En una reunión de profesores convocada para hablar sobre los problemas de disciplina que empiezan a observar entre los alumnos, el director enfatiza en la importancia de mantener a los alumnos controlados y evitar que hagan lo que quieran. Cita como ejemplo la postura durante el dictado de clases.
Me gustaría cuestionar la necesidad de disciplinar y controlar a los alumnos en otro momento. Por ahora solo me detendré en la postura del alumno durante el dictado de clases con la esperanza de que sirva de insumo para un siguiente texto.
Es innegable que, por cuestiones de salud, los estudiantes deban mantener una adecuada postura durante las horas de clases. Más aun considerando que los niños y adolescentes tienden a estar durante varias horas sentados en sus salones, escuchando las clases, mientras que los docentes tienen la ventaja de movilizarse en el salón o entre los salones.
Sin embargo, ¿en qué momento la espalda recta, los hombros derechos y la mirada hacia la pizarra/docente se convirtieron en señal de buen comportamiento o disciplina? Y, ¿qué se pierde si efectivamente se le aborda de tal forma?
Es claro que un alumno desparramado en su carpeta debe significar algo. Puede que la clase haya entrado en un momento tedioso o aburrido para dicho alumno, que haya perdido la ilación de la misma y haya tirado la toalla, que no haya dormido lo suficiente por cumplir con otra tarea o porque tuvo un problema familiar, que se encuentre enfermo o deprimido. Puede haber muchas posibilidades. Solo he mencionado algunas que se me ocurrieron.
Todas estas posibilidades, pero sobre todo la que efectivamente ocurre en cada aula y con cada alumno se pierden si el docente entiende que mala postura es igual a falta de disciplina y, peor aún, si la aborda como tal. Al corregir la postura del alumno como una inconducta y sin mediar un diálogo o una simple pregunta (¿Te pasa algo?), decidimos preocuparnos más porque nos preste atención o que aparente hacerlo antes que por conocerlo y hacer algo realmente coherente por su bienestar.
Pero lo más importante, el alumno pierde la oportunidad de aprender algo: ya sea sobre la importancia de cuidar su postura, ya sea aprender que un adulto puede verlo en el aula o ya sea que se puede ser recto pero empático al mismo tiempo.