Hace unos meses, cuando escribía sobre Maldita Ternura, señalé que plantear que una novela se basa en una historia real me parecía un truco bastante sencillo para enganchar al autor. Con El Clan esta idea se refuerza pero he aquí que hay que hacer una salvedad. Una cosa es enganchar y otra cosa es redondear una buena historia. El Clan lo logra y déjame contarte el porqué.
La primera vez que vi el tráiler de El Clan, saqué mi celular y googleé (¡!) la película lo cual me llevó a la historia detrás de la historia. Así que, si he de ser sincero, debo confesar que me engancharon desde el saque anunciándome el relato de una familia completa de secuestradores. Además, ese segmento del viejo Arquímedes compartiendo momentos (Kodak) de familia y llevando el plato de comida a su víctima es una joya porque apunta a borrar los límites entre lo insano y lo cotidiano.
Y quiero hacer una pausa aquí porque hasta este punto no he dicho algo que pueda arruinar la película a quien quiera verla después de leer esta reseña (¿?). Y aunque me he propuesto esbozar un análisis de la película que me exime de spoilear , es indudable que algo debo revelar. Así que cuidado y asume la responsabilidad de ello.
Creo que el principal mérito de Pablo Trapero en El Clan es elegir contar la historia del clan Puccio desde el asombro de quien ve esta noticia en las portadas de los diarios: ¿Cómo una familia entera se convierte en una organización sanguinaria y –porque esta es la parte más importante- sigue inserta en la sociedad como si nada de esto ocurriese? Esta cuestión es de vital importancia porque despierta y juega con la paranoia inherente en cualquier persona. De hecho, ¿no son acaso nuestros vecinos unos potenciales Puccios?
En este sentido, Trapero escoge una historia de una familia que rompe con el molde habitual del villano cinematográfico: que sea una solo, que sea desmedidamente sanguinario y que esté al margen de la ley. No pues, la realidad es más compleja que eso así que aquí punto a favor de la realidad.
Así que Trapero escoge la historia de esta familia y nos muestra que en torno a la figura de Arquímedes Puccio giran primero Alejandro y luego Maguila como secuaces. En segunda instancia las mujeres de la casa. Alejado de todos ellos, Guillermo. Aquí se vislumbra un interesante escenario de análisis. Para Freud estaríamos hablando de un funcionamiento de masas aglutinado en torno a un líder. Los individuos han establecido un vínculo con el patriarca. La historia después de la historia (las letritas negras al final de la película) nos señala que a la caída del patriarca, el vínculo se rompe “como un frasquito bolonés al que se le rompe la punta” (Freud dixit). Para Lacan Arquímedes sería el Uno del Gran Otro, la instancia que soporta el funcionamiento de la familia.
Desde otro punto de vista, uno más filosófico, Trapero indaga sobre la maldad y cuan cercana está de nosotros. La escena clave es el encuentro entre Arquímedes y un atribulado Alejandro. Éste ha empezado a cuestionarse sobre lo que hace. Antes que pueda poner en palabras dicho conflicto, su padre lo sienta y le pone una torre de dinero como primera ganancia. Problema resuelto porque Alejandro no volverá a cuestionarse más, salvo hasta el final. Por otro lado, Guillermo, el menor de los hermanos, no encuentra mejor salida que huir del clan familiar y no volver jamás. Algo que al parecer intentó Maguila sin éxito. Así, luchar contra el mal es una tarea imposible. Los cuestionamientos se derrumban y solo queda huir.
Punto aparte merece esa brevísima crisis de la menor de los Puccio solucionada por unas breves palabras de Alejandro. Ese es precisamente el lugar de las mujeres en la película de Trapero: sin fuerzas, sin peso dramático. Las mujeres son un decorado que cocinan o resuelven problemas de matemáticas; que lloran, gritan y que son rescatadas.
Dos puntos adicionales.
Trapero ha decidido contar la historia incorporando el escenario político. De hecho la película arranca mostrándonos a Arquímedes viendo el discurso de Leopoldo Fortunato Galtieri por la televisión. Además presenta un breve fragmento de la presentación del informe Sábato y de los discursos de Raúl Alfonsín. También incorpora menciones a la caída del sistema de inteligencia que apoyó la dictadura militar y la vincula al quehacer de Puccio, sugiriendo que altos mandos estaban al tanto de su accionar. Recuerde la conversación telefónica de Comodoro con Arquímedes.
Así que El Clan cuenta también un fragmento de la historia de Argentina.
Pero también nos podría remitir al Perú.
Porque la escena del encuentro entre Arquímedes y Alejandro se parece a la del encuentro entre Vladimiro Montesinos y Alberto Kouri. Pero esto ya será motivo para otro post.