Raymundo Damasceno: “Hay que invertir más en la educación en la fe”
Vivimos en un tiempo de democracia, con excepción de Cuba, donde no hay una democracia formal. En general, la vivimos en todo el continente, lo cual es muy bueno. Pero es importante que no sólo tengamos una democracia formal, sino que esté acompañada de justicia social; y que no sea sólo representativa, sino participativa, en la que la gente tenga conciencia de los problemas que se viven en cada país y participe de su solución. No basta con elegir a nuestros representantes. Es importante acompañar sus programas, para que, de hecho, los políticos ejerzan sus cargos con responsabilidad y como un servicio a la comunidad, al bien común, y como un servicio a la población más pobre.
En ese sentido, ¿qué comentario le merece el caso venezolano?
Mirándolo un poco de lejos, se observa que es un Gobierno con tendencia autoritaria, que busca impedir de una u otra manera la expresión más libre de la población. Deseamos que Venezuela viva una democracia en la que los medios de comunicación tengan la libertad de informar a la población de lo que pasa en su país, y que la gente tenga también la libertad de expresar sus deseos. Eso es lo que queremos para Venezuela, porque es un país hermano.
Pero queremos también que haya cada vez más una integración de países hermanos en América Latina, crecer en una integración no sólo política y económica, sino también cultural y religiosa. Y en esto el CELAM es un ejemplo de búsqueda de esa integración. El CELAM es un organismo episcopal, de servicio a las conferencias episcopales, que se traduce en reflexión, estudio, colaboración… Está ahí para ayudar y servir en unas áreas, buscando la integración desde el punto de vista de la Iglesia como familia de Dios. De modo que también esperamos que esto suceda en el campo político, cultural y económico, porque hoy en el ámbito global es muy importante la integración regional.
Pluralidad y oposición
¿Cómo observa el hecho de que varios países hayan girado hacia la izquierda durante los últimos años y manifiesten cierto sentimiento antiestadounidense?
Los cambios políticos son importantes, forman parte de la democracia, también la alternancia en el poder. Por eso tenemos elecciones de tiempo en tiempo en cada país. Es una de las características de la democracia. Es importante que tengamos una pluralidad de partidos, de programas y propuestas, y que tengamos también oposición, porque es una manera de acompañar a un gobierno en la búsqueda del bien común. De manera que los cambios no preocupan tanto como el cambio en las personas, porque el futuro de América Latina dependerá de hombres cada vez mejores, que vivan de una manera coherente, que den testimonio de los valores éticos, como la justicia, la verdad, la defensa de la vida, de la familia, la sensibilidad por los más pobres, el manejo correcto de los dineros públicos… Eso es lo más importante. No creo que sea la ideología la que vaya a resolver los problemas, sino las personas nuevas, comprometidas con el pueblo, con la comunidad; comprometidas en hacer de la política un servicio a la comunidad, y no un medio para defender intereses personales o de grupo. De manera que pueden ser de izquierda o no, lo importante es que tengan respeto por la democracia, por la oposición, por la libertad de la población para elegir a sus representantes en cada período. Eso es lo más importante. Cada partido tiene su programa, más o menos social, pero lo importante también es que el proceso camine hacia una democracia más madura y se le permita a la población organizarse, exigir sus derechos. Pero si un gobierno impide la manifestación de la población y se prolonga de manera continuada y sin alternancia, no es un modelo apreciable.
En materia de honestidad política, ¿cómo ve a los actuales gobernantes de América Latina?
Uno de los grandes problemas en el mundo en general, y sobre todo en América Latina, es la corrupción. Y en los regímenes de tipo autoritario y dictatorial, quizás haya más. Pero donde hay mayor libertad de prensa, de expresión y de manifestación, donde la justicia funciona mejor, la corrupción disminuye. La gente acompaña más, se informa más, hay mayor denuncia, de modo que hay menos impunidad. La gente podría decir que la corrupción empeoró. No lo sé. Pero la gente se informa más de lo que está pasando y denuncia. Aunque si hay impunidad, que es lo que impulsa la corrupción, ésta crecerá. Pero cuando se hace justicia, la tendencia es que disminuye, y es por ahí por donde hay que formar a la población, para que participe cada vez más activamente en la vida pública y no que viva apática frente a los problemas. Es muy importante hoy que no sea indiferente y dé testimonio coherente de unos valores éticos en la vida pública.
Algunos advierten un crecimiento en la oferta de credos distintos al católico en América Latina. ¿Hasta qué punto preocupa este fenómeno en el seno del CELAM?
Siempre ha sido materia de atención, y creo que este crecimiento de otras propuestas diferentes a la Iglesia católica se debe en parte a la debilidad de la formación de nuestros cristianos católicos. Hay que invertir más en esa formación, en la educación en la fe, desde el niño hasta el adulto y el anciano. Y ésa es una de las recomendaciones de Aparecida: formar discípulos que hagan experiencia de Cristo y que, a partir de ahí, se hagan misioneros para que lo lleven a otros que no lo conocen y, según los valores del Evangelio, ser testimonios de éstos en la vida pública.
Formar más y mejor
¿Hay propuestas concretas más allá de una consigna general?
Hasta el momento no. Diría que hay una preocupación nuestra por formar cada vez más y mejor a los ministros ordenados, los sacerdotes y los diáconos; y cuidar mucho de la Vida Religiosa, porque tenemos todavía un número insuficiente para atender a nuestro pueblo en América Latina. En proporción con su población, el numero de presbíteros, de ministros, no es suficiente, evidentemente. Tenemos parroquias grandísimas, sacerdotes que atienden más de una comunidad, en la periferia, en las regiones rurales. Por ejemplo, en Brasil, tenemos alrededor de 20.000 sacerdotes para una población cercana a los 200 millones de personas. También creo, sin embargo, que las otras confesiones no han seguido creciendo tanto como en un determinado momento. Hay una estabilización, incluso muchos sacerdotes me han informado de que muchos de los que se habían ido de la Iglesia católica han regresado, sobre todo muchos de los que estaban en confesiones religiosas de cuño neoevangélico. La llamada movilidad religiosa es también una característica de nuestro tiempo: la gente va cambiando, buscando experiencias religiosas nuevas, y regresa a su religión original. Y es algo que está sucediendo en América Latina.
Imagen1:(APphoto) Raymundo Damasceno al llegar al Vaticano el 19 de noviembre.
Imagen 2:(Reuters) Benedicto XVI coloca el birrete a Damasceno, creándolo cardenal de la Iglesia católica el 20 de noviembre.