En dos meses Ignacio pasó de entrar a la piscina agarrándose del borde a lanzarse un panzazo sin temor alguno, de flotar a nadar de espaldas. Y todo eso sin amor.
Y no es un drama.
En dos meses Ignacio pasó de entrar a la piscina agarrándose del borde a lanzarse un panzazo sin temor alguno, de flotar a nadar de espaldas. Y todo eso sin amor.
Y no es un drama.