Desde que me mudé a mi nuevo edificio he tenido unas 4 ó 5 reuniones de propietarios. Cosa rara para un edificio nuevo en donde se suelen aprovechar estos espacios inicialmente para conocerse y confraternizar. Las peleas suelen venir después.
Pero para este grupo como para mí, parecían haber pocas ganas de conocernos. Nos juntamos la primera vez, nos presentamos, decidimos la junta de propietarios, tomamos algunas decisiones sobre la administración del edificio y no nos volvimos a ver si no hasta unos dos o tres meses después, cuando las circunstancias realmente lo ameritaban.
Y lo último sí lo ameritó.
Un vecino, quien en las anteriores reuniones había pregonado sobre el respeto y la convivencia con un tufillo de jerarca de las buenas costumbres, que aparte se había ganado ya algunos puyazos por andar dándoselas de sabido en temas de manejo de condominios y por criticar hasta la tinta con la que se imprimían las proformas que nos alcanzaban los proveedores, decía que este susodicho sin consultar más que con su almohada y quizá con su atribulada esposa se lanzó por su cuenta a construir un techo, derrumbar parte de una pared de su jardín para ampliarla unos centímetros más allá y tapar parte de un tragaluz. Según él por seguridad y porqué es su espacio.
Ya una mala experiencia teníamos al respecto. Uno de los vecinos que había comprado un departamento en el último piso y con derecho a aires, se había lanzado a construir un cuarto (sí, un cuarto!) con material prefabricado. Claro parece que el presupuesto no le alcanzó porque desde que inició hasta ahora han pasado casi 5 meses y la cosa sigue en apenas 3 paredes mal pintadas.
Y ahí si todos, hasta ahora, caemos por bobos.
Pero con este personaje, que solito había cultivado antipatías, no hubo piedad. O no al menos la suficiente.
En la reunión él dio sus motivos haciendo énfasis que estaba dentro de su propiedad. Quizá creyó que hablaba con personas a las que podía sorprender porque cuando le replicaron (en realidad yo) que en los contratos que recibimos se especificaba que nadie podía añadir, quitar o modificar paredes o peor aun cuando le preguntaron si había solicitado el permiso municipal, simplemente puso cara de aprietos y se defendió diciendo que por sus conocimientos en ingeniería no había riesgo ni daño al edificio, que de ninguna manera era un tragaluz lo que había tapado e incluso que lo que había hecho era más beneficioso para la seguridad del edificio que para él mismo. Cosa que sólo hablaría de su estupidez, de su locura o de que realmente creía que nosotros éramos unos imbéciles.
Sin que nadie lo dijera así pareció que todos pensaron lo mismo: no nos interesan tus motivos. Entonces cambió su actitud. Se disculpó, reconoció que debió haber hablado con los demás vecinos antes de iniciar los trabajos, que debió seguir los procedimientos necesarios y terminó diciendo que estaba dispuesto a derrumbar todo lo construido, que sentía ojeriza pero que lo haría por la comodidad de los demás.
Creo que en el Perú tenemos vocación de santos o tontos porque bastaron estas palabras para que algunos bajaran la cabeza y hasta insinuaran que no era necesario, que daba pena hacer perder lo invertido y que podía pasar piola. Hasta la presidenta, en ánimo excesivamente conciliador, comentó que a partir de ahora sí estaríamos más estrictos y que nadie más haría algo así. Es decir estaba pasando piola.
Lo siento por mi vecino y dudo mucho que lea estas palabras. Me da pena que todo haya terminado como terminó pero personalmente no podía quedarme callado. Y si no era yo seguro era alguien más.
Me parece que están sentando un mal precedente. Así cualquier hará lo que le venga en gana, les dije. Otros vecinos también opinaron igual. Se votó y se tomó la decisión de solicitar que se derrumbe lo construido.
Repito: lamento que mi vecino haya perdido dinero en hacer algo que luego lo derrumbaría. Pero si no, ¿para que están las normas? ¿Acaso por pena podemos pasar piola a alguien?
No tengo temor de reconocer que mi fastidio me llevó a participar más de lo que suelo hacerlo y que tuve la clara intención de hacer lo que hice. Pero no se si a Ustedes le pasa pero a mi me jode que la gente crea que puede saltarse las normas o imponer su beneficio sin respeto de los demás.
Pero quizá lo que más me jode es que alguien quiera verme la cara de imbécil.