La heroína asiática

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4.00 p m| SANTIAGO, 03 feb 11 (MIRADAGLOBAL /BV). Aung San Suu Kyi. Un nombre difícil de pronunciar en Occidente. “La Dama”. “La Mandela asiática”. Galardonada con el premio Nobel de la Paz en 1991. Encerrada, bajo arresto domiciliario, durante la mayor parte de las últimas décadas, por plantar cara a un régimen dictatorial. Una mujer que un día se dio cuenta de la terrible situación de su pueblo. Y, aunque llevaba una vida tranquila en el extranjero (en Londres), decidió quedarse definitivamente en casa. Para alzar la voz. Para oponerse a un poder injusto y no sucumbir al miedo o la impotencia que silencia a tantos de sus compatriotas.

Para aprovechar su apellido –como hija del general que llevó Birmania a la independencia no es una persona fácil de silenciar o eliminar- y utilizarlo al servicio de la democracia. Durante décadas los que dirigen con puño de hierro el país han intentado acallarla, vencer su resistencia, acabar con su entereza. No han podido. Estos días, tras su liberación después de los últimos siete años de cautiverio, ha vuelto a alzar su voz. A renegar del miedo. A pedir cambios. A hablar en nombre de los sin voz.

Ha renunciado a mucho. A su libertad. A la cercanía de los suyos.

Tras ser puesta en libertad – una decisión tristemente revocable, pues la amenaza de una nueva reclusión está siempre en el horizonte-, aparecen datos sobre su vida en los medios. Y es, para nosotros, un testimonio vivo y bien encarnado de que es posible un amor que trabaja por la justicia; de que el ser humano tiene en sí semillas de grandeza; de que hay una dignidad irrenunciable que cuando asoma en algunas personas, nos lleva a comprender la plenitud que está al alcance del ser humano. Ante la entereza y la talla moral de una persona así, el poder injusto e inhumano de sus carceleros se muestra caduco. Ante la integridad de algunas personas, cuya memoria perdurará, la miseria de sus verdugos se muestra hueca. Ante el coraje de quien gasta su vida por los otros cualquier meta vital se engrandece.

A veces, cuando miramos al mundo, nos asaltan las imágenes de dolor, las tragedias, nos golpea lo injusto y nos irrita lo mezquino. Pues bien, es necesaria esa otra mirada emocionante, la que aprende a leer, en las vidas heroicas de hombres y mujeres excepcionales, una llamada para nuestras vidas y un canto de libertad.

Escrito por José María Rodríguez Olaizola, S.J.
Imagen: (AP photo) Aung San Suu Kyi.

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