Personal

Este año más que otros me cuesta volver a escribir. No es que no haya temas. Los hay y todos muy interesantes. Discutir sobre la figura de la unión civil, la intransigencia de la Iglesia Católica, burlarse de los candidatos presidenciales, hablar sobre mi mudanza o sobre mi próxima paternidad; en fin, temas hay de sobra.

Pero la hoja en blanco se ha hecho más y más amenazante. Ya lo era antes pero de otra forma. Escribía y borraba. Las palabras, las frases no sonaban como yo quería. Ahora es distinto. No escribo por la inercia. No avanzo ni dos párrafos y borro, me distraigo y termino haciendo otra cosa.
Así que, si la hoja en blanco es más amenazante que nunca, quiero hacer un homenaje anónimo.
A T. lo conocí en la universidad y compartimos una amistad durante un par de años. Con él se podía conversar, leer, estudiar, reírse y, lo que más disfrute en los últimos tiempos, jugar ping pong. Lo que no se podía hacer era discutir. Más que pasión, a veces caía en la ceguera y en la intransigencia. Sospecho que aún tiene ese humor negro que le conocí y que le permitía burlarse hasta de sus propias desgracias.
Creo que ésa era su mayor cualidad: ser un digno desgraciado. Pudo construir toda una estética de la desgracia pero optó por otros caminos. Sin embargo, ¡cómo ha escrito! O mejor dicho ¡como sigue escribiendo! Metódico, laborioso, autodidacta. Un ejemplo de cómo las ganas de escribir, quizá las verdaderas ganas de escribir, puede superarlo todo. Un MVLL sin tanto talento.
A veces me pregunto si yo tengo esas mismas ganas. Prefiero no responderme.
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