Este año no queme el muñeco que representa el viejo año, tampoco comí las doce uvas ni tenía arroz en el bolsillo. Menos aún usé un calzoncillo amarillo. Recibí las doce con un vasito de espumante, algunas ideas en la cabeza para el 2009 y la imagen que los próximos 365 días son como una hoja en blanco.
Como todos ando pensando que el 2008 ya pasó. Como la mayoría ya hice mi balance del viejo año (balance que, como suele pasarme, siempre termina en rojo). Como casi todos ya me ilusioné con el nuevo año.
El 2007-2008 fue igual. Aún me recuerdo en Montañitas jurando no cometer los mismos errores. Ilusionado con el año que se venía, pensando conquistar el mundo… pero el balance, ¡ay! siguió de rojo.
Recién ayer regresé a Lima y un par de horas más tarde el diagnóstico del 2009 era de temer en lo laboral y familiar. La burbuja no aguantó ni 9 días.
Hay un mandato cada Año Nuevo: ¡Renuevate!
Yo estoy al margen.