frente a hablar sobre el mal, y le sigue preocupando, como demuestra, ahora como confeso creyente, esa película esperanzadora que es Cartas a Dios, que él mismo ha dirigido y creado a partir de un cuento suyo, Oscar y la Dama de Rosa.

En El evangelio según Pilatos hace su propia lectura del Nuevo Testamento. El éxito de la novela en Francia y Alemania –publicada en España por Edaf–, dio origen a dos obras de teatro. La primera parte, en la que el propio Jesús se pregunta si es el verdadero Mesías, subió a los escenarios con el título de La noche de los olivos. La segunda, en la que Pilatos investiga la desaparición del cuerpo de Jesús, conservó el título de la novela, y se enfrenta al misterio de la resurrección.

El actor Joaquín Kremel (Mongat, Barcelona, 1947) interpreta al propio Pilatos en un montaje adaptado y dirigido por José Sámano, en el que intervienen José Luis de Madariaga y Julia Torres. Estrenada en Avilés, llega a Madrid, donde inaugura el nuevo Teatro del Conde Duque, en el marco de la programación de los Veranos de la Villa, con 15 funciones entre el 8 y el 24 de julio, antes de salir de gira por toda España.
“Nos fascinó a todos el texto –explica Kremel–. Lo interesante, lo brillante, lo emotivo que era el texto de Schmitt. La feliz idea que tuvo a la hora de narrar los hechos a partir del Domingo de Resurrección desde el punto de vista de Poncio Pilatos”.

¿Por qué Pilatos?

“Porque es el que más se nos parece: sus análisis son políticos, sus reflejos protectores, no tiene ganas de que se le moleste por ese asunto. Tenía que ser entonces él quien concluyese la investigación sobre la desaparición del cuerpo de Jesús”.

Kremel añade que, por eso mismo, la obra se abre a todos, creyentes o no, a partir de la relación entre Pilatos y su esposa, Claudia Prócula, que interpreta Julia Torres: “Pilatos era un hombre moderno, pragmático, dominador. Estaba casado con Claudia Prócula, a la que adora y con la que vive una historia de amor. Ella se hace, digamos, jesusista, porque aún no se podía hablar de cristianismo. Y ella representa la fe, la emotividad, mientras que Pilatos refleja la razón”.

La figura central de la obra es un Jesús del que todo el mundo habla. Kremel también se rinde: “El mensaje de Jesús para mí es insuperable. Los judíos esperaban a un libertador, a un general, a otro Moisés, no se podían ni imaginar que el Rey del Mundo fuera alguien que hablara siempre de amor, y este es un mensaje insuperable. Schmitt se declaró ‘agnóstico cristiano’, yo no sé si tengo tanto lío en la cabeza. En el colegio me llamaban ‘el místico’ y de niño me encantaban los oficios y el olor a incienso. Yo andaba siempre por ahí ayudando. Realmente, lo que quería ser era misionero. Sentía mucho lo espiritual. Luego, de paso por la universidad, la cosa fue más tibia, pero siempre hubo un rescoldo. No soy católico cumplidor con los domingos de misa, pero en lo más íntimo sí estoy comunicado con este Jesús. Con Jesús, estoy a muerte”.

Formación religiosa

Kremel se ha enfrentado al texto de Schmitt adentrándose en la biografía de Pilatos –“he leído que se dice que era de Tarragona, incluso de León”– y a algunas partes de los Evangelios: “Yo tuve una formación muy religiosa y no ha sido muy difícil entrar en el texto. Todos esos personajes que salen a relucir en boca de Pilatos: Nicodemo, José de Arimatea, Caifás, Anás, Salomé, Herodes, Herodías… eran cotidianos y familiares. Aunque el autor no deja de ser un escritor y como tal se permite algunas licencias, como atribuir algún milagro de Jesús a Claudia Prócula para cuadrar mejor al personaje. Pero lo que sí que hemos repasado, junto a José Sámano, es lo que decimos al principio, antes de comenzar la obra, y que el catecismo aprobado por Juan Pablo II confirma que nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la resurrección. Ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió el misterio. Y ahí comienza la función y la historia de la Iglesia, porque es evidente que sin muerte ni resurrección no habría cristianismo”.

Imagen: Joaquín Kremel

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