No te diré por quién votar
Aunque me resisto a las discusiones políticas, a veces me encuentro en medio de una de ellas. Hace poco mis compañeros del colegio empezaron una. Al inicio participé porque me pareció interesante pero luego se hizo tediosa y aburrida: en su mayoría los argumentos se centraban en la conexión de Humala con Chávez, en su carácter autoritario y populista o en los atropellos en cuestión de derechos humanos del gobierno de Fujimori, la corrupción que rodea a su hija y en la antipatía que genera su familia. Entre mis contactos en el Facebook pasa algo parecido. Cada cierto tiempo alguien comparte una noticia, generalmente proveniente de alguno de los medios abiertamente parcializados.
Yo no voy a decirte por quién votar. Ni siquiera a insinuarlo. No tengo ni las ganas ni el interés para hacerlo. Menos aún la claridad. Estoy lleno de dudas, inquietudes y temores. Soy parte de esa minoría que no votó por uno de ellos en segunda vuelta y que ahora se encuentra parado frente a una elección que no quisiera hacer.
Pero tampoco voy a decirte por quién votar porque no encuentro motivos para hacerlo, porque indago e indago, converso y discuto con amigos y compañeros que a diario cuelgan esos comentarios en el Facebook o que inician discusiones por correo pero que no son capaces de argumentar con solvencia y claridad sobre sus candidatos.
Porque cuando pregunto porque votar por Humala me hablan de Fujimori y viceversa, como si la estrategia fuese escoge el menos malo. Aunque ellos mismos dicen que no quisieran verse así. Con esto no se habla de lo que verdaderamente es importante: las propuestas.
Porque cuando recurro a las propuestas no sé qué pensar. Porque uno la cambia a su conveniencia, evidenciando su oportunismo. Porque el plan de la otra es materia conocida: populismo y asistencialismo que no ayuda a que el Perú crezca.
Porque cuando recurro a los periodistas se pintan de rojo o naranja creyendo que se trata de una gran diferencia cuando en realidad uno es un matiz del otro. Creyendo que juegan a la imparcialidad cuando en realidad es obvio su apoyo.
Porque eso de imparcialidad, de elección pensada y razonada es una tremenda falacia, una arrogancia intelectual. Quienes no pueden votar por Fujimori ahora se disfrazan de moralistas, de defensores de los derechos humanos y parecen olvidar que Humala también tuvo un juicio –Madre Mía- y debería tener otro –Andahuaylazo; mientras quienes no pueden votar por Humala lo hacen movidos por el fantasma del autoritarismo cuando un gobierno como el de Fujimori fue una dictadura en todo el sentido de la palabra.
Finalmente, porque creo que el miedo no debería gobernarnos pero ambos inspiran eso. Uno por su tono autoritario, su doble discurso, su disfuerzo. El otro porque representa y está rodeado de lo peor que le ha podido pasar al país en los últimos 20 años.
Que a ti no te atrape el miedo.
Aunque me resisto a las discusiones políticas, a veces me encuentro en medio de una de ellas. Hace poco mis compañeros del colegio empezaron una. Al inicio participé porque me pareció interesante pero luego se hizo tediosa y aburrida: en su mayoría los argumentos se centraban en la conexión de Humala con Chávez, en su carácter autoritario y populista o en los atropellos en cuestión de derechos humanos del gobierno de Fujimori, la corrupción que rodea a su hija y en la antipatía que genera su familia. Entre mis contactos en el Facebook pasa algo parecido. Cada cierto tiempo alguien comparte una noticia, generalmente proveniente de alguno de los medios abiertamente parcializados.
Yo no voy a decirte por quién votar. Ni siquiera a insinuarlo. No tengo ni las ganas ni el interés para hacerlo. Menos aún la claridad. Estoy lleno de dudas, inquietudes y temores. Soy parte de esa minoría que no votó por uno de ellos en segunda vuelta y que ahora se encuentra parado frente a una elección que no quisiera hacer.
Pero tampoco voy a decirte por quién votar porque no encuentro motivos para hacerlo, porque indago e indago, converso y discuto con amigos y compañeros que a diario cuelgan esos comentarios en el Facebook o que inician discusiones por correo pero que no son capaces de argumentar con solvencia y claridad sobre sus candidatos.
Porque cuando pregunto porque votar por Humala me hablan de Fujimori y viceversa, como si la estrategia fuese escoge el menos malo. Aunque ellos mismos dicen que no quisieran verse así. Con esto no se habla de lo que verdaderamente es importante: las propuestas.
Porque cuando recurro a las propuestas no sé qué pensar. Porque uno la cambia a su conveniencia, evidenciando su oportunismo. Porque el plan de la otra es materia conocida: populismo y asistencialismo que no ayuda a que el Perú crezca.
Porque cuando recurro a los periodistas se pintan de rojo o naranja creyendo que se trata de una gran diferencia cuando en realidad uno es un matiz del otro. Creyendo que juegan a la imparcialidad cuando en realidad es obvio su apoyo.
Porque eso de imparcialidad, de elección pensada y razonada es una tremenda falacia, una arrogancia intelectual. Quienes no pueden votar por Fujimori ahora se disfrazan de moralistas, de defensores de los derechos humanos y parecen olvidar que Humala también tuvo un juicio –Madre Mía- y debería tener otro –Andahuaylazo; mientras quienes no pueden votar por Humala lo hacen movidos por el fantasma del autoritarismo cuando un gobierno como el de Fujimori fue una dictadura en todo el sentido de la palabra.
Finalmente, porque creo que el miedo no debería gobernarnos pero ambos inspiran eso. Uno por su tono autoritario, su doble discurso, su disfuerzo. El otro porque representa y está rodeado de lo peor que le ha podido pasar al país en los últimos 20 años.
Que a ti no te atrape el miedo.