A Ignacio no le gusta que me vaya a trabajar. Me abraza con sus bracitos y me aprieta fuerte. A veces tampoco le gusta que me vaya a jugar con la computadora. Me busca con la mirada y llora hasta que yo regrese. Pero cuando él se va a jugar o a pasear con su mamá sonríe y hasta salta de felicidad.
Igual pasa con su mamá. Si ella tiene que ir a lavarse las manos o necesita atender cualquier otra cosa, Ignacio llora. Pero ni se inmuta cuando me lo llevo de visita o cuando va con sus abuelos.
A Ignacio no le gusta que lo deje. Le duele que su papá o su mamá se vayan de su lado. Es como si nos quisiera todo el tiempo con él aunque, valgan verdades, ya para poco nos va necesitando.
Le duele el abandono como le dolería a cualquiera. Le duele quedarse mientras se van de él. Le duele el momento, porque vive el presente del abandono. Ignacio aún no interioriza que en algún momento volveremos. No va más allá de ese instante. Para él las partidas son un tipo de muerte.
Me sorprende que desde pequeño Ignacio tenga interiorizado un miedo que quizá lo acompañe toda su vida. De hecho todos nos asustamos en algún momento con la remota posibilidad de quedarnos solos. El miedo al abandono nos lleva a hacer cosas increíbles. Si no recordemos al pequeño Anakin Skywalker.
Igual pasa con su mamá. Si ella tiene que ir a lavarse las manos o necesita atender cualquier otra cosa, Ignacio llora. Pero ni se inmuta cuando me lo llevo de visita o cuando va con sus abuelos.
A Ignacio no le gusta que lo deje. Le duele que su papá o su mamá se vayan de su lado. Es como si nos quisiera todo el tiempo con él aunque, valgan verdades, ya para poco nos va necesitando.
Le duele el abandono como le dolería a cualquiera. Le duele quedarse mientras se van de él. Le duele el momento, porque vive el presente del abandono. Ignacio aún no interioriza que en algún momento volveremos. No va más allá de ese instante. Para él las partidas son un tipo de muerte.
Me sorprende que desde pequeño Ignacio tenga interiorizado un miedo que quizá lo acompañe toda su vida. De hecho todos nos asustamos en algún momento con la remota posibilidad de quedarnos solos. El miedo al abandono nos lleva a hacer cosas increíbles. Si no recordemos al pequeño Anakin Skywalker.